Read Patriotas Online

Authors: James Wesley Rawles

Tags: #Ciencia Ficción

Patriotas (79 page)

BOOK: Patriotas
2.52Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

La Vigésimo Novena Enmienda prohibía las prestaciones sociales y la ayuda extranjera, retiraba a Estados Unidos de las Naciones Unidas y de la mayoría de tratados internacionales, limitaba el gasto federal al dos por ciento del producto interior bruto, limitaba a mil hombres el número de tropas extranjeras que podía haber en los cincuenta estados o en el territorio federal, y limitaba el ejército federal en activo a cien mil hombres, a menos que se declarara el estado de guerra.

La Trigésima Enmienda amplificaba la Segunda y la confirmaba como un derecho individual inalienable y un derecho estatal, rechazaba las leyes federales existentes referentes al control de armas de fuego, evitaba cualquier futura ley estatal de control de armas y restituía un sistema de milicias descentralizadas.

La Trigésimo Primera Enmienda revocaba la Décimo Sexta, y limitaba radicalmente la capacidad del gobierno federal de recaudar impuestos en cualquiera de los cincuenta estados. A partir de ese momento, el presupuesto del gobierno se financiaría a través de aranceles, tasas sobre la importación y bonos.

La Trigésimo Segunda Enmienda prohibió por ley el déficit, impuso que la nueva moneda de Estados Unidos volviese a ser intercambiable por oro y plata, y estableció que cualquier moneda podría ser canjeada en caso de que el portador lo solicitase.

La Trigésimo Tercera Enmienda congeló los salarios y los fijó en seis mil dólares para los diputados y diez mil para los senadores, impuso un límite de gasto para cualquier oficina federal de cinco mil dólares por mandato, y revocó la Décimo Séptima Enmienda, de forma que los senadores volverían a ser elegidos por las legislaturas estatales.

La Trigésimo Cuarta Enmienda restableció el sistema de ley común anterior a Erie Railroad contra Tomkins, invalidó la mayoría de las decisiones tomadas por tribunales federales de 1932 y aclaró la inaplicabilidad de muchos de los estatutos federales sobre los ciudadanos estatales en varios de los estados.

La Trigésimo Quinta Enmienda restituyó el sistema del título alodial de posesión de la tierra. Bajo un sistema renovado de la Ley Federal de Patentes, la Trigésimo Quinta obligaba a la devolución del noventa y dos por ciento de las tierras federales a manos privadas a través de ventas públicas a un precio de un dólar de plata por acre.

La economía nacional fue restablecida gradualmente, pero con las nueve nuevas enmiendas, las funciones del gobierno, tanto del estatal como del federal, se vieron ampliamente reducidas con respecto a las proporciones que tenían antes del colapso. En todo el mundo se consideraba que los gobiernos pequeños funcionaban mejor. Por primera vez desde la primera guerra civil, se recuperó la costumbre de concebir Estados Unidos no como una unidad individual sino como un concepto plural. Fue un cambio sutil pero muy profundo.

Dos años después de la rendición de Fort Knox, la cadena NET produjo un documental de tres horas llamado
La segunda guerra civil: la guerra de resistencia.
El documental incluía extensas entrevistas con combatientes de la resistencia. El sesgo favorable a las milicias de los realizadores era evidente, pero en ningún caso trataron de hacer un retrato angelical de las mismas. Cabe destacar que, entre las muchas grabaciones que se mostraban, estaba la del ataque a un almacén federal cerca de Baltimore. En las imágenes, podía verse a cinco soldados federales salir caminando del almacén, desarmados y con los brazos en alto, para ser abatidos a continuación por los disparos de los combatientes de la resistencia.

La mayoría de las atrocidades que aparecían en el documental habían sido cometidas por los federales y algunas unidades militares de las Naciones Unidas. En una grabación de baja calidad registrada por un soldado austríaco de Naciones Unidas, se veía cómo una protesta en un campo de desplazados era sofocada con fuego de ametralladora RPK. Algunas de las imágenes más condenatorias habían sido filmadas por las propias tropas federales, incluyendo las tristemente célebres Cegueras de Chicago y algunas escenas de ejecuciones de represaliados en Florida, Texas, Illinois y Ohio. En las imágenes de Florida se veía cómo más de un centenar de hombres, mujeres y niños, maniatados y con una venda cubriéndoles los ojos, eran ejecutados, y cómo sus cadáveres eran empujados después al interior de una fosa común con una excavadora. Los soldados de la ONU que habían cambiado de bando revelaban en alguna de las entrevistas que los mandos de las unidades locales habían grabado las ejecuciones en masa con el fin de ganarse el favor de sus superiores. Según las palabras de un antiguo capitán británico del regimiento aéreo, «esas cintas de las ejecuciones eran una forma de ganar unos cuantos puntos, de decir "mirad qué bien me he portado. Fijaos en la cantidad de represaliados con los que hemos acabado". Era algo muy perverso, pero se trataba del proceder habitual».

Todd y Mary Gray vieron el largometraje en la casa de Kevin Lendel, gracias a un satélite que este acababa de adquirir. Kevin grabó el documental con un vídeo que había comprado por un dólar con cincuenta en monedas de plata dos semanas antes de que regresara el fluido eléctrico. Los Gray se sintieron a la vez sorprendidos y orgullosos al ver la cantidad de imágenes que ilustraban la lucha llevada a cabo por la resistencia que correspondían a su área de influencia. En el documental aparecían imágenes que los Doyle habían grabado desde los experimentales ligeros, la emboscada en la nieve y la captura del comandante Kuntzler, la destrucción del cuartel general de la UNPROFOR en Spokane y el asalto final a los barracones de las Naciones Unidas en Moscow.

Aquella noche, mientras Todd trataba de conciliar el sueño, le asaltaron algunos recuerdos de la reciente contienda. Mary estaba a su lado, echa un ovillo bajo la luz de una bombilla halógena de 12 V que utilizaba para leer antes de dormir, tal y como era su costumbre. Estaba releyendo una de sus novelas favoritas,
El Rojo y el Negro,
y picoteando unas rodajas de manzana seca.

—¿Qué te pasa, cariño? —le preguntó al darse cuenta de que Todd no estaba durmiendo.

—Ha sido por la película que hemos visto. Me ha hecho recordar a todos los amigos que hemos perdido desde que se produjo el colapso. Los echo mucho de menos, de verdad. Tuvimos que pagar un alto precio a cambio de nuestra libertad. Mucha gente perdió a su familia durante el colapso, y más aún durante la guerra. Y al otro lado del Atlántico, miles de personas han perdido a sus hijos. Una generación de europeos, o quizá más, nos odiarán con todas sus fuerzas.

Mary cerró el libro de golpe y lo dejó a un lado.

—Pues que nos odien. Si no pueden entender que una nación soberana y amante de la libertad no puede soportar que los traten como a inútiles, es problema suyo. Yo creo que en el fondo nos envidiarán. Supimos plantarle cara a la tiranía y decirle: «De ninguna de las maneras. Aquí los tiranos no tienen nada que hacer. Adiós». Eso no tiene nada de malo, Todd. Podemos estar orgullosos de nuestro historial en las milicias. No tenemos ningún muerto escondido en el armario. No disparamos contra nadie que tratara de rendirse. Y hoy en día, podemos enorgullecemos como nación de haber liberado Canadá y de estar apoyando y dando suministros a los movimientos de resistencia en Suiza, Finlandia y España. Y todo eso lo podemos hacer con la conciencia tranquila.

Todd asintió con la cabeza, pero su rostro revelaba aún un gesto de preocupación.

—Nuestro hijo Jacob está creciendo en un país libre y respetuoso de la ley de Dios —le dijo Mary consolándolo mientras le pasaba los dedos por entre el pelo cano—. Eso es lo más importante. —Un momento después, añadió—: Y lo que pasó durante la guerra es algo que no podemos cambiar. Será carnaza para los libros de historia, y serán los listos que todo lo saben a toro pasado los que lo analicen en documentales parecidos al que hemos visto hoy. Eso lo podemos tener claro.

—Tienes razón —suspiró Todd—. No puedo dar marcha atrás en el tiempo y enmendar ninguno de mis errores. Pero lo que no sé es si Jacob o nuestros nietos tendrán que pasar por lo mismo que hemos pasado nosotros.

Transcurrió un minuto antes de que Mary respondiese nada. Lo único que se podía oír en la habitación era el tictac de un reloj que había encima de la mesita de noche.

—La naturaleza decadente y pecaminosa de todas las naciones hace que surjan los tiranos —dijo por fin—. Y por desgracia también forma parte de nuestra naturaleza que la mayoría de las naciones sean demasiado estúpidas o demasiado apáticas para hacer nada al respecto hasta que los tiranos han colocado las alambradas y derramado muchísima sangre. Al abuelo Krause le gustaba repetir una frase de un cómico de la década de los ochenta que decía: «Hay tres tipos de personas: los que hacen que las cosas pasen, los que ven cómo pasan y los que se preguntan qué demonios ha pasado».

Todd asintió al escuchar la frase de Mary. La había escuchado en otras ocasiones, pero en circunstancias diferentes.

Mary siguió hablando, con un tono más grave.

—Mientras la mayoría de la gente estaba aún preguntándose qué demonios había pasado, nosotros hicimos que algo importante pasara, Todd.

—Sí, lo hicimos —dijo Todd suspirando—.Tienes razón. La tiranía es producto de nuestra naturaleza pecadora. Por suerte, documentales como el que hemos visto hoy servirán para que la gente se mantenga alerta y los tiranos no surjan con tanta frecuencia. Debemos darle gracias a Dios por nuestra Constitución. Nos ha permitido no tener que soportar la tiranía en nuestro territorio durante mucho menos tiempo que la mayoría de los europeos. Esperemos que, ahora que ha sido restaurada, podamos disfrutar de dos o tres siglos de libertad sin interrupciones. De ahora en adelante, el gobierno federal no podrá arrinconar al mercado usando la fuerza coercitiva. Los estados tienen a su disposición una fuerza mucho mayor, y también la gente. Por eso conservamos un TBP en el granero. Y por todo el país hay miles de vehículos TBP iguales que el nuestro, y de tanques, todos ellos en manos privadas. Quizá vuelvan a surgir tiempos difíciles, pero estamos preparados para lo que pueda suceder. Y cuando vayamos a reunimos con Dios, nos iremos sabiendo que nuestros hijos también están preparados. —Todd acarició la barriga de Mary con la mano y sonrió. Se estaba empezando a hinchar porque en su interior llevaba a su segundo hijo—. Los criaremos fuertes. Igual que nosotros, tendrán fe, tendrán amigos, tendrán los conocimientos y las herramientas que necesiten para salir adelante.

Mary sonrió y le dio un beso a Todd. Luego alargó la mano y apagó la luz de la mesita de noche.

—Te quiero, cariño —le susurró.

—Yo también te quiero, con todo mi corazón.

Al poco, concilio el sueño. Y durmió profundamente.

33. Semper paratus

«A ningún hombre libre debe nunca negársele el uso de las armas.»

Thomas Jefferson, Propuesta para la Constitución de Virginia

Veintisiete años después del colapso y cinco después de que Europa fuese liberada, el segundo hijo de Kevin Lendel acababa de comenzar su primer año en la universidad, en Boston. A finales de la primera semana del primer semestre, Solomon Michael Lendel estaba de pie, junto a las primeras filas, charlando acerca de las olimpiadas un momento antes de que comenzase la clase de física. Uno de sus compañeros alardeaba de haber viajado a Inglaterra para ver los juegos olímpicos y estaba recordando sus experiencias. Eran las primeras olimpiadas que se celebraban después del colapso y seguían siendo un tema recurrente en las conversaciones. Sol había visto parte de las retransmisiones por televisión.

Un zumbido anunció el inicio de la clase, y los monitores Tektronix MPEG-3 para teleconferencias se encendieron automáticamente. En una hilera de monitores, gracias al sistema de fibra óptica, se podía ver y escuchar a los estudiantes que ocupaban las otras tres aulas. Cuando Sol tomó asiento en la primera fila, su abrigo se abrió por un instante. Una de las estudiantes que estaba a su lado se quedó lívida al darse cuenta de que portaba una pistola en una cartuchera adherida al hombro.

—¡Lleva una pistola! —gritó—. ¡Lleva un arma oculta! ¡Eso no está permitido en el campus!

El profesor lo miró con gesto consternado.

—Hijo, quítate el abrigo —le dijo.

Sol se ruborizó y volvió a ponerse en pie. Hizo lo que le se le había pedido, con lo que todo el mundo pudo ver la gastada pistola XD de calibre.45 y el par de cargadores sueltos que llevaba metidos en la cartuchera del hombro.

La pieza, que estaba hecha de cuero y era de marca Heiser, llevaba un dibujo de flores de estilo renacentista.

Todo el mundo en la clase se quedó mirando en silencio, expectantes ante lo que iba a suceder.

El profesor carraspeó un poco antes de hablar.

—Señorita, este caballero no lleva ninguna arma oculta. Yo desde luego la puedo ver perfectamente. —Toda la clase se echó a reír.

—Pero... —protestó la alumna débilmente.

—Siéntate, hijo —dijo el profesor mientras hacía un gesto con la mano.

Sol echó su abrigo de piel de oveja en el respaldo de la silla, se sentó y abrió su cuaderno.

El profesor entrecruzó los dedos y apoyó las manos sobre el podio.

—La universidad no tiene ninguna política respecto al hecho de portar armas, ya sea ocultas o no. Y está bien que así sea. Es cierto que en las ciudades, en estos últimos años, ya no está de moda llevar armas a la vista. Ya casi no se cometen delitos. Sin embargo, si este joven desea llevar armas, sean cuales sean las razones que tenga para hacerlo, esa cuestión es decisión suya. Es un ciudadano soberano y
sui juris.
El Estado no tiene nada que decir al respecto. Se trata de una elección estrictamente personal, y de un derecho divino. En la Carta de Derechos de Estados Unidos está recogido el derecho a poseer y a portar armas. Debo también recordaros que esa fue una de las razones por las que pasamos cuatro espantosos años combatiendo en la segunda guerra civil. Es increíble lo rápido que se olvidan las cosas. Venga, continuemos con la clase.

Glosario

10/22: Un rifle semiautomático de calibre.22 rimfire fabricado por Ruger.

1911: Ver M1911.

11S: Los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, donde miles de estadounidenses perdieron la vida.

AAA: Asociación Automovilística Americana.

AAC: Apoyo Aéreo Cercano.

BOOK: Patriotas
2.52Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

The Christmas Reindeer by Thornton W. Burgess
THE CRADLE CONSPIRACY by ROBIN PERINI,
Kraven Images by Alan Isler
Essays of E. B. White by E. B. White
A Lady in Defiance by Heather Blanton
Yellowstone Memories by Spinola, Jennifer Rogers