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Authors: Hans Jürgen Press

Aventuras de «La mano negra» (4 page)

BOOK: Aventuras de «La mano negra»
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—¡Allí está el pájaro huido! ¡Mirad lo que está haciendo!

¿Qué hacía Villamil en la tienda de campaña?

7. Los hombres rana

Dentro de una tienda, Villa mil hinchaba un neumático. ¿Qué había ido a hacer aquel individuo al camping?

—Quizá se ha dado cuenta de que estamos tras él —dijo Rollo.

—De todas formas le observaremos detenidamente —aclaró Félix.

Se ocultaron en una pequeña colina y no perdieron de vista la tienda de Villamil. Durante dos horas nada se movió, excepto las hormigas, que cosquilleaban incansablemente a la pandilla. Se hizo de noche y salió la Luna. Entonces, «la mano negra» vio que Villa mil salía de la tienda y lentamente se dirigía a la orilla del lago. Andaba a grandes pasos y tiró al agua algo pesado atado a una cuerda. ¡¡Plaf!!, sonó, y poco después Villamil había desaparecido otra vez en su tienda.

—¿Qué sería? —murmuró Adela.

—Mañana lo comprobaremos —susurró Félix.

Al día siguiente la pandilla volvió al lago de los Castores provista de equipos de inmersión. Se los pusieron detrás de unos arbustos y desaparecieron bajo el agua. Después de varias tomas de aire, localizaron el sitio donde estaba el objeto que había tirado Villamil. Félix dio la señal para subirlo, pues ya sabía qué era lo que el sospechoso había tirado al lago.

¿Qué había tirado Villamil al agua?

8. El collar

Félix había descubierto en el fondo del lago de los Castores una bolsa de deporte.

—¿Pertenecerá a Villamil? —preguntó Adela.

—¡Claro! Está atada a una cuerda —contestó Félix.

—Entonces ¡en marcha! Tenemos que inspeccionarla.

«La mano negra» se zambulló de nuevo en el agua.

Después de algunos impulsos alcanzaron la bolsa. Rollo desató el nudo y Félix metió la mano sacando un collar. En el mismo momento hubo un fuerte tirón y la bolsa subió hacia la superficie. Para la pandilla no había ninguna duda: ¡Era obra de Villamil! Nadaron rápidos hacia su escondrijo y salieron del agua. Rollo estornudó fuertemente.

—¡Maldita sea otra vez!

—Por lo menos tenemos un collar —le tranquilizó Félix.

Adela lo examinó con atención y exclamó:

—Es una joya antigua.

Una hora más tarde «la mano negra» entraba en casa de la señora Lidia Acosta.

—Es terrible —se lamentó—. La policía no ha encontrado todavía mis joyas de familia.

—Quizá la podamos ayudar —dijo Adela—. Hemos encontrado algo, y usted nos tiene que decir si pertenece a sus joyas. ¡Enséñale el collar, Félix!

—No es necesario —dijo Félix—, ya sé que pertenece a las joyas robadas.

¿Por qué lo había descubierto Félix?

9. Pisándole los talones

Félix acababa de reconocer la joya en un cuadro que colgaba de la pared, cuando gritó:

—¡Escalera de emergencia! ¡Vuelta al lago de los Castores!

Naturalmente, «la mano negra» llegó demasiado tarde. Villamil y su moto habían desaparecido.

—¡Debemos avisar al inspector Faraldo! —dijo Rollo—. Voy a telefonearle.

Poco después, chirriando los frenos, llegó un coche patrulla al lago de los Castores. «La mano negra» se subió a él, y mientras el conductor pisaba el acelerador, Adela hizo un br~ve informe sobre la situación.

—¡Alto! —gritó el inspector Faraldo.

El coche se detuvo junto a un policía.

—¿Una moto con sidecar?

—Sí, la he visto hace un momento, iba a la granja de Ochoa.

Cuando la pandilla y los policías entraron en la granja, vieron en seguida la moto. Fueron a la casa y gritaron:

—¿Hay alguien?

—Sííí —contestó una mujer desde la cocina.

—La amiga de Villamil-murmuró Félix—, estaba con ella el otro día en el cine.

—¿Quién es usted? —le preguntó el inspector.

—Soy Rita, la asistenta. Los señores están en la ciudad. Llevo toda la mañana sola en casa.

—Usted miente —dijo Rollo—. Ahí está la prueba.

¿Qué vio Rollo?

10. Rita guardó el secreto

El inspector Faraldo sostenía ante la nariz de la asistenta el cigarro humeante que Rollo había descubierto y preguntó:

—¿Dónde está ese hombre?

—Yo no sé nada —contestó ella con arrogancia.

—Como usted quiera —dijo el inspector—. Vamos a registrar la casa. ¡Condúzcanos a todas las habitaciones!

Rita tomó una silla, la puso en medio de la cocina y se sentó.

—Busque usted solo —dijo con sorna—. Entre en todas las ratoneras.

El inspector Faraldo no dijo ni una palabra más y, ayudado por su compañero, registró toda la casa. «La mano negra» se sentó mientras tanto en la escalera y no perdió de vista a la mujer.

—Si no encuentran a Villamil —murmuró Kiki c. a.—, quedaremos en ridículo.

—Pero tiene que estar aquí —susurró Félix.

Ya no quedaba por registrar más que las habitaciones de encima de la cocina. El inspector Faraldo abrió la puerta de la despensa y miró dentro. No había nadie. Luego se dirigió a la pandilla y dijo:

—Lo hemos registrado todo.

—Pero han olvidado ustedes una puerta —dijo Adela—. Quizá detrás de ella haya una sorpresa.

¿A qué puerta se refería Adela?

11. La última puerta

Sólo cuando Adela señaló con el dedo vio el inspector Faraldo la puerta.

—¡Levántese! —ordenó a la asistenta.

Luego abrió la trampilla del sótano:

—Ahí no hay absolutamente nadie —refunfuñó la mujer.

Pero el inspector se echó a reír.

—¡Suba, señor Nadie! —gritó.

Y acto seguido apareció un casco de motorista y debajo una cara.

—¡Villamil! —gritó a la vez toda la pandilla.

El inspector Faraldo le colocó las esposas.

—Y ahora deme la bolsa —le ordenó.

—Me quejaré —protestó enfadado Villamil—. Yo soy un ciudadano inocente.

—Eso tendrá que probarlo.

El segundo agente de policía bajó al sótano y volvió con la bolsa de deporte.

—No hay nada sospechoso.

El inspector Faraldo cogió la bolsa, pero estaba vacía.

—El señor Villamil iba a traerme patatas del sótano —exclamó Rita—. Usted le ha interrumpido...

y todavía dijo muchas cosas más, enfadada, mientras «la mano negra» desaparecía y bajaba al sótano. De repente, Rollo abrió unos ojos como platos.

—¡Mirad, muchachos! Allí están las joyas robadas.

¿Dónde pudo descubrir Rollo las joyas?

El túnel de los traficantes
1. Sucedió a las 17.04

Un buen día Rollo irrumpió en
el aeropuerto
leyendo con nerviosismo una carta:

«Querido Rollo, he leído en el periódico que "la mano negra" ha capturado a un ladrón y ha encontrado las joyas robadas en un bote de conservas. Por eso, quisiera darte la enhorabuena a ti y a tus amigos. Cordiales saludos. Tu tío Pablo.

» PD: ¿No os gustaría venir conmigo al campo en las vacaciones?»

¡Claro que les gustaría!, y dos sábados más tarde estaban todos en el tren.

—Con las bicicletas habríamos llegado en el mismo tiempo —dijo Kiki c. a.

Rollo miró el reloj. Eran exactamente las 17.04. El párroco, que estaba sentado frente a ellos, se rió y dijo:

—Ahora viene un túnel largo, y en seguida estaremos allí.

Todo quedó a oscuras. Sólo brillaba el fuego de los cigarrillos. Chacachá, chacachá; hacía el tren. De repente una mujer gritó:

—¡Ay, mi pie, tenga usted cuidado dónde pisa!

La puerta del departamento se abrió y entró un humo espeso. Luego se cerró de nuevo con un fuerte «clac».

—¿Quién habrá tocado la puerta? -murmuró Félix.

Cuando salieron del túnel, Adela cuchicheó:

—Yo sé quién ha sido.

¿Qué delató al viajero?

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