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Authors: Elaine Cunningham

Tags: #fantasía

La Venganza Elfa (14 page)

BOOK: La Venganza Elfa
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—¿Y qué ocurrió? —preguntó Danilo, animándola a continuar.

Arilyn apretó los labios en una leve sonrisa.

—El brazo que sostenía la espada se me quedó entumecido y la hoja de luna se me cayó de la mano. Tintagel aprovechó la oportunidad para darme una paliza.

—¡Terrible!

—Bueno —Arilyn se encogió de hombros—, son cosas que pasan.

—No me parece el comportamiento de un hombre inocente —barbotó Danilo, indignado—. No tenía ni idea de que existieran tales prejuicios contra los elfos.

—Tintagel Ni'Tessine es elfo —declaró Arilyn, lanzándole una curiosa mirada.

—Espera un momento. —Danilo levantó una mano, totalmente desconcertado—. ¿Me he perdido algo?

—Él es un elfo dorado. Yo soy una elfa de la luna, bueno, mejor dicho sólo medio elfa —admitió Arilyn con desgana—. ¿No sabías que existen varias razas de elfos?

—Bueno, sí. Pero no sabía que hubiera diferencias significativas.

—Un comentario típicamente humano —saltó ella—. ¿Por qué será que no me sorprende? —Arilyn pronunció estas últimas palabras con un tono tan duro que Danilo parpadeó, sorprendido.

Su rehén no podía saber que ella trataba de ocultar el dolor que sentía. ¿Cuándo había sido la última vez que había charlado como una cotorra? ¿Le había contado a alguien ese incidente con Tintagel? ¿Había confesado, ni siquiera a sí misma, que a veces se sentía empequeñecida ante el poder de su propia espada? ¡Maldita sea! Ese Danilo tenía algo que derribaba las defensas de su natural reserva, y a ella le molestaba.

Pero el joven aristócrata no pareció haberse ofendido por el brusco cambio de humor de su raptora, pues comentó:

—Ya veo que compartes mi pasión por las piedras preciosas.

—¿Por qué lo dices?

Danilo señaló la hoja de luna con una sonrisita de suficiencia.

—Por esa gema incrustada en la empuñadura. Es un topacio, ¿verdad?

—Supongo que sí. ¿Por qué?

—Oh, es sólo curiosidad. La espada parece antigua pero el topacio está tallado a la manera moderna.

Arilyn se quedó mirándolo un momento con la boca abierta.

—Eres muy observador.

—No es nada —replicó él modestamente—. Como ya he dicho, soy un apasionado de las piedras preciosas y sé bastante sobre ellas. ¿Ves cómo las diminutas facetas se enrollan alrededor de la base de la piedra, conduciendo como un panal a una superficie grande y plana? Este estilo empezó a ponerse de moda hace, digamos, cincuenta años.

—Si tú lo dices... Pero tienes razón, la piedra es bastante nueva.

—La original se perdió, ¿no es eso? ¿Qué tipo de piedra era?

—Un ópalo.

—Una piedra semipreciosa que suele presentar motas azuladas. Conductora natural de la magia —recitó Danilo con voz erudita—. ¿Por qué la sustituiste por un topacio?

Arilyn se encogió de hombros.

—Cuando empecé a entrenarme mi maestro la hizo poner ahí para equilibrar la empuñadura.

—No hay muchos maestros que den tanta importancia a los detalles... ni a sus alumnos, de hecho. —El joven sonrió—. Los míos, en especial, me evitaban como la peste. Tú tuviste suerte con tu maestro.

—Sí —replicó Arilyn calurosamente—. Estudiar con Kymil Nimesin fue una gran oportunidad y... —La semielfa se interrumpió de pronto.

Arilyn se limitó a encogerse de hombros. «Maldita sea —se dijo enfadada—. Lo estoy haciendo otra vez. Ese tipo me sacará la historia de mi vida antes de poder desembarazarme de él.»

Lo que más le angustiaba era el inexplicable sentimiento de camaradería, la diminuta semilla de amistad que iba creciendo entre ella y aquel extraño, ese humano frívolo, estúpido y emperifollado. Deliberadamente conjuró en su mente la imagen de Rafe Espuela de Plata como si fuera un talismán. El recordar qué podía sucederles a quienes le eran más cercanos reforzó su determinación de mantenerse lejos de todo el mundo.

Nuevamente la alegre voz de Danilo Thann se introdujo en sus pensamientos.

—¿Sabes?, acabo de darme cuenta de que aún no me has dicho cómo te llamas. ¿Qué nombre pronunció ese ridículo bárbaro de la posada? Arilyn, ¿no? Arilyn Cantoluna. No, no era así. Hojaluna. ¡Sí, Arilyn Hojaluna!

La semielfa se puso en pie y apagó las brillantes brasas del fuego pisoteándolas.

—Ahora a dormir —dijo en tono cortante, dando la espalda al hombre—. Partiremos antes del amanecer.

7

Todavía no había salido el sol cuando Arilyn zarandeó a su rehén para despertarlo.

—Ehhhh, ¿qué pasa? —Danilo se incorporó bruscamente y miró con cara de sueño al rostro de pocos amigos de la semielfa, hasta que sus ojos la distinguieron—. Ah. Hola. ¿Ya es hora de que haga la guardia?

—Es hora de partir —respondió ella con tono categórico.

—Bueno. Si tú lo dices... —Danilo se puso trabajosamente en pie y se estiró, haciendo gestos de dolor porque tenía los músculos agarrotados—. ¿Adónde vamos?

—A Aguas Profundas.

—Vaya, maravilloso. —El joven noble se animó—. Dentro de pocos días seguramente podremos unirnos a una de las caravanas de comerciantes y...

—No —lo interrumpió la semielfa sin levantar la voz.

—¿No? —Danilo parecía desconcertado y se quedó quieto, en medio de un desperezo—. ¿Y por qué no?

Arilyn se lo explicó con la misma paciencia que si su rehén fuera un niño corto de entendederas.

—Un rastreador muy hábil me ha estado siguiendo. Cuando me perdió, yo me dirigía al oeste. Supongo que conoce mis rutas y mis hábitos y, lógicamente, creerá que me dirijo a Aguas Profundas. Muy probablemente tomará la ruta habitual, es decir, la ruta de las caravanas. Si viajamos con una caravana de comerciantes nos encontrará fácilmente.

—Ah. Nunca descartes lo evidente —comentó Danilo, asintiendo para sí con aire de sabio.

—Más o menos —admitió Arilyn—. Así pues, tomaremos la ruta del norte.

El dandi sacudió la cabeza y barbotó, incrédulamente:

—Estarás de broma. ¿La ruta del norte? ¡Pero si es territorio troll! Debes saber que detesto a los trolls; los aborrezco.

—No te apures. No pasaremos por El Páramo Alto.

—¿No habrá trolls?

—Ninguno. —Danilo aún parecía angustiado, por lo que Arilyn le explicó—: Es más arriesgado que ir por la ruta del sur, pero llegaremos antes a Aguas Profundas. Además, iremos por campo abierto. Si me equivoco y alguien todavía nos sigue, lo veremos tan pronto como él nos vea a nosotros. —La semielfa prefirió callarse que preferiría un enfrentamiento abierto; el humano ya estaba suficientemente nervioso. Hizo una pausa antes de rematar—: Y otra cosa. Ahorraremos tiempo si atajamos por el extremo inferior del pantano.

Danilo contuvo la respiración y alzó ambas manos en gesto de protesta.

—¿El pantano? ¿Estamos hablando del pantano de Chelimber? Yo no voy, muchas gracias. Si no te importa me parece que cogeré el caballo y me dirigiré al sur. —Arilyn ya tenía la respuesta preparada.

—Lo siento —dijo con firmeza—, pero tú te vienes conmigo.

Danilo suspiró resignado y acto seguido sonrió con petulancia.

—No puedes pasarte sin mí, ¿verdad?

—No te hagas ilusiones. Tengo que llegar a Aguas Profundas y desaparecer sin alertar al asesino. Pero —añadió en tono mordaz—, si te dejo ir solo por la ruta de los mercaderes le irías con el cuento a cualquiera que te encontraras, y yo volvería a estar donde empecé.

Danilo consideró las palabras de la aventurera y asintió.

—Muy bien —dijo en tono cordial, y empezó a embutir sus cosas en la bolsa mágica.

—¿Estás de acuerdo? ¿Sin más? —A Arilyn le extrañaba que hubiera cedido tan pronto.

—¿Es que tengo elección? —inquirió él, prosiguiendo con lo que estaba haciendo y levantando una ceja.

—No.

—Pues entonces no tiene ningún sentido que me lamente por algo que no puedo cambiar, ¿no crees? —repuso jovialmente. Recogió la última de sus cosas, una petaca de plata, y echó un buen trago antes de meterla en la bolsa. Animado por el licor se levantó y se encaró con Arilyn.

»Ya está. Estoy listo. Dime, ¿crees que podrías cazar algo para desayunar? Me conformo con cualquier cosa. A estas alturas me comería incluso un wyvern en escabeche. Y mientras tú cazas yo me asearé un poco. No es que espere encontrar a nadie de la buena sociedad en la ruta que has elegido, pero uno no puede ir por ahí como si fuera las sobras de un banquete de gnolls, ¿verdad?

Danilo examinó a Arilyn de la cabeza a los pies. La semielfa iba vestida para el viaje con botas, pantalones y una sencilla túnica azul sobre una holgada camisa, y una capa oscura.

—Por cierto —añadió como quien no quiere la cosa, tratando de ser tan diplomático que se le veía el plumero—, esa ropa que llevas es muy... muy práctica. ¡Realmente parece cómoda! No obstante, me gustaba mucho más el vestido de velos que llevabas en la posada. Quizá sería un poco exagerado para viajar, pero, al menos, deja que te preste algunas joyas para alegrar un poco tu atuendo.

Arilyn contuvo un suspiro. El viaje a Aguas Profundas sería muy, muy largo.

El sol asomaba ya por el horizonte cuando la semielfa logró que su rehén, bien desayunado e inmaculadamente arreglado, se subiera a la silla. Como no quería demorarse ni siquiera un poco, Arilyn impuso a los caballos un ritmo brioso que le pareció que aguantarían; era importante cruzar el pantano de Chelimber antes del anochecer.

Al dejar atrás las suaves estribaciones de las colinas del Manto Gris, los acogedores bosques teñidos de los colores otoñales dieron paso a un lúgubre valle plano sembrado de irregulares peñas y maleza. A medida que las pezuñas de los caballos pisaban terreno cada vez más esponjoso, incluso esos míseros arbustos desaparecieron, y la única vegetación visible eran los juncos y aneas que rodeaban pequeñas charcas de agua de color marrón. El gorjeo de los pájaros del bosque había enmudecido mucho antes, y ahora sólo alguna que otra garza se quedaba mirándolos con indiferencia.

Para alegría de Arilyn, la opresiva fealdad del paisaje había puesto fin a la cháchara del joven noble, que ahora se limitaba a preguntar algo de vez en cuando. Por suerte, cabalgaba bien, y mientras lo hacía se fijaba en las vistas como un viajero por placer ligeramente inquieto.

—¿Qué es eso? —preguntó, señalando una gran depresión cuadrada en la ciénaga. Arilyn miró y el alma se le cayó a los pies.

—Alguien ha estado sacando turba.

—¿Para qué?

—Para usarla como combustible. Quema muy bien.

—¿Por qué querría nadie venir hasta esta copia aplastada del Abismo para extraer combustible? —preguntó tras un momento de reflexión—. Hay unos bosques magníficos entre aquí y la zona civilizada más próxima. —En vista de que Arilyn no decía nada, Danilo se quedó pensativo. Finalmente chasqueó los dedos y sonrió triunfante—. ¡Espera un segundo! ¡Ya lo tengo! Quienes han sacado turba tienen que pertenecer a una de las razas no civilizadas. ¿Orcos, quizá? No. En este terreno es más probable que sean goblins. ¿Tengo razón?

—No sé a qué viene tanta alegría —le espetó Arilyn, lanzándole una agria mirada—. Han extraído esa turba hace poco. Quienquiera que lo haya hecho probablemente aún anda por aquí.

—Bromeas —dijo Danilo en tono esperanzado.

—Casi nunca. Nos aproximamos al pantano. Cierra el pico hasta que lo hayamos cruzado.

El dandi se calmó. Muy pronto la textura esponjosa de la turba dio paso a una zona abierta y pantanosa, y el aire se llenó de un opresivo olor a humedad y descomposición que impedía respirar. Antes del mediodía habían llegado al borde del pantano de Chelimber.

—Caray, qué sitio tan deprimente —comentó Danilo, consternado.

Arilyn convino con él en silencio. En su opinión, el pantano de Chelimber podría pasar perfectamente por uno de los niveles inferiores de los Nueve Infiernos.

No había ninguna señal de vida animal, aunque de todas partes llegaba un inquietante chirrido como de insectos. El terreno desnudo y cubierto por rocas se alternaba con áreas empapadas de agua en las que crecían hierbas palustres que llegaban a la cintura, y que, pese a la ausencia total de viento, se balanceaban. Muchas de las pequeñas charcas que salpicaban el terreno burbujeaban y bullían, y de ellas emanaba un denso vapor sulfuroso. Incluso el aire parecía pesado, y el cielo era plomizo.

—Vamos, acabemos de una vez —susurró Arilyn, espoleando resueltamente a su caballo. Danilo la siguió con cara de circunstancias.

Pese a los peligros conocidos e imaginarios del pantano, su marcha estuvo exenta de dificultades. Arilyn no relajó la guardia, sino que escuchaba atentamente los extraños sonidos de la ciénaga. El pantano de Chelimber emitía un continuo aluvión de chirridos, estallidos, gruñidos y eructos desde una fuente no distinguible. El ruido era irritante, y Arilyn se dio cuenta de que también estaba afectando a las excitables yeguas. No obstante, no había ningún signo de peligro, y ya avanzada la tarde la semielfa comenzó a pensar que su travesía por la ciénaga iba a discurrir sin incidentes. Incluso Danilo logró refrenar la lengua hasta que Arilyn calculó que debían de estar acercándose al límite occidental del pantano. El sol, envuelto en la neblina, se cernía justo encima de la hierba del pantano. El tenso cuerpo de Arilyn comenzó a relajarse mientras los caballos iban dejando atrás la zona de máximo peligro. A pesar del retraso de la mañana, saldrían del pantano antes de la caída de la tarde.

Pero sus esperanzas eran prematuras. Perdida casi en medio de la música de la ciénaga había una nueva nota, un débil sonido rasposo que a Arilyn le sugería la imagen de un dragón con hipo. La semielfa confiaba en que aquel extraño sonido no fuese más que otra de las ilusiones auditivas del pantano, pero para asegurarse alzó una mano para indicar a Danilo que se detuviera.

«¿Has oído eso?», le dijo moviendo los labios pero sin emitir ningún sonido.

Pero el noble estaba distraído. Arilyn siguió su mirada y tuvo una corazonada que le puso en tensión los músculos de la garganta. A su lado, la hoja de luna relucía con su inquietante luz azul.

—¿Qué pasa con tu espada? —preguntó Danilo.

—Baja la voz.

—¿Por qué se ha puesto azul tu espada? —preguntó él suavemente.

—Magia —contestó la semielfa lacónicamente, al tiempo que examinaba los alrededores para localizar el peligro que percibía la hoja de luna.

—Curioso. Muy curioso —comentó Danilo arrastrando las palabras y contemplando la pálida luz azulada de la espada sin excesivo interés—. Una espada reluciente. ¿Las hay también en verde? Y si es así, ¿sabes dónde podría conseguir una?

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