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Authors: Lope de Vega

Tags: #Drama, #Teatro

El caballero de Olmedo (5 page)

BOOK: El caballero de Olmedo
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que sus lágrimas fueron

de sus palabras firma.

Bien sabe aquella noche

que pudiera ser mía.

Cobarde amor, ¿qué aguardas,

cuando respetos miras?

¡Ay, Dios, qué gran desdicha,

partir el alma y dividir la vida!

(Sale TELLO)

TELLO: ¿Merezco ser bien llegado?

ALONSO: No sé si diga que sí;

que me has tenido sin mí

con lo mucho que has tardado.

TELLO: Si por tu remedio ha sido,

¿en qué me puedes culpar?

ALONSO: ¿Quién me puede remediar,

si no es a quien yo le pido?

¿No me escribe Inés?

TELLO: Aquí

te traigo cartas de Inés.

ALONSO: Pues hablarásme después

en lo que has hecho por mí.

Lea

"Señor mío, después que os partistes no

he vivido; que sois tan cruel, que aun

no me dejáis vida cuando os vais."

TELLO: ¿No lees más?

ALONSO: No.

TELLO: ¿Por qué?

ALONSO: Porque manjar tan süave

de una vez no se me acabe.

Hablemos de Inés.

TELLO: Llegué

con media sotana y guantes;

que parecía de aquellos

que hacen en solos los cuellos

ostentación de estudiantes.

Encajé salutación,

verbosa filatería,

dando a la bachillería

dos piensos de discreción;

y volviendo el rostro, vi

a Fabia…

ALONSO: Espera, que leo

otro poco; que el deseo

me tiene fuera de mí.

Lea

"Todo lo que dejastes ordenado se hizo;

sólo no se hizo que viviese yo sin vos,

porque no lo dejastes ordenado."

TELLO: ¿Es aquí contemplación?

ALONSO: Dime cómo hizo Fabia

lo que dice Inés.

TELLO: Tan sabia

y con tanta discreción,

melindre e hipocresía,

que me dieron que temer

algunos que suelo ver

cabizbajo todo el día.

De hoy más quedaré advertido

de lo que se ha de creer

de una hipócrita mujer

y un ermitaño fingido.

Pues si me vieras a mí

con el semblante mirlado,

dijeras que era traslado

de un reverendo alfaquí.

Creyóme el viejo, aunque en él

se ve de un Catón retrato.

ALONSO: Espera; que ha mucho rato

que no he mirado el papel.

Lea

"Daos prisa a venir, para que sepáis cómo

quedo cuando os partís, y cómo estoy

cuando volvéis."

TELLO: ¿Hay otra estación aquí?

ALONSO: En fin, ¡tú hallaste lugar

para entrar y para hablar?

TELLO: Estudiaba Inés en ti;

que eras el latín, señor,

y la lición que aprendía.

ALONSO: Leonor, ¿qué hacía?

TELLO: Tenía

envidia de tanto amor,

porque se daba a entender

que de ser amado eres

digno; que muchas mujeres

quieren porque ven querer.

Que en siendo un hombre querido

de alguna con grande afeto,

piensan que hay algún secreto

en aquel hombre escondido.

Y engáñanse, porque son

correspondencias de estrellas.

ALONSO: Perdonadme, manos bellas,

que leo el postrer renglón.

Lea

"Dicen que viene el rey a Medina, y dicen

verdad, pues habéis de venir vos, que

sois rey mío."

Acabóse el papel.

TELLO: Todo en el mundo se acaba.

ALONSO: Poco dura el bien.

TELLO: En fin,

le has leído por jornadas.

ALONSO: Espera, que aquí a la margen

vienen dos o tres palabras.

Lea

"Poneos esa banda al cuello,

¡Ay, si yo fuera la banda!"

TELLO: ¡Bien dicho, por Dios, y entrar

con doña Inés en la plaza!

ALONSO: ¿Dónde está la banda, Tello?

TELLO: A mí no me han dado nada.

ALONSO: ¿Cómo no?

TELLO: Pues, ¿qué me has dado?

ALONSO: Ya te entiendo; luego saca

a tu elección un vestido.

TELLO: Ésta es la banda.

ALONSO: Extremada.

TELLO: Tales manos la bordaron.

ALONSO: Demos orden que me parta.

Pero ¿ay, Tello!

TELLO: ¿Qué tenemos?

ALONSO: De decirte me olvidaba

unos sueños que he tenido.

TELLO: ¿Agora en sueños reparas?

ALONSO: No los creo, claro está;

pero dan pena.

TELLO: Eso basta.

ALONSO: No falta quien llama a algunos

revelaciones del alma.

TELLO: ¿Qué te puede suceder

en una cosa tan llana

como quererte casar?

ALONSO: Hoy, tello, al salir el alba,

con la inquietud de la noche,

me levanté de la cama,

abrí la ventana aprisa,

y mirando flores y aguas

que adornan nuestro jardín,

sobre una verde retama

veo ponerse un jilguero,

cuyas esmaltadas alas

con lo amarillo añadían

flores a las verdes ramas.

Y estando al aire trinando

de la pequeña garganta

con naturales pasajes

las quejas enamoradas,

sale un azor de un almendro,

adonde escondido estaba,

y como eran en los dos

tan desiguales las armas,

tiñó de sangre las flores,

plumas al aire derrama.

Al triste chillido, Tello,

débiles ecos del aura

respondieron, y, no lejos,

lamentando su desgracia,

su esposa, que en un jazmín

la tragedia viendo estaba.

Yo, midiendo con los sueños

estos avisos del alma,

apenas puedo alentarme;

que con saber que son falsas

todas estas cosas, tengo

tan perdida la esperanza,

que no me aliento a vivir.

TELLO: Mal a doña Inés le pagas

aquella heroica firmeza

con que atrevida contrasta

los golpes de la fortuna.

Ven a Medina, y no hagas

caso de sueños ni agüeros,

cosas a la fe contrarias.

Lleva el ánimo que sueles,

caballos, lanzas y galas,

mata de envidia los hombres,

mata de amores las damas.

Doña Inés ha de ser tuya

a pesar de cuantos tratan

dividiros a los dos.

ALONSO: Bien dices. Inés me aguarda;

vamos a Medina alegres.

Las penas anticipadas

dicen que matan dos veces,

y a mí sola Inés me mata,

no como pena, que es gloria.

TELLO: Tú me verás en la plaza

hincar de rodillas toros

delante de sus ventanas.

REY: No me traigáis al partir

negocios que despachar.

CONDESTABLE: Contienen sólo firmar;

no has de ocuparte en oír.

REY: Decid con mucha presteza.

CONDESTABLE: ¿Han de entrar?

REY: Agora no.

CONDESTABLE: Su santidad concedió

lo que pidió vuestra alteza

por Alcántara, señor.

REY: Que mudase le pedí

el hábito porque ansí

pienso que estará mejor.

CONDESTABLE: Era aquel traje muy feo.

REY: Cruz verde pueden traer.

Mucho debo agradecer

al pontífice el deseo

que de nuestro aumento muestra,

con que irán siempre adelante

estas cosas del infante

en cuanto es de parte nuestra.

CONDESTABLE: Éstas son dos provisiones,

y entrambas notables son.

REY: ¿Qué contienen?

CONDESTABLE: La razón

de diferencia que pones

entre los moros y hebreos

que en Castilla han de vivir.

REY: Quiero con esto cumplir,

Condestable, los deseos

de fray Vicente Ferrer,

que lo ha deseado tanto.

CONDESTABLE: Es un hombre docto y santo.

REY: Resolví con él ayer

que en cualquiera reino mío

donde mezclados están,

a manera de gabán

traiga un tabardo el judío

con una señal en él,

y un verde capuz el moro.

Tenga el cristiano el decoro

que es justo; apártese dél;

que con esto tendrán miedo

los que su nobleza infaman.

CONDESTABLE: A don Alonso, que llaman

"el caballero de Olmedo."

hace vuestra alteza aquí

merced de un hábito.

REY: Es hombre

de notable fama y nombre.

En esta villa le vi

cuando se casó mi hermana.

CONDESTABLE: Pues pienso que determina,

por servirte, ir a Medina

a las fiestas de mañana.

REY: Decidle que fama emprenda

en el arte militar,

porque yo le pienso honrar

con la primera encomienda.

(Vanse. Sale don ALONSO))

ALONSO: ¡Ay, riguroso estado,

ausencia mi enemiga,

que dividiendo el alma,

puedes dejar la vida!

¡Cuán bien por tus efetos

te llaman muerte viva,

pues das vida al deseo,

y matas a la vista!

¡Oh, cuán piadosa fueras,

si al partir de Medina

la vida me quitaras

como el alma me quitas!

En ti, Medina, vive

aquella Inés divina,

que es honra de la corte

y gloria de la villa.

Sus alabanzas cantan

las aguas fugitivas,

las aves que la escuchan,

las flores que la imitan.

Es tan bella, que tiene

envidia de sí misma,

pudiendo estar segura

que el mismo sol la envidia,

pues no la ve más vella

por su dorada cinta,

ni cuando viene a España,

ni cuando va a las Indias.

Yo merecí quererla.

¡Dichosa mi osadía!

Que es merecer sus penas

calificar mis dichas.

Cuando pudiera verla,

adorarla y servirla,

la fuerza del secreto

de tanto bien me priva.

Cuando mi amor no fuera

de fe tan pura y limpia,

las perlas de sus ojos

mi muerte solicitan.

Llorando por mi ausencia

Inés quedó aquel día,

que sus lágrimas fueron

de sus palabras firma.

Bien sabe aquella noche

que pudiera ser mía.

Cobarde amor, ¿qué aguardas,

cuando respetos miras?

¡Ay, Dios, qué gran desdicha,

partir el alma y dividir la vida!

(Sale TELLO)

TELLO: ¿Merezco ser bien llegado?

ALONSO: No sé si diga que sí;

que me has tenido sin mí

con lo mucho que has tardado.

TELLO: Si por tu remedio ha sido,

¿en qué me puedes culpar?

ALONSO: ¿Quién me puede remediar,

si no es a quien yo le pido?

¿No me escribe Inés?

TELLO: Aquí

te traigo cartas de Inés.

ALONSO: Pues hablarásme después

en lo que has hecho por mí.

Lea

"Señor mío, después que os partistes no

he vivido; que sois tan cruel, que aun

no me dejáis vida cuando os vais."

TELLO: ¿No lees más?

ALONSO: No.

TELLO: ¿Por qué?

ALONSO: Porque manjar tan süave

de una vez no se me acabe.

Hablemos de Inés.

TELLO: Llegué

con media sotana y guantes;

que parecía de aquellos

que hacen en solos los cuellos

ostentación de estudiantes.

Encajé salutación,

verbosa filatería,

dando a la bachillería

dos piensos de discreción;

y volviendo el rostro, vi

a Fabia…

ALONSO: Espera, que leo

otro poco; que el deseo

me tiene fuera de mí.

Lea

"Todo lo que dejastes ordenado se hizo;

sólo no se hizo que viviese yo sin vos,

porque no lo dejastes ordenado."

TELLO: ¿Es aquí contemplación?

ALONSO: Dime cómo hizo Fabia

lo que dice Inés.

TELLO: Tan sabia

y con tanta discreción,

melindre e hipocresía,

que me dieron que temer

algunos que suelo ver

cabizbajo todo el día.

De hoy más quedaré advertido

de lo que se ha de creer

de una hipócrita mujer

y un ermitaño fingido.

Pues si me vieras a mí

con el semblante mirlado,

dijeras que era traslado

de un reverendo alfaquí.

Creyóme el viejo, aunque en él

se ve de un Catón retrato.

ALONSO: Espera; que ha mucho rato

que no he mirado el papel.

Lea

"Daos prisa a venir, para que sepáis cómo

quedo cuando os partís, y cómo estoy

cuando volvéis."

TELLO: ¿Hay otra estación aquí?

ALONSO: En fin, ¡tú hallaste lugar

para entrar y para hablar?

TELLO: Estudiaba Inés en ti;

que eras el latín, señor,

y la lición que aprendía.

ALONSO: Leonor, ¿qué hacía?

TELLO: Tenía

envidia de tanto amor,

porque se daba a entender

que de ser amado eres

digno; que muchas mujeres

quieren porque ven querer.

Que en siendo un hombre querido

de alguna con grande afeto,

piensan que hay algún secreto

en aquel hombre escondido.

Y engáñanse, porque son

correspondencias de estrellas.

ALONSO: Perdonadme, manos bellas,

que leo el postrer renglón.

Lea

"Dicen que viene el rey a Medina, y dicen

verdad, pues habéis de venir vos, que

sois rey mío."

Acabóse el papel.

TELLO: Todo en el mundo se acaba.

ALONSO: Poco dura el bien.

TELLO: En fin,

le has leído por jornadas.

ALONSO: Espera, que aquí a la margen

vienen dos o tres palabras.

Lea

"Poneos esa banda al cuello,

¡Ay, si yo fuera la banda!"

TELLO: ¡Bien dicho, por Dios, y entrar

con doña Inés en la plaza!

ALONSO: ¿Dónde está la banda, Tello?

TELLO: A mí no me han dado nada.

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