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Authors: Paul Watzlawick

Cambio. (2 page)

BOOK: Cambio.
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Otro elemento unificador estuvo representado por el hecho de que, desde un principio, hablamos un mismo «lenguaje». Como investigadores asociados del Instituto de Investigaciones Mentales, todos nosotros contábamos con varios años de experiencia en la investigación de la intercomunicación humana y en psicoterapia interaccional (es decir: referida a la pareja y a la familia), tal como ha sido desarrollada por el grupo de Palo Alto, bajo la dirección teórica de Gregory Bateson y la dirección clínica de Don D. Jackson. Nos hallamos así acostumbrados a considerar el proceso más bien que el contenido, y el «ahora y aquí» más bien que el pasado. No fue quizá menos importante el hecho de que todos nosotros teníamos una preparación y una experiencia en hipnosis, lo cual no sólo nos hacía sentirnos a gusto en las intervenciones directas, sino que nos puso también en contacto con las innovadoras técnicas de Milton Erickson, a quien todos nosotros estamos profundamente agradecidos.

Desde el comienzo tuvimos la creencia de que aunando nuestros conocimientos seríamos capaces de operacionalizar los intrigantes fenómenos de cambio mencionados anteriormente y de encontrar así nuevas vías para intervenir de un modo eficaz en las situaciones humanas problemáticas. Tal creencia se demostró válida, pero también nos condujo a algo inesperado: al proyectar la forma más adecuada de intervención en un particular problema humano nos parecía aproximarnos a cierto núcleo subyacente de supuestos, que por entonces éramos incapaces de definir. Ello llegó a constituir una cierta dificultad cuando fue aumentando el número de los interesados por nuestro
modus operandi
, interesados por el mismo a través de lecturas, presentación de casos y cursos de preparación y que deseaban saber más acerca de nuestros conceptos fundamentales, y no sobre ciertos trucos mágicos. Es decir: podían apreciar los efectos, pero querían saber qué es lo que contribuía a producirlos. Tan sólo gradualmente llegamos a ser capaces de traducir nuestro quehacer en conceptos y el presente libro constituye una tentativa para sistematizar lo que hallamos al examinar nuestras premisas.

Sabemos por experiencia que algunos criticarán la índole «manipulativa », «insincera» de nuestro procedimiento de abordar, tanto desde el punto de vista teórico, como práctico, los problemas humanos. La palabra «sinceridad» se ha venido a convertir últimamente en una especie de latiguillo hipócrita, asociada oscuramente con la idea de que existe algo así como una visión correcta del mundo, que por lo general coincide con la propia. Parece también asociarse con la idea de que la manipulación no sólo es mala en sí, sino que puede ser evitada. Pero nadie, por desgracia, ha explicado jamás cómo puede llevarse a cabo esto último. Es difícil imaginar cómo
cualquier
comportamiento en presencia de otra persona puede evitar ser una comunicación del propio punto de vista acerca de la naturaleza de la propia relación con dicha persona y cómo, en consecuencia, puede evitar influir sobre esta última. El psicoanalista que permanece sentado en silencio detrás de su paciente echado en el diván o bien el psicoterapeuta «no directivo» que se limita a repetir las palabras pronunciadas por su paciente ejercen una enorme influencia,
a causa precisamente de este modo de comportarse
, en especial cuando éste es definido como «libre de influencia».

El problema, por tanto, no consiste en ver cómo se pueden evitar la influencia y la manipulación, sino cómo pueden ser mejor comprendidas y utilizadas en interés del paciente. Éste es uno de los temas que nos ocuparán a través de este libro.

Nos damos perfecta cuenta de que mucho de lo que este libro contiene ha sido ya dicho o hecho por otros, si bien por lo general en diferentes contextos y basándose en premisas distintas. Esperamos que el lector comprenderá que no podemos señalar todas estas semejanzas, ni explicar las diferencias. Esto resulta especialmente cierto por lo que se refiere a aparentes paralelismos con la terapéutica de la conducta (
behavior therapy
), pero nuestro lector ha de tener en cuenta que no nos apoyamos en supuestos de un aprender o de un desaprender deficientes, de un condicionamiento o de un descondicionamiento, etc.

Ya que el principal propósito de este libro es presentar nuestros puntos de vista y conclusiones generales, no ha de exponer el prolongado camino por el cual hemos llegado a los mismos. En lugar de ello, como mostrará una ojeada al índice, avanza desde lo abstracto hacia lo concreto, los ejemplos prácticos y la discusión. El primer capítulo, de acuerdo con ello, describe dos teorías, útiles para organizar y esclarecer aspectos principales de nuestro punto de vista acerca del cambio a un nivel general. Se trata de la teoría de los grupos y la teoría de los tipos lógicos. El capítulo segundo propone ejemplos de la aplicación práctica de estas dos teorías a nuestro tema principal. La segunda parte se ocupa por completo de cuestiones acerca de la formación de problemas que plantea la interdependencia de la persistencia y del cambio, mientras que la tercera parte está dedicada a la solución de problemas.

Deseamos, finalmente, expresar nuestro agradecimiento al fundador y primer director del Instituto de Investigaciones Mentales, el fallecido Dr. Don J. Jackson, cuyo espíritu abierto a nuevas ideas y cuya ayuda nos animó a emprender la presente investigación.

PARTE PRIMERA

PERSISTENCIA Y CAMBIO

I. La perspectiva teórica

Plus ca change, plus c'est la méme chose.

Proverbio francés

El proverbio francés, según el cual cuanto más cambia algo, más permanece lo mismo, es algo más que un ingenioso juego de palabras. Es una expresión maravillosamente concisa de la extraña y paradójica relación que existe entre persistencia y cambio. Apela de modo más inmediato a la experiencia que las más sofisticadas teorías que hayan sido establecidas por filósofos, matemáticos y lógicos e implícitamente señala un punto básico que con frecuencia se neglige: el hecho de que persistencia y cambio han de ser considerados conjuntamente, a pesar de su naturaleza aparentemente opuesta. En ello no se trata de una abstrusa idea, sino de un ejemplo específico del principio general que afirma que toda percepción y todo pensamiento son relativos y que operan por comparación y contraste.

Los filósofos de la ciencia parecen estar de acuerdo en que el cambio constituye un elemento tan inmediato de nuestra experiencia y tan compenetrado con ella que tan sólo pudo convertirse en tema del pensamiento una vez que los primeros filósofos griegos fueron capaces de conceptualizar la antitética idea de invariabilidad o persistencia. Hasta entonces no había nada que pudiese ser conceptualmente contrastado con el cambio. La situación debió de ser análoga a la propuesta por Whorf: en un universo en el que todo es azul, el concepto de lo azul no puede desarrollarse, debido a la ausencia de colores que sirvan como contraste.

Aun cuando en el transcurso de los siglos se han formulado en la cultura occidental muchas teorías acerca de la persistencia y del cambio
[1]
, se ha tratado sobre todo de teorías de la persistencia,
o bien
de teorías del cambio, pero no de teorías de la persistencia y del cambio. Es decir: la tendencia general ha sido la de considerar a la persistencia y la invariabilidad como un estado «natural» o «espontáneo», garantizado y que no necesitaba explicación, y al cambio como el problema que había que explicar, o bien se adoptaba la posición inversa. Pero ya el hecho de que cada una de ambas posiciones pueda adoptarse tan fácilmente, indica que son complementarias, que lo que es problemático no es absoluto y de algún modo inherente a la naturaleza de las cosas, sino que depende del caso particular y del punto de vista implicado. Una concepción como ésta viene a corresponder a nuestra experiencia de los asuntos y dificultades humanos. Por ejemplo, doquiera observemos a una persona, una familia o un sistema social más amplio inmersos en un problema de un modo persistente y repetitivo, a pesar del deseo y de los esfuerzos realizados para alterar la situación, surgen simultáneamente dos preguntas:
«¿Cómo es que persiste esta indeseable situación?»
y
«¿Qué es preciso para cambiarla?»

En el curso de nuestro trabajo hemos realizado algún proceso, no sólo en el sentido de responder a estas preguntas en casos particulares, sino también en el avance hacia un punto de vista más general. Sin embargo, creemos que para ayudar a presentar y a esclarecer algunas de las conclusiones a las que hemos llegado más bien que describir este prolongado camino recorrido, podemos hacer uso de dos teorías abstractas y generales, pertenecientes al campo de la lógica matemática. Se trata 1) de la teoría de grupos, y 2) de la teoría de los tipos lógicos.

Al proceder así somos plenamente conscientes del hecho de que nuestro uso de estas teorías está lejos de satisfacer las exigencias en cuanto a rigor matemático. Ha de considerarse como una tentativa de ejemplificación mediante analogía.

La teoría de grupos surgió durante la primera parte del siglo XIX. El término de grupo fue introducido por el matemático francés Évariste Galois
[2]
. Tras las formulaciones iniciales de Galois, diversos destacados matemáticos del siglo XIX contribuyeron al desarrollo de la teoría de grupos, convirtiéndola en una de las más imaginativas ramas de las matemáticas. Con la revolución de la física clásica después de 1900, comenzó a desempeñar también un poderoso papel en relación con la teoría de los quanta y de la relatividad. No consideramos preciso afirmar que las implicaciones más sofisticadas de la teoría de grupos tan sólo pueden ser apreciadas por el matemático o el físico. Pero sus postulados básicos, concernientes a las relaciones entre elementos y totalidades, son bastante sencillas, quizás decepcionantemente simples. De acuerdo con la teoría, un
grupo
posee las siguientes propiedades:

(a) Está compuesto por miembros, todos los cuales son iguales en cuanto a una característica común, mientras que su índole actual carece por otra parte de importancia con respecto a los propósitos de la teoría. Puede tratarse por tanto de números, objetos, conceptos, acontecimientos o bien cualquier otro género de cosas que se quieran incluir juntas en un grupo, en tanto posean un común denominador y en cuanto el resultado de cualquier combinación de dos o más miembros sea también, en sí, un miembro del grupo. Así por ejemplo, si los miembros de un grupo son los enteros 1 a 12, indicadores de las horas en la esfera de un reloj, lógicamente cualquier combinación de dos o más miembros es también un miembro del grupo (por ejemplo, las 8 de la mañana, más 6 horas, da como resultado las 2 de la tarde) y en este caso, la combinación se refiere al proceso de adición o de sustracción de miembros. De modo similar, cualquier cambio en la posición de un dado al rodarlo, dará un resultado que es a su vez un miembro de los seis posibles resultados de la jugada, y en este caso, la combinación se refiere a una o más rotaciones del dado en torno a uno o más de sus tres ejes. Podemos ver asimismo que el término de combinación se refiere a un cambio a partir de un posible estado interno del grupo, a otro.

La agrupación de «cosas» (en el más amplio sentido) es el elemento más básico y necesario de nuestra percepción y concepción de la realidad. Al paso que constituye una obvia afirmación la de que no hay dos cosas que sean exactamente iguales, la ordenación del mundo en grupos (que se imbrican y superponen de complicada manera) y que están compuestos por miembros que poseen todos ellos un importante elemento en común, otorga estructura a aquello que de otro modo sería un fantasmagórico caos. Pero como hemos visto, esta ordenación establece también una
invariancia
en el sentido arriba mencionado, es decir que una combinación de cualesquiera de sus miembros es en sí, nuevamente, un miembro del grupo,
«una cosa en el sistema, no fuera de él»
, como lo ha definido Keyser (55). Así pues, esta primera propiedad del grupo puede permitir millares de cambios
dentro
del grupo (de hecho, existen los así llamados grupos infinitos), pero hace también imposible para cualquier miembro o combinación de miembros situarse a sí mismos
fuera
del sistema.

(b) Otra propiedad de un grupo es la de que se puede combinar a sus miembros en distinto orden y sin embargo, el resultado de
la combinación
permanece siendo el mismo
[3]
. Un ejemplo práctico sería el siguiente: partiendo de un determinado punto en una superficie y realizando cualquier número de movimientos de cualquier longitud y dirección cada uno, se alcanza invariable e inevitablemente el mismo destino, sea cual fuete el cambio verificado en cuanto a la secuencia de los movimientos, siempre, desde luego, que el número de tales movimientos, así como su longitud y dirección individuales sigan siendo las mismas. El caso más sencillo estaría representado por cuatro movimientos de una unidad (por ejemplo: un metro, un kilómetro) cada uno en la dirección de uno de los cuatro puntos cardinales. Cualquiera que sea la seencia de los mismos (por ejemplo, primero hacia el norte, luego hacia el oeste, etc.), en tales condiciones, se volverá siempre al punto de partida al concluir el cuarto movimiento. Puede afirmarse, por tanto, que existe una variación en el proceso, pero una invariancia en el resultado.

(c) Un grupo contiene un miembro de
identidad
tal que su combinación con cualquier otro miembro da este otro miembro, lo que significa que mantiene la identidad de dicho otro miembro. Así por ejemplo, en grupos cuya ley de combinación es aditiva, el miembro de identidad es cero (por ejemplo: 5 + 0 = 5); en grupos cuya ley de combinación es la multiplicación, el miembro de identidad es 1, ya que cualquier entidad multiplicada por 1 permanece idéntica. Si la totalidad de los sonidos constituyese un grupo, su miembro de identidad sería el silencio; mientras que el miembro de identidad del grupo constituido por todos los cambios de posición (o bien de movimientos) sería la inmovilidad. El concepto de miembro de identidad puede aparecer a primera vista carente de sentido. Pero ha de ser considerado como un caso especial de invariancia de grupo. Su importancia práctica ha sido demostrada, por ejemplo, por Ashby (10, 11) con respecto a los sistemas cibernéticos, en los que lo que él llama la función nula del grupo de cambios paramétricos desempeña un papel directo en el mantenimiento de la estabilidad de dichos sistemas. En relación con aquello que nos interesa, lo esencial es que un miembro puede actuar sin provocar cambio alguno.

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