Cómo no escribir una novela (32 page)

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Authors: Howard Mittelmark & Sandra Newman

Tags: #Ensayo, Humor

BOOK: Cómo no escribir una novela
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Esto es una versión más elaborada de La crítica audaz, en la que cada personaje, situación y escenario están en el libro para expresar una injusticia de tipo político. A veces ciertas editoriales con unos intereses muy determinados publican libros como éste. Esto no significa que se lean.

Si quieres que te lea el gran público, empieza reconociendo abiertamente que tu novela pretende principalmente ilustrar una injusticia. Luego escoge varias escenas que muestren a tus personajes a lo largo de meses o años; de esta forma esa larga serie de injusticias será verosímil.

Para dar un ejemplo bien conocido, estamos en los días en que Hitler gobernaba en Alemania, y vamos a ver cómo se desarrolló desde sus inicios la persecución contra los judíos. Pero no sólo vamos a seguir a Ismael en su camino hasta el trabajo y vamos a ver cómo es maltratado de veinte maneras distintas por cada alemán que pasa. Lo seguiremos durante varios meses, viendo cómo va cambiando su situación a través de la experiencia de varios personajes. A veces Ismael será uno de ellos, y otras él sabrá cosas por boca de otros. Y sólo ocasionalmente Ismael olvidará sus problemas en brazos de Ruth.

En ciertos casos un autor impublicable sostiene una posición que comparte todo el mundo, pero la defiende como si estuviera librando él solo esa batalla. Si ese autor presenta de forma estridente sus argumentos, como si los lectores no compartieran la idea de que maltratar a los animales es malo, el lector se mosqueará y finalmente se rebelará. Sí, tienes una opinión, pero ¿por qué nos la cuentas a gritos?

Otra posibilidad es escribir una novela que exprese una creencia que nadie en el mundo comparte. Esta tendencia se divide en tres categorías principales:

Marchando una lavativa de colon

Cuando las ideas del autor no conectan con las del lector

Antes de salir de casa hice mis habituales ejercicios, añadiendo varias series de musculación de nalgas e ingles. Después de limpiar las máquinas me encaminé hacia la comisaría, lleno de confianza en mí mismo y embriagado por la jamara energía que los ejercicios habían liberado en mi casa, que había escogido por sus propiedades geománticas.

En la esquina de la 88 con Broadway una mujer se quedó pasmada cuando pasé a su lado, estupefacta por el poderío que irradiaba mi presencia. Para mi sorpresa, resultó ser una de los Elegidos. Clavando en mí sus ojos de color violeta y avellana ordenó:

—¡Señor de los Increíbles Ochenta, tumbaos!

Entonces supe que no dedicaría la siguiente hora a solucionar el asesinato de Kapolski como había planeado, sino a insuflar mi jamara energía a aquella maciza Elegida mediante la penetración de Heinlein.

La vida tiene muchos caminos. A veces el camino que hemos elegido nos lleva lejos, muy lejos del camino más transitado. Y eso es bueno, ¿qué sería de nosotros si todos estuviéramos de acuerdo? Sin embargo, en una novela destinada al gran público es aconsejable detenerse un momento y considerar si la mayoría de los lectores compartirán nuestras ideas sobre el mundo.

Sí, seguramente la palabra «jamara» algún día estará en boca de todos. Pero la forma de acelerar que ese día llegue no es escribir como si ese día ya hubiera llegado. Si no sigues las opiniones más extendidas es recomendable que utilices un enfoque más sutil para persuadir a tus lectores.

A veces es sólo una idea la que desentona:

Obsession, by Calvin Klein (Ése es judío, ¿verdad?)

Cuando el autor no se da cuenta de que expone su monomanía

—¿Por qué no me llamas alguna vez? Podríamos comer juntos —dijo la chica con una sonrisa tímida y coqueta. Ella empezó a apuntar su número de teléfono en un posavasos de papel.

Cuando ella frunció el ceño al escribir el número, el alma se me cayó a los pies. No era más que otra de esas guarrillas que se acostaban con cualquiera. No podían evitarlo. Y no lo hacían porque disfrutaran del sexo. Las mujeres no obtienen más placer del acto sexual del que obtengo yo rascándome la picada de un mosquito. Es por puro narcisismo, un ansia sin límites de que las vean siempre «atractivas». De hecho, esas guarras, en el fondo, son todas lesbianas.

Quizá nunca te han introducido un enema por un extremo de tu sistema digestivo mientras salmodiabas: «Ven a mí, energía jamara, ven a mí», pero tienes una creencia que asoma en todo lo que escribes.

Incluso puede suceder que la opinión que sostienes no sea infrecuente, pero la ferocidad con que la defiendes sí que lo es. Muchas novelas hablan de la duplicidad de las mujeres, pero pocas lo mencionan en cada una de sus páginas. Cuando eso se convierte en un
leitmotiv
, puede ser lo suficientemente desconcertante como para alejar al lector y hacerle recelar. Puede parecerle como si el escritor hubiera construido todo un universo de ficción con el único fin de pasar de contrabando un alegato en defensa de sus fobias.

Las opiniones infrecuentes deben ofrecerse con moderación y deben eliminarse si el lector va a acabar pensando sólo en eso. Y es mejor presentarlas como opiniones, no como verdades indiscutibles. Recuerda que si te pones a contar una historia, tu objetivo real es contar una historia, no exponer la hipocresía del sistema de promoción de los profesores universitarios, los graves daños que ocasionan las endodoncias, los beneficios de los cambios de hora según las estaciones…

La voz de la bestia

Cuando la opinión del autor es universalmente odiada

El Kommandant lloró cuando soltó la mano del agonizante Simon. A pesar de todos los esfuerzos de los doctores de las SS, y de los guardias que se habían ofrecido voluntariamente para atender al enfermo en sus horas libres, muchos de los pobres internos de Auschwitz estaban sucumbiendo al tifus del que sus cuidadores habían intentado protegerlos. Los guardias incluso se vieron forzados a quemar los cuerpos en vez de darles una digna sepultura. Y encima los predecibles artículos de los periódicos de los aliados seguirían hablando de «los campos de la muerte».

El Kommandant tembló de pura rabia al pensar en cómo sus hombres y él mismo se habían quitado el pan de la boca para que los prisioneros enfermos pudieran comer, y en cómo se los había demonizado por ello.

Algún día, pensó, sus sacrificios serían reconocidos.

Tal vez crees en esas ideas con toda tu alma. Tal vez piensas que los verdaderos hechos han sido ocultados por determinados grupos con ciertos intereses o por la CIA. Tal vez piensas que tu novela por fin desenmascarará esa conspiración y permitirá que los lectores conozcan la verdad.

O quizás pienses que una opinión desquiciada e iconoclasta te ayudará a vender el libro. ¿Qué tal un libro en el que los niños adoren a los pederastas? No habría mejor publicidad que ésa. La gente se lo quitaría a los libreros de las manos.

No. Tanto si quieres expresar una convicción personal como si sólo quieres escandalizar, nunca llegarás a las librerías. Un editor puede sentarse y prestar atención a tu libro: aunque no tardará más de un minuto en rechazar tu novela, lo va a seguir leyendo para saber hasta qué punto eres un ser inmundo y lo seguirás siendo por siempre jamás.

SEXTA PARTE
EFECTOS ESPECIALES Y ENFOQUES NOVEDOSOS. NO LO INTENTES EN CASA

«¿Que cómo me lo hice para ser el protagonista? ¡Fácil! Me follé al autor.»

Llegados a este punto algunos pueden creer que les hemos desalentado innecesariamente y en exceso. Esperamos que entiendas que el verdadero amor exige pasar ciertas pruebas. Si hemos sido duros contigo ha sido para animarte a escribir mejor tu novela, haciéndote consciente de la difícil tarea que supone escribir un libro.

Pero ahora llegamos a ese apartado donde hacerlo «lo mejor posible» no basta. Vamos a abordar unas escenas tan erizadas de peligros que sería una irresponsabilidad por nuestra parte no advertírtelo sin rodeos ahora para lamentarlo después.

Cuando se trata de sexo, chistes y dárselas de posmoderno, los temas que ahora vamos a analizar, debemos hacer hincapié en que si hay algo que no se te da bien, no lo hagas. Déjalo estar y escribe otra cosa, porque, sinceramente, una escena de sexo mal escrita o una broma sin gracia es peor que la ausencia de bromas o sexo. Igualmente, debemos advertirte que las estrategias de los posmodernos tratadas de forma poco hábil son la forma más fácil de quedar como el culo.

Ofrecerle al lector una escena de sexo que sólo esté bien a medias es como regalarle a una chica medio gato. Regalar medio gato no es regalar algo medio mono. Lo mono es el gato entero. Lo contrario te hará quedar pero que muy mal. Una escena sexual que sólo esté medio bien no será medio interesante, de hecho esa escena se apuntará en el debe del autor y conspirará contra todas las otras páginas que la rodean.

Un chiste fallido no es únicamente un chiste con el que el lector no se ríe. Es una pérdida de tu credibilidad como autor, pues desanima al lector a reírse de tu siguiente chiste, y con cada nuevo chiste fallido, es menos probable que aguante hasta ese chiste del capítulo 11 que es tan bueno.

Ir de posmoderno y fracasar en el intento no es ser medio brillante, medio ocurrente, medio genial, es dar la impresión de que el empuje del autor se ha desinflado y borrado del mapa —como esos dibujos que hacen los niños en sus pizarras mágicas, que basta con agitarlas para que lo dibujado desaparezca—, y que, para compensarlo, el autor ha mezclado al azar trozos de otras novelas, cartas y tablas de gimnasia.

Cualquiera de los siguientes crímenes contra las novelas puede impedir la publicación de tu libro. Si incurres en bastantes de estos errores, acabarás logrando que no se publique ninguna novela firmada por un autor cuyo nombre sea parecido al tuyo, por si las moscas.

LAS ESCENAS DE SEXO

Una escena moralmente aceptable

Cuando el autor corre un tupido velo

El fiero pirata la empujó hacia cubierta y rió cuando le arrancó el vestido.

—¡Resístete todo lo que quieras, preciosa! —gritó—. ¡Ahora no escaparás de mis garras!

Un poco después ella se sintió liberada de sus manazas de acero. Estaba viva y salva, pero —¡Dios mío!— ya no era virgen. Y lo que era peor, estaba enamorada.

A veces el lector se lee un libro sólo por los pasajes más excitantes. No tiene sentido escribir una tórrida novela si no retratas los hechos más escabrosos. Los días en que Rhett Butler se llevaba a Scarlett O’Hara escaleras arriba, fundido en negro, y luego el sol amanecía al día siguiente, se los ha llevado el viento.

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