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Authors: Alejandro Suarez Sánchez-Ocaña

Desnudando a Google (37 page)

BOOK: Desnudando a Google
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Tenemos que utilizar los
smartphones
con cabeza y ser conscientes de que determinadas combinaciones son críticas.

a) Mediante el uso de GPS, Android genera
cookies
de geoposicionamiento.

b) Estas
cookies
podrían ser leídas y utilizadas desde una aplicación web.

c) Todos los datos están en tu Android.

a + b + c = una máquina perfecta de marketing en tiempo real, y un enorme riesgo a tu privacidad.

Tanto si tu móvil es Android, como si es un iPhone, puedes descargar aplicaciones gratuitas y de pago que te ayudarán a proteger tu intimidad. Hasta que este campo se regule como debería —y a juzgar por la actitud de los «tiburones» no será pronto— es muy recomendable hacerlo.

Amit Singhal es uno de los ingenieros más reputados en el campo del desarrollo del algoritmo del buscador. En una reciente comparecencia desde Londres explicó que los usuarios aún no son conscientes de la información que han compartido con la empresa. Google puede utilizarla en un futuro para «hacerte la vida más fácil». Tras ese planteamiento eminentemente filantrópico, debemos leer entre líneas. Lo que quiere decir realmente es que la utilizarán para «ganar más dinero». Eso está clarísimo.

En la charla también explicaba algunas situaciones desconcertantes que se nos podrían presentar al abrir el ordenador. Por ejemplo, Google podría avisarnos de nuestro próximo aniversario y sugerirnos, atendiendo a su conocimiento de nuestra pareja, el regalo más interesante. También podría ofrecernos el enlace para reservarlo en la tienda más cercana, e incluso mediante interacción y cruce de datos con redes sociales, avisarnos si debemos darnos prisa porque hay poco stock, o avisarnos con antelación si hay una larga lista de espera para la adquisición de dicho objeto.

Google te conoce. Mentalízate. Si eres un usuario habitual de la red, posiblemente ya saben la comida que te gusta, qué aficiones tienes, qué programas de televisión ves, qué actividades desempeñas habitualmente o qué compras regularmente.

La base de datos que guardan es tan exhaustiva que la propia compañía, o algún empleado sin escrúpulos con acceso a los datos críticos, puede buscar y localizar a cualquier persona en el mundo a partir de los criterios que desee.

Doug Edwards, uno de los primeros empleados de la empresa, reconocía que Google tenía, tras los atentados del 11 de septiembre, el objetivo de ganar un papel determinante en un momento crucial de la historia. De esa manera intentaron obtener información de las
cookies
y de las búsquedas anteriores a los atentados para buscar posibles vínculos de sus usuarios con los hechos e identificar sus direcciones IP, para después colaborar con la policía. Es posible que aquel momento lo justificase, dado el estado de
shock
en el que se encontraba medio mundo, aunque esto no debería ser decisión de la empresa —atenta contra derechos fundamentales de la libertad de comunicación—, sino resultado de una petición judicial. Sea como fuere, es una prueba más de que Google, o cualquiera de sus empleados, tiene la capacidad de rastrearnos, localizarnos e identificarnos. Y también supone la evidencia de que lo han hecho en el pasado en determinadas circunstancias fuera del control judicial.

Podrían hacer ya cosas realmente extraordinarias, por ejemplo si no te ofrecen a día de hoy respuestas a problemas que no has expresado tú mismo, es sobre todo por miedo al rechazo que esto podría provocar. Si nos muestran información que no hemos demandado, si hacen demasiado evidente todo lo que saben de nosotros, nos pondrían sobre aviso. Y no estamos preparados para algo así. Al menos por el momento.

Amit Singhal lo denominó SWS —
Searching Without Searching
—. Manifestó que era su sueño de futuro: el buscador que resuelve las dudas y los problemas que aún no sabes que tienes, y que ni tan siquiera has enunciado. Llevado al extremo, si todo evoluciona en esa línea, será sencillamente aterrador.

Si utilizas un producto como Google CheckOut expones a la compañía tu número de tarjeta de crédito y tu cuenta bancaria. Si usamos Maps, Earth o Street View les indicamos dónde vivimos, dónde trabajamos o qué sitios planeamos visitar. Si hacemos uso de Calendar estamos compartiendo por completo nuestras citas, contactos, horarios, rutinas de comportamiento… Una completa pauta de vida que incluso puede especificar a quién vemos y cuándo. Si éstos, a su vez, son usuarios de Google, pueden hacer que se enriquezca la información de manera dramática.

Uno de los activistas más reconocidos en la lucha por la privacidad en internet y el abuso que de ella hacen empresas como Google es Scott Cleland. En su libro
Search and Destroy
(Telescope Books, 2011) nos hace reflexionar de manera sugerente sobre la forma con la que utilizamos los productos de la empresa cada día. Según él, «podrás incluso cambiar de nombre, pero aun así no confundirás a Google». Si utilizaste Goog-411
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desde Mountain View pueden asociar el sonido de tu voz con tu verdadera identidad antes de que el servicio fuera cerrado. Google incluso puede detectar la apariencia de tu cara por reconocimiento facial si has sido etiquetado en alguna fotografía de Picassa.

Si quieren saber en cada momento dónde estás, lo pueden averiguar con servicios como Google Latitude o tu terminal Android, incluso aunque prefieras tu iPhone. Cada vez que haces una búsqueda predeterminada con Google.com, o ves un anuncio de AdMob en cualquier web o aplicación, sabrán dónde estás en ese momento.

No sólo se trata de internet. También pueden controlar el escritorio de tu ordenador como centro de operaciones mediante Google Desktop Search, con el que indexan y examinan todos tus ficheros e información personal. Si además te va la marcha y has seleccionado la opción «Mejorar Google Desktop», entonces recolectarán una cantidad indeterminada de esa información —según prometen, «de carácter no personal»— y la enviarán a sus servidores.

Si te enganchaste a Google Docs ofreces acceso de primera a tus documentos, cartas personales, hojas de cálculo y proyectos colaborativos. Incluso —y esto no lo sabe mucha gente— a los archivos que están en borrador y son bocetos, o a los que has eliminado por cualquier motivo.

Si te gusta iGoogle, al personalizar el servicio ofreces datos de tus gustos y necesidades habituales de información. Si usas Google Alertas saben qué información te interesa especialmente y a qué temas eres tan sensible que necesitas estar al día. Si usas Google Groups informas sobre tu círculo de conocidos y temas de interés, tanto actuales como pasados. Con Google Reader saben qué tipo de fuentes de información consumes habitualmente. El fantástico navegador Google Chrome es una fuente inagotable de datos sobre tu actividad en internet. Incluye no sólo qué sitios visitas, sino también en qué orden lo haces. También sabrán algo muy importante: cuánto tiempo permaneces en cada sitio, si luego haces clic en la publicidad o prefieres navegar de uno a otro. El aparentemente útil
toolbar
de Google, que nos ofrece información interesante acerca de los lugares que visitamos, se instala en los navegadores y envía todo tipo de información sobre nuestro consumo aunque no usemos Chrome y prefiramos Firefox o internet Explorer.

Si eres propietario de un sitio web y utilizas Analytics te desnudas y abres la puerta de tu casa al primer gestor de tráfico y publicidad del mundo, con lo que quedas a expensas de sus apetencias si desean utilizar torticeramente esa información. Cada vez que ves un vídeo de YouTube, ya sea desde el propio portal o por medio de uno de los visores insertado en millones de páginas de todo el mundo, Google registra qué ves, durante cuánto tiempo, desde qué ubicación y tu dirección IP. Te daré otro dato curioso: los sitios del gobierno de Estados Unidos tienen prohibido el uso de
cookies
persistentes. Por ese motivo no verás en sitios oficiales de la Administración estadounidense vídeos de YouTube.

Google+ define tus círculos sociales, quiénes son los miembros de tu familia, tus amigos, tus compañeros, cómo los jerarquizas e incluso qué grado de complicidad tienes con cada uno de ellos. Eso les permitirá en el futuro segmentar la publicidad por grupos, con lo que las posibilidades de marketing se amplían hasta lo indefinible.

Si al navegar por internet haces clic en los «+1» de Google revelas qué haces en cada momento, a qué hora visitaste cada sitio y con qué tipo de contenidos eres afín. Si tienes un perfil de Google o Gmail la compañía sabe tu nombre y tu dirección.

Uno de los productos más potentes para conocerte es Gmail. Se trata de un producto excelente al que reconozco estar totalmente enganchado. Pero también es una de las mayores cajas de Pandora que un usuario puede abrir. Insisto, mea culpa. Soy
Gmaildependiente
—algún día me desengancharé, lo prometo—. Cada
email
que escribes y recibes se convierte en una conversación a tres bandas entre tu interlocutor, Google y tú. Incluso lo que crees que es confidencial y decides eliminar tras leerlo, puede permanecer en los servidores de Google archivado durante meses, ya que ofrece información muy útil sobre ti. La empresa se reserva el derecho de almacenar el contenido durante un tiempo, tanto en sus sistemas conectados a internet como
offline
. Desde esta herramienta saben con quién tienes relaciones frecuentes, dónde están ubicadas esas personas, sus correos electrónicos, e incluso qué os une y tenéis en común. Si tienes una amante, podrás ocultárselo a tu pareja, pero no al imperio que, sin rubor, tras analizar tu correo de forma automática, te podrá ofrecer en su publicidad discretas escapadas de fin de semana. Si escribes a tu familia más directa y les explicas que quieres comprar una nueva lavadora, Google lo sabe y puede mostrarte mientras navegas publicidad de esa lavadora o de un modelo de la competencia.

Por supuesto, todos estos juguetes tienen un origen: el buscador. Google.com representa un internet aún vigente que se marchita lentamente. El internet en el que el usuario ha elaborado mediante las búsquedas su propio perfil durante años, con lo que ha generado, sin saberlo, la mayor base de datos personales del mundo.

Lejos de la versión oficial, todas y cada una de estas aplicaciones existen no para hacerte la vida más fácil, sino para atraerte, para obtener tu bien más preciado: tu información. Es lo que les permitirá generar ingresos a tu costa, y no en un momento puntual, sino para siempre.

Ahora crees que sólo eres un número. Si lo piensas un momento, eres un número con foto. Google sabe tu nombre, edad, sexo, dónde vives y veraneas. Incluso tiene la fotografía de tu casa. Google te rastrea con fines publicitarios y almacena tus correos y tu agenda. Reconócelo. Google lo es todo. Google lo sabe todo. Google sabe más de ti que tu propia pareja. Y eso, por poco que valores tu privacidad, y aunque prometan hacer buen uso de ello, debería inquietarte.

Tenemos su compromiso público de que «harán el bien», «tomarán las decisiones correctas», sólo compartirán «la información que consideren apropiada» —ellos decidirán en cada momento qué es apropiado—. Hemos creado un monstruo. Hemos agrupado el 90% de las centrales nucleares del mundo en un mismo lugar. De ahí depende la electricidad del mundo conocido. Tenemos la promesa de que lo «gestionarán bien» y debemos vivir como sus vasallos con el miedo e inquietud de que cada día se levanten con ganas de hacer lo correcto, o que la seguridad de nuestra información esté a salvo de los miles de ataques que sufre su sistema a diario. El panorama no es alentador. Nos hemos comido las manzanas. No una, ni dos. Una tras otra. Y ahora parte de nosotros les pertenece.

Cuando empecé a escribir este libro quise en todo momento evitar la analogía típica y anodina del «Gran Hermano» de Orwell. Primero, porque es un tópico evidente. Segundo, porque desde que se escribió
1984
han pasado ya más de sesenta años. Google no es el «Gran Hermano» de Orwell. Éste no le llegaría ni a la suela de los zapatos. La imaginación de un autor visionario no era suficiente para tan sólo sospechar, allá en 1949, que lo que nos esperaba llegaría en silencio, y que lo abrazaríamos encantados. Jamás hubiéramos podido imaginar sus verdaderas dimensiones.

Tal vez por mi temprana afición a la pintura, desde muy joven mantuve la poco objetiva ilusión de que algún día podría encontrar el cuadro genial de un maestro antiguo en un olvidado anticuario. Sin duda me alentaban las decenas de historias de los años sesenta y setenta de goyas o tizianos hallados por casualidad. A medida que perdemos la bisoñez comprendemos que eso no sucederá jamás. Es más, finalmente entendemos que lo barato es, generalmente, muy caro.

Esa misma bisoñez es la que debemos perder en el campo de la tecnología. Las grandes corporaciones no se dividen en «buenas y malas». Son lo que son: máquinas de generar dinero y exprimir a los clientes para alegría de sus accionistas. Google no es diferente. Es uno más, ni peor ni mejor, aunque ellos nos quieran convencer de lo contrario.

Desengáñate. Sus productos no son gratuitos. Los pagas con tu información. Como usas muchos de sus productos, eso resulta eficaz. Y puede salirte muy caro.

Usa lo que consideres más adecuado en cada momento. Algunos de los servicios que ofrecen son casi imprescindibles. No puedo darte ningún consejo al respecto. Eso sería temerario. Tan sólo te ofrezco la opinión que expreso en este libro.

Sólo a ti en cada momento —y a las autoridades, algún día— corresponde decidir si el precio que pagamos a Google es justo. Pero ten clara una cosa: cada servicio que usas lo estás pagando. No hay nada gratis, ni nadie inocente.

Moraleja: no es oro todo lo que reluce, aunque a primera vista lo parezca.

Bibliografía

Obras en Inglés:

Cleland, Scott,
Search & Destroy
,
Why you can trust Google Inc.,
Telescope Books 2011

Vaidhyanathan, Siva,
The Googlization of Everything (and Why We Should Worry)
, University of California Press, 2011

Edwards, Douglas,
I’m Feeling Lucky: The Confessions of Google Employee Number 59
, Houghton Mifflin Harcourt, 2011

Obras en español:

Ippolita,
El lado Oscuro de Google: Historia y futuro de la industria de los metadatos
, Virus Editorial, 2011

BOOK: Desnudando a Google
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