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Authors: Víctor Coviello Guillermo Barrantes

Tags: #Cuento, Fantástico

Buenos Aires es leyenda 2

BOOK: Buenos Aires es leyenda 2
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Asesinos seriales como el
Petiso Orejudo
, fantasmas inquietantes como el de Eva Perón, pactos satánicos en el ambiente artístico, extraños habitantes en el Teatro Colón, el barco pirata en el Riachuelo, la leyenda del
hombre gato
, el Maradona anónimo que nunca fue reconocido…

Guillermo Barrantes y Víctor Coviello volvieron a desandar las calles de Buenos Aires en busca de nuevos mitos, nuevas leyendas urbanas que deambulan entre la gente, llevadas por el mejor comunicador: el boca en boca.

Y la ciudad no los defraudó. Les mostró su lado más secreto.

Con las investigaciones que reunieron en este segundo volumen, basadas en archivos históricos, documentos barriales y testimonios exclusivos, el dúo de escritores-investigadores invitan al lector a penetrar en antiguos edificios, a caminar por oscuros pasajes, a levantar la tapa de fríos ataúdes, y a sumarse a la recorrida por nuestra ciudad plena de leyendas sorprendentes.

Guillermo Barrantes - Víctor Coviello

Buenos Aires es leyenda 2

Mitos urbanos de una ciudad misteriosa

ePUB v1.1

pigpen
28.08.12

Título original:
Buenos Aires es leyenda 2

© 2006, Guillermo Barrantes y Víctor Coviello

Diseño de portada: Departamento de arte de Editorial Planeta

Editor original: pigpen (v1.0)

ePub base v2.0

A María Eugenia y a Romina.

Para Dante y los que vendrán…

P
RÓLOGO
:
La leyenda continúa

Si reuniéramos todo lo que es en una habitación y todo lo que no es en otra, aún nos quedarían, en el pasillo que une a ambas, los mitos y las leyendas.

Frase atribuida a J
ULIO
C
ORTÁZAR
.

El espíritu de este libro es idéntico al de su antecesor: explorar la increíble variedad de leyendas urbanas que deambulan junto a nosotros en la ciudad, historias fascinantes que viajan en el mejor de los transportes. Nos referimos al de boca en boca.

Este volumen no trata, así como tampoco el primero, de desenmascarar o verificar leyendas, no se encontrará al final de cada investigación un sello que diga
MITO VERDADERO
o
MITO FALSO
. Lo que sí pretendemos es dejar que cada historia le hable al lector, que sea él quien decida.

Aunque a decir verdad, con
Buenos Aires es leyenda 2
sí trataremos de echar por tierra un mito, aquel que asegura que «segundas partes nunca fueron buenas».

En muchas ocasiones, las secuelas comparten la misma falencia: no son necesarias, no agregan nada nuevo a la primera parte.

Nosotros creemos que este segundo volumen no sólo es necesario, sino indispensable. Y lo decimos principalmente por tres razones:

L
AS HISTORIAS
: Cuando tuvimos que seleccionar las veinte investigaciones que conformaron la primera parte debieron quedar afuera leyendas urbanas que no lo merecían, relatos que atesoraban infinidad de sorpresas. Algunas por razón de espacio, otras porque aún tenían detalles para profundizar, fueron descartadas. A todas ellas se les debía una segunda oportunidad.

L
OS PERSONAJES
: Una multitud de ellos habían sido postergados. Cada uno pedía ser descubierto para llevarnos a su barrio y revelarnos sus secretos.

L
OS LECTORES
: «¿Por qué no hay nada de Colegiales?», «¿qué pasó con Parque Chacabuco?». Preguntas como éstas desbordan nuestro Buzón de Mitos
[1]
. Más que nunca el barrio como una patria, el orgullo herido por no encontrar, entre las historias seleccionadas, el sitio que lo vio a uno crecer. Otros lectores fueron más generales: «¡Veinte mitos son muy pocos!». Y tienen toda la razón. Por diversas que sean, veinte leyendas urbanas no son suficientes para cubrir todos los matices que presenta la mitología porteña.

Sabemos que tampoco alcanzan las ahora treinta y seis investigadas, como tampoco alcanzarían sesenta, o cien, tan rica es la Buenos Aires fantástica.

Por lo que nos sentimos con el deber de regresar al ruedo, de desandar las calles porteñas tras la pista de asesinos seriales, pirómanos orientales, rockeros satánicos, hombres-gato, entre otras fabulosas criaturas.

Buenos Aires no nos defraudó.

¿Se animan a hacer de este dúo de escritores-investigadores, un trío, a penetrar con nosotros en viejos teatros, a caminar por oscuros pasajes, a chatear con el Infierno?

Si lo hacen, entonces tendrán el veredicto, decidirán si finalmente conseguimos desestimar el mito que envuelve a toda secuela.

P
ARTE
I
Criaturitas de Dios
Congreso

Blancas palomitas

Desde tiempos bíblicos, la paloma ha sido un símbolo de esperanza, o de armonía. Recordemos tan solo el episodio de El Arca de Noé. Pasado un tiempo después del Diluvio, y con las aguas descendiendo, Noé necesita encontrar tierra firme. Entonces manda una paloma. En el segundo intento, la paloma trae en su pico un ramito de olivo, signo inequívoco de la presencia de un lugar seco.

Tal vez, después de leer este mito, cambie de opinión y esas palomitas que se acercan tímidamente para que las alimentemos van a ser miradas con otros ojos. Con ojos cautelosos, atentos.

Todo empieza con una noticia que pasó inadvertida. El episodio ocurrió en pleno cacerolazo, casi un mes antes de la renuncia del entonces presidente de la Nación, Fernando de la Rúa:

L
AS PALOMAS ASESINAS DE
P
LAZA
C
ONGRESO

Fue hallado el cuerpo sin vida de un hombre de unos 60 años en las adyacencias de Plaza Congreso. En el cadáver se observaron heridas filosas como tijeras. Las cuencas oculares estaban desaparecidas y también parte de los intestinos. Algunos testigos aseguran haber visto a este hombre esa misma tarde rodeado de palomas…

Más allá de la pobreza estilística de la noticia, la información no dejaba de ser inquietante.

El primer lugar obligado para buscar alguna pista, teniendo en cuenta que según esa misma noticia la persona fallecida vivía en la calle, era la Morgue judicial.

Para ahorrar descripciones fútiles, la Morgue judicial es como uno se imagina que son los depósitos de cadáveres, pero hay dos cosas que nos llamaron la atención por sobre todo: una es que se respira muerte. Tal vez por el olor a formol o la falta de luz, pero la sensación tanática es opresiva. La otra, un personaje grotesco y con una total falta de sensibilidad que asusta. Típica empleada pública, con su guardapolvo rosa y una peluca de rulos blancos que ya estaba pasada de moda en la década de los 70. Se encarga del papeleo. Fuimos testigos de su pasmosa falta de tacto dirigiéndose a los familiares, como si los muertos fueran mascotas. Reconocemos que es un trabajo difícil, pero un individuo así acentúa el peso de la pena.

Para nuestra fortuna, el doctor Rodrigo R. no tardó en aparecer y darnos su opinión acerca de la noticia:

—No hay que entrar en pánico y traerle psicosis a la gente. Yo todavía no formaba parte del equipo, pero sí tuve acceso a una ficha. La noticia me llegó por un colega y me dio curiosidad y cierta incomodidad. Después, al ir desmenuzando el caso, fui sacando otras conclusiones. Para empezar, el deceso de este hombre era anterior y no por efecto de ningún animal. Simplemente ya estaba muerto. La causa aparente fue una cirrosis. También tengo entendido que no tenía un lugar de residencia fijo, pasaba varios días a la intemperie. Parece que congeniaba con las palomas, la gente le regalaba pan viejo y con eso él las alimentaba. Es muy posible que al fallecer, hayan quedado migas de pan desparramadas por su cuerpo y alguna paloma haya dejado un pico marcado en alguna parte de su humanidad. Es algo circunstancial. Lo otro (ojos arrancados e intestinos desaparecidos) no me consta que haya sido así.

Le hicimos notar que nunca había hablado de autopsia.

—Admito que la cuestión es un poco desprolija en ese sentido. Como es lógico, la autopsia se efectuó, pero yo, al menos, no localicé el informe. Además, al no ser reclamado, el cuerpo fue entregado a la Facultad de Medicina. Sé que necesitan sembrar misterio con este episodio pero yo como médico he visto heridas producidas por animales, hasta de murciélagos. Descarto la teoría de muerte infligida por este tipo de aves. Salvo que en su pico tuvieran un virus mortal, y en la ficha del occiso no se consigna, por supuesto.

Nos fuimos con algunas dudas. Al preguntarle quién había firmado esa ficha, el doctor Rodrigo R. se nos quedó mirando como si acabáramos de levantarnos de una de las camillas de la morgue.

—Es que… no es necesario que sea firmada, sólo se dejan asentados determinados datos.

Nos costó dar con Amílcar. Todos lo conocían como «El señor de las Palomas». Ahora vivía recluido (la palabra se ajustaba estrictamente a esa realidad) en su casa de la calle Moreno, muy cerca de la Plaza de los dos Congresos. El aspecto de Amílcar no era el mejor. Los ojos muy abiertos y lleno de tics, la barba descuidada.

—Para el trabajo que hago no necesito estar muy arreglado. Sólo tengo que cuidar de mis bebés —dijo refiriéndose a sus computadoras—. Diseño páginas web y mi socio se encarga de la comercialización. Igual, me voy a mudar de acá. Cualquier ruido raro que oigo me hace pensar que finalmente llegó el día. Por eso tengo ahuyenta palomas en las cornisas y por los dudas, dos gatos: Ethel y Sansón.

Amílcar tiene una sofisticada teoría que es la culminación de años de paranoia (él lo admite) y es que hay un plan muy concreto de usar palomas para realizar estrategias de guerra o inclusive de terrorismo. Eso incluye las capitales más importantes de Occidente.

—Sin ir más lejos, en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata en 2005 tengo conocimiento de que pasaron cosas muy extrañas con las gaviotas. Encontraron, por ejemplo, varias estrelladas contra los vidrios del Hotel Provincial. También, hubo dos policías heridos por ataques de aves. Yo tengo un flaco allá, que es amigo mío, y me dijo que taparon todo. Si quieren más pruebas, en Piazza San Marco, en Venecia, fue muy conocido el ataque de un grupo de palomas a una pareja japonesa.

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