La bruja de Portobello (22 page)

Read La bruja de Portobello Online

Authors: Paulo Coelho

BOOK: La bruja de Portobello
7.92Mb size Format: txt, pdf, ePub

Decidió ir hasta en el que se iba a celebrar la ceremonia, armar un escándalo, y entonces se dio cuenta de que él le estaba pidiendo la mano a una estatua.

¿Qué hizo Hera?

Se rió mucho. Eso rompió el hilo entre los dos, y volvió a ser la reina de los cielos.

Excelente. Si te pasa algún día…

…¿el qué?

Si tu pareja se va con otra mujer, no te olvides de reírte.

Yo no soy una diosa. Sería mucho más destructiva. ¿Por qué nunca he visto a tu novio?

Porque siempre está ocupado.

¿Dónde lo conociste?

Ella se detuvo con el bolso en la mano.

Lo conocí en el banco en el que trabajaba, tenía una cuenta allí. Y ahora, si me perdonas, mi hijo me está esperando. Tienes razón, puede perderse entre toda esta gente si no le presto la atención necesaria. Vamos a reunirnos en casa la semana que viene; por supuesto, estás invitada.

Sé quién lo ha organizado.

Athena me dio dos besos cínicos en la cara y se fue; por lo menos había entendido mi mensaje.

Aquella tarde, en el teatro, el director me dijo que estaba enfadado por mi comportamiento: yo había organizado un grupo para ir a ver a aquella mujer. Le expliqué que la idea no había sido mía: Heron se había quedado fascinado con aquella historiadle ombligo y me preguntó si algunos actores estarían dispuestos a seguir la conferencia que había sido interrumpida.

Pero él no manda en ti.

Claro que no, pero lo que menos deseaba en este mundo era que fuese él solo a casa de Athena.

Los actores ya estaban reunidos, pero, en vez de otra lectura de la nueva obra, el director decidió cambiar el programa.

Hoy vamos a hacer otro ejercicio de psicodrama
[15]
.

No había necesidad; ya sabíamos todos cómo se iban a comportar los personajes en las situaciones creadas por el autor.

¿Puedo sugerir el tema?

Todos se volvieron hacia mí. Él parecía sorprendido.

¿Qué es esto, una rebelión?

Escucha hasta el final: crearemos una situación en el que un hombre, después de luchar mucho, consigue reunir a un grupo de gente para celebrar un rito importante dentro de la comunidad. Por ejemplo, algo que tenga que ver con la cosecha del otoño siguiente. Sin embargo, llega una extranjera a la ciudad, y a causa de su belleza y de los rumores que corren acerca de ella (dicen que es una diosa disfrazada), el grupo que el buen hombre había reunido para mantener las tradiciones de su aldea se dispersa en seguida y va a reunirse con la recién llegada.

¡Pero eso no tiene nada que ver con la obra que estamos ensayando! —dijo una de las actrices.

El director, sin embargo, había entendido el mensaje.

Es una idea excelente, podemos empezar.

Y volviéndose hacia mí:

—Andrea, tú serás la recién llegada. Así puedes comprender mejor la situación de la aldea. Yo seré el buen hombre que intenta mantener las costumbres intactas. Y el grupo estará formado por parejas que frecuenten la iglesia, se reúnen los sábados para hacer trabajos comunitarios y se ayudan mutuamente.

Nos acostamos en el suelo, nos relajamos, y empezamos el ejercicio, que en realidad es muy simple: el personaje central (en este caso, yo misma) va creando situaciones, y los otros reaccionan a medida que son provocados.

Al terminar la relajación, me convertí en Athena. En mi fantasía, ella recorría el mundo como Satanás en busca de súbditos para su reino, pero se disfrazaba de Gaia, la diosa que todo lo sabe y todo lo creó. Durante quince minutos, se formaron las “parejas”,se conocieron, inventaron una historia en común en la que había hijos, casas, comprensión y amistad. Cuando sentí que el universo estaba listo, me senté en una esquina del escenario y empecé a hablar de amor.

Estamos aquí, en esta pequeña aldea, y vosotros pensáis que soy extranjera, por eso os interesa lo que tengo que contaros.

Nunca habéis ido de viaje, no sabéis lo que pasa más allá de las montañas, pero puedo deciros que no hace falta alabar a la tierra. Ella siempre será generosa con esta comunidad. Lo importante es alabar al ser humano. ¿Decís que queréis viajar? Estáis usando la palabra equivocada: el amor es una relación entre las personas.

¿Deseáis que la cosecha sea fértil y por eso habéis decidido amar la tierra? Otra tontería: el amor no es deseo, no es conocimiento, no es admiración. Es un desafío, un fuego que arde sin que podamos verlo. Por eso, pensáis que soy una extraña en esta tierra, estáis equivocados: todo me es familiar, porque vengo con esta fuerza, con esta llama, y cuando me vaya, ya nadie será el mismo. Traigo el amor verdadero, no el que enseñan en los libros y los cuentos de hadas.

El “marido” de una de las “parejas” empezó a mirarme. La mujer se quedó perdida con su reacción.

Durante el resto del ejercicio ,el director —mejor dicho, el buen hombre— hacía lo posible por explicarle a la gente la importancia de mantener las tradiciones, alabar la tierra, pedirle que fuese generosa este año como había sido el año anterior. Yo simplemente hablaba de amor.

¿Dice que la tierra quiere ritos? Pues yo os garantizo que si hay el amor suficiente entre vosotros, la cosecha será abundante, porque éste es un sentimiento que todo lo transforma. ¿Pero qué veo? Amistad. La pasión ya se ha extinguido hace mucho tiempo, porque os habéis acostumbrado los unos a los otros. Es por eso por lo que la tierra sólo da lo mismo que dio el año anterior, ni más ni menos. Y es por eso por lo que, en la oscuridad de vuestras almas, os quejáis silenciosamente de que en vuestras vidas no cambian nada. ¿Por qué? Porque habéis intentado controlar la fuerza que todo lo transforma, para que vuestras vidas pudieran continuar sin grandes desafíos.

El buen hombre explicaba:

Nuestra comunidad siempre ha sobrevivido por que ha respetado las leyes, e incluso el amor es guiado por ellas. El que se apasiona sin tener en cuenta el bien común vivirá siempre en constante angustia: por herir a su compañero, por enfadar a su nueva pasión, por perder todo lo que ha construido. Una extranjera sin lazos y sin historia puede decir lo que quiera, pero no sabe las dificultades que hemos tenido antes de llegar hasta donde hemos llegado. No sabe el sacrificio que hicimos por nuestros hijos. Desconoce el hecho de que trabajamos sin descanso para que la tierra sea generosa, que la paz esté con nosotros, que las provisiones se puedan almacenar para el día de mañana.

Durante una hora, yo defendí la pasión que todo lo devora, mientras el buen hombre hablaba del sentimiento que trae la paz y la tranquilidad. Al final, me quedé hablando sola, mientras la comunidad entera se reunía en torno a él.

Había representado mi papel con un entusiasmo y una fe que nunca creía que tuviese; a pesar de todo, a la extranjera partía de la pequeña aldea sin haber convencido a nadie.

Y eso me ponía muy, muy contenta.

Heron Ryan, periodista.

n viejo mío solía decir. “Aprendemos un 25 por ciento con el maestro, un 25 por ciento escuchando, un 25 por ciento con los amigos y el otro 25 con el tiempo”. En la primera reunión en casa de Athena, en la que ella pretendía terminar la clase interrumpida en el teatro, todos aprendieron con…no sé.

Nos enseñaba en la pequeña sala de su apartamento, con su hijo. Vi que el lugar era totalmente blanco, vacío, salvo por un mueble sobre el que había un reproductor y un montón de CD.

Me extrañó la presencia del niño, que debía de aburrirse con la conferencia; esperaba que siguiese en el momento en el que había parado (órdenes a través de palabras). Pero ella tenía otros planes; nos explicó que iba a poner música procedente de Liberia, y simplemente teníamos que escuchar.

Nada más.

Yo no soy capaz de llegar a ningún sitio a través de la meditación —dijo—. Veo a esa gente sentada con los ojos cerrados, una sonrisa en los labios, sus caras serias, la postura arrogante, concentradísima en absolutamente nada, convencida de que está en contacto con Dios o con la Diosa. Por lo menos, escucharemos música juntos.

Orta vez, aquella sensación de malestar, como si Athena no supiese exactamente lo que hacía. Pero casi todos los actores de teatro estaban allí, incluso el director, que según Andrea había ido a inspeccionar el campo enemigo.

La música terminó.

Esta vez, bailad a un ritmo que no tenga nada, absolutamente nada que ver con la melodía.

Athena la puso de nuevo, con el volumen bastante más alto, y empezó a mover su cuerpo sin ninguna armonía. Sólo el hombre más viejo, que en la obra representaba a un rey borracho, hizo lo que nos habían mandado. Nadie más se movió; la gente parecía un poco perdida. Una de ellas miró el reloj: no habían pasado más que diez minutos.

Athena paró y miró a su alrededor:

¿Por qué estáis parados?

Me parece… un poco ridículo hacer eso —se oyó la tímida voz de una actriz—. Aprendemos armonía, no lo opuesto.

Pues haced lo que os digo. ¿Necesitáis una explicación intelectual? Os la doy: los cambios sólo se dan cuando hacemos algo que va en contra, totalmente en contra de todo a lo que estamos acostumbrados.

Y volviéndose hacia el “rey borracho”:

—¿Por qué has aceptado seguir la música fuera del ritmo?

—Muy fácil: nunca he aprendido a bailar.

Todos se rieron, y la nube oscura que acechaba el lugar pareció desaparecer.

Muy bien, empezaré de nuevo, y vosotros podéis hacer lo que digo, o marcharos; esta vez soy yo la que decide a qué hora termina la conferencia. Una de las cosas más agresivas en el ser humano es ir en contra de lo que piensa que es bonito, y eso es lo que vamos a hacer hoy. Vamos a bailar mal. Todo el mundo.

No era más que otra experiencia, y para no hacer que la dueña de las casa se sintiese incómoda, todo el mundo bailó mal. Yo luchaba conmigo mismo, porque la tendencia era seguir aquella percusión maravillosa, misteriosa. Me sentía como si estuviese agrediendo a los músicos que la tocaban, al compositor que la imaginó. Mi cuerpo quería luchar contra la falta de armonía, y yo lo obligaba a comportarse como nos habían mandado. El niño también bailaba, riéndose todo el tiempo, pero en un determinado momento se detuvo y se sentó en el sofá, tal vez exhausto por el esfuerzo que estaba haciendo. El CD se apagó en medio de un acorde.

Esperad.

Todos esperaron.

Voy a hacer algo que nunca he hecho.

Cerró los ojos y puso la cabeza entre las manos.

Nunca he bailado sin seguir el ritmo…

Entonces, la prueba parecía haber sido peor para ella que para cualquiera de nosotros.

Estoy mal…

Tanto el director como yo nos levantamos. Andrea me miró con cierta furia, aun así me acerqué a Athena. Antes de que la tocase, nos pidió que volviésemos a nuestros sitios.

¿Alguien quiere decir algo? –su voz parecía frágil, trémula, y no apartaba las manos de su cara.

Yo sí.

Era Andrea.

Antes, coge a mi hijo y dile que su madre está bien. Pero tengo que seguir así mientras sea necesario.

Viorel parecía asustado; Andrea lo sentó en su regazo y lo acarició.

¿Qué quieres decir?

Nada. He cambiado de idea.

El niño te ha hecho cambiar de idea. Pero sigue.

Lentamente, Athena fue descubriendo su cara, levantando la cabeza; su fisonomía era la de un extraña.

No voy a hablar.

Está bien. Entonces, tú —señaló al actor viejo—, vete al médico mañana. Eso de no poder dormir, de ir al baño toda la noche, es serio. Es un cáncer de próstata.

El hombre se puso pálido.

Y tú —señaló al director—, asume tu identidad sexual. No tengas miedo. Acepta que detestas a las mujeres y que te gustan los hombres.

Lo que estás…

No me interrumpas. No lo digo por culpa de Athena. Me refiero simplemente a tu sexualidad: te gustan los hombres, y no creo que haya nada de malo en eso.

¿No lo digo por culpa de Athena? ¡Pero si Athena era ella!

Y tú —me señaló a mí—,ven aquí. Arrodíllate delante de mí.

Con miedo por Andrea, con vergüenza por todos, hice lo que me pedía.

Baja la cabeza. Déjame tocar tu nuca.

Sentí la presión de sus dedos, nada más aparte de eso.

Nos quedamos así casi un minuto, luego me mandó levantar y volver a mi sitio.

Ya no necesitarás tomar más pastillas para dormir. A partir de hoy, el sueño vuelve.

Miré a Andrea, creía que iba a decir algo, pero su mirada parecía tan atónita como la mía.

Una de las actrices, tal vez la más joven, levantó la mano.

Quiero hablar. Pero necesito saber a quién me estoy dirigiendo.

Santa Sofía.

Quiero saber si…

Era la actriz más joven de nuestro grupo. Miro a su alrededor, avergonzada, pero el director le hizo una seña con la cabeza, pidiéndole que siguiera.

—…si mi madre está bien.

—Está a tu lado. Ayer, cuando saliste de casa, ella hizo que te olvidaras el bolso. Volviste a recogerlo y descubriste que la llave estaba dentro de casa, no podías entrar. Perdiste una hora buscando el cerrajero, aunque podrías haber ido a tu cita, haberte encontrado con el hombre que te esperaba y haber conseguido el empleo que querías. Pero si todo hubiese ocurrido tal y como lo habías planeado por la mañana, dentro de seis meses habrías muerto en un accidente de coche. Ayer, al olvidarte el bolso, cambió tu vida.

La chica se echó a llorar.

Other books

Secret Cravings by Kris Cook
Powdered Murder by A. Gardner
Resonance by Chris Dolley
Thorn In My Side by Sheila Quigley
Devils in Exile by Chuck Hogan
Light and Wine by Sparrow AuSoleil
A Rocker and a Hard Place by Keane, Hunter J.
The Counseling by Marley Gibson