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Authors: Maurice Nicoll

Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología

Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Ouspensky (6 page)

BOOK: Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Ouspensky
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Cuando un hombre empieza a observarse a sí mismo desde el ángulo de que no es uno sino muchos, comienza a trabajar sobre su ser. No puede hacerlo si permanece bajo la convicción de que es uno, porque entonces no será capaz de separarse de sí mismo, porque considerará todo en él, cada pensamiento, estado de ánimo, sentimiento, impulso, deseo, emoción, y así sucesivamente, como él mismo —es decir, como "Yo"—. Pero si empieza a observarse a sí mismo, entonces, en ese momento, llegará a ser dos —una parte que observa y una parte que es observada—. Y a menos que se divida, de este modo y luche por hacer que esta división sea cada vez más distinta, nunca será capaz de moverse de donde está, porque, al tomar siempre todo lo que sucede en él como sí mismo, dirá "Yo" a todo y así todo será pues "Yo" en él, y al identificarse con todo lo que le sucede, y al tomar todo como "Yo", hará imposible todo cambio, pues todo se esconderá tras la ilusión del "Yo" y seguirá viviendo en él. De hecho, la multitud de personas que están en un hombre, la multitud de separados "Yoes" en él —tanto los útiles como los inútiles— tendrán iguales derechos y serán igualmente protegidos por él porque le será imposible distinguirlos uno del otro ya que los considera todos como si fueran él mismo. Esta es simplemente una manera de exponer la situación dentro de un hombre que permanece convencido de que es
uno.
Ahora bien, un hombre no puede empezar a cambiar mientras no sea capaz, debido a la observación de sí, de decir:
"Esto no es Yo".
Tan pronto como empiece a decirlo internamente a algo que observa en él, empieza a separarlo de sí mismo. Es decir, comienza a extraer el sentimiento de "Yo" de sí, y eventualmente resulta, y muchas veces después de una lucha, que lo que ha observado empieza a apartarse de él y distanciarse, en su mundo interior. Pero esto es imposible si cree que lo que ha observado es
él mismo,
porque entonces seguirá siendo "Yo" en él, y "Yo" no puede cambiar "Yo", pues entonces no habría posibilidad de separación y seguiría unido con lo que ha observado, por tomarlo como "Yo" —es decir, él mismo— en lugar de tomarlo como "Yo" en él.

Cuando un hombre está pensando cree que él está pensando. Pero nuestros pensamientos surgen al azar, a menos que pensemos profundamente y con atención, lo cual rara vez ocurre. Los pensamientos que cruzan nuestra mente provienen de los diferentes "Yoes" en nosotros. Supongamos que un hombre se dé cuenta de que tiene pensamientos negativos acerca del trabajo o acerca de una persona o que algo ha sucedido. Supongamos que toma esos pensamientos como si fueran suyos —como él— es decir, como "Yo" y supongamos que se siente incómodo a causa de ellos. Se dice a sí mismo:

"En verdad, no debo pensar, de esta manera". Esto puede dar resultado o no. Pero lo importante es que está cometiendo el error de tomar todo lo que sucede dentro de él, como sí mismo, como "Yo". Si se observa correctamente, se da cuenta de que esos pensamientos no son él sino que provienen de un "Yo" negativo en él, de lo cual quizá ya esté enterado. Supongamos que conoce perfectamente este "Yo" en él. Reconoce enseguida que este "Yo" está hablando en él y comunicándole sus pensamientos a través del centro mental y agitando al mismo tiempo una clase particular de emoción negativa. Ni por un instante toma a este "Yo" negativo como él mismo sino que lo ve como algo separado de sí mismo. De resultas de ello lo que dice no tiene poder alguno sobre él, porque está separado de sí mismo. Pero si se abandona al sueño, si deja de estar consciente de lo que está sucediendo en él y de los "Yoes" que están cercanos a él cae bajo su poder, identificándose consigo mismo, imagina que es él quien está pensando de este modo. Al hacerlo, fortalece el poder que este "Yo" negativo tiene sobre él —porque, como es sabido, sea cual fuere la cosa con la cual nos identificamos, al punto tiene poder sobre nosotros, y cuanto más nos identificamos con algo, tanto más esclavos somos de esa cosa. Con respecto al trabajo mismo, nuestras tentaciones están exactamente en los "Yoes" negativos —es decir, en los "Yoes" que odian el trabajo porque su vida en nosotros está amenazada por él. Esos "Yoes" negativos dan nacimiento a cierta clase de pensamientos actuando sobre el centro mental y usando el material almacenado allí en forma de rollos. Si aceptamos estos pensamientos, esos "Yoes" negativos que están en ese momento trabajando en nosotros seremos incapaces de librarnos de sus efectos. El primer efecto que producen es hacernos sentir una pérdida de fuerza. Cada vez que sentimos una súbita pérdida de fuerza, prácticamente se debe siempre a la acción de un "Yo" negativo que ha iniciado un tren de pensamientos de nuestros recuerdos y, por una cuidadosa selección de su material, presenta algo en una falsa luz y es preciso recordar que todos los "Yoes" negativos sólo mienten, del mismo modo que las emociones negativas sólo deforman todo, como, por ejemplo, la emoción del recelo. A menos que podamos observar la acción del "Yo" negativo en el centro mental, logrará poder sobre nosotros. Lo logrará instantáneamente si lo tomamos como "Yo", como nosotros. Pero si vemos que es un "Yo" que trabaja en nosotros, no podrá hacerlo. Con el fin de comprender que es un "Yo" en nosotros, debemos haber llegado ya a la certeza, por el trabajo práctico sobre nosotros, de que existen en nosotros muchos "Yoes" diferentes, y que no somos uno, sino muchos.

SECCIÓN II.

Retornemos a la ilusión mantenida por todo hombre de que él es uno. Esta ilusión existe en cada uno de nosotros. Sólo se la puede descubrir gradualmente por la observación personal. Cada uno de ustedes se atribuye la posesión de la individualidad y no sólo de la individualidad sino de la plena conciencia y voluntad. Pero, como es sabido, el sistema de ideas que estamos estudiando enseña que el hombre no es uno, sino muchos —es decir, no es un individuo, sino muchos individuos diferentes— y también que no es propiamente
consciente
sino que está casi siempre dormido, sumido en sueños, en imaginaciones, en consideraciones, en emociones negativas, y de resultas de ello no se recuerda a sí mismo y de este modo, despilfarra y destruye su vida interior, y vive en una especie de penumbra, y, finalmente, no posee una
voluntad
sino muchas voluntades diferentes que están en conflicto una con la otra y actúan en distintas direcciones. Si el hombre fuera una unidad en lugar de ser una multiplicidad, tendría verdadera individualidad. Sería uno y así tendría una voluntad. Por lo tanto, la ilusión que el hombre tiene de ser uno se refiere a una posibilidad. El hombre
puede
lograr la unidad de ser. Puede lograr su verdadera individualidad. Pero precisamente esta ilusión es la que ante todo se opone al logro de esta posibilidad. Porque mientras el hombre imagine que tiene algo, no sé empeñará en buscarlo. ¿Por qué el hombre habría de luchar por algo que ni siquiera por un momento duda de poseer? Este es uno de los efectos de la imaginación, que suple lo que falta, y que nos hace aparecer como si fuéramos esto, o aquello, cuando en realidad somos todo lo contrario. En este trabajo se repite constantemente que debemos luchar contra la imaginación, y es preciso que comprendan que esto se refiere también a la imaginación acerca de nosotros mismos. Es menester luchar contra la imaginación acerca de nosotros mismos, no sólo porque nos inculca falsas experiencias, emociones artificiales y a menudo nos pone en situaciones ridículas, sino porque detiene toda posibilidad de crecimiento interior. Y ahora es fácil ver porque esto es así fundándonos en lo que ya se ha dicho. Porque si imaginamos que tenemos ya las cualidades de ser que distamos de poseer, no hay esperanza alguna de llegar a tenerlas. Nuestra imaginación suple esta carencia. De hecho, nunca sabremos que nos falta algo en lo tocante a nosotros mismos, es decir, respecto de la cualidad de nuestro ser y creeremos que las únicas cosas que nos faltan son la estimación, la fama, el dinero, las oportunidades u otras cosas externas, pero en cuanto a nosotros mismos en realidad nada nos falta. Tal es el poder que tiene la ilusión que en la parábola sobre la oveja y los magos se dice que el hombre está hipnotizado por su imaginación y que se halla bajo la ilusión de que es un león o un águila cuando en realidad es una oveja; y al mismo tiempo, como oveja, tiene poder para escapar de los magos, quienes son demasiado perezosos o demasiado mezquinos para construir un cerco para encerrarlo.

De todo lo dicho es preciso comprender que la ilusión es algo muy real y definido en sus efectos. La imaginación es meramente nada, "nada sino imaginación", como se suele decir. Es algo muy poderoso en verdad. Es una fuerza real que actúa universalmente sobre la humanidad y que mantiene al hombre en estado de sueño, ya sea al hombre primitivo o al civilizado. Y mientras un hombre no conozca qué es el
recuerdo de sí
—es decir, mientras no alcance el tercer estado de conciencia— la fuerza que se manifiesta como imaginación en los dos estados inferiores de conciencia no está correctamente encaminada y por lo tanto actúa en contra de él. Como hemos visto, el hombre imagina que es uno y debido a esta ilusión no puede moverse de donde está en sí mismo. Cada hombre está, en él mismo, en cierta etapa de sí mismo, y nadie puede salir de esa etapa donde está en él mismo a menos que
vea
muy distintamente por sí mismo que no es una y la misma persona, sino diferentes personas y que seguir pensando que es sólo uno no deja de ser una falsa ilusión.

Esta comprensión, esta percepción interior, cambia el sentimiento de una persona acerca de sí. Cambia, o empieza a cambiar, su sentimiento de "Yo". Mientras siga viviendo en la ilusión de que es una, tiene un
sentimiento equivocado del "Yo".
Pero no lo sabe, ni tampoco sabe que a causa de ello no sólo su vida es equivocada, y sus relaciones con los demás son equivocadas, sino que su propia evolución se vuelve imposible. Porque un hombre no puede cambiar mientras se atribuya la
unicidad
de ser, porque entonces todo en él es él mismo. Atribuirá a sí todo cuanto es bueno o malo en él mismo. Será responsable de cada pensamiento y de cada estado de ánimo, por tomar todo en sí mismo como él mismo, porque si cree que todo lo que piensa y hace y dice, lo piensa y hace y dice desde sí mismo, entonces será suyo porque lo atribuye, todo a sí mismo. La ilusión de que siempre es una y la misma persona y que tiene plena conciencia de todo, y que tiene voluntad y así se controla a sí mismo, lo dejará totalmente ciego para el hecho de que no es el origen consciente de todo lo que piensa, dice y hace. La observación de sí le mostrará que no tiene prácticamente control de sus pensamientos y que ni siquiera puede detener su pensamiento aunque trate de hacerlo pues —los desee o no— pensamientos de toda clase se suceden en su mente. Y ocurre lo mismo con sus sentimientos y sus estados de ánimo, y con sus palabras y sus acciones. Pero si admite que tiene plena conciencia de todo cuanto dice y hace y pleno control de sus pensamientos y estados de ánimo y sentimientos y es siempre una y la misma persona, todo esto permanecerá oculto, disimulado por el poder de su propia imaginación, y el pleno sentido de sí mismo, el pleno sentido de "Yo", y sus relaciones con los estados interiores, serán falsos. Pero si un hombre, mediante la práctica y sincera observación de sí, ya no cree más que es uno y ya no atribuye a esa única persona imaginaria todo cuanto existe y todo cuanto penetra en su mundo interior, para él el cambio se hace posible.
Porque un hombre sólo puede ser ayudado a través de lo que cree.
Si cree que es uno, la ayuda no puede llegarle, porque atribuye todo a sí mismo y de este modo no sólo es culpable de todo, sino que está por completo lleno de sí mismo, y no queda lugar para otra cosa. Pero cuando un hombre ve que no tiene derecho a pensar sobre sí mismo como si fuera uno, y que muchas personas diferentes y algunas muy desagradables existen en él y que en modo alguno tiene plena conciencia y además carece de voluntad individual, aunque esto vaya en contra de su vanidad y de su orgullo, es el punto de partida para la transformación de su ser.

Birdlip, 12 de junio, 1941 Comentario III
Del trabajo sobre sí

Es preciso trabajar sobre sí
hoy.
Cada día es un epítome de nuestra vida. Nuestra vida es lo que permanece en la muerte —es decir, una persona es su vida, y éste es el significado de lo que se dice en las Escrituras acerca del libro de nuestra vida o el libro de vida que se abre en la muerte—. Un hombre es su vida. Un día en nuestra vida es una pequeña réplica de nuestra vida. Si un hombre no trabaja un día de su vida, no puede cambiar su vida, y si dice que quiere trabajar sobre su vida y cambiarla, y no trabaja un día de su vida, el trabajo sobre sí sigue siendo puramente imaginario. Se distrae imaginando que va a trabajar sobre su vida y en realidad no empieza a trabajar ni un solo día de su vida. Nuestra vida se divide en días y años. Si un hombre no trabaja un día de su vida observándose a sí mismo mediante la aplicación de las ideas de este trabajo, no hay punto de partida. Tal vez diga que trabajará mañana. Recuerden el dicho de que no hay que dejar para mañana lo que se puede hacer hoy. Si un hombre dice: "Empezaré a trabajar sobre mí mañana", pues nunca trabajará sobre sí, porque siempre es mañana y nunca trabajará hoy. Esto se llama a veces en el trabajo la enfermedad de
mañana
[1]
. Mientras un hombre diga siempre
mañana
—es decir, el próximo día— nunca cambiará.

Con el fin de trabajar sobre sí es preciso circunscribir el campo de trabajo, no soñar perezosamente en trabajar en el futuro o en una oportunidad extraordinaria, sino trabajar hoy, circunscribir el trabajo práctico al día de hoy, a este día mismo con todos sus sucesos, y no pensar en términos de mañana. ¿Han empezado ustedes a observarse en lo tocante al día, el ordinario día siempre recurrente, miniatura del año y de nuestra vida entera? Todos ustedes conocen este dicho: "A cada día le basta su afán". ¿Pero han pensado alguna vez en lo que significa este dicho y han considerado el contexto en el cual Cristo hizo esta observación? Por ejemplo, ¿qué sentido tiene cuando dice
basta? ¿Basta
para qué? Basta trabajar para el afán de hoy. Si un hombre empieza a trabajar aunque sea un poco cada día sobre sus disgustos y penas, empieza entonces a trabajar prácticamente sobre si. Pero es preciso que conozca su día y que se conozca en relación con su día. Hay cierto día ordinario que cada persona experimenta, excepto los sucesos inusitados. Los sucesos del día ordinario tienen, como admitirán ustedes, cierta similitud recurrente para cada persona. Ahora bien, supongamos que un hombre nunca se "da cuenta, de este particular y nunca se observa a sí mismo en conexión con los sucesos característicos del día común, ¿cómo se le puede ocurrir que está trabajando sobre sí y cómo puede suponer que le es posible cambiar? El cambio de ser comienza con el cambio de las reacciones ante los verdaderos incidentes del día. Este es el comienzo de tomar la vida de una nueva manera en un sentido verdadero y práctico. Si ustedes se comportan de la misma forma todos, los días ante los mismos sucesos recurrentes, ¿cómo podrán creer que es posible cambiar? Para llegar al conocimiento de sí, empiecen por observar su conducta ante los sucesos de un solo día de su vida. Observen cuáles son sus reacciones, es decir, observen sus
reacciones mecánicas
ante todos los pequeños sucesos que tienen lugar y ante la demás gente y examinen lo que dicen, sienten y piensan. Entonces, traten de ver cómo pueden cambiar esas reacciones. Claro está, si tienen la certidumbre de que siempre se comportan consciente y racionalmente y de que nunca están equivocados, nada cambiará en ustedes, porque nunca serán capaces de darse cuenta de que son máquinas, personas mecánicas, que siempre dicen y sienten y piensan y hacen una y otra vez cosas características con arreglo a las circunstancias cambiantes. Pero quizá, debido a una creciente conciencia de sí, usted se da cuenta de que no es
uno,
debido a una creciente conciencia de sí, usted se da cuenta que no es
uno
que no es un individuo plenamente consciente, sino que en cierto momento es una persona mezquina, en el próximo una persona irritable, después una persona benevolente, más tarde una persona escandalosa o calumniadora, después un santo, y luego un embustero. Haga el ejercicio de trabajo de comportarse
conscientemente
durante una pequeñísima parte de un día de su vida. Porque todo cuanto hacemos nos afecta para siempre. Un solo momento en que se está bastante consciente como para no comportarse mecánicamente, si se hizo
voluntariamente,
suele modificar muchos resultados futuros. Si usted aprende, digamos, un poco de francés hoy, conocerá más mañana, pero si hoy no hace nada, mañana no conocerá nada. Ocurre lo mismo con el trabajo sobre sí. Pero es preciso trabajar voluntariamente sobre sí y no porque alguien le dice que debe hacerlo. Trabajar de mala gana o para hacer méritos, es una cosa; trabajar sobre sí porque hay algo en uno que no gusta y se anhela cambiarlo, es otra cosa.

BOOK: Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Ouspensky
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