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Authors: Federico Axat

Tags: #Intriga, #Terror

Benjamín (67 page)

BOOK: Benjamín
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Harrison bajó su arma. En toda su carrera no había experimentado una sensación como la que lo embargó en ese momento. Los acontecimientos de ese día habían sido lo suficientemente abrumadores como para que le fuera imposible pensar con claridad. Mientras Mike se debatía en el lodo aullando de dolor, el comisario daba la orden a sus hombres para que se ocuparan de él y lo esposaran debidamente. Apenas lo advirtió cuando Rippman se le acercó. Necesitó de unos minutos para darse cuenta de que el anciano procuraba decirle algo.

—Ha mencionado a Benjamin —dijo Rippman—. Pobre hombre…

—¿A qué se refiere? ¿Usted lo conoció?

—Desde luego —afirmó Rippman—. Hacía mucho tiempo que yo andaba por aquí ocupándome del mantenimiento de buena parte de las propiedades cuando el hermano de Mike, Benjamin, murió ahogado en el lago.

Ahogado en el lago…

Harrison observó a Rippman con incredulidad.

—Un episodio lamentable, el de Benjamin —siguió diciendo el viejo—. El padre de Mike vino a pasar el día con Benjamin a Maggie Mae. Sólo ellos dos. Se dirigieron a
la explanada
a pescar. El chico tenía una especie de retraso…, seguramente se precipitó al lago en algún descuido del padre. Todos lo lamentamos…

—¿Cuándo ocurrió eso?

—Déjeme ver… Debió de ser el año 1962. Mike era apenas un crío en aquel entonces. Después del incidente perdió el interés por este lugar.

Harrison se sintió incapaz de procesar la información que

Rippman le acababa de proporcionar. ¿Acaso tenía algún sentido hacerlo?

Rippman continuó hablando, y sin saberlo sacó a relucir la última pieza del rompecabezas que ni él ni el comisario de Carnival Falls tenían manera de armar:

—Mike odió este lugar desde la muerte de su hermano —dijo Rippman con expresión solemne—. Nunca la aceptó. Era… como si supiera algo; no tengo otro modo de explicarlo. Mike cambió mucho desde entonces. Tenía comportamientos extraños para un niño, ¿sabe usted? Esta casa, por ejemplo, tiene un desván, y Mike pasaba horas enteras encerrado allí…, a veces días.

Epílogo

Cuatro años después

La estancia era cálida y amplia. En el centro había una alfombra color cereza con un sofá y dos sillones de una plaza. Andrea había rechazado la invitación a ocupar cualquiera de éstos. Había preferido una silla de respaldo alto ubicada frente a un escritorio de roble. Desde el muro que tenía delante, una serie de diplomas y fotografías en blanco y negro la entretuvieron por unos segundos. A su derecha había tres archivadores y, junto a éstos, una pizarra en blanco.

Sarah McMeal, directora del Lavender Memorial Hospital, la observaba desde el otro lado del escritorio.

—Andrea, es un placer que hayas venido a verme —dijo esbozando una sonrisa.

—Ha resultado ser una mujer insistente.

—Lo sé. Te pido disculpas por ello.

—Está bien.

Sarah se puso en pie. Rodeó el escritorio y se apoyó en una de las esquinas. Sin dejar de sonreír, estudió a Andrea, quien le devolvió la mirada desde un rostro bronceado y enmarcado en una cabellera oscura y corta.

—¿Has venido desde lejos?

—No vivo en Carnival Falls desde hace tiempo, si a eso se refiere.

Andrea bajó la vista. No había sido sencillo tomar la decisión de visitar a la doctora McMeal.

—Andrea, de ninguna manera quise hacerte una pregunta indirecta —se defendió Sarah McMeal.

—Lo siento, supongo que la situación me coloca a la defensiva.

—No te disculpes por ello.

—De cualquier modo, no he venido desde lejos. Vivo aquí, en Boston. ¿Es gracioso, no?

A Sarah el hecho le resultó peculiar, pero prefirió no hacer ningún comentario al respecto.

—Andrea, llevo apenas cinco años al frente de este hospital, aunque hace más de treinta que trabajo en él. Empecé como asistente de enfermería. He visto muchas cosas: treinta años es bastante tiempo, créeme.

—No lo dudo.

—Confieso que el único modo de permanecer tanto tiempo en un sitio como éste, o al menos el único que a mí me ha servido, es no involucrarse emocionalmente con las cosas que aquí ocurren. Ha funcionado casi siempre, y no creas que es algo de lo que me enorgullezca precisamente.

La mujer hizo una pausa y clavó la vista en la puerta de entrada. Entrecerró los ojos y sus gafas de lectura hicieron que se vieran aún más pequeños de lo que eran.

—Sin embargo…, de vez en cuando, una recuerda que son personas las que están aquí dentro. Y entonces puede no ser tan sencillo mantenerse al margen… ¿Te estoy aburriendo, querida?

—No es eso, doctora McMeal.

—Llámame Sarah, por favor.

—Está bien. Sarah, me gustaría que fuera directa conmigo en la medida de lo posible. He aprendido a convivir con las cosas que me han sucedido y el modo de hacerlo ha sido enfrentándome a ellas. Diga lo que tiene que decirme.

—Lo entiendo. Seré franca contigo. No te he pedido que vinieras a verme sólo para darte mi visión profesional de las cosas. Lo he hecho también por motivos personales.

—¿A qué se refiere?

—El caso de Mike Dawson ha sido un ejemplo de esos en los que una se involucra más de lo que debería.

Andrea escuchó las palabras de Sarah sin poder comprenderlas por completo. Había dejado de hacerlo después de escuchar el nombre de Dawson.

—¿Ocurre algo? Te has puesto pálida.

Andrea se puso en pie. La silla en la que estaba sentada estuvo a punto de caer.

—Lo siento. ¿Podría beber un poco de agua?

Sarah se acercó a una mesita y sirvió un vaso de agua fresca. Se lo acercó a Andrea.

—Gracias —dijo ella mientras bebía el agua sin hacer pausas. Se sintió molesta por su reacción, pero había previsto que algo así podía sucederle en algún momento. Había sido necesario un ejército de psicólogos para superar la muerte de sus padres, pero las situaciones actuales eran especiales. Desde lo ocurrido, nunca había vuelto a estar tan cerca de…

Lentamente, volvió a ocupar la silla.

Valiéndose del dedo índice, Sarah deslizó sus gafas por el puente de la nariz. Cambiando el tono de voz por uno profesional, dijo:

—Desde el punto de vista médico, pocas veces me he topado con casos de la complejidad del de Mike. El diagnóstico que figura en su ficha personal es el de una
esquizofrenia disociativa:
un tipo poco común de esquizofrenia que muchos, yo entre ellos, ni siquiera consideramos tal.

Andrea asintió.

—En la esquizofrenia disociativa, se presentan los síntomas clásicos, como alucinaciones, delirios, etcétera, pero todos ellos se manifiestan en diversas personalidades que el sujeto desarrolla.

—Me lo han mencionado antes. Un desorden de personalidades.

—No exactamente. Las personalidades múltiples son decididamente más comunes. En estos casos, el enfermo
alterna
entre las distintas personalidades y cuando se encuentra actuando según alguna de ellas, desconoce a las restantes. En la esquizofrenia disociativa, todas ellas conviven
al mismo tiempo
dentro del sujeto. Es un trastorno que se presenta en personas de alto coeficiente intelectual. Si quisiéramos exponerlo de una manera simple, podría decirse que es como si distintas personas fueran dirigidas por el mismo cerebro. Puede resultar difícil de comprender…

—¿Realmente cree que es tan complejo, doctora McMeal? Recuerdo muy bien la mirada de Dawson, y en lo que a mí respecta, no había mucho margen allí para
racionalidad
.

—Sé a lo que te refieres. No pretendo que eso cambie con lo que voy a decirte. La explicación médica del comportamiento de Mike no cambiará lo que hizo.

—¿Puedo pedirle algo, doctora McMeal?

—Desde luego.

—Deje de llamarlo Mike.

Sarah bajó la vista. Las notas en las que fingió concentrarse no lograron ocultar su vergüenza.

—Durante los años en que he tratado a Dawson —dijo Sarah—, buena parte del tiempo he estado con la persona que conociste durante toda tu vida. Otras, no te mentiré, no ha sido así.

Sarah McMeal se puso en pie.

—Dawson ha llevado a cabo una doble vida durante mucho tiempo —siguió diciendo Sarah—. Aunque cueste creerlo, cada una de esas personalidades ha desconocido a la otra. Es el punto fundamental de todo el asunto: la disociación.

»No lo sé a ciencia cierta, pero estoy convencida de que el asesinato de Ben ocasionó que estas dos personalidades que habían logrado convivir en armonía perdieran el control. Se generaron más personalidades, no sé exactamente cuántas, pero aventuraría que al menos cuatro.

—¿Cuatro?

—Puede que más. Con cierta medicación hemos podido inducir a Dawson a navegar por cada una de estas personalidades, e incluso hemos podido interactuar con cada una de ellas. No ha sido sencillo diferenciarlas.

»El asesinar a Ben en Union Lake fue probablemente la consecuencia de la culpa que Dawson cargaba por la muerte de su propio hermano en Depth Lake. La coincidencia de nombres es asombrosa, aunque imagino que Dawson debió de habérselo sugerido a tus padres. Un detalle así es capaz de ayudar a que una situación estable se dispare.

—Supongo que es la razón por la que está aquí y no en la cárcel. Déjeme decirle que es algo que me ha traumatizado todo este tiempo.

—Lo que diré no te devolverá a tu familia, pero ayudará a arrojar algo de luz sobre algunas cosas. Y una de ellas es que Dawson hizo todo lo posible por impedir lo que ocurrió.

Andrea observó a la doctora como si sus palabras fueran la cosa más descabellada del mundo.

Sarah tomó un rotulador de su escritorio. Dio media vuelta, se acercó a la pizarra y dibujó un círculo.

—La parte responsable de lo que ocurrió aquel día traía consigo la frustración de una vida con desamores, la muerte de un hermano y probablemente el reproche de sus padres por ello. No me cabe duda de que tras permanecer contenida un tiempo, fue la responsable de los lamentables sucesos.

Sarah dibujó otros dos círculos más pequeños y los vinculó mediante líneas.

—Por lo menos ha habido otras dos personalidades peculiares —siguió diciendo la doctora McMeal—. Un niño y una mujer. Son las que menos han aflorado durante estos cuatro años, pero estoy convencida de que son el reflejo de la niñez de Dawson, en el caso del niño, y la proyección de una vida familiar que no pudo tener, en el de la mujer.

—¿A qué se refiere exactamente?

—Un esquizofrénico genera mundos que no existen. Cuando esto viene de la mano de una disociación de personalidades, cada mundo constituye un perfil diferente. Cada personalidad se construye en función de deseos, frustraciones o, en definitiva, experiencias vividas por el sujeto. Fue reconfortante hallar este patrón en Dawson.

—Antes dijo que había un incidente en particular al que quería referirse.

—En realidad es la razón por la que me he puesto en contacto contigo. El episodio tuvo lugar la semana pasada.

—¿Qué sucedió?

—Dawson intentó quitarse la vida. —Sarah hizo una pausa—. Un grupo de enfermeros lo estaba observando por el sistema de circuito cerrado y logró impedirlo. No sabemos cómo, pero Dawson tenía consigo un cuchillo. Estamos efectuando una investigación interna para saber cómo pudo haber conseguido un arma de este tipo.

La doctora dibujó un tercer círculo pequeño y lo vinculó al más grande con otra línea recta.

—Pude llegar a su habitación de alta seguridad justo a tiempo para observar el modo en que lo desarmaban, e inmediatamente advertí que a quienquiera que los enfermeros procuraban contener, no era a Mike Dawson. Andrea, sé que has visto aquellos ojos… y sabes a qué me refiero.

Andrea bajó la vista y asintió.

—Mientras forcejeaba, Dawson dijo algo que llamó mi atención. Era como si se hablara a sí mismo, o se reprochara algo. Dijo: «Tú tienes la culpa. Tú la salvaste…». Y luego mencionó un nombre: Charles Rippman. Supuse que Dawson se refería a ti en primera instancia, pero no tenía idea de por qué mencionaba a Rippman.

—¿Ha hablado con él?

—Sí. Me he tomado la libertad de ponerme en contacto con él. Está muy enfermo…, pero aceptó recibirme. Rippman está lúcido; me ha dicho que lo has visitado varias veces.

—Charles y su esposa han sido muy buenos conmigo.

—Le relaté lo que había visto y que Dawson había mencionado su nombre.

Sarah se quitó las gafas y las depositó sobre su escritorio. Se dejó caer pesadamente en su sillón. Fijó los ojos en los de Andrea, pero esta vez no sonreía.

—Le dije a Charles Rippman que hablaría contigo de esto y me ha pedido que lo comprendieras.

—¿Comprender qué cosa?

—No fue casual que él regresara a Maggie Mae aquella noche. Una hora antes, una llamada de Dawson lo alertó del peligro que corrías. Dawson le pidió que se dirigiera a la trampilla del sótano de la casa. En ese momento, Rippman no entendió por qué se lo pedía, pero lo hizo.

—No veo por qué Charles me ocultaría una cosa así.

—Dawson se lo pidió expresamente.

La conversación entre Andrea y Sarah McMeal se prolongó durante media hora. Convinieron en volver a verse, pero ambas sabían que tal cosa no ocurriría. Sarah había dicho lo que le correspondía y Andrea lo había escuchado. Asunto concluido.

Cuando Andrea abandonó el Lavender Memorial Hospital llevando consigo la revelación de la llamada de alerta por parte de Dawson a Rippman, no se sintió diferente. Albergaba el deseo de redimir a Mike, de entenderlo, pero tales sentimientos constituían el fondo lodoso de un océano insondable. En sueños recordaba al Mike que había conocido durante su niñez, y en ellos una corriente fría agitaba el fondo oceánico de sus pensamientos…, pero el día se encargaba indefectiblemente de que aquello sedimentara con lenta pesadez.

Al alcanzar la puerta de entrada, rayos oblicuos de un sol radiante golpearon su rostro. Se detuvo para colocarse sus gafas de sol, cuando el brazo de un hombre rodeó su cuello y ella sonrió. Él le preguntó cómo había ido todo y ella respondió con un gesto, arrugando la nariz y sonriendo. El pequeño que hasta ese momento había estado sentado en el regazo de su padre alzó los bracitos reclamando a su madre. Frotaron sus narices y el niño rió, mientras se las arreglaba para agarrar un mechón de cabello de Andrea y tirar de él.

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