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Authors: Jean Rabe

Tags: #Fantástico

Conjuro de dragones (7 page)

BOOK: Conjuro de dragones
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La voz de la elfa sonaba más fuerte ahora. Resonaba en el claro, dura y amarga.

—No estoy segura de por qué la Muerte Verde se instaló en este territorio, cambió el bosque, esclavizó a mi pueblo, nos mató como si fuéramos ganado. Hombres asesinados frente a sus familias, niños secuestrados y liquidados. No sé por qué Beryl empezó a asesinar elfos y a utilizar la poca magia que fluía por las venas de mi gente para crear objetos mágicos. No me importa el motivo... ya no. Pero sí me importa el que ella siga aquí y que cada día mi gente y yo tengamos que preguntarnos una y otra vez si viviremos para ver otro amanecer.

—Palin ha ayudado a tu pueblo —replicó Usha—. Ayudó a salvar a los qualinestis. De no haber sido por él, Beryl habría sacrificado a muchos, muchos más elfos. Arriesgó su vida en el Abismo, la arriesgó por todo Krynn. La arriesga ahora. Sin duda debes de tener algo de fe. Sin duda has averiguado suficientes cosas a partir de mis recuerdos para comprender...

La elfa se acercó tanto que Usha pudo oler el dulzor de su aliento, como lluvia recién caída sobre las hojas primaverales.

—Claro que creo que es Palin, como ahora creo que tú eres su esposa, Usha. Las historias revelan mucho sobre tu esposo. Pero sé poco de ti. Eres una desconocida. ¿Quién eres? ¿Cómo te uniste a Palin Majere? ¿Y cómo conseguiste sobrevivir al Abismo? —Los ojos de la elfa parecieron agrandarse, aduladores, implorantes, extrayendo nuevos recuerdos de la mente de Usha.

Con un parpadeo de los ojos de la qualinesti, la mujer se encontró reviviendo su pasado. La visión del Abismo desapareció, el bosque qualinesti se desvaneció, y aparecieron árboles diferentes: pinos y altísimos abedules, roble pinos y árboles de verano. Bajo los pies de Usha y de la elfa apareció una alfombra de arena, y un agua azul celeste fue a lamer la arena a pocos metros de ellos.

—Mi hogar —musitó la esposa de Palin. A lo lejos, por entre las hileras de abedules, distinguió las sencillas viviendas de los irdas—. ¡No! —Luchó por apartar la imagen. Los irdas de la isla, aunque extinguidos ahora, se habían esforzado mucho por ocultar su presencia al resto de Krynn—. Éste es un lugar secreto —escupió a la elfa—, no tienes derecho a invadirlo.

—Vosotros os habéis introducido en nuestro bosque, y eso me da derecho a indagar en ti —fue la respuesta que recibió—. Concéntrate, Usha. Muéstrame más cosas.

Como si fuera un observador imparcial, Usha contempló impotente el despliegue de sus recuerdos. Los irdas, con sus hermosas y perfectas figuras al descubierto se movían por entre sus hogares, llevando a cabo las sencillas tareas diarias.

—Así que eres un retoño de los irdas —comentó la elfa cuando la mirada de Usha se desvió hacia un irda en concretó, el hombre alto que la había criado, el Protector—. Bastante hermosa según los cánones humanos, vulgar según los suyos. Una pobre criatura insignificante.

—No —dijo ella con un dejo de tristeza en la voz—. No soy hija de los irdas.

—Entonces, ¿cómo llegaste a vivir entre ellos?

Usha meneó la cabeza, abatida.

—No lo sé, en realidad no lo sé. Raistlin...

—Sigue. —La elfa enarcó las cejas.

—Raistlin me dijo que nací allí. Desde luego mis padres murieron en ese lugar, pero él no me contó cómo fue que llegaron a la isla, si llegaron en barco, o... No importa. Raistlin dijo que los irdas me adoptaron.

—¿De dónde eran tus padres?

—Los irdas no me explicaron nada —repuso ella, apretando los labios hasta formar una fina línea—. Pero se ocuparon de mí.

—Ya lo creo —indicó la elfa—. Hay algo de ellos en tu persona. A lo mejor vivir con ellos, en su isla secreta, durante tantos años...

—No hay nada especial en mí.

—Nada de lo que seas consciente, quizá. Nada que los irdas o Raistlin te contaran. Pero yo percibo otra cosa, Usha Majere. Tus ojos, tus cabellos, la aparente juventud... Realmente hay algo extraordinario en ti. Pero continúa.

Usha luchó con desesperación para contener el impulso de revelar más cosas de su pasado, pero fue una batalla inútil. En cuestión de pocos segundos, ella y la elfa contemplaron a una joven Usha que crecía entre los irdas, aprendiendo de ellos, pero siempre diferente del pueblo que la había adoptado.

—Entonces ellos te echaron —comentó la elfa, categórica.

El irda llamado el Protector condujo a una joven y esbelta muchacha de ojos dorados a un bote varado en la orilla, y la empujó a la mar, deseándole un buen viaje. Acto seguido el bote apareció deslizándose por las aguas; Usha iba en su interior, agarrada a la bolsa que le habían entregado, aferrándose con tesón a los recuerdos de su educación irda.

Al cabo de un día, avistó la costa de Palanthas. Usha, sin soltar la bolsa, saltó a los muelles y absorbió con fruición las imágenes y sonidos de la ciudad humana. Aquellas primeras impresiones maravillosas volvieron a asaltarla ahora como un vendaval que la abrumó. Por entre una especie de neblina, Usha se dio cuenta de que la elfa también se sentía afectada por la poderosa visión; su expresión mostraba curiosidad y excitación.

Luego las semanas transcurrieron en unos instantes, y los pasos de la joven se cruzaron con los de Palin. Usha revivió el momento con el corazón latiendo desbocado y un fuerte rubor tiñendo su rostro. Se vio inundada de emociones y esperanzas, sentimientos privados que no deseaba compartir con la elfa; recordó las pequeñas verdades a medias que en un principio había contado a Palin y a los otros que conoció. Recordó a Tasslehoff Burrfoot y cómo éste creía que era la hija de Raistlin debido a sus ojos dorados. Ella no lo corrigió, sino que dejó que el kender creyera lo que quisiera.

En aquellos tiempos, había deseado que sus nuevos amigos creyeran lo que desearan, siempre y cuando la aceptaran y la ayudaran a ahuyentar su soledad.

Transcurrió más tiempo, y se encontró a sí misma, a Raistlin y a Palin de pie en un claro quemado y deseando haber contado al joven Majere que no tenía ningún parentesco con su tío. Podría haber admitido sus emociones entonces, podría haber averiguado si él sentía algo parecido por ella. Temió que jamás volvería a verlo, que moriría y que tantas cosas quedarían sin decir entre ambos.

Alguien enviaba a Palin al Abismo donde tronaba la guerra contra Caos. Un conjuro se llevó a toda velocidad al joven Majere, y lo transportó a otra dimensión. Los ojos de Usha se encontraron con los de Palin por lo que podría ser la última vez, y entonces, de improviso, se encontró viajando con Raistlin.

El mundo se destiñó como las acuarelas alrededor de ella y de la elfa. Espiras rocosas y paredes de cavernas aparecieron, y se tornaron marrones, naranja y gris pizarra. El aire se volvió instantáneamente seco, a pesar de que una parte de la mente de Usha sabía que seguía aún en el bosque qualinesti; pero su memoria percibía el calor y olía el azufre del Abismo. La elfa lo experimentaba todo, también. Sus ojos absorbían todo, mientras su mente continuaba extrayendo imágenes de Usha.

Unas sombras se proyectaron sobre ellas, heraldos de los dragones en las alturas. Usha y la elfa las persiguieron por el suelo. Muchos dragones llevaban jinetes: Caballeros de Solamnia y Caballeros de Takhisis. A lo lejos, frente a ella, a Usha le pareció reconocer la figura de Steel Brightblade, primo de Palin.

El aire se llenó con el fragor del combate, y los alaridos de los hombres resonaron en las paredes. Había sangre y muerte por todas partes, dragones y hombres heridos que eran aplastados y desechados como muñecos rotos. Y allí estaba Caos, gigantesco e impresionante más allá de lo que podía expresarse con palabras.

La elfa se sentía cautivada por la increíble escena. De los ojos de Usha brotaron lágrimas cuando reconoció a Tas, tan lleno de vida y ascendiendo por detrás del Padre de Todo o de Nada. Vio las dos mitades de la Gema Gris en sus manos y recordó que se las habían confiado.

—Conseguid una gota de sangre de Caos y depositadla en la gema —recordó haber oído decir a Dougan Martillo Rojo. Su primera intentona para conseguirlo había fracasado, pero Tas consiguió colocarse en posición para un segundo intento.

Palin abrió un viejo libro. Era un tomo lleno de poder, había explicado Raistlin a su sobrino; los conjuros que contenía eran obra del más importante de los magos guerreros de Krynn.

En aquellos momentos Usha no lo había entendido todo. Había sido arrojada a ese mundo desde su resguardado hogar, donde la guerra era sólo una palabra y los dragones criaturas invisibles.

Pero confió en las palabras de Dougan sobre el poder que poseían las dos mitades de la Gema Gris, y había depositado toda su fe en Palin Majere, por quien sentía más que amistad. Empezó a rezar.

Contempló cómo las palabras brotaban de los labios de Palin y vio por el rabillo del ojo la daga de Tas que relucía bajo la luz fantasmal que el joven había hecho aparecer para cegar a Caos.

El conjuro del joven hechicero finalizó y un dragón cayó del cielo, asesinado por Caos. La cola de la criatura golpeó a Palin y lo aplastó contra el suelo del Abismo, dejándolo inconsciente.

Pero Usha seguía alerta y observó con alegría cómo la daga de Tas atravesaba la bota de Caos y se abría paso por la gruesa piel hasta llegar a la carne del dios. La daga hizo una herida en la figura adoptada por el Padre de Todo y de Nada.

El arma lo hizo sangrar, y ella estaba allí, con las mitades de la gema extendidas. Una gota roja, eso era todo lo que precisaban. Una gota roja cayó en el interior de la rota gema. Una gota. Las manos de la muchacha cerraron las dos mitades.

Ella y Palin vivieron. ¿Cómo? La sensación de la Gema Gris en sus manos desapareció, y el bosque de la Muerte Verde volvió a surgir alrededor de ella y de la elfa.

—Mis disculpas por hacer que revivieras esa extraordinaria experiencia —se limitó a decir la elfa—. Presentaba interrogantes que no puedes contestar.

Usha notó que el hechizo perdía fuerza y por fin se retiraba por completo. Hizo parpadear los ojos, secos por haber estado abiertos tanto tiempo, y los fijó en la elfa; luego desvió la mirada y descubrió a más de una docena de rostros que la contemplaban fijamente a través de helechos y matorrales. ¿Habían experimentado también los arqueros elfos la historia de su vida que se iniciaba en la isla de los irdas y alcanzaba su punto culminante en la batalla del Abismo? ¿Habían estado al tanto de sus pensamientos más íntimos?

—El Abismo —susurró Usha—. Hubo tantas muertes...

—Todavía hay muchas muertes —repuso la elfa con tristeza—. Beryl, a quien llamamos la Muerte Verde, ha asesinado a muchos de nuestros compatriotas. Quedamos menos de la mitad de los que éramos hace unos pocos años. Tardaremos siglos en recuperarnos, en volver a ser tan fuertes como fuimos en el pasado. Tal vez jamás volvamos a ser la misma nación.

—Pero si Palin obtiene el cetro...

—Sí —interrumpió la elfa—. Ese objeto que Palin busca, ese cetro, el Puño de E'li... —Calló unos instantes, los ojos fijos en Usha—. Tus pensamientos revelaron que no estás muy segura sobre él. Ni siquiera pareces saber si el poder del cetro es real.

Usha entrecerró los ojos. ¿Acaso la elfa seguía leyendo sus pensamientos, incluso ahora?

—No importa lo que yo piense. Es más importante lo que Palin cree.

—Oh, el cetro es muy real. Se llama el Puño de E'li, y es un objeto antiguo que empuñó el mismísimo Silvanos. Según dicen, decorado, enjoyado y vibrante de energía. Tal vez si tuviéramos el Puño, podríamos hacer algo contra los secuaces del dragón. Pero, hasta el momento, los draconianos nos han impedido hacernos con ese tesoro.

—¡Si Palin lo consigue, no se lo podéis arrebatar! —Usha alzó la voz por primera vez contra sus anfitriones—. Necesitamos...

—No lo cogeré..., si es que lo encuentra. Me daré por satisfecha si el arma queda lejos del alcance de los ocupantes de la torre. A saber qué terrores podrían infligirnos con él. Pero obtendré de ti una promesa. —Los ojos de la elfa relucían, y Usha se sintió débil; su mente agotada era incapaz de defenderse mientras la mujer persistía con su magia mental—. Si lo que sea que ha planeado tu esposo no llega a consumir el cetro, tendrás que hacer todo lo que esté en tu poder, Usha Majere, para mantenerlo a salvo y finalmente devolvérnoslo. Arriesgarás la vida por este cetro, por el Puño de E'li, si es necesario. Arriesgarás incluso tu espíritu, ya que el cetro es mucho más valioso para Krynn de lo que tú eres. ¿Entendido?

—Arriesgaré mi vida —musitó ella—. Lo mantendré a salvo; lo prometo. —Hizo una pausa y luego preguntó:— Silvanos... ¿para qué utilizaba él el cetro?

—Te lo diré, Usha Majere. Te lo contaré todo. —La elfa sonrió, y las palabras brotaron como un torrente de sus labios.

Usha se esforzó por recordarlas, pero se hallaban guardadas bajo llave. Se hallaban...

—Me estabas contando vuestro viaje por el bosque —dijo la elfa.

La esposa de Palin se pasó los dedos por las sienes, para hacer desaparecer un ligero dolor de cabeza.

—Sí —respondió vacilante—. Un barco nos trajo aquí.

—¿Cómo lo llamabais, a ese barco?


Yunque de Flint.
Jaspe lo bautizó; lo compró con una joya que su tío Flint le dio.

—¿Tío Flint?

—Flint Fireforge. Uno de los Héroes de la Lanza.

—El enano legendario. —La elfa ladeó la cabeza—. ¿Sucede algo, Usha?

—Creo que he olvidado algo. Quizá sea algo sobre el cetro. Quizás algo que iba a decir. Tal vez...

* * *

—¡Usha! —La mano de Ampolla tiraba de su falda, sacándola de su ensoñación—. Será mejor que entres. El Hechicero Oscuro ha encontrado a Dhamon... con mi ayuda, claro está.

—De acuerdo —respondió Usha en voz queda; sus dorados ojos contemplaron sonrientes a la kender—. Me gustará verlo.

Una enorme cuenco de cristal lleno de agua rosada descansaba en el centro de una mesa redonda de caoba, y una docena de velas gruesas espaciadas uniformemente en candelabros sujetos a las paredes reflejaban los sombríos rostros de los hechiceros que contemplaban con atención la reluciente superficie del agua.

Palin estaba sentado junto al Hechicero Oscuro, una figura enigmática envuelta en ropajes negros. Aunque los Majere habían trabajado con el hechicero durante años, lo cierto es que sabían muy poco sobre él... o ella. Los pliegues de su túnica eran demasiado amplios para proporcionar una pista, y su voz era suave e indefinida, de modo que tanto podía pertenecer a un hombre como a una mujer. Lo único que sabían era que el Hechicero Oscuro había salido de La Desolación poseyendo poderes mágicos que nadie podía imitar y dispuesto a ayudar al Ultimo Cónclave en su campaña contra Beryl.

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