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Authors: Friedrich Nietzsche

Así habló Zaratustra (46 page)

BOOK: Así habló Zaratustra
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Cita del Evangelio de Lucas, 4, 23: «Seguro que me diréis este proverbio: Médico, cúrate a ti mismo» (palabras de Jesús a sus interlocutores en la sinagoga de Cafarnaum).

{131}
«Pueblo elegido»: concepto bíblico para designar a Israel. Véase el Salmo 105, 43. Zaratustra establece aquí una antítesis entre «los que se han elegido a sí mismos» y «los elegidos por Dios».

{132}
Paráfrasis, invirtiendo el sentido, del Evangelio de Mateo, 5, 43-44. «Habéis oído que fue dicho: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos.»

{133}
Alusión a la fábula narrada por Aristóteles en su Poética (1452 s 7,10): «También lo fortuito nos maravilla más cuando parece hecho de intento, por ejemplo cuando la estatua de Mitis, en Argos, mató al culpable de la muerte de Mitis, cayendo sobre él mientras asistía a un espectáculo».

{134}
Paráfrasis, invirtiendo el sentido, del Evangelio de Mateo, 10, 33: «A todo el que me negase delante de los hombres yo le negaré también delante de mi Padre.»

{135}
En Ecce homo, cita Nietzsche el pasaje que va desde «Ahora yo me voy solo...» hasta aquí para indicar que Zaratustra no es un «sabio», ni un «santo», ni un «redentor del mundo» a la manera usual.

{136}
Estos dos últimos párrafos, desde «y solo...» hasta aquí, fueron colocados por Nietzsche como motto al frente de la segunda par te de esta obra.

{137}
«El gran mediodía»: primera aparición de este importante concep to en esta obra. Zaratustra lo describe a grandes rasgos en el párra fo siguiente. Véase también, en la tercera parte, De la virtud empe­queñecedora, 3, Del pasar de largo, De los tres males, 2, De tablas viejas y nuevas, 3, y 30; y en la cuarta parte, Del hombre superior, 2, y El signo.

{138}
En la cuarta parte, Del hombre superior, 2, se repite esta frase.

Notas Segunda parte

{139}
En los borradores Nietzsche había previsto para este capítulo el tí­tulo de La segunda aurora.

{140}
«El sembrador» es imagen evangélica. Véase Evangelio de Mateo, 13, 3 ss.

{141}
Nietzsche desarrolla con detalle esta idea en esta misma segunda parte, La canción de la noche.

{142}
Sobre la cizaña y el trigo véase el Evangelio de mateo, 13, 24 y ss. (parábola de la cizaña). También aquí son los «enemigos» del sembrador los que plantan cizaña entre el trigo.

{143}
La imagen de «salir en busca de los perdidos» es asimismo remi­niscencia evangélica. Véase Evangelio de Lucas, 15,4 y ss. (parábo­la de la oveja perdida).

{144}
Esta frase es, incluso por su estructura verbal (verwundet bin ich von meinem Glücke), reminiscencia de las muy conocidas, entre wagnerianos, palabras de Brunilda en el tercer acto del Sigfrido:

«Herido me ha quien me despertó» (verwundet hat mich der mich erweckt). Nietzsche cuenta que, cuando fue a visitar por vez prime­ra a Wagner en Tribschen, estuvo «largo tiempo en silencio ante la casa y escuchaba un acorde doloroso, continuamente repetido». Ese acorde correspondía al tema del «despertar de Brunilda».

{145}
Expresión bíblica. Véase el Salmo 50, 1: «Desde el poniente hasta el levante...»

{146}
Anticipación del título del apartado siguiente. Véase la nota 149.

{147}
Expresión bíblica para designar al demonio.

{148}
El tema de la «sabiduría salvaje» tiene gran importancia como ca­racterización del saber propio de Zaratustra. Véase, en el párrafo siguiente, «leona Sabiduría». Véase también, en esta misma se gunda parte, De los sabios famosos, donde Zaratustra contrapone esta sabiduría suya al saber de los «sabios famosos» que aparecen como «animales de carga». Véase asimismo, en la tercer parte, De tablas viejas y nuevas, 2.

{149}
En los borradores Nietzsche había previsto para este capítulo el tí­tulo De los dioses. A pesar de la designación de «afortunadas», Nietzsche no se refiere ciertamente a las islas Canarias ni a unas «islas afortunadas» concretas. Si acaso, Nietzsche las situaba jun­to a Nápoles y aludiría a Ischia y Capri, muy conocidas y amadas por él desde su estancia en Sorrento. En una carta a Peter Gast (12 de agosto de 1883) dice Nietzsche lo siguiente: «Esta isla (Ischia) me obsesiona; cuando usted haya leído Así habló Zaratustra II hasta el final comprenderá con claridad dónde he situado yo mis “islas afortunadas”».

{150}
Palabras citadas por Nietzsche en Ecce homo para subrayar lo que él llama el tempo delicadamente lento de estos discursos.

{151}
El verbo alemán ziehen, que significa «sacar» (una conclusión, por ejemplo), «extraer», «arrastrar», permite a Nietzsche este jue­go de palabras, que, desarrollado, diría lo siguiente: Es cierto que yo he «sacado» la conclusión de la inexistencia de Dios; pero a la vez esa inexistencia de Dios me «saca», como conclusión suya, a mí. O lo que es lo mismo: Yo sólo existo en cuanto conclusión de la inexistencia de Dios.

{152}
Inversión de la frase de Goethe, que dice exactamente lo contrario: «Todo lo perecedero no es más que un símbolo» (Fausto, final, verso 12104). Véase, en esta misma parte, De los poetas, así como la nota 223.

{153}
En La gaya ciencia, aforismo 84, al final, dice Nietzsche: «¡Para una verdad es más peligroso que un poeta esté de acuerdo con ella que no que la contradiga! Pues como dice Homero: “Mucho mienten los poetas.”» Aristóteles, que cita esta misma frase, afir­ma que se trata de un «proverbio» (Metafísica, 983 a 3). Véase So­lón, fragmento 26 (Hiller). Véase también, en esta misma parte, De los poetas, donde, en diálogo con uno de sus dis­cípulos, Zaratustra desarrolla este «proverbio».

{154}
Esta misma frase se repite y amplifica en la tercera parte, De tablas viejas y nuevas, 16. Es antitética de la frase evangélica: «La verdad os hará libres» (Evangelio de Juan, 8, 32).

{155}
A esta sombra, llamada más tarde «la sombra de Zaratustra», le es­tará dedicado en la parte tercera, todo un capítulo.

{156}
Cita de la bienaventuranza de Jesús (Evangelio de Mateo, 5, 7): «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.»

{157}
Véase, en la cuarta parte, El más feo de los hombres, cómo el propio Zaratustra practica esta doctrina al encontrarse con el más feo de los hombres.

{158}
En la cuarta parte, La Cena, el mendigo voluntario recor­dará a Zaratustra esta frase.

{159}
Véase, en esta segunda parte, De la redención, donde Zara­tustra aplica irónicamente esta doctrina a sí mismo.

{160}
Los cuatro párrafos que van desde «Ay, ¿en qué lugar? ...» hasta aquí fueron colocados por Nietzsche como motto al frente de la cuarta parte de esta obra. Y en el capítulo de esa misma parte titulado Jubilado, Zaratustra pregunta con curiosidad al viejo papa si es cierto que Dios murió de esa mane­ra: «de compasión».

{161}
«La espada dormida» es imagen que Nietzsche vuelve a usar en la tercera parte, De tablas viejas y nuevas, 21.

{162}
Alusión irónica al último verso de la ópera Parsifal: «Erlösung dem Erlóser» (redención para el Redentor).

{163}
Reminiscencia de lo que, en Las mil y una noches, le ocurre a Sindbad el marino en su primer viaje: desembarca sobre el lomo de un pez enorme, creyendo que se trata de una isla.

{164}
Estos tres últimos párrafos transparentan la vivencia nietzschea­na de las iglesias católicas de Italia y, en general, de todo templo. Nietzsche había visto en Roma cómo los peregrinos subían de ro­dillas la Santa Scala; véase carta escrita desde Roma, en mayo de 1883, a F. Overbeck, donde cuenta esto. A este «subir de rodillas» contrapone Zaratustra el «subir volando».

{165}
Véase, en la tercera parte, Los siete sellos, 2, donde Zara­tustra repite esta misma descripción.

{166}
«Tribulación embozada» es calificación que Zaratustra volverá a aplicar al sacerdote en la cuarta parte, Jubilado.

{167}
Sobre el sacerdote como pastor véase la explicación de Nietzsche en La genealogía de la moral.

{168}
Sobre la sangre como demostración de la verdad puede verse el 53 de El Anticristo.

{169}
La reja del arado es el título que Nietzsche pensó dar en un prin­cipio a su obra Aurora.

{170}
En esta misma segunda parte, De los doctos, repetirá Zaratus­tra esta irónica metáfora de los relojes, aplicándola allí a los «doctos».

{171}
Nietzsche puede afirmar que, en alemán, «yo soy justo» suena igual que «yo soy vengado», valiéndose de la semejanza fonética existente en aquella lengua entre ambas expresiones: ich bin ge­recht (yo soy justo), ich bin gerácht (yo estoy vengado).

{172}
Paráfrasis del Evangelio de Mateo, 23, 12: «Pues el que se ensalce será humillado; y el que se humille será ensalzado.»

{173}
En Más allá del bien y del mal hace Nietzsche la siguiente variación sobre este pensamien­to: «Quien no quiere ver lo elevado de un hombre fija su vista de un modo tanto más penetrante en aquello que en él es bajo y su­perficial -traicionándose a sí mismo con ello.» La variación fun­damental está en el paso de «no ser capaz de ver» (aquí) a «no que­rer ver» (allí).

{174}
Véase, en la parte tercera, De tablas viejas y nuevas, 2, donde Zaratustra volverá a reprobar la vieja presunción de los hombres de saber ya hace mucho tiempo qué es el bien y el mal para ellos.

{175}
Reminiscencia de 1 Reyes, 17, 6: «Los cuervos le llevaban [a Elías] pan por la mañana y carne por la tarde.» Aquí son águilas las que llevan la comida a los solitarios.

{176}
En Ecce homo cita Nietzsche un largo fragmento de este capítulo (desde «¿Pero qué me ha sucedido?»... hasta aquí) como ejemplo de la manera de hablar Zaratustra sobre «la redención de la náusea».

{177}
Este apartado es un ejemplo más de la «atmósfera italiana» de esta segunda parte de Así habló Zaratustra. De ese modo se en­tiende igualmente la alusión final a la «tarantela».

{178}
Véase, en esta segunda parte, De los doctos.

{179}
Variación sobre el fragmento 51 (Diels-Kranz) de Heraclito: «No entienden cómo, al diverger, se converge consigo mismo: armonía propia del tender en direcciones opuestas, como la del arco y la de la lira».

{180}
Reminiscencia clásica: también Ulises pide a sus compañeros que lo aten al mástil de la nave para no ser arrastrado por los cantos de las sirenas. Véase Odisea, canto XII.

{181}
La traducción castellana manifiesta sólo uno de los dos sentidos que tiene simultáneamente la expresión alemana Tarantel­-Tänzer: el que baila la tarantela y el que gira bailando por haber sido picado por una tarántula. A la picadura de la tarántula se le atribuían antiguamente extraños efectos nerviosos; y también a la danza llamada «tarantela» se le atribuían poderes curativos con­tra esa picadura.

{182}
Alusión a la conocida frase vox populi, vox Dei (la voz del pueblo es la voz de Dios).

{183}
El «concienzudo del espíritu» dirá más tarde a Zaratustra, en la conversación que mantendrá con él, que fue precisamente esa en­señanza la que lo indujo a seguirlo. Véase, en la cuarta parte, La sanguijuela. Véase también, en la tercera parte, De tablas viejas y nuevas, 7.

{184}
«Trasladar montañas» es expresión bíblica. Véase el Evangelio de Mateo, 17, 20: «Tenéis poca fe. Os aseguro que si tuvierais fe como un grano de mostaza le diríais a aquella montaña de allí que vinie­ra y vendría».

{185}
Alusión ala frase del Apocalipsis, 3,15-16: «¡Ojalá fueras frío o ca­liente! Mas como eres tibio, y ni frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca.»

{186}
Títulos anteriores previstos por Nietzsche para este apartado fue­ron: Luz soy yo y La canción de la soledad. El propio Nietzsche hace en Ecce homo interesantes consideraciones sobre este poema. Le llama «el inmortal lamento de estar condenado, por la sobrea­bundancia de luz y poder, por la propia naturaleza solar, a no amar». Y después de trascribirlo íntegramente añade: «Nada igual se ha compuesto nunca, ni sentido nunca, ni sufrido nunca, así sufre un dios, un Dioniso. La respuesta a este ditirambo del ais­lamiento solar en la luz sería Ariadna... ¡Quien sabe, excepto yo, qué es Ariadna!»... Véase Ecce homo.

{187}
La alusión a los «surtidores» es, una vez más, reminiscencia italia­na, y se refiere a la fontana del Tritone, obra de Bernini, que ador­na la piazza Barberini en Roma. Es Nietzsche mismo el que dice esto: «En una loggia situada sobre la mencionada piazza (Barbe­rini], desde la cual se domina Roma con la vista y se oye, allá aba­jo en el fondo, murmurar la fontana, fue compuesta aquella can­ción, la más solitaria que jamás se ha compuesto, La canción de la noche.»

{188}
En Hechos de los Apóstoles, 20, 35, dice Pablo a los presbíteros de la Iglesia de Efeso: «Hay que tener presentes las palabras del Señor Jesús, que dijo: Mayor felicidad hay en dar que en tomar.» Esta fra­se atribuida a Jesús por Pablo no la han conservado los Evangelios. Nietzsche invierte la sentencia: la infelicidad, dice, la otorga el dar; es mejor tomar; y aun mejor, robar y arrebatar. Véase, en la tercera parte, El retorno a casa, y, en la cuarta parte, El mendigo voluntario.

{189}
Véase, en la tercera parte, El convaleciente.

{190}
Una variación de esta idea puede verse en Más allá del bien y del mal: «¡Es tan frío, tan gélido, que al tocarlo nos quemamos los dedos! ¡Toda mano que lo agarra se es­panta! - Y justo por ello no son pocos los que lo tienen por ardien­te.»

{191}
Así llama el Evangelio de Juan, 12, 31, al demonio (palabras de Je­sús a Andrés y Felipe, anunciando su glorificación por la muerte): «Ahora comienza un juicio contra el orden presente, y ahora el se­ñor de este mundo será arrojado fuera. Pero yo, cuando me levan­ten de la tierra, tiraré de todos hacia mí».

{192}
Con estas mismas palabras comenzará también La otra canción del baile, en la tercera parte de esta obra.

{193}
Otro título previsto por Nietzsche para este apartado en sus ma­nuscritos era La fiesta de los muertos. Ciertos comentaristas han querido ver en La canción de los sepulcros una sumaria enumera­ción de las diversas desilusiones y afrentas, reales o imaginarias, sufridas por Nietzsche en su vida. El propio título es sin duda una reminiscencia de la isla de San Michele, cementerio de Venecia, llamada también «isla de los muertos», y que ciertamente Nietzsche veía desde su ventana cuando en Venecia residía en Funda­menta Nuove. El «buho monstruoso y repugnante» representaría al filólogo (Wilamowitz von Möllendorff) que se atravesó en su carrera de catedrático universitario. El «cantor más amado», que, sin embargo, le entona una «horrenda y pesada melodía», sería Wagner, que le había insultado en su artículo Público y populari­dad, publicado en los Bayreuther Blätter (Hojas de Bayreuth); y así sucesivamente.

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