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Authors: Douglas Preston y Lincoln Child

El relicario (60 page)

BOOK: El relicario
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—¿Qué ha pasado con el Reservoir? —preguntó a Pendergast en voz baja.

—El nivel no ha variado en las últimas seis horas —contestó Pendergast—. Por lo visto, el agua ha quedado embalsada.

—Así que lo hemos conseguido.

Pendergast no respondió.

—¿No? —insistió Margo, alarmada.

Pendergast desvió la vista.

—Eso parece —dijo por fin.

—Entonces ¿cuál es el problema? No está seguro, ¿no?

Pendergast se volvió hacia ella, mirándola a la cara con sus ojos claros.

—Con un poco de suerte, los túneles desplomados habrán resistido y no se habrán producido filtraciones. En unas veinticuatro horas, el thyoxin habrá destruido las plantas. Pero no existe una total seguridad, al menos todavía.

—¿Y cómo llegaremos a saberlo? —preguntó Margo.

D'Agosta sonrió.

—Les propongo una cosa. Dentro de un año iré al Mercer's de South Street y pediré un buen filete de pez espada. Y si no me vuelvo loco, quizá entonces podamos respirar tranquilos.

En ese momento el sol asomó sobre Washington Heights, tiñendo el agua oscura del color del oro batido. Smithback, que secaba la cara a Margo, desvió la mirada y contempló la escena: los altos edificios del centro envueltos en destellos rojos y dorados, el puente George Washington bañado de luz plateada.

—Yo personalmente —dijo Pendergast despacio— pienso también evitar los
frutti del mare
en el futuro inmediato.

Margo lo miró, intentando detectar un ánimo de broma en su expresión. Pero Pendergast permanecía imperturbable.

Finalmente Margo se limitó a asentir con la cabeza.

Y POR ÚLTIMO...

La plataforma Recuperemos Nuestra Ciudad no organizó ninguna concentración más. A la señora Wisher se le concedió un puesto honorario en el ayuntamiento como enlace con la comunidad, y al año siguiente, al salir elegido un nuevo alcalde, colaboró estrechamente con él para fomentar la conciencia ciudadana. En la calle 53 Este se dedicó un pequeño parque a la memoria de Pamela Wisher.

Laura Hayward rechazó un ascenso, optando por abandonar el Departamento de Policía para terminar sus estudios de posgrado en la Universidad de Nueva York.

El vívido relato de Bill Smithback sobre los acontecimientos de aquella noche permaneció varios meses en las listas de libros más vendidos, pese a la profunda criba previa a la publicación llevada a cabo por funcionarios del gobierno bajo la supervisión del agente especial Pendergast. Al final, Margo convenció a Smithback —o mejor dicho, lo
obligó
con amenazas— de que donase la mitad de sus ganancias a diversos centros de acogida de mendigos y organizaciones benéficas.

Un año después de la inundación de los túneles Astor, Pendergast, D'Agosta y Margo Green se reunieron a almorzar en una famosa marisquería cercana al South Street Seaport. Aunque se desconoce el contenido de su conversación, cuando salieron del restaurante el teniente D'Agosta exhibía una amplia sonrisa, al parecer de alivio.

Nota de los autores

Si bien los acontecimientos y personajes descritos en esta novela son ficticios, muchos de los escenarios subterráneos y su población son verídicos. Se ha calculado que cinco mil o más personas sin hogar viven en el laberinto de vías subterráneas, túneles de metro, antiguas conducciones de agua, viejas minas de carbón, cloacas, estaciones y salas de espera abandonadas, gasoductos no utilizados, viejas salas de máquinas y otros espacios existentes bajo Manhattan. Sólo la Grand Central Station tiene siete niveles de túneles, y en algunos lugares las obras subterráneas alcanzan una profundidad de treinta plantas. Los túneles Astor, con sus elegantes estaciones desmoronándose por momentos, existen realmente, a menor escala y con un nombre distinto. No se dispone de planos completos del Manhattan subterráneo. Es en efecto un territorio peligroso e inexplorado.

Buena parte de lo que se narra sobre las personas sin hogar que viven bajo tierra —o «topos»— es cierto. (Algunos prefieren que se los llame personas «sin casa», ya que consideran su hogar los espacios subterráneos.) En muchas zonas subterráneas, las personas sin hogar se han organizado en comunidades con nombres tales como «Carretera de Birmania» o «Los Bloques», gobernadas por «alcaldes» electos. Algunos de los topos que pertenecen a estas comunidades no salen a la superficie durante semanas o meses —o incluso más—, y sus ojos se adaptan a niveles de luz muy bajos. Se alimentan de la comida que los «mensajeros» bajan de la superficie, complementada a veces con «conejo de vía», como se ha descrito en el libro. Al menos una de dichas comunidades cuenta con una maestra a tiempo parcial, ya que bajo tierra viven también niños, a menudo llevados allí por sus madres para evitar que el Estado les retire la custodia y los dé en adopción. Los topos se comunican en la oscuridad a largas distancias mediante golpes en las tuberías. Y por último, hay personas sin hogar que afirman haber visto una fabulosa sala de espera en ruinas del siglo XIX, con espejos y azulejos en las paredes, una fuente, un piano de cola y una gran araña de cristal, similar a la que se describe en
El Relicario
.

Conviene asimismo advertir que en otros aspectos importantes los autores han alterado, eliminado o adornado lo que existe bajo Manhattan en interés de la narración.

En opinión de los autores, no sería mucho pedir, a un país rico como el nuestro, que se ofreciese a las personas sin hogar instaladas en los subterráneos asistencia médica, ayuda psiquiátrica, cobijo y respeto, derechos básicos de todos los seres humanos en una sociedad civilizada.

Los autores deben mucho al libro
The Mole People,
de Jennifer Toth. Instamos a leer este excelente, estimulante y a veces aterrador libro a todos aquellos lectores interesados en conocer una visión objetiva de la
subterra incognita
de Manhattan.

Notas pie de página

1
Students for a Democratic Society, organización estudiantil surgida en Estados Unidos a mediados de los años sesenta, contraria a la política beligerante del gobierno en el conflicto vietnamita. ( N. del T.)

2
Paráfrasis de una frase de la obra:
Hamlet
, de Sir William Shakespeare. ( N. del T. )

3
Frase de la obra:
Enrique IV
, de Sir William Shakespeare. (N. del T.)

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