Loa Anarquistas Expropiadores (18 page)

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Authors: Osvaldo Bayer

Tags: #Ensayo

BOOK: Loa Anarquistas Expropiadores
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En los pueblos de campaña con estación de ferrocarril se juntaban tres organizaciones obreras anarquistas: la de conductores de carros, la de oficios varios (en la que entraban los peones de la cosecha) y la de estibadores, es decir, los que hombreaban las bolsas de los carros al depósito, de la estación y de la estación a los vagones. Las tres organizaciones eran autónomas pero a su vez pertenecían a la FORA en un sentido descentralizado y de amplia libertad interna. Ya lo decía el pacto federal de la FORA:
las sociedades (
los sindicatos
)
serán absolutamente autónomas en su vida interior y de relación y sus individuos no ejercerán autoridad alguna. Además se reafirman este principio de libertad y descentralización en el punto 10, cuando se establecía con énfasis: “la sociedad (el sindicato) es libre y autónoma en la Federación comarcal, libre y autónoma en la Federación Regional”.

Es decir, la democracia a ultranza; los anarquistas eran extremistas en la defensa del derecho a discutir, a disentir, del derecho de la libre opinión, del derecho de no aceptar imposiciones de ninguna organización más poderosa.

Todo lo contrario de la verticalidad del sindicalismo marxista y del sindicalismo argentino que se corporizaba poco después en la CGT.

Y como para que no quedara ninguna duda sobre sus fines, la FORA establecía: “
nuestra organización puramente económica es distinta y opuesta a la de todos los partidos burgueses y políticos obreros puesto que así como ellos se organizan para la toma poder político, nosotros nos organizamos para que los estados políticos y jurídicos, actualmente existentes, queden reducidos a funciones puramente económicas, estableciéndose en su lugar una libre Federación de libres asociaciones de productores libres
”.

Por eso eran tan peligrosos los hombres que engrosaban las filas de los sindicatos anarquistas: tenían tal sentido de la libertad individual y de la rebeldía que para encauzarlos hacia el camino de la obediencia al Estado, a sus símbolos y a sus fines, iba a ser necesario mucho garrotazo, muchas rejas, y tiros; y enfrentarlos con organizaciones represivos que arrancaran de raíz esa levadura malsana y extranjerizante que poco a poco estaba entrando ya debajo de les crenchas duras del hombre auténticamente argentino. Y si no que lo digan estas estrofas que cantaban auténticos payadores anarquistas en almacenes y pulperías de la pampa en esos atardeceros rojizos llenos de cantos de pájaros. Se refieren a la semana trágica.

Fue la semana de enero

un festival policiaco

albedrío del cosaco

del milico, del bombero,

que en nombre de Patria y clero

masacraron por su cuenta.

Y el Mesías del noventa

y del cuatro de febrero
[4]

¡resulto más bandolero

que Rosas en el cuarenta!

Ayer los rusos sicarios

en nombre de sus caudillos,

segaron con sus cuchillos

tantos cuellos proletarios;

hoy, bandidos honorarios,

suplen a los mazorqueros

y en nombre del patriotismo

van sembrando el terrorismo

en los hogares obreros.

Chusma ignara, cuartelera,

que en la gran lucha social

ignora el valor moral

que entiende la clase obrera.

Horda nula, montonera

del cantón y del piquete

que rudamente arremete

a la pensante ralea

creyendo tronchar la idea

con un tajo de machete.

El gran Sarmiento escribió:

las ideas no se degüellan (sic)

a los hombres se atropella

pero al pensamiento no;

¿Acaso lo comprendió

esa chusma electoral,

esa recua comicial?
[5]

que piensa en bancas con puertas

esas muchedumbres muertas:

la vergüenza nacional?

La revolución social

es sin patria ni frontera

es la revolución obrera

derrumbando al capital,

es la casta universal,

es el pueblo soberano

negándole a su tirano

derechos de explotación

buscando la redención

de todo el género humano.

Avance la masa obrera

del taller y de las trillas

armada con las horquillas

esgrimiendo

una mancera

empuñe hojas de tijeras

a falta de buena bala

y den golpes las piquetas,

que abran huellas las barretas

y los garrotes de tala.

Además la FORA con sus ideas gremialistas, de solidarias y de destrucción del capital, además de los cuadros filodramáticos y oradores y conferenciantes anarquistas con su afán didáctico para las masas analfabetas y hundidas, hubo un personaje en el campo argentino, que ayudó a las ideas de rebelión, de emancipación individual, de desprecio por los bienes materiales y que fue una especie de mensajero o lento chasque entre las poblaciones, entre las cuadrillas de trabajadores, entre las vías férreas: en linyera
[6]
.

Prototipo del anarquista individualista, el linyera lanzó su protesta pasiva contra la sociedad, dejó crecer sus cabellos y sus barbas y sin más bagaje que su atadito (la “linyera”) salió a recorrer los campos argentinos, a vivir con muy poco y a disfrutar y padecer e el contacto con la naturaleza. En su atadito llevaba un libro de versos, o alguna obra del príncipe Kropotkine o del desbordante Bakunin, y un número de “La Protesta” o “La Antorcha” que cambiaba en General Pico por “Pampa Libre”, o en Bahía Blanca por “Brazo y Cerebro” o “En el Camino”, o “Tierra Libre” en Tucumán, o “La piqueta” de Rosario, “Abriendo Cancha” de Colón (Entre Ríos), o “La Obra” hoja suelta de Santa Fe, o “La voz de los agricultores” de Charata, “La verdad” de la Agrupación Aurora Libertaria de Tandil, o “La acción obrera” de San Juan, o “El obrero granitero” de Sierra Chica, o “Libertad” de Laguna Paiva. O “El Croto” de Junín: o “La voz de Baigorrita” o “El Látigo del carrero”, o “La Social” dirigido por Federico Ritsche, hombre que entregó su vida entera al ideal libertario.

Los linyeras eran extranjeros y argentinos, los había alemanes, rusos, polacos, italianos. Soportaban los puntapiés de la policía con una resignación tolstoiana. El placer de los milicos era patearles los tachitos en los cuales se hacían comida. Esperaban a que estuviera lista la comida de un grupo de linyeras pata patearles los tarros y emprenderlas a puñetazos y patadas con esas extrañas figuras que parecían salidas de silenciosos bosques nórdicos. Al linyera argentino le faltó un Knut Hamrun para que lo pintara en toda su grandeza de alma y en su misteriosa búsqueda.

Pero vamos a hacer justicia con don Manuel Carlés y su liga Patriótica Argentina. El fue quien realmente enseño a autodefenderse a patrones y propietarios. Si las ideas sociales y los partidos revolucionarios preparaban sus milicias obreras agrupándolas en sindicatos, en centros de estudio o culturales, Carlés formó las brigadas de la Liga Patriótica integrada de patronos, propietarios, pequeños propietarios y los hijos y familias de todos ellos. A los argumentos del racionalismo socialista opuso los de la fe en los símbolos: Patria, bandera, propiedad, tradición. Al hombre revolucionario le opuso la mujer: en la mujer, tanto en la humilde como en la acaudalada, estaba la esperanza del porvenir de la patria, ella es la que podía influir hora tras hora en el marido y en los hijos para que se apartaran de las malas ideas que sólo perseguían la disolución del hogar, de la familia, de la patria.

Carlés no sólo agrupó a los poderosos sino que también organizo los “obreros buenos”. Fue el primero que les aconsejo “de casa al trabajo y del trabajo a la caso”. De las brigadas de obreros buenos salían los que iban a reemplazar a los huelguistas Los obreros buenos rompían muchos movimientos propugnados por la FORA (eran llamados “los patoteros de Carlés” o “crumiros”). Cárles sabía lo que hacía: premiaba a los obreros que más se destacaran en su lucha contra anarquistas y maximalistas y hacía de ellos los futuros capataces. Y también premiaba a los miembros de las fuerzas represivas que se habían destacado en su lucha con los elementos disolventes: así se condecoraban a agentes de policía, pesquisas, comisarios, bomberos, soldados, suboficiales y oficiales del ejército y de la marina.

Su labor fue incansable. Carlés viajó por todo el país con sus arengas que chorreaban colores azules y blancos y atronando los oídos de paisanos de todas latitudes con la palabra Patria. Era secundado eficazmente por damas jóvenes del barrio norte que les enseñaban a los obreritas moral y civismo.

Sus comunicados diarios en la prensa iban marcando los alertas ante las huelgas y las organizaciones obreras. Leamos, por ejemplo, el manifiesto de la Liga Patriótica Argentina del 1º de octubre de 1920:
La agitación que va produciendo en las filas de los trabajadores de la campaña la ilusoria promesa de repartirles tierras, vacas y dinero ha tenido lógica repercusión entre los habitantes sensatos y laboriosos expuestos a la rapiña de locos y aprovechadores. No hay transeúnte a quien no se le invite a formar parte del gobierno comunista, donde ya las mujeres y los vagos se dan el título de comisarios del pueblo así sean ellas y ellos personajes desprestigiados por su moral pervertida. A la incitación de los haraganes, los hombres de conciencia deben responder con altivez como cuadra a hombres que hemos vivido de la libertad ya que nuestro orgullo de hombres libres no conoció jamás la condenación del servilismo que ha destruido tantos pueblos. Los hombres de trabajo que quieren su bienestar personal y el progreso colectivo dentro del orden y la moral están en el deber de repudiar a los explotadores profesionales que al amparo de la ignorancia de algunos de dedican al saqueo y al pillaje.

Como se ve, Carlés no empleaba palabras menores. Además tergiversaba —con mucha viveza— la realidad. El sabía que los anarquistas no propiciaban ningún gobierno comunista. Todo lo contrario. Fueron ellos los primeros que alertaron contra lo que llamaban la traición a la revolución rusa por parte de los bolcheviques. Y así, mientras los grandes Estados capitalistas negociaban con Lenin y Trotzky y poco después el jerarca bolchevique Tchigherin, en Génova, asistía a un agasajo del rey de Italia y almorzaba con el delegado papal, los anarquistas rusos hacían un llamado a sus compañeros de ideas del mundo entero exhortándolos: “
No repitáis nunca nuestro error: no introduzcáis el comunismo de Estado. ¡Viva la revolución Social del mundo! ¡Viva la solidaridad mundial del proletariado! ¡Abajo la burguesía y el Estado, comprendido el Estado del proletariado!
”. Los proletarios rebeldes de Kronstadt eran masacrados por las tropas de Trotzky, quién fusilo proletarios como jamás lo había hecho ningún general burgués. Y el legendario Makhno, el líder campesino anarquista que se batía en lucha desigual con los ejércitos zaristas y los bolcheviques al mismo tiempo, habían declarado la guerra a muerte contra toda clase de Estado al grito de “
Viva el soviet libre
”.

Así están las cosas en el mundo y en la Argentina a fines de 1921, cuando Yrigoyen finaliza ya su mandato. A pesar de las grandes represiones obreras, la clase trabajadora ha tenido más libertad en el gobierno radical y se hicieron importantes leyes que mejoraron sensiblemente las condiciones de trabajo. En lo demás, el “Peludo” pareciera inclinarse a la filosofía de que cada uno defienda lo suyo: si los poderosos no querían perder sus ventajes, que se defiendan; si los obreros quieren algo, que den la cara. Pero llegado el momento pone las fuerzas de represión del lado de los poderosos. No olvidar que no es nada más que un gobierno de radicales…

Y en este episodio de Jacinto Aráuz se enfrentarán los obreros contra la policía y la Liga Patriótica (la escarapela de los reclutados por Carlés decía: “
El que no es amigo de la patria es mi enemigo y lo combatiré sin descanso ni cuartel
”).

Diciembre de 1921. Se esta trillando ya la cosecha de trigo en la interminable llanura bonaerense-pampeana. Hermoso cuadro para poetas y para colegiales en vacaciones, pero no para los que tienen que hacer el trabajo.

El levantamiento de las cosechas se hacía con máquinas espigadoras. Es decir que, por medio de una lona conductora, la paja del trigo que acababa de ser cortada era llevada hasta el carro. El carro era conducido por un carrero y la carga era acomodada con pies y horquillas por un peón a quien se llamaba “pistín”. Cuando la carga estaba completa, el carro salía al trote rumbo a la parva. Ese trabajo, sumamente pesado, se hacía de sol a sol y los salarios eran miserables y ni que hablar de las condiciones de trabajo, que eran realmente inhumanas. Oigamos a un peón, que trabaja en las cosechas de la zona de Villa Iris (relato corroborado por otros viejos trabajadores agrícolas de distintas zonas del agro bonaerense): “
Los más penoso no era el trabajo en la chacras, no importa lo agotador de la tarea, sino que lo inaguantable era el trabajo en las máquinas trilladoras, verdaderos lugares de esclavitud. Los horarios por lo regular, eran desde las 4 de la mañana hasta las 11 de la noche, la comida se componía de un puchero de carne de oveja con una sopa de arroz y galleta dura. Los maquinistas —eran los dueños de las trilladoras que hacían campañas de leguas y leguas de campo— respaldados por la policía y apañados por los políticos lugareños (casi siempre conservadores) eran la única justicia imperante. Si por el viento se podía gastar más la correa del motor, se hacía trabajar a los horquilleros contra el viento, es decir, que recibían en la cara toda la tierra y la paja que volaba
”.

Hace pocos meses hablamos con Teodoro Suárez, dirigente obrero anarquista, protagonista de los desgraciados sucesos de Jacinto Aráuz y obrero de las cosechas durante muchos años. Quien señaló que “
la menor protesta de los asalariados en la cosecha era comunicada a la policía y detenidos los atrevidos que se dignaban protestar contra la esclavitud a que estaban sometidos. La campiña argentina se vio favorecido —
nos dice Suárez—
por la presencia en los lugares de la cosecha de obreros rebeldes e idealistas que, en nombre de la FORA aconsejaban a los trabajadores a organizarse y defenderse de todos los negreros y explotadores. Ustedes son seres humanos
—se les decía a los peones—
no son bestias de carga ni una clase inferior, son hombres que merecen respeto y deben luchar para vivir con dignidad: desconocer este derecho por parte de la sociedad es motivo de lucha para convertirla en otra mejor
”.

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