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Authors: Leopoldo Abadía

La hora de los sensatos (9 page)

BOOK: La hora de los sensatos
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Seguramente, hay algo más que el sentido común. Pero si el sentido común falla, lo demás no sirve absolutamente para nada.

Ceno, hablo un poco con mi mujer y los hijos que están en casa. Los niños están durmiendo. Esta es la hora mágica en la que todo está en silencio.
Helmut
duerme, aunque no necesita silencio para dormir. Mi mujer y mis hijos juegan al Continental. Nunca he conseguido aprender.

Me voy al despacho.
Helmut
se despierta y viene a seguir durmiendo. A veces se equivoca y se deja caer sobre mis pies. Y cuarenta y nueve kilos sobre los pies son muchos. Hoy ha caído bien. Hago el acta y, cuando la acabo, pienso: «Con lo fácil que parece lo del sentido común, ¿por qué escasea con tanta frecuencia?».

No estoy ahora para discurrir. Pero si mañana me levanto pronto, igual lo pienso un poco. Hasta puede ser que se me ocurra algo.

 

23

D
ESCANSO
. E
L SENTIDO COMÚN

 

I
NTERMEDIO

 

H
ace años, en una empresa, hicimos un trabajo un hijo mío y yo. Tuvimos una reunión con varias personas. No me acuerdo del tema. Sí recuerdo que alguien dijo: «Esto es de sentido común», y uno le contestó: «Tu sentido común puede no ser mi sentido común».

Estaba diciendo, en otras palabras, que el sentido común no existe. Que para mí el sentido común puede ser ir vestido de chaqué si me invitan a una boda en la Zarzuela y para otro el sentido común, para esa misma boda, puede ser ir vestido de delantero en punta del Athletic de Bilbao, con botas y espinilleras incluidas. Y así podemos poner otros ejemplos.

Sin embargo, hay personas con las que hablas y con las que da gusto hablar. Porque son equilibradas, porque «saben estar», porque tengan dinero o no hacen buen papel en todas partes, porque a su lado se está bien, porque respetan a los demás, porque les ayudan, porque cuando dan su opinión sobre algo, esa opinión tiene peso.

Y hay personas con las que no da gusto hablar o no da gusto oírles. Porque son desequilibrados, fanáticos —ahora se llaman
fundamentalistas—,
que tienen que implantar su ideología —por llamarle de algún modo, porque estos tipos no tienen ideas, porque para tener ideas hay que discurrir y para discurrir hay que tener un mínimo de materia gris— y, como tienen que imponer su ideología, dicen una serie de besugadas y convencen a la gente de que
mi sentido común no es tu sentido común
—gracias a Dios—, pero que mi sentido común es el que vale.

Uno ya es mayor y a veces no tiene ganas de discutir. Pero cuando ves actuar a gente así y, peor aún, les ves con responsabilidades, y, peor aún, les ves tratando de influir en los demás, te sientes en la obligación de decir: «Mira, majo, tú no tienes sentido común. Lo siento, eres muy simpático, sonríes angelicalmente, tienes un asesor de imagen buenísimo, te haces unos trajes que te están muy bien —y además los pagas—, pero hace tiempo que se inventó el refrán aquel que dice que “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. Y mira, eres una
MONA
. N
O TIENES SENTIDO COMÚN
y, por tanto, no vales para
NADA
y, además eres peligroso. Y no tienes sentido común porque el que tenías de origen lo has estropeado a lo largo del tiempo, con un trabajo duro y echándole horas al estropicio».

La próxima vez que mi amigo de San Quirico me diga lo de su madre, le responderé que no sabe lo importante que es para una persona que le digan que tiene sentido común y, más aún, decirle que es
NORMAL
.

Todo esto es lo que se me ha ocurrido por madrugar. Lo releeré esta noche, y si es fruto de que cuando me levanto tengo la tensión muy baja, lo borraré. Pero si, al leer el libro, lo encontráis, es que con la tensión normal, me ha parecido que lo debía mantener.

 

24

D
ÍA N
.º 4. M
ÁS EMPRESAS

 

C
UARTO DÍA

 

H
oy toca hablar otra vez de las empresas, porque sigo pensando lo mismo: que tenemos que conseguir que en las empresas se trabaje bien y mucho. Y que se gane dinero. Y que se reparta bien. Y que todos se enteren de que es bueno que se gane dinero.

Volvemos a reunirnos. Me interesa que estén animados y sacamos un poco de vino, un vaso para cada uno, para que se animen, pero no demasiado.

A todos los que trabajan en una empresa les conviene que aquello marche bien. Por lo del sentido común.

Los que participan en una empresa son:

 

1. Los que han puesto las
perras,
llamados a veces
los cochinos
capitalistas
. O sea, en el Banco Santander, por ejemplo, Emilio Botín y yo. Porque yo tengo cien acciones del Santander —don Emilio tiene más— y a mí me interesa mucho que el Santander vaya bien. Tanto don Emilio como yo podíamos haber guardado esas
perras
en el colchón, como suele recomendar mi mujer. Para poner el dinero, basta con tenerlo y con querer ponerlo, no hace falta saber de aquello. En el caso del Santander, don Emilio sabe mucho. Yo, nada. Si yo tuviera tanto dinero como don Emilio, tendría tantas acciones como él. Pero seguiríamos igual: él, sabiendo mucho. Yo, no sabiendo nada.

2. Los señores que los de las
perras
hemos contratado para que les dirijan la empresa y les den muchas
perras
. Por ejemplo, Alfredo Sáez, consejero delegado del citado Santander. En este apartado es obligatorio que estos señores sepan del negocio y que sigan aprendiendo. No se admiten aficionados ni gente que «ya se lo sabe todo».

3. Los señores que los que dirigen han contratado para que les ayuden a hacer el trabajo. Por ejemplo, el director de la oficina de la Caja de Ahorros de San Quirico, que no tiene nada que ver con el Santander, pero me acerca el ejemplo. También tienen que saberse el negocio y continuar aprendiendo. En este caso, se lo tienen que saber muy bien, porque se lo tienen que explicar al señor de la calle que acude allí.

 

Todos van en el mismo barco. A todos, si son normales, les interesa que aquello vaya bien. Digo si son normales, porque si estoy en una empresa privada y quiero que se hunda la empresa privada, pero no aquella, sino todas, haré lo posible para que se hunda y luego diré: «¿Os fijáis lo mal que van las empresas privadas?». Y si odio a la empresa pública, haré lo mismo. Pero eso es no ser normal. Eso es ser totalmente anormal.

En esa empresa todos han de cobrar:

 

1. E
L QUE HA PUESTO LAS
PERRAS
,
porque las podía haber puesto en otro lado y yo me hubiera quedado sin empleo. Mi empleo lo tendría otro. Además, porque en las empresas que cotizan en Bolsa, igual se me ocurre comprar unas acciones y yo quiero que me den dividendo, porque si no, las venderé y me llevaré mi dinero a otra empresa. O sea, que aquí, capitalistas somos muchos, no solo esos señores que llevan chistera, cadena y reloj de oro y fuman puros. Hay mucho capitalista por ahí que ni chistera ni cadena ni reloj ni puro, pero capitalista.

2. L
OS QUE DIRIGEN ESA EMPRESA
, a los que les interesa que vaya bien, porque así ellos cobran, salen en
Expansión
—suelen salir más que los que han puesto las
perras,
o sea, más que tú y que yo—, y se van ganando un prestigio para que, cuando les echen, o se cansen de ellos, les fichen en otra empresa.

3. L
OS QUE TRABAJAN EN ESA EMPRESA Y NO DIRIGEN
. No dirigen «oficialmente», porque en las empresas casi todos dirigen. Una secretaria dirige a otras dos, no porque tenga el cargo de directora de secretarias, sino porque lleva más años, porque es más lista o porque hace las cosas mejor y es un poco mandona. Y un obrero manda al aprendiz, aunque no sé si todavía existen los aprendices, o manda a los obreros más jóvenes, a los que les enseña los trucos que él ha aprendido durante su vida. Todos dirigen, más o menos.

 

Hace poco di una conferencia para ejecutivos de una empresa. Me dijeron que allí estaban todos los que tenían alguien a sus órdenes, aunque fuera una sola persona. Pues estoy seguro de que, en esa empresa, hasta esa sola persona tiene alguien a quien dirige en cierta manera, o le influye o le orienta.

A todos les interesa que aquello vaya bien. Al Gobierno le interesa que las empresas vayan bien. No le interesa que ganen dinero unos o que ganen dinero otros. Le interesa que ganen dinero
TODOS
. Y que todas las empresas del país vayan bien.

Por eso, es una bobada y una sinsorguez que un ministro o un presidente de un Gobierno europeo ataque a los empresarios y se ponga a favor de los «trabajadores», como si unos y otros no trabajasen y al presidente o al ministro no le interesase que todos trabajasen mucho, produjesen mucho y lo pudieran vender y ganarse bien la vida.

Lo que pasa es que si a ese presidente le dan miedo unos, porque cree que son más y si se le ponen chulos, no le votan y gobierna mirando continuamente una urna que tiene en su despacho, que ahora está vacía, pero que la quiere ver llena de votos de aquí a tres años y, en vez de gobernar, dribla como Messi, sin darse cuenta de que no es Messi, al final acaba poniéndose la zancadilla a sí mismo, perdiendo el balón y haciendo que todo el público, partidarios y no partidarios, le peguen una pitada monumental.

Les encargo al VP 1 y al 3 que llamen a los que representen a los que han puesto el capital y a los que representen a los que dirigen, a los que no dirigen tanto, pero sí algo y a los que no dirigen nada —son muy pocos—, y que se los lleve a un parador. Relativamente, cerca de San Quirico está el de Sau. No es lujoso, pero está bien y nos harán buen precio. Además, si hay agua en el pantano, se ve todavía la torre de la iglesia del pueblo que inundaron para hacerlo, y, si no hay agua, se ve la iglesia entera, que no sé cómo aguanta, pero aguanta. Es que antes se construía muy bien.

Cuando un hijo mío hacía el servicio militar en Zaragoza, fue con unos compañeros al Pilar. Al llegar allí, uno de ellos abrió la boca lleno de asombro, y dijo: «¡Casas así ya no se construyen!».

En ese parador van a tener pagados el alojamiento, el desayuno, la comida, la merienda y la cena, todo a cargo de los Presupuestos Generales del Estado, porque mi amigo de San Quirico dice que son mucha gente y que él no está para tanto gasto. El VP 3 se quedará con ellos todo el tiempo que estén, que será ilimitado. De allí no saldrán, salvo caso de muy grave enfermedad, hasta que lleguen a un acuerdo, y hasta que esa dichosa reforma laboral de la que llevamos hablando tanto tiempo no haya sido firmada por todos.

Durante el tiempo de encierro no habrá prensa, ni radio, ni televisión. No habrá tampoco móviles. Quizá, mis amigos periodistas se enfadarán, por aquello de que el pueblo tiene derecho a estar informado. Pero el pueblo tiene derecho también a que no le mareen unos señores que, por quedar bien con el pueblo y, especialmente con sus amigos, dicen tontadas en cuanto se les pone un micrófono delante y si no se les pone, van a buscarlo.

No sé cómo tiene que ser la reforma laboral, pero sí sé que ha de reunir las siguientes condiciones:

 

1. Que los empresarios no tengan miedo a contratar personas.

2. Que las personas contratadas puedan trabajar con paz, en un ambiente de exigencia y de responsabilidad, sin miedo a despidos egoístas.

3. Que estas personas se formen continuamente.

4. Que estas personas estén bien pagadas.

5. Que estas personas tengan una jubilación digna, sin miedo al futuro.

 

Como esta lista seguramente es incompleta, el primer día en el parador se dedicaría a completarla, de modo que, al acabar el día, el VP 3 pudiera decir: «Esto es lo que todos queremos conseguir». Y al día siguiente, a pensar y a trabajar.

A mi edad, hasta me atrevo a hacer hipótesis. Y hago una: que en esas condiciones —trabajo serio, gente honrada que quiere llegar a acuerdos, sin ruido mediático— se llegaría a un acuerdo en un tiempo muy breve. Quince días como máximo. Si se llegaba a un acuerdo en menos tiempo, mantendríamos a todos en el parador hasta que se cumpliesen los quince días, para que el público no se diera cuenta de lo fácil que era el asunto si se ponen las debidas condiciones y si a estos chicos se les quita la posibilidad de decir las tontadas ante los micrófonos a las que me he referido antes.

 

25

S
E ACABÓ LA PRIMERA REUNIÓN

 

E
sta reunión ha durado cuatro días, pero es que era la primera y había que poner a la gente en marcha muy rápidamente. Ha sido algo así como el pistoletazo de salida. El VP 1 y el 3 están hasta el gorro de trabajo. El 2, también, pero con la cosa en marcha.

 

E
L ACTA FINAL

 

Empalmo las actas de los cuatro días y hago la definitiva. La leo. Me parece que me ha salido un poco larga. Creo que recoge todo.

 

26

N
ECESITO OTRO VICEPRESIDENTE

 

C
on menos calor, se discurre mejor. Paseo con
Helmut
y, a veces, hablo solo. Igual alguno de mis vecinos piensa que voy hablando con el perro, pero me da lo mismo. Son todos muy buena gente.

El petirrojo sigue paseando por casa y lleva dos días viniendo con la petirroja. El otro día les descubrí en la mesa de mi despacho mirando de cerca un petirrojo de plástico que me regalaron cuando di una conferencia en el Campeonato Mundial de Parchís.

Algo increíble. En un pueblín de Huesca, El Grado, organizan este Campeonato Mundial. En el pueblo viven quinientas personas. Hay seiscientos cuarenta inscritos. Vienen de varios países. Gana la pareja de Colombia, en una final emocionantísima transmitida en directo por Radio El Grado, que no es la BBC, precisamente. Cuando yo hablo de la importancia de la iniciativa privada, también me refiero a los alcaldes que se ponen a discurrir y que, discurriendo, ponen a trabajar ilusionadamente a su pueblo. Y, como consecuencia, los hoteles de la zona, llenos. Y los restaurantes, también. Y las estaciones de servicio, con colas. ¡Ay, Señor! Si, al final todo va a consistir en lo de siempre: trabajar mucho, discurrir mucho, sonreír mucho.

Los petirrojos tenían cara de celos, pensando que el pajarillo ese les había quitado el puesto.

Como el pajarillo no se mueve, me parece que se han dado cuenta de que no es de verdad y de que mi corazón sigue estando con ellos. Mi corazón, y mi casa y mi despensa. Porque yo creo que estos me quieren por mi dinero. Y, como ahora les he hecho famosos, por la fama.

Paseo con
Helmut,
que va marcando su terreno, árbol tras árbol. De vez en cuando se mete en casa de un vecino, pero no molesta y la gente lo quiere. Enfrente de mi casa hay un estudio de grabación fenomenal, al que vienen a grabar muchos grupos y muchos cantantes. Cuando
Helmut
oye que llega un coche, sale ladrando y siempre oímos que los que se bajan del coche —Marina Rosell, Sidonie, Amaral, Bunbury, Carmen París…— gritan: «¡Hola,
Helmut
!». En ese momento hace unas cuantas cabriolas —discretas, porque con su peso tampoco es un modelo de agilidad— y se vuelve a casa, feliz de haberse relacionado con gente famosa de verdad.

Mientras paseo, pienso en algo que oí el otro día en un programa de televisión y que se refería a la educación de los hijos. En esos programas, a mí me consideran una autoridad, cuando digo lo de mis doce hijos y cuando antes decía lo de los treinta y ocho nietos, que ya han pasado a treinta y nueve y que pronto llegarán a cuarenta.

Cuando a uno le consideran una autoridad en algo, lo fundamental es saber lo que uno sabe y lo que uno no sabe. Yo de educación de hijos sé poco y he leído poco. A mí «la vida me ha hecho máster», como al político de quien hablé hace unos capítulos
.

Pues sí, la vida me ha hecho máster, porque entre mi mujer —otra máster— y yo hemos tratado de educar a doce mocicos/as, que, aunque el denominador sea común, tienen muy distintos numeradores. Por cierto, ¿os acordáis de los quebrados? No sé si siguen existiendo. Me temo que ninguno de mis nietos sabrá lo que es un quebrado.

Lo que pasa es que para ser máster en Educación de Hijos, lo mismo que para todo, es bueno tener unos principios fundamentales en los que el marido y la mujer estén de acuerdo. Esto es algo parecido a lo que he dicho sobre el comienzo de la reunión en el Parador del pantano: que va muy bien que se dedique un rato a sentar las bases. Luego, una vez sentadas, que cada uno haga lo que le dé la gana. Porque si la base —el denominador— es sólida, a mí qué me importa cómo es el numerador.

Antes de seguir adelante y para que no penséis que se me ha ido la olla, que he cambiado el contenido del libro y que lo estoy convirtiendo en material de enseñanza para cursos de orientación familiar, tengo que deciros que esto está muy relacionado con lo anterior. Y que va a conducir a nombrar otro Uvepé, el 4, al que no sé qué nombre le pondré, pero que me gustaría que se llamase el Responsable de la Buena Educación.

Ahora, dejadme que siga y perdonad la digresión, pero creo que hacía falta para hablar del citado VP.

 

E
L DENOMINADOR

 

Hay cosas que superan las ideologías. Hay gente bien educada de derechas, de izquierdas y de etc. También en esos sitios hay gente muy mal educada. Hay ricos impresentables. Y pobres, dignísimos. Y al revés. Hay
beautiful people
—gente guapa, de esa que sale en las revistas de papel
couché
— dignísima, y otros, impresentables. Una de mis mayores sorpresas en esta temporada de farándula que llevo es la cantidad de virtudes humanas que he descubierto en gente a la que solo conocía por los programas del corazón.

No suelo verlos, pero son peligrosos, porque, si entras, no sales. Es decir, si empiezas a ver un programa de esos, te engancha, porque hablan de XX que se ha casado con YY y que cada uno ha aportado XX hijos de sus anteriores parejas, y que un hijo de una pareja odia a una hija de la otra pareja y que la semana que viene continuaremos con este tema, llega la semana que viene y vuelvo al programa, porque el asunto me había dejado preocupado. Y como en estos programas no solo no se arreglan las cosas, sino que se complican cada día más, pues espero ansioso el de la semana que viene. Por eso digo que esos programas no se pueden ver, porque me quedo pegado a ellos y luego no puedo dormir, pensando en lo mal educados que están algunos.

 

H
ABLO CON EL
VP 4

 

Al VP 4 le doy solamente un encargo: que prepare en una semana una nota sobre lo que él considera que es la buena educación
.
Yo, en esa semana, voy a hacer lo mismo por mi cuenta. Y después nos reuniremos y veremos qué se nos ha ocurrido. Y como dicen los que saben de estas cosas, haremos una
puesta en común,
que es lo que antes se llamaba
a ver si nos ponemos de acuerdo.

El VP 4 se va. Le noto ligeramente preocupado, porque piensa que su responsabilidad es grande. Es que tenemos que proponer a nuestra nación que, dentro de la revolución civil que estamos montando, una parte fundamental sea conseguir que los cuarenta y seis millones de españoles seamos un modelo de buena educación para los habitantes de todo el mundo, porque puestos a hacer la revolución, hagámosla bien y si nos sale exportable, mejor que mejor.

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