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Authors: Bret Easton Ellis

Tags: #Relato

Menos que cero (3 page)

BOOK: Menos que cero
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Estoy sentado en Du-par's de Studio City esperando a Blair y Alana y Kim. Me llamaron para decirme que fuera al cine con ellas, pero había tomado Valium y me dormí a primera hora de esa tarde y no hubiera podido llegar a tiempo de reunirme con ellas en el cine. Así que les dije que nos veríamos en el Du-par’s. Estoy sentado ante una mesa junto a una ventana muy grande y pido un café a la camarera, pero no me lo trae y se pone a limpiar la mesa que hay junto a la mía y coge el pedido de otra mesa. Parece que lo que pasa es que no quiere traerme nada porque las manos me tiemblan de mala manera. Enciendo un pitillo y me fijo en un gran christmas desplegable que hay encima del mostrador principal. Un Santa Claus de plástico con luces de neón sostiene un caramelo de Styrofoam de un par de metros de largo. También hay todas esas cajas enormes verdes y rojas apoyadas contra él y me pregunto si habrá algo dentro de las cajas. Ojos enfocados de pronto en los ojos de un tipo negro y menudo de mirada intensa que lleva una camiseta de los estudios Universal y está sentado dos mesas más allá de la mía. Me está mirando y bajo la vista y doy una calada al pitillo. El tipo sigue mirándome y lo único que puedo pensar es que, o no me ve, o yo no me encuentro aquí. A la gente le da miedo mezclarse.
Me pregunto si estará en venta
.

De repente Blair me besa en la mejilla y se sienta. También lo hacen Alana y Kim. Blair me cuenta que a Muriel la han hospitalizado hoy debido a su anorexia.

—Se desmayó en clase de cine. La llevaron al Cedars-Sinai, que no es precisamente el hospital más cercano a la U.S.C. —dice Blair de una tirada, encendiendo un pitillo. Kim lleva unas gafas de sol color de rosa y también enciende uno y luego Alana le pide otro.

—¿Vendrás a la fiesta de Kim, Clay? ¿Vendrás, verdad? —pregunta Alana.

—Oh, sí, Clay. Tienes que ir —dice Kim.

—¿Cuándo es? —pregunto, sabiendo que Kim siempre celebra fiestas una vez a la semana o algo así.

—A fines de la semana que viene —me dice, aunque comprendo que a lo mejor quiere decir mañana.

—No sé con quién ir —dice Alana de repente—. Dios mío, no sé con quién demonios ir. —Hace una pausa—. Acabo de darme cuenta.

—¿Qué pasa con Cliff? ¿Por qué no vas con Cliff? —pregunta Blair.

—Con Cliff voy yo —dice Kim mirando a Blair.

—Muy bien —dice Blair.

—Bueno, pues si tú vas con Cliff, yo iré con Warren —dice Alana.

—Yo creía que quien salía con Warren eras tú —dice Kim a Blair.

Miro a Blair.

—Salía, pero ya no salgo con Warren —dice Blair.

—No salías con él. Follabas —dice Alana.

—Da lo mismo —dice Blair, ojeando la carta y lanzándome una mirada por encima de ésta.

—¿Te acostaste con Warren? —pregunta Kim a Alana.

Alana mira a Blair y luego a Kim y luego a mí y dice:

—No, no me acosté. —Vuelve a mirar a Blair y luego otra vez a Kim—. ¿Y tú?

—No, pero creo que Cliff se acostaba con Warren —dice Kim, confusa durante un momento.

—Tal vez sea verdad, pero yo creía que Cliff se acostaba con Didi Hellman —dice Blair.

—No, eso no es cierto. ¿Quién te lo dijo? —quiere saber Alana.

Durante un momento me doy cuenta de que yo mismo podría haberme acostado con Didi Hellman. Me doy cuenta asimismo de que también podría haberme acostado con Warren. No digo nada. Probablemente lo sepan ya.

—Te lo contó Didi —dice Blair—. ¿Fue ella la que te lo contó?

—No —dice Kim—. No me lo contó ella.

—A mí tampoco —dice Alana.

—Pues a mí sí me lo contó —dice Blair.

—¿Y qué sabe ella? Si vive en Calabasas, por el amor de Dios —gruñe Alana.

Blair piensa en esto durante un momento y luego dice lentamente, con toda tranquilidad:

—Si Cliff se acuesta con Didi, entonces debe de haberse acostado con… Raoul.

—¿Quién es Raoul? —preguntan Alana y Kim al mismo tiempo.

Abro la carta y hago como que la leo, preguntándome si me habré acostado con Raoul. El nombre me suena familiar.

—Didi tiene otro novio. Le gustan los tríos. Es ridícula —dice Blair cerrando su carta.

—Sí, Didi es muy ridícula —dice Alana.

—Ese Raoul es negro, ¿verdad? —pregunta Kim al cabo de un rato.

No, yo no me he acostado con Raoul.

—Sí. ¿Por qué?

—Porque creo que le conocí en una fiesta de The Roxy.

—Creía que le había liquidado una sobredosis.

—No, no. Es guapísimo. Creo que es el negro más guapo que he conocido jamás —dice Blair.

Alana y Kim asienten. Cierro mi carta.

—¿No es marica? —pregunta Kim, que parece interesada.

—¿Quién? ¿Cliff? —pregunta Blair.

—No. Raoul.

—Es bisexual —dice Blair. Y luego, insegura—: O eso creo.

—No creo que se haya acostado nunca con Didi —dice Alana.

—Bueno, en realidad yo tampoco —dice Blair.

—¿Entonces por qué sale con él?

—Cree que tener un novio negro es chic —dice Blair, aburrida de la conversación.

—¡Valiente estupidez! —dice Alana con una mueca de disgusto.

Dejan de hablar las tres y luego Kim dice:

—No tengo ni idea de si Cliff se ha acostado con Raoul.

—Cliff se ha acostado con todo el mundo —dice Alana y pone los ojos en blanco, y Kim y Blair se ríen. Blair me mira y trato de sonreír y luego llega la camarera y toma nota.

Como predije, la fiesta de Kim es esta noche. Sigo a Trent a la fiesta. Trent lleva corbata cuando aparece por mi casa y me dice que me ponga una, conque me pongo una roja. Cuando nos paramos en San Pietro a comer algo antes de la fiesta, Trent se ve reflejado en una de las ventanas y hace una mueca y se quita la corbata y me dice que me quite la mía, lo cual resulta de lo más adecuado, pues en la fiesta nadie la lleva.

En la casa de Holmby Hills charlo con un montón de gente que me habla de comprar chaquetas en Fred Segal y de sacar entradas para conciertos y oigo a Trent contarle a todo el mundo lo mucho que se divierte en el club en el que se ha inscrito en la U.C.L.A. También charlo con Pierce, un amigo del colegio, y me disculpo por no haberle llamado a mi vuelta y él me dice que no importa y que estoy pálido y que le han robado el BMW nuevo que su padre le regaló el día de la entrega de diplomas. Julian está en la fiesta y no parece andar tan jodido como dijo Alana: sigue moreno como siempre, el pelo rubio y corto, tal vez algo delgado, pero en cualquier caso con buen aspecto. Julian le dice a Trent que siente haberle dado plantón en el Carney’s la otra noche y que ha andado muy ocupado y yo estoy al lado de Trent, que acaba de terminar su tercer gin tonic, y le oigo decir: «Eres un jodido irresponsable», y me aparto preguntándome si debería preguntar a Julian qué quería cuando llamó y dejó el recado, pero cuando cruzamos la mirada y vamos a decirnos hola, aparta la vista y se dirige al cuarto de estar. Blair se me acerca bailando y canta «Do You Really Want to Hurt Me?», probablemente muy pasada pues en absoluto quería hacerle daño a nadie, y me dice que parezco contento y me da una caja envuelta en papel de Jerry Magnim y me susurra al oído: «Feliz Navidad, so zorro», y me besa.

Abro la caja. Es un pañuelo. Le doy las gracias y digo que es realmente bonito. Ella me dice que me lo pruebe para ver cómo me queda y yo digo que normalmente los pañuelos le quedan bien a todo el mundo. Pero Blair insiste y me pongo el pañuelo y ella sonríe y murmura: «Perfecto», y vuelve al bar por otra copa. Me quedo solo con el pañuelo alrededor del cuello en una esquina del cuarto de estar y entonces localizo a Rip, el que me suele vender, y me tranquilizo al instante.

Rip lleva una especie de mono holgado que probablemente compró en Parachute, y un sombrero flexible negro muy caro, y Trent le pregunta a Rip, cuando éste se abre paso hacia mí, si se va a tirar en paracaídas.

—¿Qué? ¿Vas a tirarte en paracaídas? —repite Trent muerto de risa.

Rip se limita a mirar fijamente a Trent hasta que Trent deja de reír.

Julian vuelve a la habitación y voy a acercarme a él y decirle hola, pero Rip agarra el pañuelo que llevo alrededor del cuello y me arrastra hasta una habitación vacía. Observo que en la habitación no hay muebles y me pongo a preguntarme por qué; entonces Rip me da un golpecito en el hombro y dice riendo:

—¿Cómo te ha ido?

—Estupendamente —digo—. ¿Por qué no hay muebles aquí?

—Kim se traslada —dice—. Gracias por contestar a mi llamada, carapijo.

Sé que Rip no me ha llamado, pero digo:

—Lo siento, sólo llevo cuatro días resucitado y… no lo sé… Pero he andado buscándote.

—Bien, pues aquí estoy. ¿En qué te puedo ayudar?

—¿Qué tienes?

—¿A qué te has dedicado en ese sitio? —pregunta Rip, sin interés por responderme. Saca dos papelinas del bolsillo.

—Bueno, hice un curso de arte y un curso de literatura y un curso de música…

—¿Un curso de música? —me interrumpe Rip, pretendiendo estar interesado—. ¿Compusiste música?

—Bueno, sólo un poco. —Me saco la cartera del bolsillo trasero del pantalón.

—Oye, he escrito algunas letras. Ponles música. Ganaremos millones.

—¿Millones de qué?

—¿Vas a volver? —pregunta Rip sin perder comba.

No digo nada, me limito a mirar el medio gramo que ha puesto encima de un espejito de bolsillo.

—Deberías quedarte… y tocar… aquí, en Los Angeles —dice Rip riendo.

Enciende un pitillo. Hace cuatro grandes líneas con una cuchilla y luego me da un billete de veinte dólares enrollado y me inclino y esnifo una línea.

—¿Dónde? —pregunto, alzando la cabeza y sorbiendo ruidosamente por la nariz.

—¿Dónde va a ser? —dice Rip al tiempo de inclinarse—. En la facultad. Pareces tonto.

—Podría ser —digo mientras él agacha la cabeza y esnifa un par de líneas, largas y gruesas. Luego me da el billete enrollado y dice:

—Eso mismo supongo yo.

—Sí —le contesto encogiéndome de hombros y me vuelvo a inclinar sobre el espejo.

—Bonito pañuelo. Bonito de verdad. Parece que a Blair todavía le gustas.

—Eso parece —digo esnifando la otra línea.

—Conque eso parece, ¿eh? —dice Rip riendo.

Sonrío y me vuelvo a encoger de hombros.

—Es buena. ¿Qué tal un gramo?

—Aquí lo tienes, tío. —Me da una de las papelinas.

Yo le doy dos billetes de cincuenta y uno de veinte y él me devuelve uno de los de veinte y dice:

—Regalo de Navidad.

—Muchísimas gracias, Rip.

—Oye, creo que deberías volver —dice guardándose el dinero—. No hagas el tonto. No te conviertas en un vago.

—¿Cómo tú? —pregunto, y lamento haberlo dicho.

—Como yo, tío —dice Rip.

—No sé si me apetece volver allí —empiezo.

—¿Qué quieres decir? ¿Cómo que no te apetece volver?

—No lo sé. Aquí las cosas son distintas.

Rip se está poniendo inquieto y tengo la sensación de que le importa un carajo si me voy o me quedo.

—Oye, estás de vacaciones, ¿no? ¿Cuánto? ¿Un mes?

—Sí, cuatro semanas.

—Bueno, un mes. Piensa en ello.

—Lo haré.

Rip se acerca a la ventana.

—¿Ya no trabajas de pinchadiscos? —pregunto, encendiendo un pitillo.

—Ya no, tío. —Pasa el dedo por el espejo y se lo frota contra dientes y encías, luego se guarda el espejo en el bolsillo—. La cuestión es conseguir que las cosas sigan como están. Volveré a eso cuando me canse. El único problema es que me parece que no me voy a cansar nunca. —Se ríe—. Tengo un maravilloso ático en Wilshire. Es fantástico.

—¿De verdad?

—Sí. Déjate caer por allí.

—Lo haré.

Rip está sentado en el alféizar de la ventana y dice:

—Creo que Alana quiere follar conmigo. ¿A ti que te parece?

No digo nada. No lo entiendo, pues Rip no se parece en nada a David Bowie, no es zurdo y no vive en la Colony.

—Bueno, ¿me la follo o qué?

—No lo sé —digo—. ¿Y por qué no?

Rip se aparta del alféizar y dice:

—Oye, tienes que venir por mi apartamento. He conseguido el pirata de
Temple of Doom
. Me costó cuatrocientos dólares. No dejes de venir, tío.

—Claro, Rip. —Nos dirigimos a la puerta.

—¿Vendrás?

—¿Por qué no?

Cuando entramos en el cuarto de estar dos chicas a las que no recuerdo se me acercan y me dicen que las debería llamar y una de ellas me habla de una noche en The Roxy y le digo que ha habido muchas noches en The Roxy y ella sonríe y me dice que de todos modos la llame. No estoy seguro de tener el teléfono de la chica y justo cuando se lo voy a pedir, Alana se me acerca y me dice que Rip la ha estado molestado y que si puedo hacer algo. Le digo que no creo. Y cuando Alana se pone a hablar de Rip, veo que el compañero de cuarto de Rip está bailando con Blair junto al árbol de Navidad. Él le susurra algo al oído y los dos ríen y dicen sí con la cabeza.

También está ese tipo ya mayor con el pelo gris algo largo y jersey de Giorgio Armani y mocasines que pasa junto a Alana y yo y se pone a hablar con Rip. Uno de los chicos de la U.S.C. que estaba en la fiesta de Blair está también aquí y mira al viejo, unos cuarenta o cuarenta y cinco años, y luego se vuelve hacia una de las chicas que conocí en The Roxy y le hace una mueca. Se da cuenta de que le estoy mirando cuando hace eso y me sonríe y yo le devuelvo la sonrisa y Alana no calla y por suerte alguien sube el volumen de la música y Prince empieza a cantar. Alana me deja cuando se oye una canción que quiere bailar, y el tipo de la U.S.C., Griffin, se me acerca y me pregunta si quiero champán. Le digo que claro y él se dirige al bar y yo busco un cuarto de baño para hacerme una línea.

Tengo que pasar por el cuarto de Kim para llegar hasta él, pues el pestillo del cuarto de baño del piso de abajo está estropeado, y cuando llego a la puerta Trent se me acerca y dice:

—Usa el de abajo.

—¿Por qué?

—Porque Julian y Kim y Derf están follando ahí dentro.

—¿Ha venido Derf? —pregunto.

—Ven conmigo —dice Trent.

Sigo a Trent escaleras abajo y salimos de la casa y llegamos a su coche.

—Entra —dice.

Abro la puerta y me meto en el BMW.

—¿Qué quieres? —le pregunto cuando él ocupa el asiento del conductor.

Se mete la mano en un bolsillo y saca un frasquito.

—Un poco de co-ca-ína —dice con falso acento sureño.

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