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Authors: Osvaldo Bayer

Tags: #Ensayo

Loa Anarquistas Expropiadores (7 page)

BOOK: Loa Anarquistas Expropiadores
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En mayo de 1925, Roscigna publicó un escrito titulado “Anarquistas incongruentes” en el que califica duramente a los ácratas italianos que forman parte del Comité Antifascista junto a socialistas, liberales y comunistas. Dirá allí: “
No es admisible que en la actualidad quede un solo anarquista militando en la ignorancia de lo que es y de lo que aspira a ser el partido comunista. Millares de compañeros muertos, presos y proscritos: he aquí el balance siniestro del gobierno que en Rusia ejerce una dictadura no menos liviana que la del fascismo en Italia”.

Y más adelante señala: “¿
Es que los compañeros ignoran la tradición del oprobio y la obra nefasta desarrollada por esos malos pastores dentro de las organizaciones obreras rebeldes de este país? ¿Reconocerán acaso la labor de “bomberos” desarrollada por los comunistas durante el inolvidable episodio de la toma de las fábricas en Italia? ¿Ignoran la diaria masacre que, como una reeditada Cronstadt, se abate la silenciosa e inexorable sobre todo lo que represente una oposición o simple discusión a las órdenes emanadas de los nuevos amos de Rusia, aun cuando ella expresen los mismos creadores del comunismo que pretenden conservarse en un terreno de honesta consecuencia?”

Finaliza pronunciándose contra toda alianza con quienes “
como antítesis de nuestros fines de libertad propagan solamente autoridad

En julio de 1927 los anarquistas vuelven locos a todos aquellos que tienen algo de norteamericano, por el asunto de Sacco y Vanzetti. Los atentados terroristas se suceden unos a otros. La policía cree que el inspirador de toda la campaña es el italiano Severino Di Giovanni pero no deja de sospechar de ese otro anarquista de aspecto tan tranquilo que se llama Miguel Ángel Arcángel Roscigna. Éste, el 24 de julio de ese año comete la torpeza de ir a dormir a su casa, en César Díaz 4585. Allí lo detienen los empleados de investigaciones de Orden Social. Ya saben que no le van a poder probar nada, pero quieren “probarlo un poco”. Además, han recibido informes de la policía uruguaya de que Roscigna junto con Emilio Uriondo son los que pusieron la bomba a la legación de Estados Unidos en el Uruguay y los que prepararon un artefacto explosivo dentro de un libro —una verdadera obra de arte bombástico— para enviárselo al director de la cárcel de Ushuaia.

A Roscigna lo tiene varios días en Orden Social. Pero lo único que logran sacarle son mentiras: dice con cara de inocente que ha abandonado las ideas anarquistas, que su actuación en las luchas obreras son cosas de la juventud pero que ya tiene 36 años y ahora se dedica al estudio de la avicultura porque próximamente instalará un criadero.

Con hombres así, indoblegables, la policía tiene dos salidas: o liquidarlos directamente (ley Bazán) o soltarlos y seguirlos para descubrir la madriguera sorprendiéndolos con las manos en la masa para que así ningún juez los pueda liberar por falta de pruebas.

Los hombres de Orden Social, dedicados a la caza de Di Giovanni no insisten en Roscigna. Grave error para ellos. Les va a dar un terrible dolor de cabeza. Los convertirá en hazmerreír de la población apenas dos meses después.

Cuando la justicia pone en libertad a Roscigna por falta de pruebas, éste cree haber nacido de nuevo. Pero sabe que es la última. El sub-comisario Buzzo se lo ha dicho claramente: “tenés tres posibilidades: ir a criar gallinas a La Quiaca, meterte en un seminario y estudiar de cura o directamente suicidarte, así nos ahorras el trabajo, porque la próxima vez que te encotremos en alguna calle de Buenos Aires te baleamos, te ponemos una pistola en la mano con cápsulas servidas y te caratulamos resistencia a la autoridad”.

Pero Roscigna tiene otras preocupaciones: el problema de la atención de los presos anarquistas es un desastre, no hay plata que alcance. Por ejemplo, se ha tenido que suspender por falta de fondos la vianda diaria que se les mandaba a Caseros y a la penitenciaría y que salía nada menos que cien pesos mensuales por persona. Eso se ha tenido que reducir a una ayuda de 8 a 10 pesos semanales que se da por igual a todos los detenidos anarquistas, sean condenados, encausados o en averiguación en el departamento central. A pesar de esta reducción la sangría es tremenda, puesto que, además, hay que ayudar a las familias de los presos y a los fugitivos. Por otra parte Roscigna no se conforma con la parte pasiva de ayudar a los que están encanastados sino que lo seduce la liberación de los compañeros presos, así los tengan guardados en el lugar más inexpugnable. Y para todo eso —como ya dijimos— se necesita mucha plata. Si bien Roscigna es un optimista en todo, es hombre práctico; las cosas hay que hacerlas bien, a lo grande.

En ese sentido, al lado de Durruti ha aprendido mucho en los pocos meses en que anduvieron juntos: si, hay que insistir con las listas de solidaridad haciendo que los obreros den todos sus centavitos disponibles para los compañeros que estén entre rejas; eso habitúa a la fraternidad y crea una obligación moral revolucionaria, pero por otro lado hay que actuar y obtener fondos en actos expropiatorios, sin ninguna clase de miramientos con los que están gozando de la vida mientras otros sufren.

Roscigna quiere preparar algo meticulosamente para que valga la pena hacerlo, es decir, que dé bueno ganancia, sin mucho ruido. Pare ello, cuenta con su incondicional amigo Andrés Vázquez Paredes, un joven español decidido, de ideas claras, inteligentes. Tiene detrás de sí una vida muy activa en la lucha en el sindicato de pintores, experto en la fabricación de bombas, que ha sufrido cárcel por los atentados terroristas de 1921 en la campaña pro Radowitzky. El mismo Vázquez Paredes fue quien facilitó la bomba al anarquista alemán Kurt Wilckens con que mató al teniente coronel Varela.

Pero su bien lo tenía a Vázquez Paredes, le faltaba un hombre fundamental: Emilio Uriondo, preso en la cárcel de Punta Carretas, en Montevideo, por el atentado contra la legación de Estados Unidos.

La figura de Emilio Uriondo es un mentís para todos aquellos que dicen que el movimiento anarquista en la Argentina fue exclusivamente extranjero. Uriondo es criollo de pura cepa: Emilio Adelmo Uriondo, es de los pagos de Magdalena. En él se conjunciona todo lo positivo de nuestro hombre autóctono: noble, que se echa jamás atrás cuando están en juego los amigos o los principios de lealtad, de una sola pieza, entero siempre. Pero sobre esa base tiene la viveza del criollo, esa intuición que le hace ver quién es y quién no es. Su viveza la aplica con la policía, con la autoridad, porque como buen criollo es levantisco, rebelde a ultranza: a él no le gusta que lo manden ni que lo atropellen. ¿Quién les ha dado jinetas a los otros para que lo manden a él? Dios, la única bendición que les ha dado a los hombres es su libertad, palabra sagrada. El necesita esa libertad porque es respetuoso de la libertad de los demás. Posee esa cultura nata del criollo, es fino, hasta delicado cuando habla, no necesita de palabras gruesas para expresarse. Y es aguantador. Es capaz de resistir cualquier dolor físico: sobre las anchas espaldas de su estampa de paisano bonaerense caerán muchos años de Ushuaia, muchos garrotazos, muchas lluvias y soles en interminables huidas a pie, de noche, por regiones desoladas y por montañas, muchos días de plantones de los interrogatorios de ”sillas” con los torniquetes que van aproximando cada vez más las piernas a las manos por la espalda, como se hace hoy en el Congo, y que cauda tanto espanto a los cristianos occidentales que miran las radiofotos en los diarios. Y tiene otra cualidad: es estudioso, autodidacta, posee una cultura política como pocos; no hace gala de ella, pero sabe muy bien lo que sostienen Bakunin y Marx, Kropotkine y Engels, Malatesta y Lenin. Y es un convencido de que a la teoría hay que acompañarla de la acción, porque si no, no sirve de para nada. Por eso no le hace mella la campaña de los anarquistas intelectuales que se persignan escandalizados ante los hechos de un Di Giovanni o de un Roscigna.

Este Uriondo es el hombre que le falta a Roscigna para dar el golpe deseado, pero está preso. Debe buscar a otros. Necesita hombres de acción, y éstos son pocos. Se decide entonces por los hermanos Moretti, dos hombres no muy claros en sus ideas pero que se han jugado más de una vez. Han sido protagonistas de la huelga contra la Energina, compañía petrolera. El movimiento de fuerzas se originó por los expendedores en los surtidores de nafta que allí hacían “expropiación” de combustible. La empresa los descubrió y los echó. Y vino la solidaridad anarquista en un momento pleno de violencias que provocó hasta la polémica dentro del movimiento libertario. Allí surge la figura de Eliseo Rodríguez, anarquista español de perfiles nítidos, del que no ocuparemos más adelante.

Roscigna tiene sus hombres: Andrés Vázquez Paredes, Vicente Moretti y Antonio Moretti, todos dispuestos a seguirlo a cualquier parte.

El 1º de octubre de 1927, en la entrada del hospital Rawson, en medio de la gente que viene y va, enfermos y familiares, hay tres hombres con vendajes en la cabeza. Posiblemente víctimas de algún accidente. A nadie le llama la atención que estén precisamente allí, en la puerta, tal vez esperando a alguien. Al que esperan es al pagador de los sueldos, que debe estar por llegar.

Los tres vándalos son Miguel Arcángel Roscigna, Andrés Vázquez Paredes, y Antonio Moretti. A treinta metros de allí en un doble faeton espera Vicente Moretti.

Cuando llega el auto con el pagador y éste baja con la maleta en la mano acompañado por el policía, los tres vándalos se le acercan y los amenazan con pistolas. Todo, luego, es rápido y desgraciado. El pagador suelta la maleta, uno de los anarquistas la toma y corre hacía el auto. Los otros dos hacen lo mismo pero uno de ellos, al darse la vuelta nota que el policía a sacado la pistola. El movimiento instintivo le gana de mano y en puntería: mientras corre va desdibujado cómo el policía cae. Luego se enterará por los diarios que se llamaba Francisco Gatto, era agente de la policía de la Capital y, que falleció casi en el acto.

El botín ha sido muy bueno: 141.000 pesos. Pero antes de pensar en qué se va hacer con esa cantidad nada despreciable, es necesario huir. Porque a pesar de varias pistas falsas, la policía no está muy desencaminada. El director de investigaciones, comisario Santiago —era amigo de Yrigoyen y viejo enemigo de los anarquistas— ha dicho desde un principio que ésa es obra de anarquistas. Y al primero que detiene es al chofer Dositeo Freijo Carballedo, víctima obligada de todas las investigaciones: cuando ocurre un atentado con bombas o un asaltito, el primero que detiene es a ese español que, si bien no es ningún santo, en este caso nada tiene que ver.

Roscigna comprende que ha llegado el momento de dejar Buenos Aires y el país y trasladarse a Uruguay, donde tiene muy buenos amigos. Para eso recurre al andaluz Busto Duarte, un lanchero del tigre, incondicional de los anarquistas, quien meses después será quien dará refugió en el Delta a Severino Di Giovanni cuando lo persiga toda la policía.

Bustos Duarte, esta dispuesto. Con él viajarán —en el bote “
E pur se muove
”— Roscigna, los hermanos Moretti. Vázquez Paredes tomará otro rumbo. Dejarán el automóvil en un garage de San Fernando que les recomienda otro vecino del Tigre, a quien todos conocen como el “Bebe Castro”. Los tres prófugos cruzan el Delta y pasan la noche en un rancho que don Hilario Castro —padre del “Bebe”— tiene en Palmaria.

Pero el dueño del garage de San Fernando es un hombre que trabaja a dos puntas. Luego de cobrarles sus buenos pesos para darle refugió al automóvil, hace la confidencia a la policía. Se moviliza de inmediato toda la dirección de Investigaciones y de Orden Social. Van al garage, descubren el auto del asaltito, detienen al “Bebe” Castro y se dirigen a la casa del lanchero Bustos Duarte. Éste no está, pero si su esposa, quien sorprendida responde con pelos y señales todo lo que le pregunta la policía: reconoce a Roscigna y a los dos Moretti por fotografía, lo mismo que a Vázquez Paredes, agregando que éste no viajó en el bote con su esposo.

Para la policía está todo esclarecido. Solicita la colaboración de las autoridades policiales uruguayas y envía comisiones a Colonia, Palmira, Carmelo y Montevideo. Se movilizan todos los medios disponibles para la captura de los autores del asaltito al Rawson. Mientras tanto Roscigna y los Moretti, luego de recorrer a caballo los montes cercanos de Palmira han alquilado un automóvil y emprenden viaje a Montevideo. Cuentan con el asesoramiento del “baqueano” Osores, un paisano oriental dispuesto a dejar el pellejo por los anarquistas.

Los comentarios a la prensa de los comisarios argentinos Santiago y Zavala llenan de optimismo a todos los que esperan la captura de los tres. Les van pisando los talones y el detalle de la persecución dala en los diarios hora por hora, de Palmaria se dirigen a La Agraciada, pasan por Drabble, hacía el Norte, lleguen a Soriano y siguen hasta Mercedes. De allí toman el camino a Montevideo y pernoctan en Cardona, en un hotelillo justo frente a la comisaría. De cada localidad que pasan llegan noticias de testigos. Y todo es reflejado por los diarios. Por ejemplo “La Prensa” denuncia que en Cardona, en el lugar denominado La Lata, los prófugos estuvieron haciendo ejercicio de tiro. Dice así, en su edición del 16 de octubre de ese año: “
A Roscigna se lo considera el cabecilla de los malhechores, suponiéndose que tiene sobre sus cómplices una influencia moral grande, inspirada en su mayor audacia y decisión, como así también en sus condiciones de tirador diestro y temible, como demostró en la exhibición que hizo delante de algunas personas de La Lata (Cardona), ante las cuales, a una distancia de 30 metros y usando winchester, máuser y revólver, agujereo el fondo de un envase que no tenía más circunferencia que una moneda de plata uruguaya del valor de un peso: Éste ejercicio lo encaraba Roscigna desde dos aspectos: como adiestramiento de una condición que le podría ser muy útil en cualquier momento, y como alarde de dominio absoluto en un `sport´
”.

De San José se salvan por unos minutos de caer en poder de la policía uruguaya que en todo es asesorada por la argentina. Llegan por último a Montevideo y lo primero que hacen es tomar un refresco en el café De Salvo, en avenida Millán y Vilardebó. Allí se despiden del baqueano Osores. Del café se dirigen caminando a la peluquería situada en las cercanías del mercado agrícola, de la calle José L Terra, donde se hacen afeitar y luego se pierden en las calles de ese barrio obrero, en que viven muchos ácratas. Esa es la última noticia que se tiene. Luego, pese a todos los esfuerzos, la policía no encontrará un rastro más. Todo el optimismo se derrumba. Y los diarios comienzan entonces a criticar duramente a la policía por su falta de rapidez. “Crítica” aprovecha para desatar una cruel burla contra los hombres del comisario Santiago, que dirige la pesquisa. A toda página titula, por ejemplo: “
En todas partes, en el Uruguay y aquí, la policía encuentra automóviles fantasma
”. Y un recuadro titulado “
En los dominios de Mark Twain

: “Mark Twain nos ha relatado la grotesca aventura de aquellos investigadores que, provistos de una lupa, siguen las huellas de un fugitivo elefante. Abstraídos en la búsqueda, con los ojos fijos en el suelo, examinan las marcas que, entre otras tantas del camino, van dejando las plantas del fabuloso paquidermo. De pronto, sus frentes chocan contra una mole imprevista, levantan sus ojos y se encuentran de narices contra el elefante, recién perceptible para ellos a pocos milímetros de distancia y gracias a un causal accidente, no obstante su monumental volumen. Algo exactamente es lo que está ocurriendo con nuestra policía —la mejor del mundo—. Por ver mejor, no se ve nada y cuando ven algo será porque los otros se dejan descubrir. Si alguna duda existiera sobre la eficacia teórica de nuestros detectives, quedaría desvanecida ante la infalible certeza de sus suposiciones. Pero ya en el terreno propicio, el malhadado, el pertinaz detalle, el minuto perdido, cualquier falta en el tiempo, en el espacio o la distancia, pone entre los sabuesos y la presa una desconcertante lejanía. La mente del vodevilista bulervardier más afortunado no podría idear, por cierto, situaciones tan espeluznantes y cómicas como las que nos ofrece, cotidianamente la mejor policía del mundo, en la más espectacular de las pesquisas”.

BOOK: Loa Anarquistas Expropiadores
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