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Authors: Leopoldo Abadía

La hora de los sensatos (6 page)

BOOK: La hora de los sensatos
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16

L
OS RESPONSABLES

 

S
i yo fuera capaz de todo, no necesitaría equipo. Pero sí que lo necesito. Porque hay muchas cosas de las que no sé nada. Bueno, tengo idea de lo que habría que hacer, pero no soy un especialista.

Y me pongo a buscar especialistas. Pero para no andar por San Quirico buscando gente ni llamar a mis amigos para ver a quién me recomiendan, prefiero establecer previamente los criterios de selección. Así me manejaré mejor, y cuando me recomienden a alguien, diré: «Este casa con los criterios» o «Este no casa con los criterios».

 

L
OS CRITERIOS

 

Me pongo a escribir los criterios. Mi amigo me mira con atención. Casi mejor diría que con expectación. Son los siguientes:

 

1. Cuanta menos gente, mejor.

2. Cuanto más competentes, mejor. Enseguida explicaré qué entiendo por «competentes».

3. Cuanto más trabajadores, mejor.

4. Cuanto menos partidistas, mejor. No quiero gente de un partido o del contrario.

5. No pongo «cuanto más honrados, mejor», porque la honradez será una asignatura obligatoria, no opcional.

 

a. Dentro de este apartado, con una vida que pueda servir de modelo a los demás, sin decir: «Mírenme, qué guapo soy», pero
siendo guapos
de manera que la gente pueda asegurar: «Me gustaría ser así de mayor». Como ayuda a lo que acabo de decir:

 

  i. Deberán ser personas que tengan la vida resuelta.

 ii. Que no necesiten el sueldo que (no) les voy a pagar —luego aclararé lo del «no».

iii. Que no necesiten el puesto para conseguir contactos. Que por su carrera profesional y humana los tengan, y de nivel.

iv. Que sean personas que se puedan ganar la vida perfectamente bien cuando dejen el puesto, sin esperar a que les nombren presidentes de la Empresa Nacional de Fabricación de Varillas de Paraguas, S. A. (ENFAVASA) ni consejeros de la Sociedad Española de Novelas Pornográficas, S. A. (SOESNOPORSA).

 

6. Con sentido de equipo. Lo principal es España. Lo otro —lo particular, lo pueblerino, lo de mi partido— es secundario. Y no digo «despreciable», que es lo que me pide el cuerpo, porque alguien podría molestarse y no quiero molestar a nadie. Pero que no me aprieten, que lo diré.

7. Que sean educados. No hace falta que hayan ido a colegio privado no concertado y con educación diferenciada. Basta con que en su casa les hayan enseñado buenos modales, o sea: dejar pasar a las señoras primero, comer con la boca cerrada, no poner el codo en la mesa mientras se come, no soltar tacos a diestro y siniestro por pobreza absoluta de lenguaje, saber que en la vida, además del sexo y el fútbol, hay otras cosas, no insultar al prójimo, no ir al fútbol con una bota de vino... Aquí también podría poner lo del etc., etc., etc., porque si no me paro, me sale otro libro.

8. Que sean discretos y humildes. Les voy a exigir que vayan a trabajar, no a lucirse. Bocazas, ni uno. Chulitos, ni uno. Trepas, ni uno.

9. Que no consideren que el puesto es una buena ocasión para colocar a su mujer, a sus hijos, a sus yernos, nueras, nietos y demás familia, ni a pasar pedidos a las empresas de estas personas.

10. Me da lo mismo que sean hombres o mujeres. Siempre que utilizo el masculino, me refiero al hombre como persona humana, con lo cual me evito la tontería esa de -
os
y -
as,
aunque a veces se me escapa. Y, por favor, que no me digan que utilizo un lenguaje machista, porque esa es otra de las bobadas que oigo a veces por ahí, fundamentalmente a personas que, como no tienen nada que hacer, algo han de decir para poder justificar las cuatro
perras
que les pagan a final de mes —con pagas dobles en junio y noviembre, que no son de despreciar, porque les sirven para pagarse sus caprichillos.

 

Mi amigo, que ha estado callado hasta ahora, bebiéndose la segunda copa de Cardhu, me dice: «Como sigas poniendo criterios, mal lo vas a tener para encontrar a alguien». Y añade, sonriendo: «De los que conozco, el único que cumple con esos requisitos soy yo». Y suelta una carcajada. —Yo no digo nada, pero podría ser verdad.

 

L
A COMPETENCIA

 

Cuando yo fijo los criterios, lo que estoy diciendo es que para mí, «competencia» es todo lo anterior. Es decir, el competente es el que reúne todas esas condiciones.

Hay un tema que no he tocado, que es el de los estudios. A mí me parece que es bueno que los que se van a responsabilizar de que mi nación vaya bien sean personas bien formadas.

De ahí se deduce que, en España, cuanta más gente se forme y mejor preparación humana y profesional se le dé en esos estudios, más posibilidades tendremos de elegir bien. Nunca me ha gustado eso de que todos los políticos franceses tenían que haberse educado en no sé qué escuela superior. Yo quiero que en todos los colegios y en todas las universidades se den facilidades para que los chavales, con dinero o sin él, puedan estudiar y acabar de formarse como personas.

Digo «acabar de formarse» porque la formación básica se da en casa, en la familia, y luego se remata en el colegio y se remata más en la universidad. Por eso es fundamental que las familias funcionen bien y que los idearios de los colegios y los de las universidades sean coherentes con el ideario de los padres, porque si no, al chaval se le puede volver
neura
perdido —
neura
mal educado, por supuesto.

Y cuando digo formarse, quiero decir
FORMARSE
, no deformarse. Porque hay algunos colegios y algunas universidades por el mundo cuyo objetivo parece no ser la formación, sino sacar una serie de personajetes que no sirven para nada en la vida, excepto para molestar.

Por tanto, añado otro criterio, que a mi amigo le deja preocupado. Porque él fue al colegio del pueblo y poco más. Como dice, después la vida le ha hecho máster. Eso no es nada original, porque también lo ha dicho un político europeo no hace mucho.

Bueno, pues reconociendo lo del máster de la vida, me parece que un máster en otras cosas no les vendrá mal a los que se responsabilicen de asuntos tan serios.

No les vendrá mal, no solo por lo que hayan aprendido, que, al cabo de los años, se les habrá olvidado, sino por el efecto que han hecho los estudios en su manera de discurrir, en su manera de relacionarse, en su manera de hablar, etc.

Y, por supuesto, debe estar absolutamente prohibido el acceso a la política a un señor que no sea capaz de hablar con Obama por teléfono, sin intérprete. Ese señor, que se vaya a su casa, a estudiar inglés. Y, cuando diga que ya sabe, se le pide a Obama que le llame por teléfono y le pregunte en inglés por la familia. Si, después de la conversación, Obama da el OK, ese señor puede volver a la política.

Esto le da la definitiva puntilla a mi amigo, que dice que bastante hace con no mezclar el catalán con el castellano y que no se pone a estudiar inglés ni aunque le maten.

 

17

V
AMOS A GOBERNAR

 

U
na vez que hemos acabado con los criterios, toma la palabra mi amigo y me dice lo que hemos de hacer con esas personas a las que habremos elegido.

Me aclara que lo del
safety car
se refiere, por ahora, solo al poder ejecutivo. Al poder ejecutivo central, no a las Comunidades Autónomas. Que lo de las Comunidades vendrá después.

Me dice: «En resumen, durante cuatro años vamos a gobernar tú y yo. Vamos a dirigir España de otra manera. Y cuando digo “dirigir”, quiero decir “dirigir”, porque estos que hay ahora no dirigen».

Me da una definición de «dirigir» que no sé de dónde la ha sacado, pero que no me parece mala.

Dice que «dirigir» es un proceso que tiene siete pasos:

 

1. Saber dónde estamos.

2. Saber adónde queremos ir.

3. Determinar qué hay que hacer para pasar de donde estamos a donde queremos ir.

4. Determinar quién lo va a hacer.

5. Determinar cuánto dinero nos va a costar.

6. Determinar de dónde vamos a sacar ese dinero.

7. Hacerlo.

 

Le digo que esto es viejísimo. Que lo hace todo el mundo. Que cuando yo decidí estudiar Ingeniería, sabía dónde estaba —recién acabado el colegio—, dónde quería ir —ser ingeniero—, lo que había que hacer para ser ingeniero —la carrera, o sea, cinco cursos, o sea, un número de asignaturas concretas de las que ya no me acuerdo—, quién lo iba a hacer —yo—, cuánto dinero iba a costar —a mi padre—, y de dónde lo iba a sacar él —de su bolsillo.

Me contesta que sí, pero que todavía no se ha inventado nada que lo modernice. Y me dice: «¿Sabes por qué? Porque es de sentido común. —Y continúa—: ¡Pero si es lo que hacemos todos en nuestra vida! ¡Si es lo que hacemos en nuestras familias! ¡Si dices que es lo que hiciste tú con tu carrera! Pues si en nuestras vidas y en nuestras familias y en nuestras carreras le ponemos sentido común, ¿por qué no vamos a ponerlo para dirigir España?».

Le digo que eso es lo que en las empresas se llama hacer el Plan estratégico, y pone cara rara. Dice que está cansado de que se diga que el Plan estratégico de una empresa indica que se venderán no sé cuántos euros en el primer año, con un beneficio de no sé cuántos. Y el segundo año más y el tercero, más. Y que a él le parece que a esas afirmaciones, habría que añadir la frase: «Si Dios quiere», porque una cosa es la Planificación estratégica y otra la bola de adivinar el porvenir.

Pero que sí, que le gusta la idea de hacer un Plan estratégico para España, porque, por lo menos, quedará escrito lo que queremos hacer y se podrá actualizar y se podrá comparar lo que hemos hecho con lo que dijimos que íbamos a hacer.

Dice que, aunque en ese proceso de siete puntos parezca que hay que empezar por el principio, él quiere comenzar por el final. O sea, por el «hacerlo».

Las cosas las hacen las personas. Y mi amigo dice, y empiezo a estar muy de acuerdo con él, que lo de elegir bien las personas es fundamental. Y que por eso quiere hablar hoy de personas.

Y él quiere empezar hablando de él y de mí, para exponer nuestras condiciones, porque si no nos las aceptan, todo queda en agua de borrajas.

Pero que, como estamos en el puente de la Virgen de agosto, quiere descansar. Y añade: «Tenemos que aprovechar ahora, porque, cuando dirijamos España, ni vacaciones ni nada».

 

P
RIMERO
,
A VER CUÁNTOS NECESITAMOS

 

Mi amigo es un tipo honrado. Porque sabe que los criterios que he marcado no le hacen seleccionable, pero sigue trabajando. Me parece que haré alguna trampilla para colarlo.

Dice que recuerda muy bien que un criterio es «Cuanta menos gente, mejor». Que cuando lo oyó, le sorprendió, pero que él piensa lo mismo. Que cada vez que ve a no sé cuántos señores hablando alrededor de una mesa enorme, con un jardín de flores en medio, de modo que no se ven unos a otros por culpa de las dichosas flores, y no se oyen unos a otros por culpa de la distancia y tienen que hablar con micrófono, piensa que eso, de trabajo en equipo,
NADA
y que, a veces, piensa que de trabajo, también
NADA
.

Hacemos la primera lista. Mi amigo la lleva escrita en la libreta. Creo que el día en que pongamos la libreta a la venta en eBay, nos vamos a forrar.

 

N
ECESITAMOS CUATRO

 

En primer lugar, explica que con cuatro tiene suficiente. Dice que, después, esos cuatro, que se organicen —no acabo de ver claro esto, pero sigo escuchando.

Empieza a aclarar las cosas: de los cuatro, uno que mande más que los otros tres. Le propongo que le llame presidente, y a los otros tres, vicepresidentes, pero no le acaba de convencer. Dice que habría que poner nombres nuevos, porque si no, la gente pensará que no ha cambiado nada.

Que al que manda le gustaría llamarle «el Boss», que no sabe exactamente qué quiere decir, pero que le suena bien y que daría un tono internacional a nuestra propuesta, y a los otros, «los Jefes», porque en España, lo de jefe se usa para todo. No me entusiasma la propuesta y creo que, aunque haya que cambiar muchas cosas, lo mejor es seguir con lo de presidente y vicepresidentes, porque la gente lo entenderá y cuando estos señores den su tarjeta a alguien, ese alguien no les mirará extrañado. Mi amigo pone cara de resignación y acepta lo que digo. Me alegro, porque es bueno que, desde el principio, quede claro quién manda.

Empieza hablando de los vicepresidentes (VP). Les llama «el Uvepé 1, el 2 y el 3», aclarándome que no es que el 1 mande sobre el 2 y el 2 sobre el 3. Me dice que el que manda es el presidente, y que lo de 1, 2 y 3 es porque de algún modo hay que distinguirles.

Y dice que ya sabe lo que tiene que hacer cada uno y que, cuando yo se lo apruebe, les dará los nombres correctos, para lo de las tarjetas.

 

18

L
AS RESPONSABILIDADES DE LOS CUATRO

 

E
L
VP 1

 

S
egún mi amigo, las responsabilidades del VP 1 son las siguientes:

 

1. Llevar las cuentas.

2. Administrar el dinero que haya.

3. Buscar responsablemente el dinero que falte. Repite:
RESPONSABLEMENTE
.

4. Tiene que demostrar en su actuación diaria que:

a. De donde no hay, no se puede sacar.

b. Es malo estirar siempre el brazo más que la manga. Y vuelve a decir: «Por eso insisto en lo de
RESPONSABLEMENTE
».

5. Que sepa mucho, que sea capaz de explicarlo, que hable claro y que tenga paciencia para explicar al presidente, a los demás vicepresidentes y a los que dependan de ellos lo de la economía, con el fin de evitar que cada uno haga la guerra por su cuenta y diga las sandeces que se le ocurran. Mi amigo, que se fija mucho, dice que las sandeces siempre cuestan dinero. Cuando son gratis, y eso ocurre muy de vez en cuando, desconciertan a la gente, o te enemistan con gente poderosa, lo cual también es muy malo.

 

Mi amigo hace hincapié en que la capacidad de explicar del VP 1 es para enseñar al presidente y a los otros VP, no a las personas de la nación. Dice que, si el presidente, los VP y los que dependen de los VP entienden lo que dicen, lo harán de una manera que les entendamos todos. Y que si no lo aclaran, será porque no lo entienden, o porque quieren que no se les entienda. Añade que él sabe de un país europeo en el que ocurre lo primero —que no entienden— y que, además, dicen frases que a él le suenan a
encantaments,
o sea, a esas cosas que se dicen para liar a los niños y echar risas con ellos. Lo que pasa, sostiene, es que ni somos niños ni estamos para echar risas como si, además, fuéramos bobos. Y que le molesta mucho eso de que «la política es pedagogía», como ha asegurado algún insensato no hace mucho, porque le suena a que los políticos nos tengan que enseñar a los demás, como si fueran seres superiores. «¡Y no lo son!», añade, gritando un poco y poniéndose rojo.

A este VP se le podría llamar Responsable de Economía, porque ese es el nombre que se lleva por ahí, pero mi amigo dice que a él le gustaría más llamarle el
Ama de Casa
, porque eso es lo que quiere que sea. A mí también me gustaría ese nombre. No sé si quedaría muy bien cuando tuviéramos que hablar con los extranjeros.

Mi amigo dice que tiene mucho que hacer en su empresa y que hoy no tiene tiempo para seguir arreglando España. Esto me preocupa, porque yo le quería dar un puesto de responsabilidad, pero si tiene que pasarse por la empresa todos los días a ver si le han pagado los del pueblo de al lado, le va a resultar difícil desconectar y pasar mentalmente —y rápidamente— de San Quirico y alrededores a España.

Sin embargo, nadie puede negar que el tío discurre y que, por ahora, está siendo capaz de fijarse en el detalle pequeño —hoy me ha hablado de una factura de 22,35 euros más IVA que no le pagan— y luego ponerse a hablar de cómo dirigir la nación.

Me voy a casa y paso a limpio los apuntes. A pesar de la recomendación de mi amigo, no he comprado la libreta y sigo con las servilletas. Ahora estoy escribiendo en un mantel de papel, donde he apuntado lo del Uvepé 1. En el mismo mantel apuntaré lo del 2 y el 3, y lo que se nos siga ocurriendo. Igual el mantel también se podrá subastar por eBay.

Helmut
está en mi despacho, y el petirrojo, también. Echo en falta a la petirroja. La dicha nunca es completa. Siempre queremos más.

 

E
L
VP 2

 

Mi amigo me llama. Dice que no podemos perder tiempo. Cuando este mozo se pone en este plan, hace que me remuerda la conciencia. Me recuerda aquellos carteles de «la patria está en peligro y te necesita».

Llego al bar. Los camareros me saludan con un cierto respeto, porque, como mi amigo habla en voz muy alta, le oyen frases y yo creo que piensan que, de verdad, la patria está en peligro y nos necesita: a mi amigo y a mí.

Nos ponen en una mesa en un rincón, lejos de la gente y de la tele, para que ni la gente ni la tele nos distraigan.

Mi amigo dice que el VP 2 tiene que hacer tres cosas:

 

1. Que se pueda ir tranquilamente por la calle, por cualquier sitio y a cualquier hora.

2. Que los terroristas no molesten y que se les convenza de algún modo de que dejen de hacer daño. Al decir «de algún modo», mi amigo pone cara seria y hace el gesto de dar zurras con la mano. A él, eso de la negociación nunca se le ha dado bien y comenta que cuando hay que usar mano dura, se usa mano dura. Y sin complejos, porque le parece que hay señores que no han entendido lo de la democracia y que les parece que la democracia exige respetar, tolerar y aguantar sonriente a todo fulano que se dedique a no respetar, a no tolerar y a no aguantar sonriente a los demás. Y que con estos fulanos sí que hay que hablar, negociar y tomar copas, pero un día, hay que pegar un puñetazo en la mesa y decir «hasta aquí hemos llegado».

3. Que los que tengan ganas de no ser honrados se lo piensen varias veces antes de meter la mano en la caja ajena. Ahora, a eso se le llama «corrupción». Ha existido siempre. Lo que pasa es que mi amigo dice que, como yo digo en las conferencias que esta es una
crisis de decencia,
quizá hay menos decentes que antes o quizá los no decentes lo hacen con más descaro.

 

Y también puede ocurrir que, con esto de Internet, nos enteramos antes de los líos que estos chicos organizan, aparte de que pueden copiar las indecencias que se hacen en el extranjero, donde también cuecen habas.

Dice que le gustaría llamar a este el Responsable de la Paz, la Honradez y la Tranquilidad, pero que tampoco está seguro de que este nombre suene bien en el extranjero. Cree que, en España, la gente lo entendería, pero que a los italianos igual les entraba la risa, porque son muy especiales.

Que ahora, a ese señor le llaman «de Interior», que antes le llamaron «de Gobernación», que cree que antes se llamaba «de Orden Público», pero que, a él, le gusta más lo de la Paz, la Honradez y la Tranquilidad, porque es más descriptivo
.

Mantendremos lo de «Interior», por ahora. Luego, ya veremos.

 

E
L
VP 3

 

Me parece que mi amigo ha liquidado al VP 2 muy rápidamente. Se lo digo. Me contesta que no me preocupe, que estamos empezando. Yo creo que sabe también que existe eBay y que debe de pensar que, cuantas más servilletas y más manteles tengamos, más dinero sacaremos en la subasta.

Me dice que al Uvepé 3 le va a encargar las Relaciones con la Gente.

Este tendrá mucho trabajo, porque «la gente» está formada ahora por cuarenta y seis millones de personas, cada una con sus cosas. Como dicen en mi tierra, cada una hija de su padre y de su madre.

Como no podrá hablar con cada uno de los cuarenta y seis millones, lo tendrá que hacer en grupos.

Dice que el primer grupo es el formado por las personas que trabajan en las empresas, y que estas personas se dividen en dos:

 

1. Los que trabajan dirigiendo esas empresas y que están en esas asociaciones que la gente llama patronales, que es un nombre rancio y pasadísimo de moda, de cuando había un patrón que mientras sacaba brillo a su reloj de oro, daba unos duros a sus obreros. El último patrón así falleció hace bastantes lustros. Y si queda alguno todavía, que se convierta o que fallezca pronto. Previamente confesado y comulgado, y en gracia de Dios, por supuesto.

2. Los que trabajan en esas empresas, en puestos que no son de dirección —lo que la gente llama «los trabajadores», nombre rancio y pasadísimo de moda, de cuando los obreros recibían los duros extras que les daba su patrón». Dicen que estos señores están representados por los sindicatos, cosa de la que ni mi amigo ni yo estamos muy seguros, como ya hemos dicho antes.

 

Sigue adelante y asegura que también hay que preocuparse del interior de las personas. No acabo de entenderle, y me pregunta: «Tú crees en Dios, ¿no?». Le digo que sí. Luego, sin dejarme respirar, añade: «Tú perteneces a la Iglesia católica, ¿no?». Le digo que sí. Y continúa: «O sea, tú eres un católico practicante». Le vuelvo a decir que sí, aunque pienso que basta con decir que soy católico. Porque alguna vez se me ha ocurrido pensar qué sucedería si Cristiano Ronaldo dijera que era del Madrid, pero que no practicara, o sea, que no se entrenara, que no jugara los partidos que le tocaban y que, además, quisiera ponerse una camiseta amarilla con fruncidos en vez de la camiseta blanca del Real Madrid. Pues sería un jugador madridista
sui generis,
o
sui generesis
como dice un amigo mío. Lo de
sui generesis
está mal dicho, pero suena más fuerte y por eso me gusta más.

Mi amigo continúa: «¿Hay más gente como tú?». Y le digo que sí, porque veo que en San Quirico hay tres misas cada fin de semana y las tres tienen
overbooking,
como dice el párroco. Y me contesta: «Pues al VP 3 le encargaré que llegue a acuerdos con tu Iglesia, o sea, con la católica»
.

Sigue: «¿Conoces a algún testigo de Jehová? ¿Y a algún mormón? ¿Y a alguno de la Iglesia del Séptimo Día?». Le digo que conozco a bastantes personas que pertenecen a esas Iglesias y que, algunas, a veces, vienen a mi casa de San Quirico a hacer proselitismo. Y que me admiran, porque las veo muy convencidas de lo que dicen. Y algunas van con corbata, y en San Quirico, en verano, no va con corbata ni el alcalde.

Me pregunta si conozco a algún agnóstico. Y le digo que sí. Me pregunta si conozco a algún ateo. Y le digo que me parece que no, porque me da la sensación de que casi todo el mundo piensa que algo existe, o al menos le crea dudas. Y supongo que, si duda, es que sospecha que puede haber algo serio por ahí y que no lo acaba de ver claro todavía.

Mi amigo dice que todos, excepto los ateos y los agnósticos, pertenecen a alguna Iglesia. Y que el VP de Relaciones con la Gente deberá tratar con todas ellas. Ya veremos cómo lo hace, porque el tema no es simple. Aquí habrá que establecer unos criterios para decidir lo que pueden/deben hacer las Iglesias y lo que no pueden ni deben.

Ya veis que mi amigo va dejando colgados algunos temas que se las traen. Pero no quiero distraerle ahora, porque le veo lanzado en la remodelación del poder ejecutivo.

 

Y
YA ESTÁ

 

Eso es lo que dice mi amigo: que ya está. Pero ¿cómo va a estar? Este tío quiere arreglar España con cuatro personas. ¿Y el presidente? —o sea, yo— . ¿Y el resto? ¿Y los que ahora mandan? ¿Y los que no mandan, pero quieren mandar?

Mi amigo me pregunta: «¿Se te ha olvidado cómo empezó esto? ¿No te acuerdas de que quedamos en que se había producido un accidente y que había que sacar el
safety car?
¿Y cuánta gente va en el
safety car?».

No lo sé, pero me parece que van menos de cuatro. Prefiero no decirle nada, porque, cuando le veo crecido, no hay que animarle, que me arrollará.

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