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Authors: Mariano Sánchez Soler

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Anatomía del crimen. Guía de la novela y el cine negros (22 page)

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Cubierta de
El reinado de Witiza
.

M
AIGRET, EL
P
ADRE
B
ROWN,
P
LINIO Y
C
ARVALHO

Su pasión confesada por el comisario
Maigret
, de George Simenon, se refleja en el estudio psicológico de los personajes, en la descripción minuciosa de lugares, costumbres y tipos humanos, así como en las características de su protagonista principal. Plinio, como Maigret, es un buen hombre, una persona cargada de humanidad, muy alejado de los investigadores sobrehumanos e infalibles, un detective que, para resolver los crímenes, utiliza la intuición, su conocimiento de la psicología humana y del entorno en que investiga.

Plinio es un hombre estoico, taciturno, paciente, observador, noble, con sentido común, leal a sus amigos y a su pueblo, que vive el choque entre el pasado y el presente, que observa los cambios sociales de la España rural, pero que se acostumbra, a veces con nostalgia, y apenas indaga en sus causas, más preocupado por resolver el desorden criminal al que se enfrenta mediante «el pálpito» que tanto sorprende a don Lotario, el veterinario del pueblo, un
Watson
particular que ensalza las habilidades del investigador, aunque jamás ejerce de secretario, es decir, no relata las andanzas de Plinio a la manera holmesiana.
[46]

Las historias son narradas siempre en tercera persona omnisciente, con un gran peso en la calidad y contundencia de los diálogos, cargados de sentido del humor. A todo esto añade un lenguaje literario muy rico. Así lo explicaba el propio García Pavón: «Simenon decía que, cuando escribía algo de literatura, lo quitaba de sus novelas. Yo digo lo contrario».
[47]

«Plinio trasciende la imagen típica que nos hemos creado del detective literario —escribe el profesor David Roas—. A diferencia de Sherlock Holmes, que resuelve los misterios gracias a una brillante deducción más allá de la capacidad intelectiva de sus semejantes, Plinio se basa tanto en el sentido común como en sus tanteos sobre el terreno, en los que presta atención incluso a las habladurías y rumores que corren entre sus convecinos»
[48]
.

No ha sido Francisco García Pavón el único escritor policíaco al que sus sucesores han pretendido menospreciar sus méritos. A Gilbert K. Chesterton le llegaron a negar el pan y la sal. Tras la hegemonía de la novela criminal científica y de la variedad melodramática de la historia de misterio, su personaje, el Padre Brown, introdujo una modificación. Con este sacerdote-detective y su método intuitivo-religioso, los críticos comenzaron a hablar de «novela policíaca metafísica», e incluso, como explica Vázquez de Parga, «los más reticentes, los que abogan por admitir la existencia de una novela policíaca única y verdadera, [hablan] de novela policíaca aparente, porque, se dice, las historias del Padre Brown adoptan la forma externa de la novela policíaca, pero en realidad van mucho más allá, bajo su forma policíaca ocultan una doctrina metafísica, una moral y unos principios que son totalmente ajenos a este género cuyos fines son muy limitados».

Este mismo tipo de negación la ha sufrido en España el propio García Pavón por boca nada menos que de Manuel Vázquez Montalbán. En 1979, el creador de Carvalho declaró sobre Plinio: «No creo que sea rigurosamente novela policíaca. Es un estudio de costumbres en un pueblo de La Mancha: una descripción de tipos. La intriga es menor, el interés policíaco es completamente menor, salvo
Las hermanas coloradas
, que es, a mi parecer, la novela más conseguida. Pero no creo que a partir de la propuesta del modelo de Plinio pueda desarrollarse una posible línea de novela policíaca»
[49]
.

Vázquez Montalbán, que había sido proclamado padre fundador de la nueva novela negra española, ocupaba así la posición de liderazgo del género con la serie sobre Pepe Carvalho que había iniciado con
Tatuaje
, en 1974, cuando Plinio ya había superado más de la mitad de su producción literaria
[50]
.

El creador de Carvalho ponía el dedo en la llaga al introducir el término costumbrismo, tan denostado por la crítica de la época, para referirse a la serie detectivesca de García Pavón. Sin embargo, todas las buenas novelas negras policíacas son, por definición, novelas de costumbres (de muy malas costumbres), relatos itinerantes por los que discurren ambientes y personajes variopintos
[51]
. ¿A qué viene negarle a García Pavón su carácter policíaco en función del costumbrismo? ¿Se ha inventado alguna máquina capaz de medir cuándo una novela criminal deja de serlo para quedarse en costumbrista? Veamos:
El reinado de Witiza
es una denuncia de las bromas pesadas.
El rapto de las sabinas
resuelve dos asesinatos y descubre una organización de trata de blancas que ha raptado a dos mujeres.
Las hermanas coloradas
hace que el detective se traslade a Madrid para buscar a dos hermanas pelirrojas desaparecidas, lo que es aprovechado para hacer un ajuste de cuentas con la incapacidad del franquismo para acabar con la venganza emprendida contra los derrotados en la Guerra Civil… Como escribe el profesor Valles Calatrava sobre esta última novela: «Al margen de ser la que tiene más dosis de intriga de las creadas por su autor, constituye una honda exploración de las frustraciones humanas provocadas por el anclaje al pasado»
[52]
. En
Una semana de lluvia
relata la psicosis colectiva ante la presencia de un supuesto violador.
Voces en Ruidera
cuenta una desgarradora y brutal historia sexual al tiempo que plantea un oscuro caso de espionaje policial.
Otra vez domingo
investiga la misteriosa desaparición de un médico…

Antonio Giménez Rico dirige a Antonio Casal y Alfonso del Real en Tomelloso.

En sus novelas aparece la denuncia ante las bromas abusivas, la incomprensión y represión política, el puritanismo sexual, los odios familiares, el honor que se lava con sangre… aunque se haga sin estridencias sensacionalistas, que diría Julian Symons, con la sabiduría de un humanista de carácter amable.

Cualquier descenso literario a la realidad de la calle, como hace la novela negra desde Hammett, cualquier apuesta por el realismo supone siempre una descripción costumbrista, una aproximación a los modos y maneras de la gente real. Las formas de vivir y de morir. Y el crimen en todas sus variantes, el delito —no lo olvidemos— es quizás la más socializada y costumbrista de las actividades humanas detestables. «La grande y tristísima peripecia del hombre —dice Braulio en
Las hermanas coloradas
— es darse cuenta de que es acabadero. Ya que lo primero que descubrió con su inteligencia no fue la rueda, la llama o el vestido sino su fin sin remedio». El tanatos y el eros siempre presentes, aunque escondidos entre humor a grandes dosis, en la serie
pliniesca
de García Pavón.

Tampoco las novelas de Carvalho son netamente policíacas. Su autor desde el principio destacó «el carácter experimental» de la saga
carvalhiana
y nunca dejó de quejarse ante la ceguera con que la crítica había recibido su incursión en el género. Incluso despojó a la serie Carvalho de su carácter negro-criminal y se refirió a ella como novelas-crónica de la sociedad española. Después de
Tatuaje, La soledad del manager
y
Los mares del Sur
, el aspecto negro-policíaco pierde fuerza y acaba diluido en unas historias de costumbres, gastronómicas y barcelonesas, donde el retrato social prima sobre las investigaciones en torno al crimen de turno, que siempre es banal.

Así lo analiza la estudiosa María Luisa Moraga: «La utilización por parte de García Pavón del género policíaco como armazón sobre el que plasmar estampas costumbristas de la vida manchega no dista mucho del empleo al que somete la novela policíaca Vázquez Montalbán para hacer su crónica de la vida colectiva española durante y después de la transición democrática. Los dos autores incorporaron fielmente en sus obras las costumbres de la sociedad que querían representar»
[53]
.

La exclusión del autor manchego puede obedecer también a motivaciones políticas propias de los convulsos años de la transición. Los nuevos escritores
negros
surgidos en España a partir de 1980 se proclamaban novelistas de izquierdas, muchos eran antiguos periodistas comprometidos con la denuncia y la mayor parte de ellos se sentía cómoda en el mimetismo de la línea
hard-boiled
.

Las novelas policíacas de García Pavón no encajaban en sus perspectivas, eran demasiado humanistas y liberales, más preocupadas por denunciar la deshumanización de la sociedad que por lanzarse a saco sobre la extrema derecha inmobiliaria (por ejemplo). Uno de los personajes de
El rapto de las sabinas
dice: «Es una monstruosidad que nada pueda conseguirse sin dinero, ni siquiera la paz, ni siquiera pasar la corta temporada que es la vida un poco de acuerdo con nuestros gustos y naturaleza. Hemos de hipotecar… todo, para sobrevivir. Grotesca tragedia».

José Fernández Colmeiro dice del personaje creado por García Pavón: «Moderadamente anticlerical y relativamente tolerante, Plinio se muestra políticamente ambiguo, a la vez que está teóricamente en contra de la represión social y sexual, y en contra del atraso y la ignorancia (como correspondería a un liberal), Plinio defiende ante todo el statu quo imperante, como corresponde al jefe de la Guardia Municipal». Y añade: «El carácter auténticamente español de esta saga policíaca se hace notar tanto en la caracterización del detective como en el gran peso que en estas novelas tiene la tradición literaria española».
[54]

Para algunos, Plinio es el máximo representante contemporáneo de la novela-enigma española, el primer intento entre nosotros de construir una novela policíaca de calidad, alejada de la imitación de los clásicos extranjeros. Supuso un caso singular de novela de género netamente española, desarrollada en una ambiente rural. En un lugar tan insólito como el que eligió Cervantes, Plinio y don Lotario son una pareja a lo Quijote y Sancho, como lo son también Carvalho y su «escudero» Biscuter (a veces), Petra Delicado y Fermín Garzón, de Alicia Giménez-Bartlett, los guardia civiles Bevilacqua y Chamorro, de Lorenzo Silva, el inspector Leo Caldas y el agente Rafael Estévez, de Domingo Villar, o mis policías Pulido y Galeote.

Elegir un pequeño pueblo manchego como escenario criminal fue también una manera de sortear a la censura durante un momento histórico en que resultaba imposible la creación de una novela negra urbana, crítica con los poderes establecidos y que denunciara la corrupción y los manejos del poder. Plinio es el primer detective de la literatura española en lengua castellana aunque su línea no haya sido seguida masivamente en España, igual que nadie continuó con la tradición abierta por Chesterton en la literatura anglosajona. Desde la novela de Cervantes todo parece inventado y a nosotros, como narradores, nos toca revolucionar el motor de la escritura y actualizar los mecanismos de la condición humana.

El objetivo de la novela policíaca no se reduce a sembrar el texto con pistas y resolver al final el enigma: su propósito es el de toda literatura. Como escribe Vázquez de Parga: «Tras el crimen, tras la persecución o la investigación pueden ocultarse —y de hecho se ocultan con frecuencia— motivaciones de otro tipo, sean morales, sociales, políticas, etc., y ello no desnaturaliza el género, sino que, al contrario, le confiere una consistencia y una dignidad de la que carece el puro enigma lúdico»
[55]
.

Francisco García Pavón dejó tras de sí una serie literaria y un personaje fijo de referencia, en la mejor tradición del género, que, afortunadamente, todavía hoy podemos leer con deleite.

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