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Authors: Lars Kepler

Tags: #Intriga

La vidente (35 page)

BOOK: La vidente
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—Tengo que entrar en el piso de la calle Wollmar Yxkullsgatan.

—Joona —suspira Anja rendida.

Le quita el papel a otro caramelo, lo pone delante de la boca de Joona y hace morritos con los labios. Él se lo come, Anja ríe encantada y saca otro para desenvolverlo. Se apresura a ponérselo delante de la boca, pero es demasiado tarde; Joona ya se ha metido en el ascensor.

114

Al final de la calle Wollmar Yxkullsgatan hay ahora varios globos colgando en una de las puertas. En el patio se oyen voces de niños cantando una canción. Joona entra en el zaguán y echa un vistazo: un pequeño jardín con césped y un manzano. Bajo los últimos rayos del sol hay una mesa con platitos de colores y vasos de plástico, globos y serpentinas. Una mujer embarazada está sentada en una silla blanca de jardín. Va maquillada de gata y les grita algo a los niños, que corretean por el patio. Joona siente una punzada de añoranza. De repente una de las niñas abandona el juego y se le acerca corriendo.

—Hola —dice, pasa por su lado y va hasta la puerta con los globos.

Sus pies descalzos dejan huellas en el suelo de mármol del portal. La niña abre la puerta y Joona la oye gritar que tiene que orinar. Uno de los globos se desprende y cae hasta chocar con su sombra rosa en el suelo. Joona ve que toda la escalera está repleta de huellas de pies descalzos: van y vuelven de la puerta de la calle, escaleras arriba y abajo, por delante de la trampilla de la basura y hasta la puerta de los trasteros.

Joona sube por segunda vez al ático y llama al timbre. Mira de nuevo la placa de latón con el apellido Horáčková y el papel en el que pone Lundhagen.

Todavía puede oír las voces de los críos, aunque más apagadas. Vuelve a llamar al timbre y justo cuando saca el estuche con las ganzúas la puerta se abre. Al otro lado hay un hombre de unos treinta años con el pelo alborotado. La cadena del cerrojo se balancea contra el marco. El suelo del estrecho recibidor está lleno de correo y propaganda. Una escalera de ladrillo pintada de blanco sube en mitad del piso.

—¿Tobias?

—¿Quién quiere saberlo? —pregunta el hombre.

Lleva camisa de manga corta y vaqueros negros. Tiene el pelo tieso y embadurnado de gomina y la tez un poco amarillenta.

—Policía judicial —dice Joona.


No shit
—sonríe el hombre sorprendido.

—¿Puedo entrar?

—La verdad es que ahora no puedo, estaba a punto de irme, pero si…

—Conoce a Vicky Bennet —lo interrumpe Joona.

—Será mejor que entre un momento —dice Tobias, serio.

Cuando suben por la corta escalera Joona toma de pronto conciencia de lo que pesa su nueva arma en la funda. Llegan a una especie de desván abuhardillado con techos inclinados. En una mesita de centro hay un cuenco de cerámica con golosinas y en una de las paredes cuelga un grabado que representa una especie de mujer gótica con alas de ángel y pechos grandes.

Tobias se sienta en el sofá e intenta cerrar una maleta sucia que tiene al lado, pero se da por vencido y se reclina sobre los cojines.

—Quiere hablar de Vicky —dice Tobias, estira el brazo y coge un puñado de golosinas del cuenco.

—¿Cuándo supo de ella por última vez? —pregunta Joona echando un vistazo a un montón de sobres cerrados que hay encima de un aparador.

—Pues… —suspira Tobias— no lo sé. Debe de haber pasado por lo menos un año, me llamó desde… joder —dice al caérsele una chuchería.

—¿Qué iba a decir?

—Sólo que me llamó desde… Uddevalla, me parece, estuvo hablando un buen rato, pero la verdad es que no sé qué quería.

—¿Ninguna llamada en el último mes?

—No.

Joona abre la puertecilla de madera del vestidor. Dentro hay cuatro equipos de hockey sobre hielo en sus respectivas cajas y en un estante hay un ordenador rayado.

—Tendría que irme ya —le dice Tobias.

—¿Cuándo estuvo viviendo aquí?

Tobias intenta cerrar la maleta otra vez. Una ventana que da al patio ha quedado entreabierta y se puede oír cómo le cantan al cumpleañero.

—Hace casi tres años.

—¿Cuánto tiempo?

—No estaba siempre aquí, pero en total fueron siete meses —responde Tobias.

—¿Adónde iba cuando no estaba aquí?

—Quién sabe…

—¿Usted no lo sabe?

—La eché de casa algunas veces… o sea… creo que no lo entiende, no era más que una cría, pero esa niña puede ser un auténtico coñazo si la tienes en una habitación con muebles.

—¿En qué sentido?

—Lo de siempre…, drogas, robos e intentos de suicidio —dice Tobias rascándose la cabeza—. Pero nunca me imaginé que podría matar a alguien. Me he comprado el
Expressen
cada día para enterarme… Vaya una que se ha montado.

Tobias echa un vistazo al reloj y luego se encuentra con la mirada gris y tranquila del comisario.

—¿Por qué? —pregunta Joona al cabo de unos segundos.

—¿Cómo? —dice Tobias ruborizado.

—¿Por qué la dejó vivir aquí?

—De pequeño yo también las pasé putas —responde con una sonrisa, y por tercera vez trata de cerrar la cremallera de la maleta en el suelo.

Está llena de libros electrónicos en sus cajas originales.

—¿Le ayudo?

Joona junta las dos cremalleras mientras Tobias corre la hebilla a la izquierda hasta cerrar la maleta.

—Disculpe por esto —dice dándole unas palmadas al bulto—. Pero le aseguro que no es mío, se los estaba guardando a un amigo.

—Pues nada —dice Joona.

Tobias suelta una risotada y un trozo de golosina sale disparado y cae sobre la alfombra. Se levanta y arrastra la maleta escaleras abajo hasta el recibidor. Joona le sigue los pasos hasta la puerta.

—¿Cómo piensa Vicky? ¿Dónde se esconde? —pregunta.

—No lo sé, en cualquier sitio.

—¿En quién confía? —pregunta Joona.

—En nadie —responde él, abre la puerta y sale al rellano.

—¿Confía en usted?

—Lo dudo.

—O sea que no hay riesgo de que venga aquí.

Joona se queda en el recibidor y abre discretamente el armario de llaves de la pared.

—No, pero a lo mejor acude a casa de… no, olvídelo —dice Tobias mientras llama al ascensor.

—¿Qué iba a decir? —pregunta Joona mientras hurga entre las llaves.

—Empiezo a tener mucha prisa.

Con mucho cuidado, Joona quita del gancho las llaves de repuesto del piso y se las mete en el bolsillo antes de salir, cierra la puerta y se mete en el ascensor al lado de Tobias.

115

Bajan del ascensor y en el zaguán oyen los gritos alegres provenientes del patio comunitario. Los globos de la puerta rebotan suavemente entre sí con la corriente de aire. Los dos hombres salen al sol de la calle. Tobias se detiene y mira a Joona, se rasca una ceja y luego desliza la mirada por la calle.

—Iba a decir algo de un sitio al que a lo mejor acudiría —dice Joona.

—Ni siquiera me acuerdo de cómo se llama —le explica Tobias haciéndose sombra con una mano sobre los ojos—. Pero le hace de padre a Mickan, una chica que conozco… y sé que antes de que Vicky viniera a mi casa dormía en un sillón-cama en la suya, en la plaza de Mosebacke torg…, perdone, pero no sé por qué le estoy contando esto.

—¿Qué dirección?

Tobias niega con la cabeza y coloca bien la pesada maleta.

—Era la casita blanca, justo enfrente del teatro.

Joona lo ve doblar la esquina con el material robado en la maleta y piensa en coger el coche y subir a Mosebacke torg, pero al mismo tiempo hay algo que le impide despegar los pies para marcharse y que le está causando una extraña sensación de alerta. De pronto tiene frío. Ya ha caído la tarde y lleva muchas horas sin dormir ni comer. El dolor de cabeza le dificulta la concentración todavía más. Joona empieza a caminar hacia el coche, pero se detiene tan pronto cae en la cuenta de lo que no encaja.

No puede evitar sonreír para sí.

Es increíble que lo haya pasado por alto. Debe de estar realmente cansado si no lo ha visto hasta ahora.

A lo mejor era un poco demasiado evidente, como la pista que falta en un típico juego de detectives.

Tobias ha dicho que ha seguido el caso a diario leyendo el periódico
Expressen
, pero hablaba todo el rato como si supiera que Vicky estaba viva.

En principio, Joona es el único que cree que la niña está viva.

Los periodistas de todo el país escribieron que Vicky y Dante se habían ahogado en el río Indalsälven el miércoles pasado. No se han cansado de machacar a la policía por el daño que su lentitud le ha causado a la madre de Dante e incluso han instado a la mujer a que denuncie a las autoridades.

Pero Tobias sabe que Vicky está viva.

De pronto la clarividencia arrastra consigo otra observación.

Joona sabe lo que han visto sus ojos y en lugar de intentar alcanzar a Tobias da media vuelta y vuelve a toda prisa al número 9 de la calle Wollmar Yxkullsgatan.

De pronto su cerebro ha recuperado la imagen del globo rosa que se ha descolgado de la puerta. Ha rodado casi ingrávido sobre las baldosas de mármol del portal.

El suelo estaba lleno de huellas de niño. Habían estado jugando a perseguirse por la escalera y por el patio.

Joona se repite a sí mismo que puede que Vicky todavía vaya descalza después de haber perdido las zapatillas en el río. Abre el portal, entra corriendo al zaguán y comprueba que no le ha fallado la memoria.

Algunas de las huellas más grandes van directamente a la puerta de los trasteros. Pero no hacen el camino de vuelta.

116

Joona sigue las pisadas hasta una puerta de metal, saca las llaves que ha cogido en el piso de Tobias y abre la cerradura. Con una mano tantea hasta encontrar el interruptor de la luz. La pesada puerta se cierra con un golpe a sus espaldas. Todo queda a oscuras y luego un fluorescente parpadea hasta encenderse. Las paredes irradian frío y Joona percibe un olor a podrido que llega desde el cuarto de la basura a través de un conducto de ventilación. Se queda un rato completamente quieto y agudizando el oído antes de bajar por la empinada escalera.

Baja a un cuarto para bicicletas abarrotado, se abre paso entre trineos, bicis y carritos de niño y continúa por un pasillo de techo bajo, por el que corren tuberías aisladas. Las separaciones que conforman los distintos trasteros son de tela metálica.

Joona enciende la luz y da unos pasos por el pasillo. A su lado suena un rugido, se vuelve y ve que se ha puesto en marcha el motor del ascensor.

Hay un fuerte olor a orina en el ambiente.

De repente oye movimiento al fondo del trastero.

Joona recuerda la foto de Vicky que habían utilizado para la búsqueda. Se le hace difícil imaginarse esa cara tímida y retraída transformándose en algo completamente diferente, llenándose de una rabia incontrolable. La única manera de que pudiera blandir el pesado martillo era cogiéndolo con las dos manos. Intenta imaginársela dando martillazos mientras la sangre le salpica la cara, sigue asestando golpes, se limpia la sangre de un ojo con el hombro y luego vuelve a golpear.

Joona intenta respirar en silencio mientras con la mano izquierda se abre la americana y desenfunda el arma. Todavía no se ha acostumbrado del todo al peso y al punto de equilibrio de la pistola nueva.

En un trastero hay un caballo de palo con el hocico aplastado contra la reja. Detrás hay esquís con cantos de hierro, bastones y un palo de cortina de latón.

Parece como si hubiera alguien arrastrando los pies por el hormigón, pero Joona no logra ver nada.

Siente un escalofrío al pensar que Vicky puede haberse escondido debajo del montón de trineos que acaba de dejar atrás y se le esté acercando por la espalda.

Se oye un ruido y Joona se vuelve para mirar.

El pasillo está vacío.

Las tuberías del desagüe traquetean en el techo.

Justo cuando se vuelve otra vez se apagan las luces de forma automática y todo queda a oscuras. Joona no ve nada, tantea con la mano y nota la reja de un trastero. Unos metros más adelante ve una lucecita que brilla dentro de la cubierta de plástico del interruptor.

Una luz amarilla y temblorosa para indicar dónde está el botón.

Joona espera un momento a que sus ojos se acostumbren a la oscuridad antes de empezar a caminar.

De repente la lucecita del interruptor se apaga.

Joona se queda quieto y agudiza el oído.

Tarda un segundo en comprender que la luz está tapada, alguien se ha puesto justo delante.

Se agacha con cuidado para no convertirse en la diana de un ataque a ciegas.

El motor del ascensor empieza a rugir otra vez detrás de una puerta y de repente la lucecita vuelve a aparecer.

Joona retrocede y al mismo tiempo oye que hay alguien más moviéndose.

En uno de los trasteros que Joona tiene delante hay una persona.

—Vicky —dice en la oscuridad.

De repente la puerta del sótano se abre, se oyen voces en el zaguán de arriba y unos pasos que bajan por la escalera hasta el cuarto de las bicicletas mientras los fluorescentes se encienden y se apagan.

Joona aprovecha la oportunidad, da unos pasos rápidos al frente, ve un movimiento dentro de uno de los trasteros y apunta con la pistola a un cuerpo agachado.

Los torpes parpadeos de los fluorescentes azotan la oscuridad hasta que la iluminan por completo. La puerta del cuarto de las bicis se cierra y las voces se alejan.

Joona enfunda la pistola, rompe el candadito de una patada y se mete en el trastero. La figura con la que se encuentra es mucho más pequeña de lo que le había parecido en un primer momento. La espalda encorvada se agita nerviosa con la respiración.

Sin lugar a dudas, la niña que tiene delante es Vicky Bennet.

Le han tapado la boca con precinto y tiene los delgados brazos doblados en alto por detrás de la espalda, atados a la reja.

Joona se acerca a toda prisa para desatar las cuerdas mientras Vicky sigue respirando nerviosa con la cabeza gacha. Está muy sucia y el pelo le cae en mechones enmarañados por la cara.

—Vicky, te voy a sol…

Justo cuando se agacha, la niña lo sorprende con una patada directa en la frente. Es tan fuerte que Joona se tambalea hacia atrás. Vicky se cuelga de sus brazos retorcidos y le da otra patada en el pecho. Sus hombros están a punto de dislocarse por el peso. Lanza otra patada, pero ahora Joona la bloquea con la mano. Vicky grita por detrás del precinto, patalea y se abalanza contra el comisario con tanto impulso que la reja acaba cediendo. Vicky tira con los dos brazos y trata de alcanzar una barra de hierro, pero Joona recurre a la superioridad de sus fuerzas para tirarla al suelo. Luego la inmoviliza con la rodilla y le pone las esposas antes de quitarle las cuerdas y el precinto.

BOOK: La vidente
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