Read La hora de los sensatos Online

Authors: Leopoldo Abadía

La hora de los sensatos (12 page)

BOOK: La hora de los sensatos
13.77Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

 

30

L
O QUE ME GUSTARÍA

 

M
e gustaría mucho:

 

1. Que los cinco —más mi amigo, o sea, los seis— tuviéramos ideas claras sobre lo que hay que hacer para España.

2. Que los españoles supieran exactamente lo que queremos hacer.

3. Que los españoles pudieran saber constantemente cómo va lo que dijimos que queríamos hacer.

4. Que si hubiera que cambiar algo de lo que dijimos, porque la vida es cambiante, que ninguno de los seis tuviéramos vergüenza de afirmar: «Vamos a cambiar». Dando razones serias, por supuesto.

5. Que los seis supiéramos el dinero que tiene España, el que va a llegar y el que va a salir y, como consecuencia, lo supiesen los cuarenta y seis millones de españoles, aunque a algunos, como mi nieta Alicia, que tiene dos años, no les importara nada.

6. Que los seis supiéramos exactamente lo que debemos y cuándo tenemos que pagarlo, y que lo supiese la gente.

7. Que los seis domináramos el Plan de Tesorería a un año vista, para saber cuándo nos sobraría dinero —algo improbable hoy— y cuándo faltaría. Y si se podrían adelantar cobros. Y si se podrían retrasar pagos —alguna vez he dicho que esto lo inventamos mi mujer y yo hace años. Y estoy seguro de que hay muchos matrimonios que también lo han hecho y quizá, antes que nosotros. Y si alguno no lo ha hecho todavía, ¡que lo haga enseguida!—, y que lo supiese la gente.

8. Que los seis tuviésemos claros los Presupuestos Generales del Estado, o sea, cuánto va a ingresar el Estado este año y cuánto va a desembolsar.

9. Que en esos Presupuestos no hubiera cambalaches, como hay en algún país que conozco yo —voto a favor si me tapas la acequia que pasa por delante de mi casa, porque huele mal.

10. Que si los ingresos son menores que los gastos, que serán, que sepamos de dónde saldrá el dinero, y si nos lo prestan, en qué condiciones, y que la gente lo sepa.

11. P
ARÉNTESIS IMPORTANTE
: Una responsabilidad de los que gobiernan y de los que son gobernados es conseguir que el país esté formado por cuarenta y seis millones de personas responsables —ahí incluyo a mi nieta Alicia—, que formen parte de X millones de familias responsables. Con este plan pretendo que, poco a poco, o mucho a mucho, la gente se entere y se dé cuenta de que las cosas son mucho más sencillas que lo que nos dicen unos cuantos ignorantes/iluminados/farfallosos/impresentables que hablan en un idioma raro y a los que no se les entiende nada, en primer lugar —me parece que ya lo he dicho muchas veces— porque
ELLOS NO SE ENTIENDEN A SÍ MISMOS
.

12. S
IGUE EL PARÉNTESIS
: Es que «todo forma parte de todo» y si

 

a. yo entiendo de lo que hablo;

b. tengo claro lo que tengo que hacer;

c. como lo entiendo y lo tengo claro, lo explico bien;

d. la gente me entiende,

 

entonces estoy formando a la gente y ayudando al VP de la Buena Educación.

 

31

N
UESTRAS MUJERES

 

M
i amigo y yo estamos un poco moscas porque parece que entre nuestras mujeres hay un pacto de silencio. No dicen nada del tema. No preguntan cómo va el trabajo ni cuándo nos reunimos ni nada. O no les importa —que sí les importa— o han decidido no intervenir, por ahora, y ver si se nos ocurre algo.

Varias veces le he propuesto a mi amigo irnos a cenar los cuatro para informarles de cómo estamos avanzando, pero él dice que no, que espere. No que espere hasta tener todo completo, sino hasta tener algo que nos permita decirles: «Por aquí van los tiros. ¿Os gusta? ¿Os parece bien el enfoque? ¿Podemos continuar?».

 

32

H
AY QUE ELEGIR A LOS VICEPRESIDENTES

 

N
i mi amigo ni yo hemos seleccionado nunca un vicepresidente. Mi amigo dice que con lo mal que lo pasó teniendo que despedir a un gruísta que él había contratado, se le han pasado las ganas de emplear a nadie. Me vuelvo a acordar de Antonio que, hace muchos años, me decía que los ministros se eligen como las muchachas de servicio, por recomendación de los amigos —normalmente, era por recomendación de las amigas.

Como ahora ya no hay muchachas de servicio «de aquellas», no se lo digo a mi amigo de San Quirico. Pero él, sin saberlo, inventa el mismo método. Y opina que yo conozco más gente que él, pero que está dispuesto a ayudar, «a hacer de frontón».

Esta es una frase que no me ha gustado nunca. Cuando te dicen: «Necesito que me sirvas de frontón. Yo te iré lanzando ideas y tú me las criticas», me parece bien en teoría, pero nunca me ha salido bien. Seguramente, por mi incapacidad. Pero también puede ser porque si al que te lanza la idea le dices que no te gusta y se molesta, tiendes a responderle siempre que sí. Y si le contestas siempre que sí, ¿para qué sirves?

Bueno, pues, a pesar de eso, tengo que seleccionar a los Uvepés y mi amigo servirá de frontón.

Le digo a mi amigo que empezamos por el presidente y su adjunto y él afirma: «Por supuesto, tú y yo». Pues ya tenemos dos. Él y yo. Yo, de presidente. Él, de adjunto, o sea, de Manel Estiarte en el Barça de Guardiola.

Yo saco mi lista de amigos. Es muy larga. Gente que he conocido en mi vida, en el IESE o en las empresas con las que me he relacionado. Y, sorprendentemente, mi amigo también saca su lista. Y también es larga, porque, aunque dice que no conoce a nadie, conoce a mucha gente.

Primer corte: tienen que hablar inglés perfectamente. Mi amigo me mira con cara de duda. Lo tranquilizo: «Yo me defiendo, más o menos. Tú no necesitas hablar más que castellano o catalán, según te dé, porque solo hablarás conmigo».

Nos pasamos la tarde barajando nombres. Por la noche tenemos una primera lista de gente maja, que cumple con los criterios que hemos establecido, y que pensamos que aceptará las condiciones de trabajo, entre ellas las económicas, que vamos a establecer.

Los del bar cada vez están más preocupados con nosotros. Porque los desayunos se alargan, y se alargan, y se alargan y, a pesar de la libreta que me mandó comprar mi amigo, consumimos servilletas a un ritmo muy acelerado. Y como yo, un día, hasta me llevé el ordenador, sospechan que estamos metidos en algo importante y pienso que rezan para que eso importante sea bueno y no aparezcan un día los Mossos d’Esquadra con una orden de clausura del local por actividades relacionadas con el sexo o con las drogas.

Hoy el desayuno se ha acabado a las seis de la tarde. Hemos pedido algo para comer. La cocina es muy buena. En estos pueblos, que te parece que están perdidos en la montaña, te encuentras un bar como este en el que los hijos han estudiado en la Escuela de Hostelería de Lausana y cocinan de maravilla. Aprovechando lo de Lausana, estiramos un poco el brazo y comemos bien. Hemos acordado que hoy lo pagaremos nosotros y que iremos apuntando lo que gastamos, por si acaso un día podemos presentar una factura al vicepresidente Ama de Casa. Y si no podemos, porque al vicepresidente no le gusta, pues lo pagamos nosotros que, al fin y al cabo, es lo que hemos estado haciendo durante toda nuestra vida.

Al salir, me despido de mi amigo. Él se va a trabajar a su empresa. Dice que, desde que están sus hijos, va «a hacer como que trabaja». Yo voy al pueblo, porque tengo que comprar los periódicos que recomiendo —el generalista y el económico, siempre los mismos—, y que hoy no he leído todavía. Si se han acabado, los veré en Internet. Quizá es que soy un poco del siglo pasado, pero el periódico, periódico, o sea, ese que tiene muchas páginas y las pasas una por una, y te ensucias los dedos a veces, y sabes en qué página están los deportes, y las esquelas, y los cotilleos de sociedad me sigue gustando más que el otro. Es posible que se vaya imponiendo el otro, pero, mientras lo hace, sigo con el de papel.

 

33

Q
UÉ HACEMOS CON LOS DEMÁS.

E
L INFORME FINAL

 

M
i amigo ha dado unos pasos, pero se vuelve y me dice: «Se nos ha olvidado algo: ¿qué hacemos con los otros?».

Como pongo cara de extrañeza, me comenta que «los otros» son los ministros actuales, de los que ni hemos hablado. Mi amigo dice que algunos no hacen mucho, pero yo creo que, unos más, otros menos, se ganan el sueldo.

Como no lo sé muy bien, pienso que, cuando hagamos el Pebecero, nos enteraremos de todo lo que sobra y que esto nos servirá para el informe final.

Porque acabo de decidir que en estos cuatro años de
safety car
hemos de hacer muchas cosas, pero lo fundamental es que tenemos que dejar establecida una forma de gobernar.

Y con esa forma de gobernar, basada en poca gente, muy honrada y muy seria y muy comprometida, se podrán hacer muchas cosas en cuatro años, pero lo mejor será que podremos demostrar que hay otra alternativa a la actual —iba a poner un párrafo resumiendo la actual, pero no lo hago, porque si me pongo a escribir, me enrollaría y, además, todo lo que saliera sería negativo. Y eso no es bueno.

E
L INFORME
vendría a ser algo así como:

 

Estrategia que estamos siguiendo y recomendamos seguir por el Gobierno de España

 

1. Estará basada en:

a. La importancia de la persona.

b. La importancia de darnos cuenta de que las castañas no salen solas del fuego, ni empujadas por el Gobierno, sino que las sacan las personas. Y como en España hay cuarenta y seis millones, y de ellas, la mitad es población activa, hay unos veintitrés millones de cerebros que, puestos a discurrir, algo pueden sacar adelante. Y como esos veintitrés millones de cerebros están dentro de veintitrés millones de cuerpos, esto da cuarenta y seis millones de manos para trabajar. Y si cada par de manos trabaja ocho horas diarias y quitamos la mayoría de los puentes inventados, saldrían bastantes horas de trabajo. Y la combinación de trabajar mucho y discurrir mucho siempre ha dado muy buenos resultados. Lo mismo que la combinación de discurrir poco, exigir mucho y no pegar ni brote, aprovechando todos los puentes aprovechables y bastantes de los no aprovechables, conduce a que eso de la competitividad no sea lo nuestro.

c. La importancia del juego limpio.

 

2. Dará importancia fundamental a:

 

a. Una administración de «la cosa pública» —me parece que se llama así— hecha con los mismos criterios que «la cosa privada», es decir: austeridad —hay que llegar pronto al equilibrio presupuestario, que es lo que toda familia seria intenta conseguir. Vamos, que los ingresos sean iguales a los gastos. Y si son mayores, mejor—, honradez y llevar las cuentas claras. —Aquí pondría más cosas, pero prefiero que este libro sea interactivo, que es lo que se lleva ahora, y que las amas de casa que lo lean hagan un pequeño esfuerzo y escriban todo lo que consideran que es bueno para la administración de una familia. Pues
ESO
es lo que yo quiero para España.

b. Una información a la nación, para que, constantemente, puedan saber todos cómo van las cosas. Y puedan saber si cumplo con lo que dije. Y si no lo hago, que les explique qué sucedió. Que no pasa nada por cambiar de opinión cuando se tienen más datos. Que tampoco pasa nada por equivocarse, si las cosas quedan claras.

c. Un «saber estar», o sea, saber quiénes somos y qué puesto ocupamos en el mundo. Saber que, siendo un segundón, se puede vivir muy bien. Lo que pasa es que, para ser un buen segundón, también hay que trabajar duro y discurrir mucho.

 

Personas necesarias para llevar a la práctica esa estrategia

 

1. Seguras:

a. un presidente;

b. su adjunto, que le ayuda en el quehacer diario;

c. un vicepresidente Ama de Casa;

d. un vicepresidente responsable de las Relaciones con la Gente;

e. un vicepresidente responsable de la Buena Educación;

f. un vicepresidente responsable de la Paz, la Honradez y la Tranquilidad.

Total: 6 personas seguras.

 

2. Posibles —resultado del Pebecero en el Gobierno central:

a. actual ministerio de XX. Funciona muy bien. Gasta lo necesario. Quizá le sobran dos ordenanzas;

b. actual ministerio de YY. Eliminar de inmediato. No sirve para nada. La persona que lo ocupa es absolutamente incompetente y metepatas;

c. actual ministerio de ZZ. Con cuatro retoques quedaría bien. Uno de los retoques consistiría en sustituir a la persona que está al frente por otra más presentable.

d. Etcétera.

Total: X personas posibles.

 

3. Más posibles —resultado del Pebecero en las Comunidades Autónomas:

a. aquí también se pueden hacer todo tipo de ejercicios. Seguramente, todos estarán acertados.

Total: Y personas posibles.

 

4. Posibles —resultado del Pebecero en las Administraciones locales:

a. más ejercicios.

Total: Z personas posibles.

 

Personas que sobran

 

1. Las personas que trabajan ahora menos las seguras menos las posibles.

2. No se trata de decir: «Mañana, ¡todos a la calle!», sino de saber lo que pasa. Y que la gente lo sepa. Y que veamos que un país basado en un gasto desaforado lo pasa mal, necesariamente. Cosa que sucede en cualquier familia y que es posible que hasta nos haya sucedido a alguno de nosotros, cuando, llenos de imprudencia juvenil, hemos estirado el brazo mucho más que la manga.

3. Y como no se les puede echar a la calle, porque lo estropearíamos más, presentaremos las cuentas del siguiente modo:

 

a. Presupuesto normal —lo que hace falta—: tantos ingresos y tantos gastos.

b. Presupuesto no normal —lo que no hace falta—: cero ingresos y tantos gastos.

 

Y, poco a poco, eliminaremos el Presupuesto no normal, aunque costará unos años, porque lo que se construye durante mucho tiempo no se destruye en una tarde.

 

34

O
TRA CENA DE MATRIMONIOS

 

M
e encuentro a mi amigo en la papelería del pueblo de al lado. Le sorprendo comprando tres ejemplares de mi libro. Me dice que son para tres amigos suyos, pero que se los tendré que dedicar. Se lo agradezco mucho.

Cuando me voy a marchar, se da la vuelta y me dice: «Quizá ha llegado la hora de hablar con nuestras mujeres».

La experiencia me ha enseñado que, cuando mi amigo pronuncia lo de «quizá», me está dando una orden. Por ello, traduzco su mensaje: «Prepara inmediatamente una cena con nuestras mujeres».

Y voy a casa y le digo a mi mujer que llame a la mujer de mi amigo, para cenar los cuatro donde siempre.

Aparecemos los cuatro en el restaurante. Es bastante pronto y todavía no hay mucha gente. Todas las mesas tienen un nombrecito, lo cual quiere decir que están reservadas y que, de aquí a un rato, estará lleno. Es un restaurante que no tiene comedores reservados y nos ponen en una mesa redonda que hay entrando a mano izquierda, al final de la sala de arriba, separada de la de abajo por dos escalones.

La gente va entrando y nos saluda. No se imaginan lo importante que es esta reunión. Les parece que dos matrimonios amigos se han reunido para pasarlo bien un rato. Si supieran lo que vamos a discutir, entrarían en silencio y nos mirarían con más respeto.

Mientras nos traen la carta, pedimos algo para picar y algo para beber, porque, como dice mi amigo, «tenemos que entonarnos».

Nos entonamos, pedimos la cena y mi amigo, sin esperar más, saca la libreta y explica que empieza ahora porque, si esperamos al café, se nos harán las tantas, apagarán las luces y, amablemente, nos echarán. Y claro, que un equipo de gobierno ande por ahí a las tantas de la madrugada buscando un bar para concretar sus planes de futuro no parece adecuado.

Y empieza. Y les cuenta todo: lo que me ha dicho la gente después de las conferencias, lo del «accidente», lo del
safety car
—lo pronuncia bien y, además, aclara lo que quiere decir, por si acaso—, lo que hemos pensado, los criterios para seleccionar a los vicepresidentes, lo de la campaña electoral y todo lo demás.

Y como lo lleva escrito, lo hace bien. Si digo que tiene la cabeza bien amueblada, pensará que le insulto. Pero la tiene. Es decir, dice primero lo primero, segundo lo segundo y tercero lo tercero. Y sigue un orden lógico. Y dice cosas y todas tienen su explicación. Mientras habla, me lo imagino en el Congreso, y pienso que causaría sensación, porque haría mejor papel que algunos/as, que si lo llevan escrito, lo leen a trompicones, y si no lo llevan escrito, Dios nos asista.

Nuestras mujeres escuchan con atención. La de mi amigo saca del bolso una agenda y un bolígrafo y toma notas. Arranca unas hojas en blanco y se las pasa a mi mujer, que también saca el boli y también apunta.

Eso va en serio. Las veo interesadas. Me empiezo a hacer ilusiones.

Mi amigo se refiere a lo de la campaña electoral, diciendo que hay que hacerla de otra manera. Que, como yo he dado no sé cuántas conferencias en dos meses, podíamos dar esas mismas conferencias cada uno de los seis y en dos meses quedaba resuelta la campaña y, como hemos decidido que no íbamos a ser partidistas, se supone que a las conferencias vendría gente de todos los pelajes. Que cada conferencia duraría media hora o tres cuartos y que luego la gente podría preguntar lo que quisiera durante una hora, por ejemplo.

Y que este procedimiento sería barato, porque viajaríamos en avión en turista o en AVE en preferente, porque, por un poco más, te dan de desayunar, de merendar o de cenar. Mi amigo añade que, si es en avión, le gustaría que nos reservasen asientos en la fila de emergencia porque es más ancha y se pueden estirar las piernas.

Y al final de la campaña, sabríamos si a la gente le había gustado nuestro plan o habían considerado que era una auténtica memez.

Luego llega el momento en que mi amigo pasa a informar de cuáles serían nuestras condiciones económicas. Veo que, cada vez que dice «nuestros» o «nuestras», mi mujer y la de mi amigo ponen caras raras, pero se callan, como si pensasen: «Déjales que sigan, que ya les haremos callar a su tiempo».

Y les decimos que nuestras condiciones serán las siguientes:

 

1. Retribución,
CERO
, porque los dos estamos jubilados y nos manejamos bien con la jubilación y con unos ahorrillos que tenemos. Mi amigo, además, tiene su negocio, del que retira unos pocos dividendos.

2. Lugar de residencia:

 

a. Durante la semana, la Moncloa, que es donde están las oficinas y la gente y no es cuestión de trasladar a todos a San Quirico, porque para ellos sería un engorro familiar y porque tanta gente y tantos coches nos estropearían la zona.

b. Fines de semana, en San Quirico.

 

3. Traslados Madrid-San Quirico-Madrid, a cargo del Estado. Mi amigo quiere ir y venir en avión desde Madrid y luego, hasta o desde San Quirico, en helicóptero. Ya ha hablado con el presidente del club, que es muy amigo nuestro, para que nos deje aterrizar en el campo de fútbol, pero me parece que eso es tirar el dinero y que España no está para muchos caprichos.

4.Vacaciones, en San Quirico.

5.Guardaespaldas: no necesitamos.

6.Asesores de imagen: no necesitamos.

7.Coches:

 

a. En Madrid, uno oficial, con banderita.

b. En San Quirico, los nuestros.

 

8. Ropa, la que tenemos. Cada uno se la comprará donde le apetezca y la pagará de su bolsillo, guardando la factura y el recibo, que siempre es bueno.

9. Duración del trabajo: cuatro años, absolutamente, radicalmente, totalmente improrrogables.

10. Carta de dimisión, firmada el día que nos incorporemos y entregada a S. M. el Rey, sin fecha, para que él la ponga cuando lo estime conveniente. Porque puede ser que, en un momento dado, diga: «Estos son unos inútiles». Y cuando el Rey piense que los que gobiernan son unos inútiles, los inútiles a la calle, pero sin darles luego una medallita ni un sueldecito para que se consuelen. A la calle, quiere decir
A LA CALLE
. La fecha nunca será posterior a los cuatro años.

 

E
L CORTE

 

No sé si alguna vez he dicho que cuando conocí a mi mujer, ella estaba en cuarto de Medicina. Esto nos ha servido mucho en casa, porque con tantos hijos y tantos nietos, ha hecho de médica más que si hubiera montado una consulta. Además, se ha dedicado a educar a los hijos. Por eso, cuando oye decir a alguna tontina eso de que la mujer se realiza siendo directora financiera de una multinacional, solo dice tres palabras: «¡Ay, qué risa!».

Pero alguna vez he pensado que, sin saberlo yo, mi mujer ha hecho algún curso de corte y confección. De confección, no lo sé. Pero de corte, estoy seguro. Porque, en el momento en que estás más exultante hablando de algo y no le convence, te pega un corte que te deja plantado.

Hoy no podía ser menos. Cuando mi amigo está en plena exposición, con la cara llena de entusiasmo, y yo estoy más callado, pero con el mismo entusiasmo que mi amigo, y además se me nota, mi mujer mira a la mujer de mi amigo y dice: «Ciento cuarenta y nueve».

Callamos todos, porque en eso de los números con frecuencia hay un cierto significado: en el Apocalipsis se habla del seiscientos sesenta y seis, en el Evangelio de setenta veces siete… Esos números quieren decir algo. Pero ni mi amigo ni su mujer ni yo entendemos qué quiere decir ciento cuarenta y nueve.

Mi mujer repite y aclara: «¡Ciento cuarenta y nueve! Entre los dos tenéis ciento cuarenta y nueve años. Y a esas edades ¿os da por meteros a salvar a la patria? Lo que tenéis que hacer es quedaros en casa, desayunar juntos de vez en cuando, leer algo, que buena falta os hace, ocuparos de nosotras y poco más».

Mi mujer siempre ha sido partidaria de que los viejos no hagan tonterías. También dice el «¡ay, qué risa!» cuando ve a uno de noventa años que se ha casado con una de veintitrés y han tenido un hijo. En ese caso añade dos palabras más: «¡Pobre niño!». Opina que los viejos, fundamentalmente, tienen que hacer solo una cosa: prepararse para bien morir.

Siempre ha sido una exagerada, aunque, en el fondo yo creo que tiene razón. Lo que pasa es que si los viejos están en buen estado, mental y físico, siempre pueden hacer algo útil para la sociedad, además de ir a buscar a los nietos al colegio y comprar el pan, que, por cierto, son ocupaciones muy dignas.

La mujer de mi amigo sonríe y asegura: «¡Claro! —y añade—: Fíjate que el tema me iba gustando a medida que hablaba mi marido, pero algo me sonaba mal. ¡Era eso!». Y sigue: «Pero lo que proponen no es ninguna tontería. Y mejorando lo que hubiera que mejorar —que son muchas cosas— y afinando lo que hubiera que afinar —que son muchas cosas—, igual podría servir para algo. Lo del
safety car
me gusta. Lo que pasa es que todos los que ahora mandan, medio mandan o se oponen, querrían estar dentro, y en el
safety car
caben pocos. Y además, cada uno conduciría tirando del volante hacia su lado».

Continúa: «Igual a la gente le gustaba este nuevo modo de gobernar, igual le parecía que había llegado un soplo de aire fresco e igual, cuando estos se retirasen, la gente exigía que se siguiera gobernando así».

Mi mujer, que es como es —su padre era así—, dice: «Muchos iguales has dicho».

Viene el silencio. Porque ellas ya han hablado lo que tenían que hablar y porque nosotros nos hemos quedado desinflados, como un neumático pinchado. Hemos trabajado mucho, hemos discurrido mucho, hemos seleccionado gente y menos mal que no hemos hablado con ellos, porque si no, a ver cómo les explicamos ahora lo del ciento cuarenta y nueve.

Pedimos la cuenta y pagamos. Y nos vamos.

BOOK: La hora de los sensatos
13.77Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Destiny's Detour by Mari Brown
Bruno's Dream by Iris Murdoch
La danza de los muertos by Christie Golden
Vengeful Love by Laura Carter
On Your Knees by Brynn Paulin
Caroline Linden by What A Woman Needs
Passionate Immunity by Elizabeth Lapthorne
Hellspark by Janet Kagan