Read Anoche soñé contigo Online
Authors: Gemma Lienas
¡El teléfono! Vaya momento más oportuno para una llamada...
Con el pecho dividido entre la rabia, el dolor y la esperanza fue a contestar.
âDiga.
âMari Loli, soy yo.
âAngelines...
âMari Loli, hija, que me da mucha pena estar asà contigo, que llevamos tanto sin hablar... ¿O vas a decirme que ahora tampoco es el momento, como la última vez?
No lo era. Desde luego que no. Pero no querÃa ofender a Angelines más de lo que ya lo habÃa hecho. Al fin y al cabo, ninguna culpa habÃa tenido la pobre para merecer sus desplantes y, sin embargo, aún tenÃa la paciencia de llamar y de interesarse por una.
â¿No piensas llamarme nunca más? ¿Sigues enfadada conmigo y no vas a contarme por qué?
âAngelines, no, hija, que no estoy enfadada contigo...
¡Pues claro que no tenÃa ningún cabreo con su pobre y paciente amiga de toda la vida! Porque ésa era una amiga como la copa de un pino. Que otra, en su lugar, habrÃa optado por no volver a llamar al cardo de Mari Loli nunca más. ¡Ay, qué suerte haberla recuperado! En el pecho se le juntaron las dos nubes de esperanza y bienestar, la de Luis y la de Angelines. Entre ambas arrinconaron la rabia por Manolo.
â¡Ay!, Mari Loli, qué bien que me vuelvas a hablar en el tono de siempre.
âPues claro, Angelines. Si lo que ocurre es que tengo montones de problemas...
âVaya, ¿y para qué estamos las amigas?
âEn eso llevas razón.
âPues, fÃjate que yo también tengo algo que contarte. Ocurrió a finales de abril, pero, como estabas tan rara, no habÃa forma de explicártelo.
âLo siento, Angelines, de verdad.
â¿Te lo cuento y luego tú me explicas tus problemas?
âVenga, cuenta.
âPues, verás, resulta que conseguà hablar con Carlos Amadeo. Lo que oyes tú. Me fui una noche a un concierto suyo...
Cargado con su maleta, Manolo pasó junto a Mari Loli y, luego, al llegar a la puerta de la salita, antes de perderse en el pasillo, le dijo adiós levantando la mano.
Sin dejar de escuchar a Angelines, Mari Loli pensó que los años de vida en común le cabÃan a Manolo en una maleta y los podÃa liquidar diciendo adiós con un gesto de cuatro de sus dedos.
Pudo oÃr la puerta que se cerraba.
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Aunque seguÃa el relato de Angelines, que le contaba cómo habÃa burlado la vigilancia de José Antonio para poder asistir al concierto de Carlos Amadeo, una parte de la atención de Mari Loli estaba en un futuro por estrenar en el que Luis jugaba un papel. Manolo bajaba por la escalera pensando en las indecisiones de tanto tiempo, en la inquietud de tantos dÃas â¿debÃa o no dejar a Mari Loli y a los niños para irse con Pili?â y, total, tan fácil como habÃa resultado. Ni siquiera al entrar y enfrentarse a Mari Loli, pensaba que tendrÃa narices; y, sin embargo, sólo con pincharla un poco, habÃa sido ella quien lo habÃa largado de casa. En el quinto, detrás de la puerta de su piso, Pili aguardaba a Manolo. ¿BajarÃa o no?, se preguntaba con ansiedad. A ver si, al final, no habrÃa sido capaz de decÃrselo a Mari Loli. O, quizás, Mari Loli se habÃa puesto hecha una furia y él no habÃa tenido valor para dejarla. O, tal vez, Mari Loli habÃa sufrido un desmayo... Tantos dÃas habÃa estado Manolo deshojando la margarita... Bueno, ella se lo habÃa puesto claro: o te vienes conmigo o no hay más clavos. ¡Ah!, parecÃa que oÃa sus pasos. En ese momento, también, el ascensor subÃa hasta el séptimo. En él, iban Estrella y su novio, sin dejar de besarse. Estrella querÃa presentarle a Mari Loli el hombre que le habÃa sorbido el seso. ¡A saber qué dirÃa la pava de su hermana por el hecho de que fuera un hombre casado! Bueno, más que casado, ahora separado, porque, por fin y después de muchos reparos, habÃa optado por irse de casa, dejando a su mujer y a sus hijos. Hasta hoy no habÃa querido contarle nada a su hermana. Primero, porque Estrella era muy suya y preferÃa no irle con sus cuitas a nadie. Y segundo, porque, con lo inocente que era Mari Loli, igual se escandalizaba. Además, que, a la pobre, con el disgusto que le estaba dando el guaperas de Manolo, quizás no le apetecerÃa saber de otros enamoramientos. Pero ahora, ya sÃ, iba siendo hora de que conociera a su novio. Un tipo estupendo, por el que estaba dispuesta a arriesgarse a empezar una nueva vida de pareja. Y, ¡caramba!, Mari Loli tenÃa que saberlo, que ella era su única familia.
Un vehÃculo de vociferante sirena pasó junto al bloque de pisos de Mari Loli, cuyo corazón sufrió un sobresalto. ¡Qué repelús! Era una ambulancia con los cuerpos de Alberto y de Carlos, camino del hospital, seguida de cerca por el Peugeot 405 gris de Olga y el Audi 3 negro de Teresa. Olga seguÃa ahogada en esa marea de emociones que, en las últimas veinticuatro horas, habÃa crecido y crecido, hasta inundarla. Y, todavÃa en estado cercano al hipnotismo, se preguntaba cómo iba a darles la noticia a los niños y a Patricia, qué debÃa contar y qué callar respecto al accidente. ¿Era conveniente explicar que Alberto y Carlos habÃan muerto juntos y por qué? ¿Lo habrÃa querido asà Alberto? Se secó los ojos y decidió discutirlo con Teresa. Y Teresa encendÃa otro cigarrillo, mientras pensaba que Carlos habÃa muerto sin conocer su decisión: cuando fuera dada de alta después de ser intervenida, no pensaba regresar a casa con él.
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Estrasburgo,
2000
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