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Authors: Federico Moccia

Tags: #Romántico

Carolina se enamora (2 page)

BOOK: Carolina se enamora
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Tiene una foto fantástica en portada, una isla de ensueño con muchas palmeras inclinadas sobre la playa. En mi opinión, esas islas las hacen por ordenador. Me cuesta creer que haya sitios tan bonitos. La saco de entre otras dos revistas y veo por el rabillo del ojo que debajo ¡hay dos euros! Se le deben de haber caído a alguien, seguramente no se habrá dado cuenta. Le paso a Carlo la revista y coge una bolsa de debajo del mostrador. Bien. Está distraído. Me agacho y menos mal que mi mano sigue delgada… Así que cojo los dos euros. Carlo no se ha dado cuenta de nada. Ha sido cosa de un instante. Lo pienso por un momento y después entiendo que hoy es realmente un día especial.

—Eh, Carlo, mira lo que he encontrado ahí abajo.

Me sonríe. Le tiendo la mano con los dos euros y él los deja caer en la suya.

—Gracias, Carolina.

Acto seguido, con parsimonia. Los pone debajo, donde debe de tener una cajita o algo para guardar el dinero. Y sonríe de nuevo. A saber si se había dado cuenta. Jamás lo sabré. Me recuerda un poco a
Hombre de familia
, esa película con Nicolás Cage, a la escena en que una chica va a un supermercado a hacer la compra y el tipo que está en la caja finge equivocarse cuando le da la vuelta para ver cómo reacciona ella. ¿Os acordáis de quién es el cajero? ¡Es Dios! O sea, un hombre de color que está ahí y que hace las veces de Dios. Con eso no quiero decir que les tenga manía a los tipos de color, pero no puedo imaginarme que… En fin, sé que estoy abordando un tema delicado, pero entiendo que un poco de color, obviamente, no puede ser lo que determine la cuestión más importante, esto es, si Él existe realmente o no.

Carlo mete los periódicos en una bolsa.

—Uno, dos, tres… Son siete con cincuenta.

A estas alturas me he acostumbrado, ¡es mi precio fijo! Con los dos euros que le he devuelto me hubiera salido por cinco con cincuenta, pero, bueno, hoy tengo que estar por encima de estas cosas, todo debe ser positivo, no hay lugar para ofensas o errores porque quiero recordarlo siempre como un día perfecto: el día en que hice el amor por primera vez.

Está bien, lo sé… Tengo casi catorce años y medio y alguien podría objetar que es un poco pronto. Ni que decir tiene que no lo he comentado en casa y, menos aún con mi hermano. Tampoco con mi hermana, quien de todas formas, y en caso de que os pueda interesar, lo hizo a los quince, según descubrí espiándola mientras hablaba por teléfono con Giovanna. Todavía lo recuerdo. La mayor parte de las chicas de mi colegio lo han hecho aproximadamente a esa edad o, al menos, eso es lo que dicen. En fin, he mirado también en internet, he leído varios artículos, he buscado aquí y allá y os aseguro que estoy
in target
. Bueno, quizá me falta un mes para ser precisos, como diría Gibbo, mi amigo matemático del colegio, pero cuando existe el amor, cuando todo es perfecto, cuando incluso los planetas se alinean (yo acuario, él escorpio, hasta eso he verificado), cuando incluso Jamiro, —su verdadero nombre es Pasquale, pero desde que echa las cartas en la piazza Navona se hace llamar así—, dice que todo sigue en curso, que no se debe ir contra los astros, ¿no te digo?, los astros… Así pues, ¿quién soy yo para negarme al amor? Por eso estoy preparando este supermegadesayuno… Porque es para él, para mi amor. Dentro de nada estaré en su casa. Sus padres se marcharon ayer a la playa, y él, como no podía ser menos, salió hasta tarde con sus amigos, de forma que quedamos en que yo lo despertaría esta mañana.

—Antes de las once no, te lo ruego, tesoro… Mañana puedo dormir.

No es posible… Esa palabra. «Tesoro». La palabra más dulce, más; importante, más delicada, más… más… «planetaria», sí, la que abarca a todos los planetas además de la Tierra, naturalmente, dicha por él y de esa forma, ha borrado cualquier sombra de duda. Lo hago, me dije anoche después de su llamada. Y, claro está, no he pegado ojo. ¡Esta, mañana he salido de casa a las ocho! Algo que no me sucedía ni siquiera cuando iba al colegio y debía copiar antes los deberes.

Pero quiero contaros mejor lo que me ha sucedido a lo largo de este año escolar y de vida para que entendáis que mi decisión de hoy es fruto de una larga y ardua reflexión, que hace que ahora me sienta segura, serena y, sobre todo, enamorada. ¡Qué raro! Consigo pronunciar esa palabra. Antes no era capaz. Pero, como dice Rusty James, todo requiere su tiempo, y para pronunciar esa palabra he necesitado tres largos meses. Para decidirme a hacer el amor, casi un año. No obstante, quiero contaros con más detalle cuál ha sido mi trayectoria. En pocas palabras, da la impresión de que la vida te pasa por delante como en una película. ¡Como si se tratase de una serie de momentos, de situaciones, de fases, de cambios que te llevan inevitablemente a hacer el amor! Dicen que, por lo general, cuando ves pasar la vida por delante es porque te estás muriendo. Y yo me estoy muriendo… ¡pero de ganas de estar con él! Y dado que son… Miro el reloj, ¡un precioso IVC de esos transparentes con abalorios que me regaló precisamente él! Son las nueve y diez, tengo tiempo de sobra para hacer un repaso del año pasado.

Septiembre

Cinco buenos propósitos para este mes:

—Adelgazar dos kilos.

—Comprar unas bailarinas negras con un lazo.

—Conseguir que me regalen un bono de 500 sms.

—Ir con Alis y Clod a ver el concierto de Finley.

—Comprar
Mil soles espléndidos
de Khaled Hosseini, dicen que es bonito.

Nombre. Carolina, alias Caro.

Cumpleaños: 3 de febrero.

¿Dónde vives? En Roma.

¿Dónde te gustaría vivir? En Nueva York, Londres o París.

¿Dónde no querrías vivir? En casa cuando mi padre grita.

Número de zapatos: ¡Menos de los que querría! ¿O te referías al número de pie?

Gafas: Grandes, de sol.

Pendientes: Dos, a veces, pero con frecuencia no.

Marcas particulares: Las del corazón.

¿Pacifista o guerrillera? Pacigu. Pacifista/guerrillera según el momento.

¿Sexo? ¿El mío, o si lo he hecho alguna vez?

Septiembre es un mes que me gusta mucho, a pesar de que vuelve a empezar el colegio y las vacaciones se acaban. Todavía puedo ir vestida con ropa ligera, como a mí me gusta. El verano es estupendo… El mar, la playa, remover la arena con los pies trazando círculos, ¡y haciendo enfadar al encargado de los baños, que debe aplanarla por la noche para que a la mañana siguiente esté impecable! Las sombrillas me parecen, en cambio, inútiles, ya que nunca estoy debajo. La toalla grande con dibujos de animales que siempre tengo llena de arena; jamás he podido entender por qué las de los demás están más limpias que la mía. El verano es mi estación favorita. También septiembre es precioso, aunque sería mejor si no hubiese colegio, que fuese el último mes de vacaciones, pero entero. Me han dicho que en la universidad se empieza en octubre. ¿Ves?, ellos sí que saben.

Acabo de comprar mi nueva agenda. La estreno con pocas ganas de escribir. Sí, porque la verdad es que me gusta más enviar sms y mails y, cómo no, hablar por el Messenger. Pero claro, es necesario tener una agenda de papel para el colegio, así también puedes guardar las dedicatorias de las amigas (¡sobre todo eso!), de manera que la he comprado. Una fantástica Comix, como no podía ser de otro modo, ¡al menos de vez en cuando me río un poco!

Entramos a las ocho, y eso es ya de por sí dramático. Desde el principio resulta todo muy interesante: la de tecnología nos ha pedido que hagamos un paralelepípedo con una cartulina negra y que compremos un cuaderno de dibujo con hojas cuadriculadas.

—Traed también tres cuadrados de cartón de quince centímetros de lado, unas tijeras, pegamento y lápices HB —nos ha dicho después.

Pero bueno…, ¿qué se cree que soy? ¿Una papelería? ¡Me importan un comino los paralelepípedos! ¡Ya sé cómo son! ¡Mi móvil es un paralelepípedo!

Acaba la hora y, sin darnos tiempo a respirar, entra el profesor de inglés. En una mano lleva el habitual maletín destrozado y, en la otra, un lector de CD. Nos miramos estupefactos. Nos escruta desde detrás de sus gafitas de culo de botella.

—Mañana debéis traer una agenda con índice para anotar el vocabulario nuevo de la canción que vamos a escuchar. Obviamente quiero que traigáis también los deberes de las vacaciones y dos cuadernos. ¡Repasadlo todo!

¿Cómo que todo? ¡Pero si acabamos de empezar! Tengo la impresión de que este año las cosas van a ir mal. Alis me pide la agenda. Se la paso. Veo que garabatea algo en la página correspondiente al 18 de septiembre. Pasada media hora, me la devuelve. Leo: «Palabreando. Arreglárselas: reparar el Range Rover de papá. Bovino: rumiante gordo aficionado al vino. Cósmico: cómico espacial». Dejo de leer. La miro. Se está tronchando de risa. No sé qué decir.

Leone, el profesor de italiano, termina el inventario.

—Para mañana escribid en el cuaderno cuáles eran las necesidades de vuestros padres cuando eran pequeños.

Pero ¿qué es esto? ¿Las necesidades de cuando eran pequeños? ¿Las necesidades necesidades? Todos se ríen. Cómo no. ¿Os habéis puesto de acuerdo? ¿Y además tres materias para mañana? Es obvio que tendré que apresurarme para poder salir con Alis y Clod. Nos miramos.

—Nos vemos a las dos y media, habrá que hacerlo todo en hora y media.

En efecto, después nos espera la consabida visita a Ciòccolati. Septiembre me gusta además porque puedes recordar el verano que acabas de dejar atrás. ¡Y menudo verano! El verano en que he besado por primera vez. Vale, no es un título original, estoy de acuerdo, pero las cosas sólo son extraordinarias en la vida de la persona a las que les suceden. Y, en cualquier caso, ésta os la quiero contar como sea; mejor dicho, todavía recuerdo cómo se la conté a mis dos amigas íntimas: Clod y Alis.

Clod es una chica fantástica. Se come todo lo que le ponen por delante, te roba incluso la merienda si no estás atenta, pero en dibujo es un hacha y por eso se lo perdonas todo. De hecho, pasa los deberes a media clase y se aprovecha de esa circunstancia para hacerse con las meriendas que más le gustan. La mía, pan con aceite y Nutella, es sin lugar a dudas la más apetecible y la que, por tanto, desaparece en primer lugar. Alis, en cambio, es una especie de princesa: es alta, delgada, guapísima, elegante, con un no sé qué de aristocrático que parece diferenciarla de las demás, pero luego, de repente, sabe ser tan divertida que cualquier duda sobre ella queda despejada. Aunque a veces es de un pérfido…

En cualquier caso, estamos a la entrada del colegio, a principios de septiembre, acabamos de volver de las vacaciones y es el primer día de clase.

—¡Yujuuu! —grito como una loca.

—¿Por qué estás tan contenta?

Llego morena como nunca, con el pelo tan rubio que casi parezco sueca, una de esas cantantes que surgen de repente con la melena larga casi blanca, los vaqueros rigurosamente desgarrados, los pies descalzos, la guitarra en las manos y la mirada lánguida. Bueno, yo era poco más o menos así, exceptuando la guitarra y los pies descalzos… Dios mío, durante un tiempo probé también a tocar la guitarra, pero ¿sabéis esas cosas que heredas de tus hermanos y que pruebas a hacer bien por ti misma y al final te rindes porque entiendes que no estás hecha para eso? La guitarra en cuestión era de mi hermano; ahora Rusty James se ha agenciado una nueva, y él sí que la toca de maravilla. Yo, en cambio, he probado un millón de veces. He comprado partituras y todo lo demás, y si bien en la escuela de música no me iba mal del todo —es decir, había comprendido a la perfección dónde se ponían las notas, cuáles iban entre los espacios del pentagrama y cuáles sobre las líneas—, cuando después intentaba trasladarlo todo al instrumento, al principio la cosa funcionaba, pero luego tardaba tanto en encontrar la nota sobre la cuerda de la guitarra que al tocarla me olvidaba del sonido precedente, y mientras buscaba el primero y el segundo llegaba mi madre y gritaba: «¡La mesa está puesta!» ¡No sé por qué, pero el caso es que mis ejercicios de guitarra coincidían siempre con la hora de cenar! Bueno, la verdad es que creo que todos estamos dotados para algo y que muchas veces lo comprendemos demasiado tarde. Aunque también es cierto que, como dice nuestro profe Leone, nunca es demasiado tarde para nada. Y yo creo que he encontrado mi pasión y que, en cualquier caso, si es ésa, he necesitado catorce años para hallarla, es decir, el tiempo necesario para entender algo con profundidad, mirar alrededor y poder elegir. No hay nada más bonito que una elección. Y yo he elegido.

—¡Holaaa!

Me abalanzo sobre Clod y acto seguido sobre Alis, ¡y mi exceso de felicidad casi nos hace rodar por el suelo a las tres!

—¡Qué locura, qué locura! —Empiezo a brincar alrededor de mis amigas agitando los brazos de manera extraña—. ¡Soy un raro ejemplar de pulpo!

Y me meto entre ellas moviendo lentamente los brazos y las piernas, me insinúo, me transformo en una odalisca y después en una jirafa, y a continuación en otro raro ser capaz de cabecear de esa manera. Mientras tanto, ellas permanecen allí plantadas mirándome asombradas. Alis es genial. He de decir que es la que tiene más dinero de la escuela, o al menos eso es lo que asegura Brandi, la radio macuto del Farnesina, que es mi colegio. Y debe de ser verdad, dada la casa tan espectacular que tiene. Recuerda una de esas que salen en los anuncios. Un lugar donde todo funciona, donde todo está impoluto, donde las paredes son perfectas donde apenas tocas un interruptor se encienden las luces, bajan y suben, donde todos los muebles son oscuros, brillantes y negros, y el televisor es uno de esos planos que se cuelgan de la pared y se encienden nada más rozarlos, y también la música es perfecta y las alfombras son bonitas y los cristales están siempre como los chorros del oro. Pues bien, su casa está en la via XXIV Maggio y da a unas antiguas ruinas romanas, las del gran imperio que nos toca estudiar. Y ella nos invita a su casa para que podamos contemplarlas directamente desde la ventana y nos toma el pelo, señalándolas con un puntero.

—Ésa es la roca Tarpea… Ése es el Arco de Constantino, eso otro, lo que está al fondo…

—El Coliseo —respondemos al unísono Clod y yo. Es lo único sobre lo que no podemos equivocarnos.

En cualquier caso, Alis abre el bolso y extrae un Nokia N95, el último que ha salido al mercado, y me saca una fotografía.

—¡Esto lo quiero recordar, Caro!

—¡En ese caso, grábame mientras sigo con el bailecito!

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