Área 7 (20 page)

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Authors: Matthew Reilly

Tags: #Intriga, Policíaco

BOOK: Área 7
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El balón nuclear.

El capitán Bruno Boa McConnell, el líder de la unidad Bravo, contemplaba con recelo los restos del AWACS.

El avión estaba allí, en medio del hangar, en silencio, inmóvil. Una pila enorme de chatarra.

Más silencio.

—¿Cómo va todo por ahí, Madre? —susurró la voz de Schofield por los auriculares de Madre, que había cogido prestados a uno de los agentes del servicio secreto que habían caído.

En el nivel 1, Madre estaba observando la caja de conexión eléctrica que tenía ante sí. Una parte del conmutador había quedado destruida por el impacto del misil. La otra parte era una amalgama de partes intactas y cables fundidos. En ese momento, Herbie Franklin estaba tecleando en un terminal informático que había sobrevivido al impacto.

—Un segundo —dijo Madre por el micro de la muñeca—. Poindexter,
[1]
¿qué es lo que pasa?

Franklin frunció el ceño.

—No tiene sentido. Alguien ya ha estado aquí, hará unos veinte minutos, a eso de las ocho en punto. Han cortado la electricidad. Toda la base está funcionando con la potencia eléctrica auxiliar…

—¿Puede desconectar las cámaras? —preguntó Madre.

—No es necesario. Se desconectaron cuando se cortó la electricidad. —Herbie se volvió para mirar a Madre—. Ya están apagadas.

En el hangar principal, las puertas del ascensor de personal se abrieron.

Kurt Logan y los otros tres supervivientes de la unidad Alfa salieron del ascensor. Se encontraron con Boa McConnell y los hombres de la unidad Bravo.

—¿Qué está ocurriendo? —preguntó Logan.

—Nada… —respondió Boa—. Aún.

—Control, aquí líder de la unidad Charlie —dijo la voz de Pitón Willis por los altavoces de la sala de control—. No hay nadie en el nivel 4.

—Recibido, Charlie. Suban al hangar principal por el ascensor de personal. Eco, sigan abajo. César quiere que permanezcan en los niveles inferiores. Hemos perdido las cámaras y necesitamos ojos allí…

En el nivel 1, Madre pulsó el micro de la muñeca.

—Espantapájaros, aquí Madre. Cámaras apagadas. Repito: cámaras apagadas. Nos dirigimos al hueco del elevador de aviones.

—Gracias, Madre.

—De acuerdo, pongámonos en marcha —dijo Schofield mientras se volvía para mirar al presidente, a Libro II y a Juliet. Estaban en un lugar oscuro.

Miró su reloj:

8.25.59

8.26.00

Iba a estar muy justo.

—Zorro, Elvis, Sex Machine, a posiciones. A mi señal. Tres…

El hangar principal estaba en completo silencio.

—Dos…

El
Marine One
se encontraba a nueve metros de los restos del avión estrellado, reluciendo bajo la cruda iluminación artificial del hangar.

—Uno…

Los hombres de la unidad Bravo observaban con cautela el avión, con las armas en ristre y los dedos en los gatillos.

—Ahora.

Schofield pulsó el botón de una pequeña unidad portátil. Era el interruptor de detonación a distancia de las granadas de RDX que había encontrado al registrar a los soldados muertos en la sala de descompresión. El RDX aluminizado es casi seis veces más potente que el C-4, por lo que la explosión es mucho más grande y el alcance mucho mayor.

Tan pronto como pulsó el botón, la granada de RDX que había dejado en la cabina de mando del AWACS explotó, rociando el hangar de una lluvia de cristales y metralla.

Y luego todo ocurrió a la vez.

* * *

Los hombres de la unidad Bravo se tiraron al suelo para guarecerse de la explosión.

Fragmentos y restos candentes de la cabina de mando del avión sobrevolaron cerca de sus cabezas, alojándose en la barricada que los rodeaba cual dardos en una diana.

Mientras se incorporaban vieron movimiento: tres marines salían del conducto de ventilación situado bajo el
Marine One.

—¡Allí! —gritó Boa.

Una de las sombras siguió corriendo y las otras dos se metieron por la escotilla del helicóptero.

Un instante después, los motores del
Marine One
cobraron vida.

Su pilón de cola, hasta entonces plegado, se extendió, al igual que las palas del rotor. Tan pronto como las palas del rotor se desplegaron comenzaron a girar, a pesar de que el helicóptero presidencial seguía unido al vehículo tractor.

Los soldados del séptimo escuadrón comenzaron a disparar cuando vieron que el marine que había pasado por debajo del helicóptero, Sex Machine, soltaba la cucaracha que llevaba unida a la cola y se metía en el interior de la diminuta cabina del vehículo tractor.

—Pero ¿qué coño…? —dijo Kurt Logan mientras la cucaracha se separaba del
Marine
One y giraba alrededor de la plataforma elevadora, en dirección a… a los hombres del séptimo escuadrón que custodiaban el balón nuclear.

—Abran fuego —le dijo Logan a Boa y a sus hombres—. Abran fuego ahora.

Eso hicieron.

Una ráfaga de disparos de los P-90 impactó en el parabrisas del vehículo, haciéndolo añicos.

En el interior de la cabina del conductor, Sex Machine se metió debajo del salpicadero. Las balas impactaron en el respaldo del asiento, haciendo que el relleno de este saliera volando en todas direcciones.

La cucaracha seguía avanzando a toda velocidad por el hangar, dando fuertes botes, recibiendo todos los impactos.

Entonces, de repente, el
Marine One
se alzó en el aire, dentro del hangar. El ruido ensordecedor de las palas resonó por las paredes, ahogando los demás sonidos restantes.

En el interior de la cabina, Gant estaba con los mandos mientras Elvis accionaba todos los interruptores.

—¡Elvis! ¡Los misiles! —gritó—. Y, haga lo que haga, ¡no le dé al balón!

Elvis apretó el botón de lanzamiento.

¡Shuuumm!

Un misil Hellfire salió disparado del lanzamisiles dispuesto en un lateral del helicóptero presidencial, dejando tras de sí una estela de humo. El misil voló a gran velocidad hacia el edificio interno de la zona este del hangar.

El misil impactó en el centro exacto del edificio, justo encima de los soldados de la unidad Bravo que custodiaban el balón, y explotó.

La sección media del edificio estalló en una lluvia de cristales y yeso. Una parte de la sección acristalada de la planta superior cayó al suelo, detrás de los hombres de la unidad Bravo que custodiaban el balón nuclear.

Los soldados del séptimo escuadrón se pusieron a salvo de los cristales, pero al instante tuvieron que rodar por el suelo de nuevo para evitar otro peligro: la cucaracha conducida por Sex Machine, que se acercaba peligrosamente hacia ellos.

Era un completo caos.

Un pandemonio.

Tal como Schofield había planeado.

Schofield observaba todo aquel caos desde el interior del AWACS. Miró su reloj:

8.27.50

8.27.51

Dos minutos.

—De acuerdo, Libro. Nos toca. —Se volvió hacia Juliet y el presidente—. Permanezcan aquí hasta que hayamos comprobado el estado del balón. Si podemos cogerlo, se lo traeremos. Si no, tendrán que salir a por él.

Y, tras eso, Schofield y Libro II saltaron por el agujero de la parte trasera del AWACS y salieron al descubierto.

En ese mismo y preciso instante, una minigun Vulcan multicañón asomó por un compartimento situado bajo el morro del
Marine
One y comenzó a lanzar una devastadora ráfaga de miles de balas.

Los hombres del séptimo escuadrón, ya desperdigados por todas partes, se dispersaron todavía más. Algunos se tiraron tras la barricada para cubrirse mientras que otros encontraron cobijo entre los restos del AWACS y comenzaron a disparar desde allí al helicóptero presidencial.

Gant estaba sentada a los mandos del
Marine One
mientras las balas del enemigo arañaban el parabrisas de resina Lexan. Como el armazón del Sikorsky era blindado, había sido fabricado para resistir los impactos de misiles, así que las balas no eran un problema.

Junto a ella, Elvis estaba gritando «¡Yijaaaa!» mientras disparaba a los soldados enemigos con la minigun.

Schofield y Libro II corrieron hacia el este, esquivando con rapidez a los enemigos que custodiaban el balón nuclear.

Avanzaban conjuntamente, con las armas en ristre, disparando (por extraño que pueda parecer) a la cucaracha de Sex Machine y al
Marine One.

Que estuvieran disparando a su propia gente tenía mucho que ver con el hecho de que fueran vestidos con la ropa, chalecos antibalas y máscaras antigás negras del séptimo escuadrón, uniformes ligeramente deteriorados que habían cogido a los soldados muertos en la zona de descompresión del nivel 4.

Schofield y Libro avanzaron de lado, acercándose a la barricada montada delante del balón, disparando con dureza a sus propios compañeros… si bien errando de manera deplorable.

Llegaron a la barricada y Schofield localizó inmediatamente el balón, sobre una silla.

Entonces lo vio.

—¡Mierda!

El maletín del presidente estaba sujeto a un tachón del suelo por un grueso cordón de metal. Parecía de titanio.

Hora.

8.28.59

8.29.00

—¡Mierda! —Schofield pulsó el micro de su muñeca—. ¡Janson! El balón está fijado al suelo. No podemos moverlo. Va a tener que sacar al presidente.

—De acuerdo —fue la respuesta.

—¡Zorro! ¡Sex Machine! ¡Necesito otros treinta segundos de caos! Después ya saben lo que tienen que hacer.

La voz de Zorro:

—¡Recibido, Espantapájaros!

Sex Machine:

—¡Recibido, jefe!

Y entonces Schofield vio a Janson y al presidente salir de la sección trasera del AWACS, también vestidos con la ropa de combate del séptimo escuadrón y blandiendo sendas pistolas, que dispararon con determinación hacia la cucaracha de Sex Machine.

Janson disparaba su SIG-Sauer con las dos manos. El presidente no era tan diestro, pero hacía todo lo que podía teniendo en cuenta que jamás había servido en el ejército.

El
Marine
One viró en un amplio círculo alrededor del hangar, disparando, mientras el estruendo de sus palas de rotor retumbaba en ese espacio cerrado.

El vehículo tractor de Sex Machine pasó junto a la barricada que protegía el balón y a continuación giró a la izquierda, poniendo rumbo al norte, golpeándose con algunos restos del AWACS y desapareciendo después tras él.

Desde la sala de control de la primera planta del edificio interno, César Russell observaba el caos que se había desatado bajo ellos.

Vio al helicóptero presidencial realizando temerarios movimientos en el interior del hangar, ¡en un espacio cerrado! Vio que el vehículo tractor cruzaba por entre los restos del AWACS en la plataforma elevadora.

Y vio que sus hombres, dispersados y desperdigados por todo el hangar, disparaban fuera de sí a aquellas dos amenazas, como si hubieran sido preparados para un ataque ordenado pero no para uno totalmente demente.

—¡Maldición! —rugió—. ¿Dónde está Charlie?

—Subiendo en el ascensor de personal, señor.

Y entonces, en un instante de claridad total, mientras observaba a sus hombres en el hangar, César lo vio y casi se le desencaja la mandíbula.

—No…

César observó totalmente estupefacto cómo uno de sus hombres corría hacia el balón (que, claro está, seguía custodiado por unos cuantos hombres de la unidad Bravo, todos ellos mirando al exterior), se quitaba uno de sus guantes de cuero negro y, bajo la atenta mirada de otros tres impostores vestidos como los soldados del séptimo escuadrón, colocaba su mano sobre al analizador de impresión palmar del interior del maletín.

El reloj de Schofield seguía avanzando.

8.29.31

8.29.32

Entre el estruendo del helicóptero y la cacofonía de disparos a su alrededor (y protegido por Schofield, Libro II y Juliet Janson), el presidente llegó hasta el balón nuclear.

Se quitó el guante, miró una última vez a su alrededor y entonces, tras acercarse al balón, colocó con total discreción su mano sobre el analizador de impresión palmar, justo cuando la pantalla de visualización del temporizador de la cuenta atrás marcaba 24 segundos.

El maletín emitió un bip y el temporizador cambió al instante de 00.00.24 a 90.00 y comenzó de nuevo la cuenta atrás.

Cuando Schofield vio que ya estaba hecho, Libro II y él se colocaron junto a Juliet y al presidente.

—Recuerden, armas en ristre y disparando —dijo. Se llevó el micro de la muñeca a la boca—. Zorro, Elvis, Sex Machine: salgan de ahí. Nos encontraremos abajo. Madre, a la plataforma. Ahora.

Madre se hallaba en la entrada que daba al enorme hangar subterráneo del nivel 1, mirando hacia el hueco del elevador.

A sesenta metros por encima de ella se divisaba la parte inferior de la plataforma de aviones, tras la cual se oían los sonidos de la batalla.

Dio al botón de llamada e inmediatamente la gigantesca plataforma elevadora se sacudió y comenzó a descender lentamente.

En el hangar principal, los restos desperdigados del AWACS, y la plataforma sobre la que se sostenían, comenzaron a desaparecer bajo el suelo.

El elevador estaba descendiendo.

Schofield, Libro II, Juliet y el presidente corrieron hacia él, disparando al
Marine One
mientras lo hacían, actuando como buenos soldados del séptimo escuadrón.

En la sala de control desde la que se divisaba el hangar, César cogió un micrófono.

—¡Boa! ¡Logan! ¡El presidente está allí! ¡Ha pasado entre vosotros y ha reiniciado el temporizador y ahora se dirige hacia la plataforma elevadora! ¡Por todos los demonios, lleva uno de nuestros malditos uniformes!

En el hangar principal, Kurt Logan se giró desde donde estaba y los vio, vio a cuatro soldados del séptimo escuadrón saltando a la plataforma elevadora, que descendía lentamente.

—¡La plataforma! —gritó—. ¡Unidad Bravo! ¡Reúnanse en la plataforma! ¡Alfa, eliminen ese helicóptero y acaben con esa puta cucaracha!

El
Marine
One estaba descendiendo de nuevo al suelo, pues ya había cumplido con su misión de distracción.

Gant aterrizó el helicóptero justo donde se lo había encontrado, sobre el conducto de ventilación dispuesto en el suelo, al oeste del hueco del elevador. Con la ayuda de Elvis, maniobró el helicóptero para que la escotilla quedara justo encima del conducto de ventilación.

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