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Authors: Alastair Reynolds

Tags: #Ciencia Ficción

El Arca de la Redención (114 page)

BOOK: El Arca de la Redención
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—Es la nave —dijo Clavain con suavidad, decidido a no desilusionar a Felka.

—Sí —dijo ella—. Es la nave. Pero tú no lo entiendes. Es más que eso. Es mucho, mucho más.

Clavain empezaba ahora a preocuparse un poco.

—¿De verdad?

—Sí. Porque yo ya la he visto antes. —¿Antes?

—Mucho antes de llegar aquí, la vi. —Felka se volvió hacia él apartándose el pelo de los ojos. Guiñaba para defenderse del escozor de la espuma—. Fue el lobo, Clavain. Me mostró esta vista cuando Skade nos emparejó. En ese momento no supe qué pensar. Pero ahora lo entiendo. En realidad no era el lobo. Era Galiana, que se estaba comunicando conmigo, aunque el lobo pensaba que lo controlaba todo.

Clavain sabía lo que había pasado a bordo de la nave de Skade, cuando Felka era su rehén. Le había contado lo de los experimentos y las veces que Felka había vislumbrado la mente del lobo. Pero jamás había mencionado esto.

—Tiene que ser una coincidencia —dijo él—. Incluso si es cierto que recibiste un mensaje de Galiana, ¿cómo podía haber sabido ella lo que iba a pasar aquí?

—No lo sé, pero tuvo que haber un modo. La información siempre ha llegado al pasado, o no habría ocurrido nada de esto. Todo lo que sabemos ahora es que, de algún modo, los recuerdos que tenemos de este lugar, ya sean los tuyos o los míos, van a llegar al pasado. Más que eso, van a llegar a Galiana. —Felka se inclinó y tocó la roca que tenía bajo ella—. Por alguna razón lo esencial es esto, Clavain. No nos hemos tropezado con este lugar sin más. Nos ha guiado Galiana hasta aquí porque sabe que importa que lo encontremos.

Clavain se acordó entonces de la baliza que le acababan de enseñar.

—Si hubiera estado aquí...

Felka completó la idea.

—Si vino aquí, habría intentado comunicarse con los malabaristas de formas. Habría intentado nadar con ellos. Bueno, quizá no lo haya conseguido... pero supongamos que lo consiguió, ¿qué habría pasado?

La bruma ya se había cerrado por completo, no quedaba señal de la amenazante torre marina.

—Se habrían recordado sus patrones neuronales —dijo Clavain como si hablase en sueños—. El océano habría grabado su esencia, su personalidad, sus recuerdos. Todo lo que ella era. Lo habría abandonado de forma física, pero también habría dejado una copia holográfica de sí misma en el mar, lista para grabarse en otra inteligencia, otra mente. Felka asintió enfática.

—Porque eso es lo que hacen, Clavain. Los malabaristas de formas almacenan a todos aquellos que nadan en sus océanos.

Clavain volvió a mirar con la esperanza de vislumbrar de nuevo la nave. —Entonces ella estaría todavía allí.

—Y nosotros también podemos alcanzarla si nadamos igual que ella. Eso era lo que ella sabía, Clavain. Ese es el mensaje que coló a espaldas del lobo. A él también le picaban los ojos. —Es muy lista, esa Galiana. ¿Y si nos equivocamos?

—Lo sabremos. No necesariamente la primera vez, pero lo sabremos. Todo lo que tenemos que hacer es nadar y abrir nuestras mentes. Si está en el mar, en su memoria colectiva, los malabaristas nos la traerán.

—No creo que pueda soportar que nos equivoquemos en esto, Felka.

Su compañera le cogió la mano y se la apretó aún más fuerte.

—No nos vamos a equivocar, Clavain. No nos vamos a equivocar.

El esperó contra toda esperanza que ella tuviera razón. Felka tiró de su mano con más fuerza y los dos dieron el primer paso vacilante hacia el mar.

ALASTAIR REYNOLDS, nació en Barry, una ciudad portuaria no muy lejos de Cardiff y situada en Gales del Sur, en 1966. Reynolds creció entre las vías férreas, grúas y montañas de carbón olvidadas de la época antes de la Segunda Guerra Mundial en que Barry era un importante puerto de exportación de carbón. Tras la guerra, Barry se convirtió además en el lugar donde decenas de máquinas de vapor eran llevadas para ser desguazadas y convertidas en chatarra, otra de las imágenes que forman parte de los recuerdos infantiles del autor.

Reynolds pasó algunos años de su infancia en Cornwall. En esa época se aficionó a la ciencia ficción a través de la revista
Speed & Power
, que empezó a publicar historias de Arthur C. Clarke y en particular la historia «Encuentro con Medusa», y después de Isaac Asimov, sus dos pilares iniciales dentro del género. Después regresó a Gales, volviendo primero a Barry y después en distintos pueblos alrededor de Bridgend.

Estudió secundaria en la Pencoed Comprehensive School (1977-1985). Durante esos años empezó a escribir historias para sí mismo, muchas influidas por las novelas de Larry Niven. A los dieciséis años terminó su primera novela y con dieciocho terminó una segunda, en la época en la que estaba leyendo a Joe Haldeman, Gregory Benford y Frederik Pohl entre otros. Después se trasladó a Newcastle, ciudad por la que Reynolds reconoce sentir una gran debilidad, donde, a pesar de haberse sentido siempre muy inclinado por las artes, decidió estudiar Física y Astronomía. Fue allí donde descubrió la revista
Interzone
, en la que ha publicado la mayor parte de sus relatos desde entonces. Durante tres años envió sus historias sin éxito, hasta que en 1989 por fin consiguió su primera venta. Después de los tres primeros años en Newcastle tuvo que trasladarse de nuevo a St Andrews, en Escocia, para completar la carrera.

Después de entregar su tesis, Reynolds se mudó a Holanda en1991, donde conoció a su actual pareja Josette. Trabajó como investigador para la Agencia Espacial Europea (ESA) entre 1991 y 1994 y después como postdoctorado hasta 1996 en la Universidad de Utrecht. Desde su traslado a Holanda vive en la ciudad costera de Noordwijk.

Actualmente trabaja para la ESA en el desarrollo de una nueva clase de detector astronómico, especialmente capacitado para estudiar las estrellas binarias, ayudando en las pruebas y la definición del sistema así como en la interpretación y análisis de los datos que obtienen durante las campañas de observación.

Sus autores favoritos, y los que más le influenciaron durante sus prinicipios, son principalmente americanos, lo que le convierte quizá en un autor de estilo inusitado entre la tradicional ciencia ficción británica. Los que Reynolds reconoce admirar son Arthur C. Clarke, James White y Bob Shaw. Más adelante descubrió a Gregory Benford y Philip K. Dick, y tras oír hablar del cyberpunk, William Gibson y en especial Rod Sterling se añadieron a la lista, junto a autores más clásicos como Ballard y Gene Wolfe. Además ha compartido barra de bar más de una vez con Paul McAuley. Entre sus aficiones se encuentra el cine, especialmente las películas de Bogart, David Lean, westerns clásicos y películas bélicas.

Le gusta montar a caballo y tocar la guitarra, aunque reconoce que su habilidad en ambos casos dista de ser perfecta; pintar, afición que no ha perdido aun a pesar de su carrera en ciencias, beber cerveza y quedarse mirando durante largos ratos a fotografías de viejas máquinas de vapor.

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