El Consuelo (50 page)

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Authors: Anna Gavalda

Tags: #Romántica

BOOK: El Consuelo
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»Y entonces oí: "Ayyyyyy... ¡No te imaginas el hambre que tengo!"
—¿Dónde estaba? —quiso saber Charles.
Kate se dio la vuelta.
—En ese banco de ahí, el que está contra la pared y que parece un gran baúl... No sé si puede verlas, pero en la parte de delante hay dos aberturas... Es un banco-caseta de perro que encontré en un anticuario nada más mudarnos aquí... Me parecía una idea genial, pero por supuesto los perros nunca quisieron meterse ahí dentro... Prefieren los sofás de Ellen... Y ese día, como por casualidad,
Hideous
estaba ahí metido y ni siquiera había salido para babear alrededor de la mesa mientras cenábamos...

Elementary, my dear Watson
—dijo Charles sonriendo.
—Le di de cenar, llamé a su tío y lo inscribí en el colegio. Y ésta es la historia de Yacine... En cuanto a Nedra, llegó de la misma manera, como de contrabando, pero en circunstancias mucho más dramáticas... Lo único que sabían de ella era que la habían encontrado en una especie de casa ocupada o algo así y que tenía rotos los huesos de la cara. Fue hace dos años, ella debía de tener tres, en fin... Nunca se supo mucho más... Y a Nedra también me la trajo Nathalie.
»También en este caso iba a ser algo provisional... El tiempo de que se le curara la mandíbula, que le habían roto de una bofetada o alguna agresión, de que pasara la convalecencia mientras le buscaban algún familiar en alguna parte...
»Y créame, Charles, cuando se tienen todos los dientes de leche pero ningún documento de identidad, la vida es muy complicada... Dimos con un médico que aceptó operarla cobrando en dinero negro, pero para todo lo demás es desesperante. No han querido aceptarla en el colegio, así que las clases se las tengo que dar yo. Bueno... hago lo que puedo, porque como no habla...
—¿Nada de nada?
—Sí... algo... Cuando está sola con Alice... Pero lleva una vida de perros... No. Perdón. No tiene ni comparación con mis perros. No es nada tonta y entiende perfectamente su situación... Sabe que pueden venir a buscarla en cualquier momento, y que yo no podré hacer nada por evitarlo.
Charles comprendió de pronto por qué se había escapado corriendo el día anterior.
—Siempre podrá esconderse en el banco...
—No... No es lo mismo... Yacine tiene derecho a estar aquí, es como si estuviera interno. Me he limitado a invertir las fechas y lo obligo a pasar las vacaciones con su familia. Mientras que ella... No lo sé... Le estoy preparando un expediente de adopción, pero también esto es dificilísimo. Siempre el problema de las normas... Tendría que buscarme un marido bueno y amable que fuera funcionario —sonrió Kate—, un profesor o algo así...
Dobló la espalda y estiró los brazos delante del fuego.
—Halaaaa, ya estáaaaa —bostezó—, ya lo sabe todo.
—¿Y los otros tres?
—¿Qué pasa con ellos?
—También podría haberlos adoptado...
—Sí... Lo pensé... Para quitarme de encima a los protutores, por ejemplo, pero...
—¿Pero?
—No sé, sería como matar a sus padres otra vez...
—¿Ellos nunca se lo han comentado?
—Sí. Claro que sí. De hecho se ha convertido en una especie de juego entre nosotros... «Sí, sí, ordenaré mi habitación cuando me adoptes...» Y las cosas están muy bien así...
Largo silencio.
—No sabía que existía —murmuró Charles.
—Que existía ¿el qué?
—Gente como usted...
—Y tenía razón. No existe. Yo, al menos, no tengo la impresión de existir...
—No la creo.
—Sí, hombre... No hemos salido mucho en estos nueve años... Intento siempre ahorrar algo de dinero para llevarlos a hacer un gran viaje, pero no lo consigo. Sobre todo porque el año pasado compré la casa... Era una obsesión que tenía. Quería que estuviéramos en nuestra propia casa. Quería que, más tarde, los niños fueran de algún sitio concreto. Los obligaré a marcharse, pero quería que tuvieran esta base... Le di la tabarra a Rene todos los días con esto, hasta que conseguí convencerlo. No puedo, se quejaba, esta casa es de mi familia desde la Gran Guerra... ¿Por qué cambiar las cosas? Y además tenía unos sobrinos en Guéret...
»Dejé de tomarme un café con él todas las mañanas al volver de dejar a los niños en el colegio, y, al cabo de cinco días, Rene ya no pudo más y tiró la toalla.
»"Tonto", le reproché con cariño, "pero si sabes que tus sobrinos somos nosotros"...
»Por supuesto, primero tuve que pedir permiso al juez y a mi querido protutor, y todos se pusieron a darme la vara. Pero ¿cómo? No era una idea sensata. ¿Y por qué estas ruinas? ¿Y cuánto me iba a costar el mantenimiento de una casa como ésta?
»Joder... Y eso que ellos no habían vivido los inviernos tan duros que vivimos nosotros... Al final terminé por decirles: la cosa es muy sencilla, o me permitís vender uno de los pisos para comprar esta casa, u os devuelvo a los niños. La nueva jueza tenía otros problemas más importantes, y los otros dos son tan idiotas que se tomaron en serio mi amenaza...
»Fui al notario con Rene y su hermana y cambié una mierda de casa en la urbanización de las Mimosas por este magnífico reino. Qué fiesta montamos esa noche... Invité a todo el pueblo... Incluso a Corinne Le Men...
»Para que vea lo feliz que estaba...
»Ahora vivo del alquiler de dos pisos que tienen unos presidentes de comunidad muy entregados... Siempre hay obras que hacer, siempre hay que remozar fachadas y demás jodiendas...
Well...
No importa, las cosas están bien así... ¿Quién se ocuparía de las fieras si nos marcháramos?
Silencio.

 

—¿Vivir? ¿Sobrevivir? Quizá... Pero existir, lo que se dice existir, no. Me he curtido, me he hecho más fuerte, pero mi pobre cerebro me ha dejado colgada por el camino. Ahora me dedico a hacer pasteles y los vendo en la fiesta del colegio...
—Sigo sin creerla.
—¿No?
—No.
—Y sigue teniendo razón... Claro, de lejos parezco un poco una santa, ¿no? Pero no hay que creer en la bondad de los generosos. En realidad son los más egoístas...
»Se lo confesé antes, cuando le hablaba de Ellen, soy una mujer ambiciosa...
»¡Ambiciosa y muy orgullosa! Era un poco ridícula, pero lo decía en serio cuando declaraba que quería erradicar el hambre en el mundo. Mi padre nos había educado enseñándonos las lenguas muertas, y mi madre opinaba que Margaret Thatcher llevaba un bonito peinado, o que la última pamela de la Reina Madre no pegaba nada con su vestido.
So...
no tenía mucho mérito que yo aspirara a una vida de horizontes un poco más amplios, ¿no le parece?
»Sí, era ambiciosa. Y ya ve... Ese destino que nunca habría podido tener yo sola porque nunca le habría llegado ni a la suela de los zapatos a mis modelos de comportamiento, me lo ofrecieron estos niños... Un destino muy pequeñito —dijo, haciendo una mueca—, pero bueno... lo bastante entretenido para mantenerlo despierto a usted hasta las tres de la mañana...

 

Kate se dio la vuelta y le sonrió, mirándolo a los ojos. Y entonces, en ese preciso instante, Charles lo supo. Supo que estaba perdido.

 

—Sé que tiene prisa, pero no se marchará ya mismo, ¿no? Puede dormir en la habitación de Samuel, si quiere-Porqué Kate había cruzado los brazos, desvelándoselo así, y porque ya no tenía ninguna prisa, Charles añadió:
—Una última cosa...
—¿Sí?
—No me ha contado la historia de ese anillo...
—¡Es verdad! Pero ¿dónde tengo la cabeza?
Kate se miró la piedra engastada.
—Pues bien...
Se inclinó hacia él y se llevó el dedo al pómulo derecho.
—¿Ve esta estrellita de aquí? ¿En medio de las patas de gallo?
—Claro que la veo —aseguró Charles, que era miope perdido.
—Primera y última bofetada que me dio mi padre en toda su vida... Yo tendría unos dieciséis años, y su anillo me hizo una herida... El pobre lo pasó fatal... Tan pero tan mal que ya nunca más volvió a llevar ese anillo...
—Pero ¿y qué había hecho usted? —se indignó Charles.
—Ya no me acuerdo... ¡Debí de decir que Plutarco me la traía floja!
—¿Y eso por qué, vamos a ver?
—¡Pues porque Plutarco escribió un tratado sobre la educación de los niños que me tenía hasta el gorro, mire usted por dónde! No, lo digo de broma, supongo que sería por alguna historia de que quería salir por la noche... Da igual, lo que fuera... El caso es que sangraba... Por supuesto, exageré muchísimo, y lo que ocurrió es que ya nunca más volví a ver ese anillo...
»Un anillo que de hecho me gustaba mucho... De niña me hacía soñar... Esa piedra tan azul... Ya no me acuerdo... pero creo que se llama «
niccold»...
Y el dibujo... Ahora está muy sucia, pero mire a este joven caminando a grandes zancadas con una liebre en el hombro... Me encantaba... Tenía un trasero tan bonito... A menudo le preguntaba a mi padre qué había sido de ese anillo, pero ya no se acordaba. Quizá lo había vendido...
»Y, diez años más tarde, al salir del despacho del juez, cuando ya se habían tirado los dados, fuimos a tomar un té a la plaza de Saint-Sulpice. Mi anciano papaíto hizo como que buscaba sus gafas y sacó el anillo, que llevaba escondido en un pañuelo.
You make us proud, he said
, y me lo regaló.
Here, you'll need it too when you're looking for résped...
Al principio me estaba demasiado grande y me bailaba en el dedo corazón, pero, de tanto cortar leña, ¡ahora se me sujeta muy bien en estos dedazos que tengo!
»Mi padre murió hace dos años... Fue otra tristeza enorme... Pero una tristeza más natural...
»Cuando venía a visitarnos en verano, le encargaba que vigilara la cocción de las mermeladas... Ésa sí que era tarea para él... Se cogía su libro, se sentaba delante de la cocinera y con una mano pasaba las páginas mientras con la otra removía la olla con una cuchara de madera... Y fue durante una de esas largas tardes de mermelada de albaricoque cuando me dio mi última clase de civilización antigua.
»Había dudado mucho antes de regalarme este anillo, me confesó, porque, según su amigo Herbert Boardman, esa imagen estaba relacionada con un tema muy recurrente en el repertorio de la gemología antigua, el de los "sacrificios campestres".
»A partir de ahí enlazó con una larga teoría sobre la noción de sacrificio con las
Elegías
de Fulanito y toda la peña con ilustración sonora, pero yo ya no lo escuchaba. Contemplaba su reflejo en la olla de cobre y pensaba que había tenido suerte de crecer bajo la mirada de un hombre tan delicado...
»Pues, ¿sabes?, me decía, esa noción de sacrificio es muy relativa y...
»
Take it easy, Dad
, lo tranquilicé, sabes perfectamente que
there is no sacrifice at all
en todo esto... Anda... Concéntrate porque si no se te va a quemar la mermelada...
Kate se puso de pie suspirando:
—Ea. Se acabó. Usted haga lo que quiera, pero yo me voy a dormir...

 

Charles le quitó la bandeja de las manos y se fue a la antecocina.
—Lo increíble —le dijo desde allí— es que, con usted, todo son historias, y todas las historias son bonitas...
—Pero claro que todo son historias, Charles... Absolutamente todo y para todo el mundo... Lo único que pasa es que nunca hay nadie que quiera escucharlas...

 

* * *
Kate le dijo: la última habitación al fondo del pasillo. Era un pequeño dormitorio abuhardillado, y Charles, como en el de Mathilde, estuvo un buen rato contemplando las paredes de ese adolescente. Una foto en especial retuvo su atención. Estaba clavada con chinchetas encima de la cama, en el lugar habitual del crucifijo, y la pareja que salía sonriendo le provocó la última emoción del día.
Ellen era exactamente como Kate la había descrito: radiante... Pierre salía besándola en la mejilla sujetando en brazos a un niño pequeño dormido.
Charles se sentó en el borde de la cama, con la cabeza inclinada y las manos entrelazadas.
Qué viaje...
En toda su vida jamás había sentido un desfase tal... Esta vez no se lamentaba, sencillamente estaba... perdido.

 

Anouk...
¿Qué lío era ése ahora?
¿Y por qué te marchaste, cuando toda esa gente a la que habrías adorado se había esforzado tanto por seguir adelante?
¿Por qué no viniste a verla más a menudo? Tú que siempre nos repetías una y otra vez que a la verdadera familia la conoce uno en el camino...
¿Qué me dices entonces? Esta casa era la tuya... Y esta nuera, también... Te habría consolado de la otra, de la de verdad...
¿Y por qué no te volví a llamar nunca más? He trabajado tanto durante estos años y, sin embargo, no dejaré nada que me sobreviva... Los únicos cimientos importantes, los que me han llevado hasta esta habitacioncita y que habrían merecido toda mi atención, los llené a base de egoísmo y de concursos... La mayoría de los cuales perdí... No, no me flagelo, tú habrías odiado que lo hiciera, sólo...
Charles se sobresaltó. Un gato había encontrado su mano.

 

En una de las paredes del cuarto de baño descubrió la letra de Kate en versión original. Era una cita de E. M. Forster que decía más o menos:
«
I believe in aristocracy, though...
Y, sin embargo, creo en la aristocracia. Si es que es el término exacto, y si es que puede emplearlo un demócrata. No en una aristocracia basada en el rango y la influencia, sino en la de las personas solícitas, discretas y valientes. Los miembros de esta aristocracia se encuentran en todas las naciones, en el seno de todas las clases sociales y en todas las edades. Y hay una suerte de complicidad secreta entre ellos cuando se cruzan unos con otros. Representan a la única y verdadera tradición humana, la única victoria permanente de nuestra extraña raza sobre la crueldad y el caos.
»Miles de ellos perecieron en la oscuridad; pocos son grandes nombres. Están a la escucha de los demás como de sí mismos, son atentos sin exagerar, y su valentía no es una pose sino más bien una aptitud para soportarlo todo. Y además...
they can take ajoke...
tienen sentido del humor...»

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