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Authors: Adolfo Bioy Casares,Jorge Luis Borges

Tags: #Relato, #Cuentos

Cuentos breves y extraordinarios

BOOK: Cuentos breves y extraordinarios
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Comprender la esencia de lo narrativo constituye el propósito primordial de esta excelente y singularísima antología. Los textos más variados, de distintas épocas y lugares y autores diversos; desde Chuang Tzu y
Las mil y una noches
hasta Max Jacoob y Martín Búber, así como Plutarco, Diderot, Kafka, O. Henry, Paul Valéry y Alfonso Reyes, entre muchos otros, incluso algunos de improbable existencia, se dan cita en estas páginas que, sin duda, deleitarán con su sutil encanto y su doble escritura incluso al lector más desprevenido. Y seguramente, éste llegará a compartir el juicio de Borges y Bioy Casares: «Lo esencial de lo narrativo está, nos atrevemos a pensar, en estas piezas, lo demás es episodio ilustrativo, análisis psicológico, feliz o inoportuno adorno verbal».

Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares

Cuentos breves y extraordinarios

ePUB v1.0

Un Tipo
07.12.12

J. L. Borges & A. B. Casares, 1995.

Retoque portada: Un Tipo

Editor original: Un Tipo (v1.0 a v1.0)

ePub base v2.0

Nota preliminar

Uno de los muchos agrados que puede suministrar la literatura es el agrado de lo narrativo. Este libro quiere proponer al lector algunos ejemplos del género, ya referentes a sucesos imaginarios, ya a sucesos históricos. Hemos interrogado, para ello, textos de diversas naciones y de diversas épocas, sin omitir las antiguas y generosas fuentes orientales. La anécdota, la parábola y el relato hallan aquí hospitalidad, a condición de ser breves.

Lo esencial de lo narrativo está, nos atrevemos a pensar, en estas piezas; lo demás es episodio ilustrativo, análisis psicológico, feliz o inoportuno adorno verbal.

Esperamos, lector, que estas páginas te diviertan como nos divirtieron a nosotros.

J.L.B.
y
A.B.C.
,
29 de julio de 1953
.

La sentencia

Aquella noche, en la hora de la rata, el emperador soñó que había salido de su palacio y que en la oscuridad caminaba por el jardín, bajo los árboles en flor. Algo se arrodilló a sus pies y le pidió amparo. El emperador accedió; el suplicante dijo que era un dragón y que los astros le habían revelado que al día siguiente, antes de la caída de la noche, Wei Cheng, ministro del emperador, le cortaría la cabeza. En el sueño, el emperador juró protegerlo.

Al despertarse, el emperador preguntó por Wei Cheng. Le dijeron que no estaba en el palacio; el emperador lo mandó buscar y lo tuvo atareado el día entero, para que no matara al dragón, y hacia el atardecer, le propuso que jugaran al ajedrez. La partida era larga, el ministro estaba cansado y se quedó dormido.

Un estruendo conmovió la tierra. Poco después irrumpieron dos capitanes que traían una inmensa cabeza de dragón empapada en sangre. La arrojaron a los pies del emperador y gritaron:

—Cayó del cielo.

Wei Cheng, que había despertado, lo miró con perplejidad y observó:

—Qué raro, yo soñé que mataba a un dragón así.

Wu Ch'eng
, en (c. 1505-c. 1580).

El redentor secreto

Es sabido que todos los ogros viven en Ceylán y que todas sus vidas están en un solo limón. Un ciego corta el limón con un cuchillo y mueren todos los ogros.

Del
Indian Antiquary
, I (1872).

La aniquilación de los ogros

La vida de una tribu entera de ogros puede estar concentrada en dos abejas. El secreto, sin embargo, fue revelado por un ogro a una princesa cautiva, que fingía temer que éste no fuera inmortal. Los ogros no morimos, dijo el ogro para tranquilizarla. No somos inmortales, pero nuestra muerte depende de un secreto que ningún ser humano adivinará. Te lo revelaré, para que no sufras. Mira ese estanque: en su mayor profundidad, en el centro, hay un pilar de cristal, en cuya cima, bajo el agua, reposan dos abejas. Si un hombre puede sumergirse en las aguas y volver a la tierra con las abejas y darles libertad, todos los ogros moriremos. ¿Pero quién adivinará este secreto? No te apesadumbres; puedes considerarme inmortal.

La princesa reveló el secreto al héroe. Este libertó las abejas y todos los ogros murieron, cada uno en su palacio.

Lal Behari Day
,
Folk Tales of Bengal
(Londres, 1833).

Un tercero en discordia

En su Vida de Apolonio, refiere Filostrato que un mancebo de veinticinco años, Menipio Licio, encontró en el camino de Corinto a una hermosa mujer, que tomándolo de la mano, lo llevó a su casa y le dijo que era fenicia de origen y que si él se demoraba con ella, la vería bailar y cantar y que beberían un vino incomparable y que nadie estorbaría su amor. Asimismo le dijo que siendo ella placentera y hermosa, como lo era él, vivirían y morirían juntos. El mancebo, que era un filósofo, sabía moderar sus pasiones, pero no ésta del amor, y se quedó con la fenicia y por último se casaron. Entre los invitados a la boda estaba Apolonio de Tiana, que comprendió en el acto que la mujer era una serpiente, una lamia, y que su palacio y sus muebles no eran más que ilusiones. Al verse descubierta, ella se echó a llorar y le rogó a Apolonio que no revelara el secreto. Apolonio habló; ella y el palacio desaparecieron.

Robert Burton
,
The Anatomy of Melancholy
(1621).

Historia de Cecilia

He oído a Lucio Flaco, sumo sacerdote de Marte, referir la historia siguiente: Cecilia, hija de Metelo, quería casar a la hija de su hermana y, según la antigua costumbre, fue a una capilla para recibir un presagio. La doncella estaba de pie y Cecilia sentada y pasó un largo rato sin que se oyera una sola palabra. La sobrina se cansó y le dijo a Cecilia:

—Déjame sentarme un momento.

—Claro que sí, querida —dijo Cecilia—; te dejo mi lugar.

Estas palabras eran el presagio, porque Cecilia murió en breve y la sobrina se casó con el viudo.

Cicerón
,
De divinatione
, I, 45.

El encuentro

Ch'ienniang era la hija del señor Chang Yi, funcionario de Hunan. Tenía un primo llamado Wang Chu, que era un joven inteligente y bien parecido. Se habían criado juntos, y como el señor Chang Yi quería mucho al joven, dijo que lo aceptaría como yerno. Ambos oyeron la promesa y como ella era hija única y siempre estaban juntos, el amor creció día a día. Ya no eran niños y llegaron a tener relaciones íntimas.

Desgraciadamente, el padre era el único en no advertirlo. Un día un joven funcionario le pidió la mano de su hija. El padre, descuidando u olvidando su antigua promesa, consintió. Ch'ienniang, desgarrada por el amor y por la piedad filial, estuvo a punto de morir de pena, y el joven estaba tan despechado que resolvió irse del país para no ver a su novia casada con otro. Inventó un pretexto y comunicó a su tío que tenía que irse a la capital. Como el tío no logró disuadirlo, le dio dinero y regalos y le ofreció una fiesta de despedida. Wang Chu, desesperado, no cesó de cavilar durante la fiesta y se dijo que era mejor partir y no perseverar en un amor sin ninguna esperanza.

Wang Chu se embarcó una tarde y había navegado unas pocas millas cuando cayó la noche. Le dijo al marinero que amarrara la embarcación y que descansaran. No pudo conciliar el sueño y hacia la media noche oyó pasos que se acercaban. Se incorporó y preguntó: "¿Quién anda a estas horas de la noche?". "Soy yo, soy Ch'ienniang", fue la respuesta. Sorprendido y feliz, la hizo entrar en la embarcación. Ella le dijo que había esperado ser su mujer, que su padre había sido injusto con él y que no podía resignarse a la separación. También había temido que Wang Chu, solitario y en tierras desconocidas, se viera arrastrado al suicidio. Por eso había desafiado la reprobación de la gente y la cólera de los padres y había venido para seguirlo adonde fuera. Ambos, muy dichosos, prosiguieron el viaje a Szechuen.

Pasaron cinco años de felicidad y ella le dio dos hijos. Pero no llegaron noticias de la familia y Ch'ienniang pensaba diariamente en su padre. Esta era la única nube en su felicidad. Ignoraba si sus padres vivían o no y una noche le confesó a Wang Chu su congoja; como era hija única se sentía culpable de una grave impiedad filial.

—Tienes un buen corazón de hija y yo estoy contigo —respondió él—. Cinco años han pasado y ya no estarán enojados con nosotros. Volvamos a casa.

Ch'ienniang se regocijó y se aprestaron para regresar con los niños.

Cuando la embarcación llegó a la ciudad natal, Wang Chu le dijo a Ch'ienniang:

—No sé en qué estado de ánimo encontraremos a tus padres. Déjame ir solo a averiguarlo.

Al avistar la casa, sintió que el corazón le latía. Wang Chu vio a su suegro, se arro­di­lló, hizo una re­ve­ren­cia y pidió perdón. Chang Yi lo miró asombrado y le dijo:

—¿De qué hablas? Hace cinco años que Ch'ienniang está en cama y sin conciencia. No se ha levantado una sola vez.

—No estoy mintiendo —dijo Wang Chu—. Está bien y nos espera a bordo.

Chang Yi no sabía qué pensar y mandó dos doncellas a ver a Ch'ienniang. A bordo la encontraron sentada, bien ataviada y contenta; hasta les mandó cariños a sus padres.

Maravilladas, las doncellas volvieron y aumentó la perplejidad de Chang Yi.

Entre tanto, la enferma había oído las noticias y parecía ya libre de su mal y había luz en sus ojos. Se levantó de la cama y se vistió ante el espejo. Sonriendo y sin decir una palabra, se dirigió a la embarcación. La que estaba a bordo iba hacia la casa y se encontraron en la orilla. Se abrazaron y los dos cuerpos se confundieron y sólo quedó una Ch'ienniang, joven y bella como siempre. Sus padres se regocijaron, pero ordenaron a los sirvientes que guardaran silencio, para evitar comentarios.

Por más de cuarenta años, Wang Chu y Ch'ienniang vivieron juntos y felices.

(
Cuento de la dinastía Tang
, 618-906 a.C.)

Difícil de contentar

Kardan cayó enfermo. Su tío le dijo:

—¿Qué deseas comer?

—La cabeza de dos corderos.

—No hay.

—Entonces, las dos cabezas de un cordero.

—No hay.

—Entonces no quiero nada.

Ibn Abd Rabbih
,
Kitabal idq el farid
, tomo III.

Argumentos anotados por Nathaniel Hawthorne

Un hombre, en la vigilia, piensa bien de otro y confía en él plenamente, pero lo inquietan sueños en que ese amigo obra como enemigo mortal. Se revela, al fin, que el carácter soñado era el verdadero. La explicación sería la percepción instintiva de la verdad.

En medio de una multitud imaginar a un hombre cuyo destino y cuya vida están en poder de otro, como si los dos estuvieran en un desierto.

Un hombre de fuerte voluntad ordena a otro, moralmente sujeto a él, la ejecución de un acto. El que ordena muere y el otro, hasta el fin de sus días, sigue ejecutando aquel acto.

Un hombre rico deja en su testamento su casa a una pareja pobre. Esta se muda allí; encuentran un sirviente sombrío que el testamento les prohibe expulsar. El sirviente los atormenta; se descubre, al fin, que es el hombre que les ha legado la casa.

Dos personas esperan en la calle un acontecimiento y la aparición de los principales actores. El acontecimiento ya está ocurriendo y ellos son los actores.

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