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Authors: Osvaldo Bayer

Tags: #Ensayo

Loa Anarquistas Expropiadores (5 page)

BOOK: Loa Anarquistas Expropiadores
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El que ha dirigido ese asaltito fracasado, que se les ha reportado 38 pesos en moneditas (evidentemente, algo deprimente para asaltante que han actuado con absoluta precisión pero que les ha fallado el último detalle) es nada menos que Buenaventura Durruti, quien once años después se convertirá en el personaje más legendario de la guerra civil española, el guía indiscutido de los anarquistas españoles y de los anarquistas de todo el mundo que ha ido a España a defender la República del levantamiento franquista. Durruti, el comandante de la Columna Durruti, el que salva Madrid viniendo desde Aragón y derrota con tres mil milicianos mal entrazados a todo un ejército disciplinado con oficiales de Estado Mayor, generales de uniforme que han estudiado táctica y estrategia y tropa disciplinada.

Ese pistolero de las 980 moneditas de diez centavos será quien, luego de morir en el frente de la Ciudad Universitaria de Madrid recibirá las más imponentes exequias que jamás haya recibido un líder obrero en España. James Joll dirá: “La muerte de Durruti privó a los anarquistas de uno de sus más reputados y despiadados héroes legendarios; su funeral, celebrado en Barcelona, proporcionó el espectáculo de la última gran manifestación del contingente anarquista, integrado por doscientos mil adeptos, que desfilaron por las calles de la ciudad, lo que pudo hacer recordar manifestación similar a la que presenció Moscú catorce años antes, cuando el entierro de Kropotkin dio a los anarquistas rusos la última oportunidad de exhibir en público su fuerza, antes de que los comunistas arremetieran contra ellos” .

Y por ironía del destino o por esas adecuaciones a las circunstancias que tiene que hacer los hombres de ideas, el intelectual anarquista Diego Abad de Santillán —uno de los hombres que con más fuerza atacó a los “expropiadores” en las filas de los libertarios actuantes en nuestro país— llamará en 1969 a aquel pistolero de los 38 pesos en moneditas, “Buenaventura Durruti, el caballero sin miedo y sin tacha”.

La policía porteña está desorientada. ¿Pistoleros con pronunciación española? No tienen registrado a ninguno de esas características. Interrogan a elementos del hampa y tampoco consigue nada. Nadie los conoce. Como el botín ha sido irrisorio, la policía sabe que pronto darán otro golpe.

Y esto sucede el 17 de noviembre de 1925, apenas un mes después del asaltito a estación Las Heras. Minutos antes de la medianoche, el boletero Durand de la estación de subterráneos Primera Junta, en Caballito, ha terminado de recontar el dinero de la recaudación del día. Falta el último servicio de subterráneo que viene desde el centro para finalizar la tarea. Se acerca de pronto un desconocido que saca despaciosamente una pistola y le dice con acento español: “¡cállese la boca!” mientras otro irrumpe en la boletería y se apodera de una caja de madera donde habitualmente se guarda la recaudación. Todo apenas dura un instante. Los desconocidos de dan vuelta y van hacia la salida de la calle Centera. Pero el boletero Durand comienza a gritar con todos sus pulmones: ¡Auxilio! ¡Ladrones! Es entonces cuando uno de los saltantes se da vuelta y hace un disparo al aire para amedrentarlo y que no inicie la persecución. Esos gritos y ese disparo han sido oídos por el agente que está de parada en rivadavia y centera. Y ya corre para ver qué sucede mientras desenfunda el arma. Pero le gana de mano. Hay otros dos desconocidos haciendo de “campanas” en las dos entradas del subterráneo y uno de ellos, cuando ve que el agente tiene el arma en la mano y va al encuentro de los otros dos que han realizado el asaltito y ya salen por la escalera, le descerraja dos balazos que dan en el blanco.

El agente cae al suelo como una plomada. Los cuatro asaltantes corren hacia un taxi que los espera en Rosario y Centera. Pero el chofer no lo puede poner en marcha y, después de valiosos minutos de espera, los desconocidos se bajan del vehículo y echan a correr por la calle Rosario en dirección Este, y desaparecen.

El saltito ha sido en vano. Igual fracaso que en la estación Las Heras. El dinero de la recaudación no había sido puesto, como ocurría habitualmente, en la caja de madera, sino en otra, de hierro, por debajo de la ventanilla. La caja de madera no contenía no siquiera una moneda de diez centavos.

Aquí ya las cosas cambian. Para la policía, los asaltantes de Caballito son los mismos de la estación Las Heras, por sus características físicas y por el acento español. Y en este nuevo asaltito ha caído muerto un agente: el cabo Núñez.

La policía de Chile acaba de enviar a la Argentina las fotos y los antecedentes de una banda de asaltantes españoles, o mejicanos o cubanos, que el 16 de julio de ese año se llevaron 46.923 pesos chilenos del Banco de Chile, sucursal Mataderos. Los desconocidos, luego de apoderarse del dinero huyeron a gran velocidad en un automóvil, haciendo disparos al aire creando una gran confusión en ese populoso lugar. Un empleado del banco logró asirse al auto en momentos en que éste arrancaba. Uno de los asaltantes le grita que se baje, pero el empleado no ceja. Entonces lo bajan de un tiro.

Además de todos esos detalles, la policía chilena informa a sus colegas argentinos que la banda estaba integrada por 5 hombres, uno de los cuales embarcó en Valparaíso hacia Francia y los otros cuatro se han dirigido a la Argentina. En Santiago de Chile se ha descubierto la pensión donde vivían. La dueña de la misma declaró que “eran cinco hombres educados, continuamente hablaban de luchas sociales y se llamaban a sí mismos revolucionarios españoles y que recorrían los pueblos de América en busca de fondos destinados a financiar el derrocamiento de la monarquía española”.

Los cuatro que han pasado a la Argentina levan documentos a nombre de Ramón Carcaño Caballero, mejicano; José Manuel Labrada Pontón, cubano; Manuel Serrano García, de Valencia, España; y Teodoro Pichardo Ramos, mejicano.

Con las fotos en las manos, la policía argentina cita a los asaltados de la Estación Las Heras y de primera Junta, si, no tienen ninguna duda, son ellos. Se inicia entonces una investigación incansable. Se allanan pensiones, hoteles y casas que alquilan habitaciones en busca de extranjeros. Pero no hay resultado positivo alguno. Interviene también Orden Social que detiene a anarquistas de acción para obtener algún indicio. Pero no saca nada en limpio.

En todos los coches de subterráneos y en los tranvías son colocados carteles con fotos de los cuatro extranjeros a los cuales “La Prensa”, después del asaltito a Primera Junta, los describe así; “todas las personas que vieron en la madrugada de ayer a los asaltantes coinciden en que se trata de individuos de buen aspecto; visten correctamente bien y nada de ellos puede hacerlos sospechosos. Más aún, su presencia es simpática”

La policía tiene dos tesis: o se han marchado de inmediato después del asaltito, al Uruguay o Brasil, a al no obtener botín en ninguno de los dos atracos, están esperando para hacer otra operación. La segunda de las tesis se iba a revelar como cierta.

“Cuando los habitantes de la tranquila ciudad de San Martín se hallaban entregados al almuerzo unos, y otros refugiados en sus hogares a cubierto de las inclemencias del sol y del calor, un grupo de forajidos armados de carabinas se situó en la puerta de entrada de la sucursal del Banco de la Provincia, frente a la plaza principal”. Así comienza “La Prensa” del 19 de enero de 1926 la descripción del famosos asaltito al Banco de San Martín, que tan comentado fue en su tiempo.

Siete desconocidos (cuatro de ellos con antifaces) bajan de un doble faeton en la esquina de Buenos Aires y Belgrano, a dos cuadras de la comisaría. Cuatro se introducen en el Banco y los otros tres, con armas largas, se apostan en la entrada principal. Es un asaltito muy curioso, con un matiz de bandoleros porque los tres que se han quedado afuera cuando ven que se aproxima algún peatón desprevenido lo apuntan silenciosamente con sus armas largas. Los desprevenidos creen al principio que se trata de una broma pero cuando ven que la cosa es seria salen disparando. Mientras tanto los cuatro que han entrado, trabajan rápidamente. Sortean los mostradores, revisan los cajones de los pagadores y van juntando todo el dinero que encuentran. Ni se molestan en llegar a la caja de hierro. Recolectan 64.085 pesos. Los empleados bancarios al ver entrar a los saltantes obedecen cuando una ronca voz española grita:

—¡Al que se mueve… cuatro tiros!

Pero dos de los bancarios, que se han tirado tras el mostrador tratan de salir gateando por una puerta trasera. Es cuando uno de los enmascarados los ve y sin dudar un instante los balea, matando al empleado Rafael Ruiz e hiriendo a otro.

Con el dinero obtenido, escapan con el automóvil. Los persiguen pero cubren su retirada a balazos, no ahorrando pólvora.

La policía está ante un nuevo hecho. Esta vez la desorienta el número de los asaltantes: siete más un chofer. Es decir que si se trata de la banda venida de Chile, ha encontrado aquí nuevos colaboradores. Están en medio de las investigaciones cuando salta la gran noticia en el Departamento Central de Policía. Hay gran nerviosismo y se convoca a los periodistas a conferencia de prensa.

Se ha recibido respuesta de las autoridades policiales de Barcelona acerca de los cuatro asaltantes de la estación de tranvías Las Heras, de Primera Junta y del Banco de Chile: no son no mejicanos, ni cubanos —dice la policía barcelonesa— sino españoles y los cuatro nombres dados son falsos. Esta es la verdadera identidad:

Ramón Carcaño Caballero es en realidad
Buenaventura Durruti
, nacido en la ciudad de León, el 14 de julio de 1886, de profesión motorista.

Teodoro Pichardo Ramos es
Francisco Ascaso
, de Almudévar, Huesca, nacido el 2 de abril de 1901.

Manuel Labrada Pontón, es
Alejandro Ascaso,
de Almudévar, Huesca, nacido el 17 de octubre de 1889.

Manuel Serrano García es
Gregorio Jover Cortés
, nacido en Valencia en 1892.

Añade la policía de Barcelona que se trata de “una banda temible de anarquistas que durante mucho tiempo actuó en Barcelona donde cometió numerosos asaltitos, robos y asesinatos”. Además, a Ascoso se lo sindica como el autor de la muerte del cardenal Soldevila, de Zaragoza.

Luego, con ayuda de las policías de Méjico y de Cuba se reconstruirá toda la trayectoria de este grupo anarquista español que comienza asaltando al banco de Gijón, en España, para obtener fondos en esa lucha que los libertarios españoles llevan contra la dictadura de Primo de Rivera. De Gijón pasan a Méjico donde realizan un asaltito exitoso en Carolina, episodio en el que resulta muerto uno de los asaltados, de allí marchan a Cuba donde atracan también con éxito un banco. En la Habana embarcan en el vapor “Oriana” con el cual viajan hasta Valparaíso, Chile, donde llegan el 9 de junio de 1925. Allí trabajan en diversos oficios hasta que el 11 de julio asaltan el Banco de Chile en Santiago. Vuelven a trabajar como obreros hasta que a principios de agosto viajan por tren hasta Buenos Aires.

Está todo esclarecido. Ahora basta aprenderlos. Aquí ya está en juego una cuestión de prestigió internacional. Al tener la certeza de que se trata de anarquistas, las investigaciones se dirigen al sector ideológico que se sabe es partidario de la violencia y de la expropiación. Además, se vigilan atentamente los lugares donde Durruti puede abandonar el país.

Pero no tendrá la policía argentina la satisfacción de apresarlos, Aunque sí los franceses.

Cinco meses después del asaltito al Banco de San Martín un cable de París informaba que la policía francesa había desbaratado un atentado anarquista contra la vida de Alfonso XIII, rey de España, durante la visita que éste realizaba a Francia. En efecto, dos anarquistas españoles, Francisco Ascaso y otro que se hace llamar Duretti, fueron apresados en un humilde hotel de Cliché con plano y armas que evidenciaban su propósito de realizar un atentado en gran escala contra el monarca español.

Esta información conmociona a la policía argentina, que desea vengar la muerte del cabo Núñez, caído en el asaltito de Primera Junta, y se dirige a sus colegas de Francia pidiéndoles detalles de cómo han llegado Ascaso y Durruti a Francia, con qué pasaportes y también que traten de detener a Jover Cortés y al hermano de Ascaso.

Responde los parisinos que Francisco Ascaso llegó a Cherburgo el 30 de abril de 1926, por barco, lo mismo que Buenaventura Durruti. Días después los franceses logran detener también a Jover Cortés. Los tres llegaron con pasaportes uruguayos: el primero con el nombre de José Cotelo; el segundo de Salvador Arévalo, y el tercero, de Luís Victorio Repetto. Los tres pasaportes han sido obtenidos en el consulado del Uruguay en Buenos Aires.

Para la policía la cosa es pan comido: José Cotelo es un anarquista uruguayo que vive en Buenos Aires. Lo detiene pocas horas después. Cotelo reconoce que el 1º de abril obtuvo un pasaporte uruguayo a su nombre, pero que horas después lo perdió, posiblemente por que se le callo del bolsillo. Una explicación tan ingenua no puede menos que indignar a los pesquisantes, que le dicen a Cotelo que él va apagar todos los platos rotos por Durruti y compañía. Pero Cotelo se mantendrá en su ingenua respuesta. Los otros dos nombres, Arévalo y Reppeto, pertenecen también a activos anarquistas —el primero es obrero panadero— del Uruguay que actúan en Buenos Aires. Pero estos dos últimos no pueden ser hallados. Cotelo, luego de centenares de interrogatorios infructuosos, es dejado en libertad por el juez, después de varias semanas de calabozo.

Pero en lo que no se da por vencida nuestra policía es en obtener la extradición de Durruti, Ascaso y Jover. Altos oficiales de la policía han llagado hasta el propio presidente Alvear para pedirle que ejerza su reconocida influencia en París —donde ha sido largos años embajador— para obtener la rápida entrega de los tres anarquistas. Para acelerar los trámites se envían a París a los tres mejores hombres que tienen las filas policiales porteñas: Fernández Bazán, Romero y Carrasco. Y la cancillería argentina solicita oficialmente la extradición al gobierno de Francia. Luego de largos tramites y vacilaciones los franceses acceden y comunican al ministro argentino en París, Álvarez de Toledo, que Durruti, Ascaso y Jover están a su disposición. Se alista entonces un buque de guerra de la marina argentina, el transporte “Bahía Blanca”, para traerlos a Buenos Aires.

Los anarquistas —por intermedio de “La Antorcha” —denunciarán que el trasfondo de todo esto es una maniobra de los gobiernos argentino, francés y español. Dicen: “En la infame confabulación en que se juega la surte de tres hombres, compañeros nuestros —Ascaso, Durruti y Jover— como en toda partida en que intervienen tahúres en complicidad, hay, además de los que aparecen —Francia y la Argentina— otro tahúr más siniestro que al parecer no participa en el juego, pero cuyas inspiraciones siguen y a cuyo servicio están aquellos. Este es España. Por guardar las formas, ya que no existe tratado de extradición, Francia no se la concedió a España. Pero solidarios en todo, los gobiernos cuando se trata de perseguir subversivos, se le da indirectamente satisfacción concediéndosela a la Argentina, con lo que el gobierno francés cumple un doble objetivo: obtiene de la Argentina a cambio de la extradición otorgada a despecho de todos los requisitos legales, un aplazamiento en el pago de la deuda de guerra por compras de trigo, y complace al mismo tiempo al gobierno español, quien confía obtener de la Argentina la extradición de los tres españoles, si no se les condena aquí, ya que existe entre ambos países tratado de extradición.”

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