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Authors: Andrea Cremer

Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil, Romántico

La pesadilla del lobo (10 page)

BOOK: La pesadilla del lobo
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Mis esperanzas estaban desapareciendo, al igual que el sol detrás del horizonte; entonces Lydia volvió a llamarme.

—¿Has encontrado algo? —dijo, contemplando las sombras que se extendían como manchas de tinta en la nieve.

—No —contesté, pateando la nieve—. Esta cosa está ocultando los rastros, lo único que he descubierto son rastros de caza.

—¿Acaso tus compañeros de manada no hubieran recorrido un nuevo sendero mientras patrullaban aquí arriba? —preguntó Ethan.

Fruncí el ceño. Ethan había señalado lo que me carcomía el cerebro mientras recorríamos el perímetro. Incluso si hubieran cambiado de ruta tendría que haber descubierto algún rastro de los Vigilantes en esta parte de la montaña. Estábamos demasiado cerca de la caverna de Haldis como para que no hubiera rastros de las patrullas. Excepto… excepto que nosotros habíamos robado el objeto oculto en la caverna, y los Guardas lo sabían. El hedor de su temor y su tensión había invadido el instituto después de que Shay encontrara el extraño cilindro y se apropiara de él. Haldis ya no requería protección. No habría más patrullas y el único motivo por el cual los lobos recorrían el sagrado perímetro era para aguardar la llegada de…

—¡Oh, no! —dije, golpeándome la frente con la mano enguantada. La sangre se me heló en las venas.

—¿Qué pasa? —preguntó Lydia.

No quería decírselo, me sentía como una idiota total. ¿Cómo pude haber olvidado algo tan importante? Me ruboricé, porque lo sabía. Había estado tan ansiosa por encontrar a Mason o a Ansel —incluso a la gruñona de Fey—, de reunirme con mi manada que, puesto que era un alfa, había esperado encontrarme con lo mismo de siempre. Aquí era donde patrullábamos, este lugar había sido el centro de toda mi vida. Ni siquiera se me había ocurrido considerar otras opciones.

Pero, ¿por qué Shay no había dicho nada cuando hicimos este plan? Sabía que Haldis ya no estaba en la caverna, porque ahora lo tenía él.

—Cala —dijo Lydia—. ¿Qué ocurre?

Mientras trataba de encontrar una explicación y una disculpa, algo me llamó la atención: una figura situada a unos treinta metros de distancia que se aproximaba con rapidez.

—Cuidado —dijo Ethan y le apuntó con la ballesta.

—Aguarda. —Lydia le apoyó la mano en el brazo. La figura era bípeda, nos miraba y agitaba los brazos—. Es Connor.

Avanzaba con mucha rapidez a pesar de llevar raquetas en los pies: los Buscadores debían de haberse entrenado muy bien para el combate en la nieve.

—Vamos —dijo Ethan y se dirigió hacia Connor.

Cuando lo alcanzamos, Connor se agachó con las manos apoyadas en los muslos y trató de recuperar el aliento.

—Está muerto —jadeó—. Grant está muerto. Le han destrozado la garganta.

Como me he criado en medio de la violencia no creí que la muerte me desasosegaría, pero la imagen del torpe y bondadoso señor Selby tumbado en medio de un charco de sangre y de carne desgarrada hizo que me estremeciera.

—Maldición. —Ethan bajó la cabeza.

Lydia cerró los ojos.

—Es una pena, y significa que hemos de largarnos de aquí. Si los lobos aún están de caza les resultará fácil seguir nuestro rastro… o descubrir a Adne.

Connor asintió, pero me miró a mí.

—¿Has encontrado a tus compañeros de manada?

—No —dije, todavía conmocionada por la repentina muerte del señor Selby—. Y acabo de darme cuenta de…

El aullido apagó mis palabras. El segundo y el tercero me erizaron el vello de la nuca.

—Ésa no es mi manada —susurré.

—Saben que estamos aquí —dijo Ethan—. En marcha.

—No te separes de nosotros —dijo Lydia y volvió a ponerse en cabeza.

Emprendimos el regreso, pero a diferencia de la ida, Lydia nos condujo a lo largo de un sendero en zigzag y no en línea recta. Tomó por un camino distinto y se dirigió hacia donde esperaba Adne, evitando el sendero que creamos a la ida. Me convertí en lobo y volví sobre nuestros pasos sin dejar de olfatear, agucé los oídos y traté de descubrir si los lobos que habían aullado nos perseguían. Pero el ocaso inminente estaba acompañado de un silencio inquietante y recordé que la nieve no sólo apagaba cualquier sonido, también eliminaba los rastros. El viento —que provenía de la dirección en la que habían sonado los aullidos— levantó la capa superior de la nieve y los cristales helados nos azotaron la cara.

Nada bueno. Teníamos el viento en contra y los Guardas podían olernos, pero yo no los olfatearía hasta tenerlos casi encima.

Lo aullidos volvieron a sonar, mucho más próximos.

—No creo que salgamos de aquí sin pelear —dijo Ethan.

—Aprieta el paso —jadeó Lydia.

Nos acercábamos al lugar donde habíamos dejado a Adne cuando una sombra se dejó caer de la rama de un árbol.

Lydia se volvió con el puñal en la mano.

—¡Soy yo! —Adne levantó los brazos.

—¿Qué estabas haciendo trepada a un árbol? —preguntó Ethan, escudriñando entre las ramas.

—Me ocultaba. —Adne se quitó la nieve de las piernas—. Oí los aullidos y consideré que sería mejor ponerme a salvo.

—Buena idea —dijo Connor, evidentemente aliviado al verla sana y salva.

—¿Qué pasó? —preguntó Adne.

—Mataron a Grant —dijo Connor.

—¡Oh, no! —Adne su puso pálida.

Al oír otro ruido procedente del bosque a nuestras espaldas alcé las orejas: garras rascando el hielo; no quería convertirme en humana así que solté un ladrido. Fue suficiente.

Ethan preparó la ballesta.

—Abre una puerta, Adne.

Avancé, agazapada, escudriñando el bosque y distinguí algo que se movía. Un lobo de pelaje rojizo apareció entre los árboles y mi corazón dio un brinco: era Sasha, una Nightshade, la madre de Fey y una de las compañeras de patrulla de mi madre. Corrí hacia ella.

—¡No, Cala! —exclamó Lydia, pero seguí corriendo.

Volví a ladrar, llamando a Sasha. Se escabulló entre dos troncos de árboles y le envié un pensamiento.

¡Sasha! ¡Sasha! ¡Aguarda!

El lobo rojizo se giró y se dirigió hacia nosotros. Corría a toda velocidad, no se detuvo al acercarse y gruñó.

Bienvenida a casa, Cala.

No me lo podía creer. Se abalanzó sobre mí y ambas rodamos por la nieve. Me zafé y esquivé la dentellada que me lanzó.

¡Detente! ¿Qué estás haciendo?

No respondió y volvió a lanzarse sobre mí, sedienta de sangre.

La ataqué instintivamente y solté un gruñido. Le hundí los dientes en el pecho, pero el sabor de la sangre de mi propia manada me conmocionó. Nada de esta lucha parecía normal. Estaba atacando a uno de los míos, a la madre de mi compañera de manada. Nunca había hecho nada semejante y volví a tratar de comunicarme con ella.

Por favor, Sasha. Estoy aquí para ayudaros.

A duras penas escapé de la siguiente dentellada.

Eres una muchacha tonta.

Comprendí la cruda realidad: Sasha intentaba matarme, y si quería sobrevivir, tendría que matarla a ella. Busqué desesperadamente otra manera de resolver este desastre.

Cuando Sasha volvió a lanzarse contra mí rodé hacia un lado, me giré y le clavé las mandíbulas en la corva. Cuando le atravesé los tendones con los dientes soltó un chillido. Tironeé del músculo y volvió a chillar. Debatiéndose inútilmente. Tras comprobar que no podía perseguirnos, desprendí los dientes de su pierna y eché a correr hacia los Buscadores. Veía el resplandor del portal entre los árboles, pero también oía los gritos de la batalla, y aceleré.

—¡Cala! —Adne agitaba los brazos y eché a correr como una flecha hacia ella en línea recta. Cuando sólo estaba a tres metros de distancia sentí el golpe de algo duro y pesado. Dí varias volteretas en la nieve y no podía respirar. Me puse de pie temblando, me giré y me enfrenté a mi atacante.

Un lobo enorme de pelaje gris y castaño que me miraba fijamente y gruñía.

Cuando me encontré con la mirada de Emile Laroche creí que mi corazón dejaba de latir.

Quien nos estaba persiguiendo era el alfa Bane.

El miedo me paralizó cuando empecé a comprender lo que había sucedido. Sasha había salido de caza con Emile. ¡Con Emile! No tenía sentido. Sasha era la compañera de caza de mi madre, era una Nightshade. Los lobos Nightshade sólo obedecían a sus propios alfa: Steven y Naomi Tor, mis padres. Los Nightshades y los Bane se detestaban mutuamente y evitaban el contacto cuanto podían. Las manadas sólo habían cooperado bajo las órdenes directas de los Guardas.

Pero ahora Emile Laroche, el alfa Bane, dirigía a los Nightshade. Me ericé y solté un gruñido al tiempo que luchaba contra mi propia incredulidad. Todo lo que sucedía ante mi vista era perverso, antinatural. ¿Por qué Sasha obedecía a Emile? ¿Por qué me había atacado? ¿Dónde estaban mi padre y mi madre? ¿Dónde estaba mi manada?

Cuando se acercó a mí, la saliva goteaba de las fauces del Bane.

¿Has venido a pedir disculpas?

Un temblor me agitó el cuerpo. Emile tensó los músculos y sacudió la cabeza.

Creo que comprobarás que es demasiado tarde.

Solté un gruñido. Si Emile quería pelea la tendría, aunque no albergaba muchas esperanzas de salir victoriosa: entre los Vigilantes, Emile tenía fama de asesino. Era una bestia enorme y poderosa y tenía mucha más experiencia que yo.

No me arrepiento de nada.

Me agazapé, aguardando el ataque. Aunque no pudiera derrotar a Emile, podía hacerle mucho daño.

Él también se agazapó y soltó una mezcla de carcajada y gruñido.

Eso es exactamente lo mismo que dijo tu padre.

¿Mi padre?

Aún estaba conmocionada por sus palabras cuando Emile soltó un chillido y giró la cabeza para arrancarse el puñal clavado en sus costillas. Cuando un segundo puñal pasó zumbando junto a él se revolcó en la nieve y dejó una huella roja.

—¡Cala! ¡Corre hacia Adne! —gritó Lydia, y se lanzó contra Emile con otros dos puñales en las manos.

Me puso de pie y corrí hacia el portal.

—¡Corre, corre! —gritó Connor y atacó a otro Bane mayor a pocos metros del portal. El Vigilante y el Buscador se revolcaron en la nieve levantando una nube de cristales; el sol hacía brillar su puñal cada vez que le asestaba una cuchillada al lobo. El Bane abrió las fauces, tratando de hincar los dientes en las carnes de Connor, pero él logró esquivar las dentelladas. Al pasar junto a Connor, vi que detenía la dentellada del lobo con el borde plano del puñal y le asestaba otra cuchillada con un segundo puñal. Después desprendió el cuerpo flácido del lobo de su arma con el pie y me siguió.

Con el rabillo del ojo vi que Ethan protegía a Lydia disparando flechas desde el portal. Me convertí en humana, estaba sin aliento pero tenía que preguntar qué haríamos.

—¡Vamos! —Un brazo surgió del portal y Adne me arrastró hasta la cálida sala de entrenamiento del Purgatorio, al tiempo que Connor me empujaba hacia delante y ambos tropezamos fuera del bosque nevado.

—¡Ya está, Lydia! —gritó Ethan—. ¡Ven aquí! —Dio dos pasos hacia ella y entonces cuatro lobos más surgieron del bosque y echaron a correr hacia el alfa Bane.

—¡Lydia! —chilló Ethan, disparando más flechas.

Lydia despegó la vista de Emile y vio los Vigilantes que se aproximaban. Les arrojó dos puñales y logró derribar a uno de los atacantes, pero cuando se giró y corrió hacia el portal, Emile pegó un brinco y se abalanzó sobre ella.

La violencia del brinco la derribó y la aplastó contra la nieve. Cuando sus fauces se cerraron alrededor del cuello de Lydia los tres lobos restantes ya lo habían alcanzado.

—¡No! —gritó Connor y me apartó. Pero Ethan le impidió que saliera del portal, sacudió la cabeza y miró a Adne.

Connor maldijo, pero no discutió.

—Está perdida, Adne —y se giró para no ver cómo Emile destrozaba el cuerpo de Lydia—. Cierra la puerta.

7

Tess estaba acurrucada en el suelo y Connor le hablaba en voz baja.

—Será mejor que venga con nosotros —le dijo Ethan a Isaac—. De momento, podrán enviar otro Segador allí fuera. Seguiré de guardia hasta que Anika haya resuelto este asunto.

Isaac asintió.

Me senté ante la mesa mientras Adne tejía otro portal de acceso a la Academia y traté de comprender lo que había sucedido. Lydia estaba muerta. Era casi una extraña, pero su muerte me obsesionaba y sentí náuseas. Me cubrí el rostro con las manos.

Me consideraba culpable de lo que les había ocurrido a mis nuevos aliados. Tess sollozaba y cada sollozo era como un navajazo que me cortaba la piel. Yo había echado a correr hacia Sasha, convencida de que cualquier Nightshade sería un aliado y no podía haber estado más equivocada. Mi error le había costado la vida a Lydia.

Alguien me rozó el hombro. Alcé la cabeza y vi que Adne me contemplaba.

—La puerta está abierta —dijo.

La seguí hasta el portal resplandeciente. Tess lloraba apoyada en el hombro de Isaac, que la abrazó y se despidió con un murmullo antes de que Connor le rodeara la cintura con el brazo y la condujera a través de la puerta de Adne.

Cuando pasé junto a Ethan estiré el brazo y lo cogí de la manga. Tal vez no fuera lo más indicado, pero tenía que decírselo.

—Lo siento —susurré.

Me desprendió la mano, pero su mirada era más triste que airada.

—No te preocupes. Esto es lo que somos.

Comprendí que era verdad. A excepción de Tess, los Buscadores cargaban con su pena y pasaban página de un modo tanto brutal como bello.

—Ponnos al corriente cuando puedas —dijo Ethan.

—Lo haremos —contestó Adne y me cedió el paso.

Anika nos estaba esperando. La Flecha clavó la mirada en Tess, que luchaba por controlar el llanto.

—¿Lydia? —preguntó Anika. Tess volvió a derrumbarse y Anika bajó la cabeza.

—Y también nuestro agente —añadió Connor.

—Deberías retirarte a tu habitación en el ala Haldis —dijo Anika.

Tess asintió. Cuando se marchó, Anika se dirigió a Connor.

—¿Qué sucedió?

—No estoy seguro. —Connor se frotó la nuca—. Cuando llegué al punto de reunión, Grant estaba muerto. Se había desangrado al menos una hora antes. Su cuerpo ya estaba frío.

Anika frunció el ceño y dirigió la mirada hacia mí.

—¿Y la manada?

Hice un gesto negativo con la cabeza y me pregunté si debería hablarles de Haldis y de lo que sospechaba: que las rutas de las patrullas habían cambiado, que había cometido un error de cálculo y lo había pasado por alto. Pero dado lo que acababa de ocurrir, decidí no hacerlo.

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