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Authors: Guillermo Cabrera Infante

Tags: #Ensayo, Referencia, Otros

Cine o sardina (46 page)

BOOK: Cine o sardina
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David Bowie, que ya era famoso en el mundo
pop
(porque no se puede hablar de
rock
en su música y aparición escénica), otorga ala película una dimensión extraña. Desde el principio, con su pelo teñido de un rojo imposible, con su figura de extrema delgadez, casi caquéctica, su cara larga de labios finos o sus raros ojos, es de veras una aparición de otro mundo, del mundo de la belleza que Oscar Wilde celebraba como venida de una tierra de extrañas flores y sutiles perfumes, una tierra donde todas las cosas son perfectas y ponzoñosas. Pocas veces ha aparecido en el cine (tal vez desde Katharine Hepburn) una belleza andrógina tan cautivante. Dice el director Howard Hawks que la cámara se complace en retratar los ojos claros, y Nicholas Roeg, como buen fotógrafo, ha captado los ojos azules de Bowie hasta hacerlos zarcos, verdes, amarillos, jugando con una mirada que está hecha para el cine. También sabe apreciar su belleza asexuada y en las muchas ocasiones en que lo fotografía desnudo, jamás muestra su sexo. Así, en su
strip-tease
a la Allais, cuando se despoja de su piel falsamente humana, lo que se ve es una aparición más que andrógina, sin sexo, o para usar una palabra cara a la ciencia-ficción, el androide perfecto. David Bowie era una superestrella de la música
pop
—en esta película se ha convertido, para el cine, en la estrella que cayó del cielo.

Las tribulaciones del alumno Yentl

A Nedda y Enrique Anhalt

El título también podría ser
Yentl va a la yeshiva
. Pero Yentl no es nombre de hombre en hebreo: es nombre de hembra, y las judías no podían ir a la yeshiva.

¿Y qué cosa, señor, es esa yeshiva tan exclusiva, tan elusiva? La yeshiva es la escuela tradicional judía, dedicada tradicionalmente al estudio de toda la literatura rabínica. Entonces no se permitía ingresar en la yeshiva a las mujeres, que tampoco podían estudiar en privado las Sagradas Escrituras. Ése es el dilema de
Yentl
, una muchacha que quiere ser muchacho sólo para estudiar el Talmud y la Tora. Entonces es cuando Isaac Bashevis Singer era joven en la siempre fluctuante frontera de Rusia con Polonia.

¿Quién es Isaac Bashevis Singer? Un escritor norteamericano de origen polaco que escribía en yiddish, ganador del premio Nobel y el más famoso de todos los escritores yiddish.

¿Qué es el yiddish? El idioma que hablan los judíos askenazi, derivado del hebreo y del alemán, y del ruso, y del polaco, pero escrito con caracteres levíticos. Singer escribió en yiddish
Yentl, alumno de la yeshiva
. Es un cuento que traducido al inglés comienza así en español:

«Después de la muerte de su padre, Yentl no tenía razón para permanecer en Yanev.

Quedó totalmente sola en la casa. Por supuesto que había huéspedes dispuestos a mudarse con ella y pagar renta, y las casamenteras acudieron a su puerta de Lublín, Tomashev, Zamosoc.

Pero Yentl no quería casarse. Muy adentro una voz le repite una y otra vez «¡no!». ¿Qué le pasa a una mujer una vez que se acabó el casorio? En seguida comienza a tener hijos y a cuidarlos. Y su suegra es la que manda. Yentl sabía que no estaba hecha para la vida de mujer. No sabía coser, no sabía tejer. Dejaba quemar el guisado, se le desbordaba la leche. Yentl prefería las actividades masculinas a las femeninas.

Su padre, Reb Todros, descanse en paz, durante los años que estuvo baldado estudiaba la Tora con su hija como si fuera ella un hijo.

Le decía a Yentl que echara el pestillo a la puerta y corriera las cortinas de las ventanas, entonces ambos se encimaban sobre el Pentateuco, la Misna, la Gemara, y hasta los Comentarios. Había demostrado ser tan buena alumna que su padre solía decir: "Yentl tienes alma de hombre". "¿Y entonces por qué nací mujer?" "Hasta Dios comete errores".»

El cuento sigue con Yentl cortándose el pelo, vendiendo las propiedades paternas y saliendo al mundo en busca de… ¿aventuras?, ¿amores?, ¿fortuna? Nada de eso: sólo en busca del conocimiento.

Tiene aventuras, sí, pero son su manera de vencer sus obstáculos en el camino del saber. Tiene amores, pero a pesar suyo. Y su riqueza es la sabiduría adquirida, y conocer los caminos que van a Dios y estudiar la oculta Tora y el arcano Talmud. En su búsqueda del conocimiento prohibido, Yentl, ahora llamada Anshel, llega a casarse con una hermosa virgen judía, entabla amistad tierna y eterna con un joven estudiante que aspira al rabinato y al final huye hacia América, después que ha descartado el disfraz de Anshel y es de nuevo Yentl, todavía ansiosa de la sabiduría sagrada.

El tema menor (una mujer que se disfraza de hombre y pasa por tal hasta ser descubierta) es muy antiguo, tan antiguo como el del hombre que se disfraza de mujer para huir o evadir la captura: Aquiles, que no quiere ir a la guerra. Todavía es actual en el cine:
Con faldas y a lo loco
y
Tootsie
.

El más eminente ejemplo dramático de mujer que se disfraza de hombre es el de
Como gustéis
, en que Shakespeare aborda el tema del travestismo con humor y gracia ejemplar. En Shakespeare las sustituciones se complican hasta el vértigo, ya que al estar prohibida la presencia de mujeres en la escena isabelina, un efebo actor debía hacer de Rosalinda, la heroína que se convierte en héroe. Así, un muchacho disfrazado de muchacha en la escena debía a su vez disfrazarse de muchacho en la comedia. Es decir, asumir su propio sexo como disfraz.

Shakespeare sabía que la batalla de los sexos es un juego de identidades.

Pero en
Yentl
, la película, no es el sexo lo que motiva a la heroína, sino la búsqueda de la felicidad por el conocimiento. Además
Yentl
es una comedia musical, pero una comedia musical en que un sólo actor canta, la actriz, Barbra Streisand, la protagonista.

La Streisand no es sólo la heroína de la farsa feliz, es también la escritora, la productora y la directora del film. La cantante se ha convertido ahora en mujer orquesta. La película es un total triunfo y sólo le impide ser una obra maestra la fotografía, toda de tonos calientes, ámbar, casi ocres, que parecen como si el sol se estuviera poniendo rojo sobre el más próximo horizonte a toda hora, en todas partes: en la campiña eslovaca y también dentro de cada casa checa. Todo está sumergido en un baño sepia subido, bronce bruñido, ámbar solar y esta tonalidad cálida, cómoda, casera, termina por ser empalagosa cuando la película es, de veras, una realización impecable y, además, original.

¿Original? Sí, no ha habido nunca una cinta que tenga como tema la persecución de la sabiduría, la búsqueda del conocimiento y el acecho de las sombras (negro sobre blanco, blanco y negro) de la palabra impresa, del libro que es sagrado porque es la fuente del saber. En
Yentl
la letra con canto entra. Es esto lo que al verla produce un encuentro inusitado, y para mí un reconocimiento. Yo conozco esos judíos. Ingresé con ellos en la modesta academia de inglés de La Habana vieja, aprendí con ellos la ciencia oculta por difícil y las letras liberadoras en el vetusto caserón en que se cursaba el bachillerato entonces, estudié con ellos en sus casas del barrio judío habanero, y siempre me maravilló, me conmovió y me movió a imitarlos en su método: la locura de estudiar era el medio y el fin.

Ahora, al ver
Yentl
siento que esa muchacha que se corta el cabello, encaja en su cabeza el
yarmulke
(un capelo que es el pecado cardinal), se viste de estudiante hasídico y echa a andar por el camino que conduce a la ciudad del saber, podía haber sido uno de mis condiscípulos askenazis o sefardíes, y la reconozco como uno de los personajes más nobles que ha dado el cine moderno. Entre tanta gente dura o dócil, entre tanto alcohol anónimo o epónimo, entre tanto sentimentalismo ramplón, Barbra Streisand, actriz que nunca soporté antes, ha producido una cinta que une a la mujer con la búsqueda del bien por la escritura, con un feminismo veraz porque forma parte de la trama que ella ha tejido alrededor del argumento de Singer, autor ex machina.

La Streisand protestó, con razón, de que su película no tuviera bastantes candidaturas al premio de la Academia de Artes y Ciencias de Hollywood, ese Oscar que no por gusto es la efigie de un hombre emasculado. No importa. Cuando nadie recuerde cómo se llamaba la ganadora, ese novelón de bobería y banalidad (ahora ni acierto con su título),
Yentl
será recordada como un intento de reunir en el cine el bien moral con la bondad artística, y dejarnos ver, entrever más bien, la unión posible de la estética y la ética. Tora y Talmud tienen en hebreo una misma raíz, que es instruir y aprender a la vez. Así la religión, creada por un pueblo a su imagen y semejanza, ha terminado por recrear ella misma a su creador de origen. Esta dicotomía es única, pero los que amamos la literatura donde quiera que la encontremos, los que creemos en la letra, podremos reconocer a
Yentl
y a Yentl: son la salvación por el éxito.

El cine negro en blanco y negro

Cuando se dice «cine negro» no se quiere decir que es cine hecho en África y la frase misma no es más que la etiqueta para el melodrama más violento. No todo el cine negro está hecho en blanco y negro, pero hasta hace poco las sombras negras sobre la pantalla blanca eran la forma ideal para un género aparentemente menor.

El verdadero creador no del género sino del título del género, Marcel Duhamel, escribió: «El neófito debe tener cuidado: los volúmenes de la serie negra no pueden entregarse sin peligro a cualquiera». Esta advertencia ingenua recuerda un lema que solían llevar las viejas novelas de horror: «No debe leerse de noche». Pero Duhamel convoca nuevos fantasmas literarios y dice: «El simpático detective no siempre resuelve el misterio. A veces no hay misterio. Otras ni siquiera hay detective». El padre de la novela negra, según los franceses, fue Dashiell Hammett y por supuesto ya aparece el título de una revista hoy puesta de moda por una película a la moda. Se trata de
Black Mask
que originó la narración
pulp
—que le da el título a
Pulp Fiction
.

La primera novela de Dashiell Hammett,
Cosecha roja
, describe pero descubre la corrupción de toda una ciudad, Personville, apodada por el bajomundo
Poisonville
: la ciudad veneno. La estrategia del narrador y protagonista ha sido copiada varias veces por el cine, notablemente en Yojimbo, de Akira Kurosawa, y por Sergio Leone en
Por un puñado de dólares
—ninguna de las cuales tiene que ver nada, por cierto, con el cine negro. Es la siguiente novela de Hammett,
El halcón maltés
, que origina el cine negro. Fue al verla que un crítico hoy olvidado tuvo sus quince segundos de fama al catalogarla como
film noir
. Éste es el retrato que hace un personaje de ficción, Ellery Queen, de otro personaje de ficción, Sam Spade, el «héroe negativo», como le habría gustado llamarlo su autor, Hammett apodado por comunista «Hammer & Sickle», hoz y martillo. «He aquí al hombre que desprecia a su cliente pero descubre siempre al culpable. He aquí a este hombre de acción, un duro cuya sonrisa pensativa constituye su gesto más peligroso. Éste es el hombre que nunca perdona, a nadie: hombre o mujer, muerto o vivo». Todo lo que hizo Jonh Huston en esta primera muestra, muestra maestra del cine negro, fue seguir la novela, literalmente, desde el título, al pie de la letra. Por favor, si hasta el temblor de la mano mortal de Bogart ¡estaba en el libro!

Veinte años más tarde, en 1950, John Huston, cuya importancia para el género negro no hay que exagerar, produce otra obra mayor,
The Asphalt Jungle (La jungla de asfalto)
, extraída de una novela de W. R. Burnett. El reparto de
El halcón
era ideal pero era menor y Warner Brothers lo permitió como anzuelo sin carnada para probar a un director no sólo bisoño, pero aún por estrenar: ésta era la primera película de John Huston. «Por otra parte Humphrey Bogart, hasta entonces un segundón, vino a la película porque George Raft se negó a aceptar ser un detective privado. «Si no tengo una chapa, no acepto». Huston: «¿Chapa de qué?». «De policía», y ahí terminó la entrevista con Raft. Peter Lorre había visto mejores oportunidades y Mary Astor ya no era la dama joven que fue. Por otra parte, Sidney Greenstreet no había actuado nunca en el cine y era un actor de carácter en Londres y en Broadway. El elenco (como siempre hará en el futuro Huston se negó a dirigir), contaba con lo que hace al cine negro: una abundancia de personajes únicos pero equívocos. El reparto de
La jungla
estaba hecho todo de actores secundarios, pero tenía una perla barrueca en una ostra de cultivo: rubia, de piernas esculpidas y busto grande llegaría a ser ¡Marilyn Monroe! Huston, con su negativa a dar dirección a los actores, logró otro elenco de actores de carácter y entre ellos una actuación de esas que se ven cada diez años: Sam Jaffe era el veterano maestro del hampa a quien le gustaban demasiado las niñas —exactamente dieciséis años antes de
Lolita
.

El antihéroe de
La jungla de asfalto
, Sterling Hayden, es el héroe perdedor de otra obra maestra del cine negro,
The Killing (Casta de malditos)
. Es, prácticamente, la primera película de Stanley Kubrick, que luego dirigiría una memorable sátira política (
Dr. Strangelove
) y una cumbre de la ciencia ficción (2001) y otra de cine de horror (
The Shining
). En
The Killing
se ve que Kubrick ha visto (y admirado) al Huston de la
Jungla
. El tema es casi el mismo (el robo perfecto que termina en la derrota), iguales son los personajes expertos en el crimen que se comportan como novatos y los aflige la misma codicia: la avaricia echando a perder la virtud del plan casi perfecto. De hombres como de ratones ingeniosos.

Es esta característica del héroe como perdedor nato que informa al género. El cine negro, como la novela negra, está protagonizado no por héroes griegos, a los que pierden sus virtudes, sino por el héroe moderno, a quien sus virtudes y sus defectos determinan como aquel que nació para perder. Es una suerte de fatalismo psicológico o una falla en el carácter: una grieta donde se creería un monolito. Un experto en esa clase de historias derrotistas fue James Cain. Todas sus novelas de éxito han sido llevadas al cine con parejo éxito:
Double Indemnity
por Billy Wilder con una Barbara Stanwyck rubia, amoral y peligrosa,
Mildred Pierce
, con Joan Crawford sufriendo y peleando por su hija, una viciosa, y aquella que ha visto más versiones:
El cartero llama dos veces
. Una en Italia, titulada
Ossessione
y dirigida (o mejor, pirateada) por Luchino Visconti. Otra, la mejor, de Tay Garnett, con una Lana Turner capaz de hacer de cualquier hombre un asesino: por ella, para ella, contra ella, contrahecha moral. Más bella y más peligrosa aún que Barbara Stanwyck en
Double Indemnity
, Lana es la hembra fatal, la mantis religiosa hecha atea pero sexualmente más fatídica, fatal.

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