—Eso puede decirlo con toda seguridad —intervino McCoy—. Según Finney, Carmody trabajaba para sí mismo y absolutamente para nadie más. —El médico profirió un bufido—. Encajaba perfectamente con la forma de hacer las cosas de los klingon. Opinaba que el sistema que tienen de «ascenso mediante el asesinato» era sencillamente excelente, y no habría vacilado ni un segundo en utilizarlo él mismo.
—¿Llegaremos alguna vez a comprender a los klingon? —preguntó retóricamente el almirante Brady mientras meneaba la cabeza—. ¿O a los humanos como Carmody, ya que estamos en ello? Pero, Jim, ¿considera probable que los klingon se hayan llevado una copia del programa de Finney?
—Yo diría que eso es virtualmente una certidumbre, almirante, pero dudo que intenten utilizarlo. Para empezar, escucharon absolutamente todo lo que sucedía hasta el segundo en que partieron, razón por la cual ya sabrán que instalaremos protecciones contra ese programa o cualquier otro de características similares. Aunque intentaran utilizarlo, ahora nosotros estaremos a la espera, dado que, Finney ha visto por fin el error de su forma de actuar y prestará a la Flota Estelar toda la ayuda que pueda para proporcionarle esas protecciones, incluso durante el período en que reciba la terapia que le hace falta.
Brady asintió enfáticamente con la cabeza.
—Esta vez, la seguridad de nuestras instalaciones psiquiátricas será un poco más severa. Ah, una cosa, Jim, antes de abandonar el sistema chyrellkano… asegúrese bien que la verdad de lo sucedido circule ampliamente en ambos mundos.
—Eso no constituirá ningún problema, almirante —intervino Spock—. Mientras nos encontrábamos en la nave vancadiana, a la espera de ser transferidos a bordo de la
Enterprise
, el profesor Rohgan y el consejero Tylmaurek se ofrecieron para trabajar en colaboración con nosotros. Los dos dan por seguro que los pueblos de ambos planetas se mostrarán más propensos a razonar, ahora que la intervención de los klingon ha cesado.
—Creo que así será —agregó McCoy—. En cuanto se enteraron de lo que sucedía, todos los tripulantes de la lanzadera se mostraron dispuestos a olvidar y perdonar. La impresión que me dio el profesor Rohgan es que estaba preparado para comenzar a impulsar a estas gentes a ingresar en la Federación en cuanto regresara a la superficie de Vancadia.
—Excelente, doctor McCoy. Todos han realizado un trabajo excelente, capitán, comandante Spock. Manténgannos informados.
Al desvanecerse de la pantalla la imagen del almirante Brady, Kirk volvió a encararse con Spock y McCoy.
—Ustedes dos me han dado un susto de muerte —declaró mientras a sus labios asomaba una débil aproximación de la sonrisa que les había recibido cuando entraron en el puente—. Realmente les agradecería que no volvieran a hacerlo.
—Nos esforzaremos por evitar una repetición de este incidente —replicó solemnemente Spock.
—Tampoco yo puedo decir que me gustaría repetirlo —dijo McCoy, y luego agregó con una sacudida de la cabeza—. ¿Pero sabe qué es lo que resulta verdaderamente aterrador, Jim? Esa gente estuvo a punto de conseguir que su treta funcionase. Probablemente lo habrían conseguido si se hubieran limitado a confiar los unos en los otros, en lugar de apuñalarse por la espalda a la primera oportunidad que se les presentaba.
—Eso es muy improbable, doctor —comentó Spock sin levantarlos ojos de las lecturas de la terminal científica hacia la que se había vuelto en cuanto el almirante había cerrado la comunicación.
—Ah, ¿y mediante qué bola de cristal lo sabe usted, Spock?
—No es necesario disponer de una bola de cristal, doctor, ni de ninguno de los otros artilugios que emplean los charlatanes. Se trata de simple lógica. Me sorprende que usted tampoco sea capaz de verlo.
—Para usted, resolver mentalmente una ecuación de seis dimensiones constituye un simple ejercicio de lógica, Spock. ¿Qué le parece si nos lo explica a nosotros, meros humanos, que tenemos problemas para mantener tres dimensiones en su sitio?
—Como usted quiera, doctor —respondió Spock, y se volvió para mirarle—. Es simplemente que, si las personas son propensas a confiar las unas en las otras, no sienten, en principio, ni el deseo ni las razones que las impulsen a trazar un plan semejante.
McCoy profirió un resoplido.
—Y si los cerdos tuvieran alas, volarían.
Spock arqueó una ceja casi imperceptiblemente.
—¿Debo suponer que ese es uno de sus aforismos humanos, doctor, que implica que los seres humanos, como especie, no son dignos de confianza?
McCoy se encogió de hombros y sus ojos recorrieron rápidamente el puente, de Kirk a Spock y el resto de los tripulantes.
—Creo que mejoramos, señor Spock… al menos un poco aquí y otro poco allá. —Su expresión se volvió más animada—. Bajo su experta guía, por supuesto.
—Es gratificante comprobar que finalmente reconoce usted mis contribuciones, doctor —le contestó Spock mientras volvía su atención hacia los instrumentos de la terminal científica.
Kirk se echó a reír en tanto contemplaba momentáneamente el rostro del vulcaniano en busca de un atisbo de sonrisa que no consiguió descubrir.
—Adelante a factor hiperespacial tres, señor Sulu —dijo—. Sáquenos de aquí.
FIN
[1]
Parsec: Unidad de medida del espacio interestelar, equivalente a 206.265 el radio de la órbita terrestre, o 3,26 años luz. (N. de la T)