Amos y Mazmorras II (38 page)

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Authors: Lena Valenti

Tags: #prose_contemporary

BOOK: Amos y Mazmorras II
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Pero Cleo no contestó.
El enmascarado se acercó a ella y acarició su pelo rojo.
—No me importa lo que hacéis aquí ni tú ni tu hermana. Ni siquiera qué hace Lion aquí. Pero te diré algo: hace seis meses metiste a mi hijo en la cárcel. Eso sí que me importa. Por eso no voy a dejar que pases de aquí.
Cleo parpadeó noqueada. ¿Cómo? Al único al que había metido en la cárcel en ese tiempo había sido a Billy Bob... No podía ser. Entonces, no sabían que eran agentes federales... ¿Lo sospecharían?
—¿Crees que Leslie fue escogida al azar? —continuó una de las cabezas de Tiamat—. Ni hablar, bonita. Tú metiste a mi hijo entre rejas; por eso, cuando Leslie empezó a destacar en el rol y, dos semanas antes del torneo, nos enviaron fotos sobre ella, la reconocimos. Tuvimos que apartarla del sumiso que llevaba con ella.
Lion dio un respingo. ¿Clint? ¿Ellos mataron a Clint?
—Así que pedimos ayuda a Mistress Pain para que hiciera los honores.
—Esa noche estuve con Lion en otro local —recordó Claudia—; pero cuando recibí la llamada de Tiamat diciendo que tenían a Leslie y que, sin embargo, su sumiso quedaba suelto y sospechaba algo, no pude decir que no —sonrió fríamente—. Me encantó jugar con ese hombre...
Lion se movió de un lado al otro, gritando, con las venas del cuello hinchadas. Si pudiera, le arrancaría la pierna a mordiscos.
Claudia acababa de reconocer que había matado a Clint.
—¿Mataste a un sumiso? —preguntó Cleo desencajada.
Claudia se cruzó de brazos, levantó la barbilla y asintió orgullosa.
—¿Y dónde está mi hermana? —preguntó Cleo, fingiendo que no sabía la respuesta. No podían sospechar de Leslie; ellos tenían que seguir su plan.
—Ahora, un amo la está sometiendo para que se entregue a nosotros —contestó el enmascarado—. Te la quisimos devolver, Connelly, por lo que le hiciste a mi pequeño, y por eso tu hermana está aquí: por tu culpa.
Entonces, no solo era por su perfil. Había una sorprendente rencilla personal catapultada por el encarcelamiento del maltratador de Billy Bob. Leslie y Cleo estaban en el punto de mira de los Villanos incluso antes de empezar el torneo.
—Mi hermana no está aquí por mí. Está aquí porque su hijo es un hijo de puta maltrata...
¡Plas! ¡Plas! Dos bofetadas seguidas y dolorosas. Los nudillos golpearon en sus pómulos y Cleo apretó los dientes.
—¡Nos íbamos a conformar con Leslie! Pero esto... —observó a los dos—. Es más de lo que esperábamos. ¿Sabes por qué supimos quién eras tú, perra? Ni siquiera nos imaginamos que estabas metida en esto hasta que Claudia nos alertó.
Cleo negó con la cabeza.
—Mistress Pain nos llamó inmediatamente diciendo que una chica la había eliminado a las primeras de cambio y que no podía continuar en el torneo. Nos dijo que se llamaba Lady Nala. Le pedimos que nos enviara imágenes suyas. Y cuando vimos que eras tú, la hermana de Leslie, no nos lo podíamos creer. ¡Dios está de nuestra parte! —alabó alzando los brazos.
«No utilizarás el nombre de Dios en vano», pensó Cleo.
—No estamos al tanto de todos los participantes —explicó el líder de Tiamat—: solo de los sumisos que nos facilitan para nuestras... prácticas. El torneo es solo una tapadera y los amos protagónicos y el concurso en sí nos dan igual. Pero descubrirte aquí fue una agradable sorpresa. Porque a quien realmente me apetece destrozar es a ti.
Lion, que estaba de rodillas en el suelo, comprendió que las llamadas que recibía Claudia al celular móvil de Luisiana, eran de ellos. Claudia estaba en contacto con los padres de Billy Bob. Y no solo eso; ahora entendía por qué Billy Bob había estado en el baile de la mansión LaLaurie: porque él formaba parte del mundo BDSM de la Old Guard, como sus padres. Increíble.
—¿En serio? No me había dado cuenta de que
Dragones y Mazmorras DS solo
es una tapadera para la Old Guard más radical —repuso Cleo irónicamente.
—Me sorprendes, Cleo —confesó—. Eres una descarada. La noche anterior, Claudia os quiso separar con la fotografía del teléfono, pensó que sin que Lion te protegiera, podríamos cogerte y prepararte para nuestro juego. Pero salió mal. Incluso esta mañana, con lo del trío, esperábamos una división absoluta entre vosotros; pero, entonces, esa metomentodo de la Reina de las Arañas decidió jugar contigo.
—Vosotros no jugáis —replicó Cleo en voz alta—. No sé lo que hacéis... —mintió—. Claudia ha reconocido haber matado a Clint. ¡Secuestrasteis a mi hermana! Iréis a la cárcel. Os lo prometo —espetó furiosa.
—Silencio. Las afrentas se pagan. —Xavier cerró el puño en su pelo y le dio un violento tirón—. Tengo algo preparado para las hermanas Connelly. Tú y tu hermana pagaréis por lo que le hicisteis a mi Billy.
«Piensa lo que quieras, cerdo, pero Leslie no es solo una sumisa. Es una agente del FBI y está acompañada de un miembro de la SVR. Os vais a cagar».
Si entre los miembros de Tiamat se encontraba el padre de Billy Bob, Cleo podía entender muchas cosas que no le habían cuadrado en el torneo. Por ejemplo, las bebidas de ron facilitadas en las dos últimas noches, que las confeccionaba la destilería de Nueva Orleans de la que los padres de Billy Bob eran propietarios. Era una familia muy rica y poderosa, incluso más que la de Lion, y tenía amistades en círculos políticos. Incluso, alguna vez, había colaborado en las campañas publicitarias de los partidos republicanos. Pero nunca se imaginó que la familia D’Arthenay, que venía de linaje francés, estuviera involucrada en un torneo de BDSM; y no solo eso, que además era uno de los miembros que formaban parte de los Villanos. Siempre pensó en ellos con lástima, porque les había salido un hijo enfermo y agresivo, que maltrataba a las mujeres... Ahora, podía comprender por qué Billy Bob tenía esas tendencias violentas. Posiblemente, lo habría aprendido de sus padres.
Leslie le había dicho que los Villanos eran todos gente de mucho dinero y muchísimo peso en la sociedad personas que, curiosamente, eran adictas al sadomasoquismo antiguo que dio origen a la Old Guard. ¿Por qué? No lo sabía, eso tenían que averiguar. Tal vez no había un por qué. Tal vez había gente así; y punto.
—Eres Xavier D’Arthenay —anunció Cleo en voz alta—, y la mujer debe ser Margaret D’ Arthenay, tu esposa. No hace falta que llevéis las máscaras. El olor a podrido me llega desde aquí.
—Puta. —Otra bofetada más.
Cleo tomó aire para calmarse. El pelo rojo desordenado le cubría el rostro; y los miró a través de los mechones, con los ojos verdes y claros como faros.
—Habéis cometido un delito al facilitar botellas enteras de vuestro ron con
cristal
y
popper
—espetó—. No hacéis exportaciones a no ser que vosotros traigáis vuestro producto aquí. Y es lo que habéis hecho... Como agente de la ley que soy, os lo debo comunicar. Como practicante de BDSM, os diré que no me gusta que me droguen. Además, sois cómplices directos de homicidio. Si queréis, os leo vuestros derechos. Os va a hacer falta. —Cleo necesitaba ganar tiempo. Al menos, para retrasar su tortura.
Xavier miró a su mujer y esta se encogió de hombros. Ambos se echaron a reír.
—¿Estás de broma? —preguntó la mujer—. ¿Sabes lo que vamos a hacer contigo?
Margaret acercó al hombre cojo y renqueante que tenía la máscara puesta.
—Nos vamos a encargar de que Billy Bob os deje como vosotros le dejasteis a él. ¿Eh, Lion? —preguntó Xavier inclinándose hacia Lion—. ¿Qué te parece? ¿Llorarás cuando veas cómo le da su merecido a Cleo? ¿La querrás igual luego? Y ,después, Billy te reventará por dentro y por fuera, ¿eh, machote? —Le dio una cachetada en la cara—. Qué pena, el heredero de la cadena algodonera más importante de Estados Unidos hallado muerto y descuartizado en una gruta de las Islas Vírgenes —proclamó imaginándose un titular.
Lion se removió como un toro e intentó embestirlo con un grito.
«No la toquéis u os mataré uno a uno», se dijo.
Cleo no quería mirar al hombre que tenía ante ella, pero era inevitable no hacerlo. La mujer le quitó la máscara con cuidado y apareció el impresionante y desfigurado rostro de Billy Bob.
Cleo se echó a llorar por la impotencia y la rabia. ¿Es que nunca se iba a librar de él?
—Cleo, cielo —susurró la mujer—. Le daré el pésame a tu madre por haber perdido a sus dos hijas, tan bonitas, en tan poco tiempo. Esto, después de lo que has hecho con mi hijo, no podía acabar de otra manera. ¿Nos comprendes?
—Comprendo que sé demasiado sobre vosotros. Y comprendo que vuestro hijo, que debería estar hospitalizado para luego entrar en la prisión estatal, está aquí, libre. ¿Habéis pagado mucho para liberarlo?
Margaret pareció encogerse de hombros.
—El dinero nunca fue un problema. Y nuestro hijo merece nuestras atenciones. Él no sabe canalizar sus tendencias. Pero nosotros le enseñaremos.
—Sois unos sádicos. ¡Habéis creado a un monstruo! Aunque puede que vosotros también lo seáis.
La suave risa de Margaret puso la piel de gallina a Cleo.
—No somos monstruos, querida. Hacemos lo que hacemos porque podemos. Y hemos decidido que a ti se te ha acabado el tiempo.
«¿Los iban a matar?».
Pero Cleo no la oía. Solo veía a Billy Bob cernirse sobre ella.
El hombre tenía las mejillas inflamadas y una cicatriz que le cruzaba la frente. Los dos ojos estaban coagulados, hinchados y rojos, y le faltaban casi todos los dientes. Billy Bob cara de ángel, se había convertido en Billy Bob el adefesio. Lion había sido su cirujano; no había duda.
—Tú y Lion os quedareis aquí con Billy y Mistress Pain —explicó Margaret con voz de institutriz—. Dejaré que ellos se tomen la revancha que desean y, después, si todavía seguís en pie, os vendremos a buscar para llevaros a nuestra noche de Walpurgis. —Dio dos palmadas como una niña pequeña y se echó a reír—. Os encantará. ¿Claudia?
—¿Sí, Maitress Margaret?
—El viaje ha sido muy duro para Billy. Le estamos pinchando esto para el dolor. —Le enseñó un pequeño neceser negro en el que había varias jeringas—. Él ha querido estar aquí y no perderse el espectáculo; sobre todo al saber que teníamos a Cleo. Pero el vuelo le ha pasado factura. Dale esto si ves que desfallece, ¿de acuerdo? —Le entregó un bote de morfina—. Hará que no sienta el dolor y se espabilará.
—Sí, maitress —Claudia inclinó la cabeza en señal de respeto.
—Disfruta de tu sumiso, Sombra. Tengo entendido que este amo siempre te gustó. Ahora es tuyo. Dale su merecido.
—Lo haré —aseguró el ama, dedicándole una mirada venenosa a Lion—. Las traiciones no deben pasar desapercibidas.
—El potro y la cruz están en el interior de la gruta —dijo Xavier—. También hay cadenas en las paredes de la roca. Utilizadlas y, después, recogedlo todo como siempre. Os esperamos en Ruathym a las doce de la noche para iniciar nuestro Walpurgis. Cuando lleguéis, dad la señal y encended la hoguera y las antorchas. Cuando veamos el fuego encendido, apareceremos.
«¿Ruathym? ¿Qué parte de las islas pertenece a Ruathym?», se preguntó Lion, luchando por deshacerse de las cuerdas y rogando para que no le hicieran daño a Cleo. Estaba sumido en la desesperación. El juego, las dificultades del torneo y el miedo por que Cleo fuera sometida no tenían nada que ver con lo que sentía ahora. Su vida pendía de un hilo; porque, si lastimaban a Cleo, lo lastimaban a él. Tenía que encontrar el modo de salir de ahí.
Afuera ya había amanecido. La claridad del día alumbraba la espectacular gruta en la que se encontraban. ¿En cuál de las Islas Vírgenes los tenían confinados?
La última jornada de
Dragones y Mazmorras DS
empezaría en nada. ¿Qué haría Nick cuando viera que no estaban en su habitación? ¿Y la estación base? Ya deberían saber lo que estaba pasando.
—Allí estaremos —contestó Claudia a las órdenes de Xavier.
Margaret se acercó a su hijo, que no dejaba de mirar a Cleo, y le dijo:
—Cariño, mamá y papá te esperamos en la isla. Devuélvele cada golpe, amor mío. —Le acarició la mejilla mientras se lamentaba de su aspecto.
Después de esas instrucciones, los miembros de Tiamat dejaron a Sombra espía y a Billy Bob con Cleo y Lion en una gruta desconocida.
Los dos guardaespaldas levantaron a Lion por los hombros y lo mantuvieron en pie para llevarlo a rastras al interior de la gruta. Billy Bob empujó a Cleo para que caminara delante de él.
El efecto del paralizante había durado muy poco.
Lion miró a Cleo por encima del hombro.
Esta frunció la frente, asustada.
Él desvió los ojos a su espalda.
Ella estudió sus manos maniatadas y se dio cuenta de que Lion tenía una piedra negra afilada entre los dedos, y estaba cortando la cuerda que lo ataba sin que los demás le atendieran. ¿Cuándo la había cogido? Era del suelo de la cueva...
¿Tendrían una posibilidad antes de empezar a ser castigados? Ojalá que sí; porque Cleo temblaba tan solo con pensar en el látigo de Billy Bob, o cosas peores, rozando su piel.

 

 

 

Media hora después, se hallaban en el interior de aquella cueva natural. El potro, la cruz y las cadenas, se encontraban medio iluminadas por la claridad que entraba de la gruta, y lo que les daba un aspecto más desafiante y tétrico del que en realidad tenían.
¿Cómo un hombre que había recibido soberana paliza y que había quedado inconsciente podía estar frente a ella seis días después de tamaña tunda? Eso sí, estaba presente, pero con un aspecto deplorable y deforme, incluso baboso. La boca hinchada no parecía cerrársele bien, y los fluidos manaban de ella. Las cicatrices y los puntos de los hilos resaltaban, rojas, y un poco infectadas. Los ojos inflamados y con derrames le lloraban. Estaba convencida de que Billy no veía bien, pero como los animales carroñeros, seguía el olor del miedo y encontraban a sus víctimas gracias a ello.
Y Cleo tenía miedo.
Los dos guardaespaldas la colocaron en la cruz y ataron las correas de sus manos, extendiendo sus brazos por completo. Le quitaron el collar de sumisa y lo tiraron al suelo, para sustituirlo por uno con parches interiores.

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