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Authors: Bram Stoker

Tags: #Clásico, Fantástico, Terror

Drácula (56 page)

BOOK: Drácula
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El doctor van Helsing describió los pasos que habían dado durante el día, para descubrir sobre qué barco y con qué rumbo había huido el conde Drácula.

—Sabíamos que deseaba regresar a Transilvania. Estaba seguro de que remontaría la desembocadura del Danubio; o por alguna ruta del Mar Negro, puesto que vino siguiendo esa ruta. Teníamos una tarea muy difícil ante nosotros.
Omne ignotum pro magnifico;
así, con un gran peso en el corazón, comenzamos a buscar los barcos que salieron anoche para el Mar Negro. Estaba en un barco de vela, puesto que la señora Mina nos habló de las velas en su visión. Esos barcos no son tan importantes como para figurar en la lista que aparece en el Times y, por consiguiente, fuimos, aceptando una sugestión de lord Godalming, a Lloyd’s, donde están anotados todos los barcos que aparejan, por pequeños que sean. Allí descubrimos que sólo un barco con destino al Mar Negro había salido aprovechando las mareas. Es el Czarina Catherine y va de Doolittle Wharf con destino a Varna, a otros puertos y, luego, remontará por el río Danubio.

«Entonces», dije yo, «ese es el barco en que navega el conde». Por consiguiente, fuimos a Doolittle’s Wharf y encontramos a un hombre en una oficina tan diminuta que el hombre parecía ser mayor que ella. Le preguntamos todo lo relativo a las andanzas del Czarina Catherine. Maldijo mucho, su rostro se enrojeció y su voz era muy ríspida; pero no era mal tipo, de todos modos, y cuando Quincey sacó algo del bolsillo y se lo entregó, produciendo un crujido cuando el hombre lo tomó y lo metió en una pequeña billetera que llevaba en las profundidades de sus ropas, se convirtió en un tipo todavía mejor, y humilde servidor nuestro. Nos acompañó y les hizo preguntas a varios hombres sudorosos y rudos; esos también resultaron mejores tipos cuando aplacaron su sed.

Hablaron mucho de sangre y de otras cosas que no entendí, aunque adiviné qué era lo que querían decir. Sin embargo, nos comunicaron todo lo que deseábamos saber.

Nos comunicaron, entre otras cosas, que ayer, más o menos a las cinco de la tarde, llegó un hombre con mucho apresuramiento. Un hombre alto, delgado y pálido, con nariz aquilina, dientes muy blancos y unos ojos que parecían estar ardiendo. Que iba vestido todo de negro, con excepción de un sombrero de paja que llevaba y que no le sentaba bien ni a él ni al tiempo que estaba haciendo, y que distribuyó generosamente su dinero, haciendo preguntas para saber si había algún barco que se dirigiera hacia el Mar Negro, y hacia qué punto. Lo llevaron a las oficinas y al barco, a bordo del cual no quiso subir, sino que se detuvo en el muelle y pidió que el capitán fuera a verlo. El capitán acudió, cuando le dijeron que le pagaría bien, y aunque maldijo mucho al principio, cerró trato con él. Entonces, el hombre alto y delgado se fue, no sin que antes le indicara alguien donde podía encontrar una carreta y un caballo. Pronto volvió, conduciendo él mismo una carreta sobre la que había una gran caja, que descargó él solo, aunque fueron necesarios varios hombres para llevarla a la grúa y para meterla a la bodega del barco. Le dio muchas indicaciones al capitán respecto a cómo y dónde debería ser colocada aquella caja, pero al capitán no le agradó aquello, lo maldijo en varias lenguas y le dijo que fuera si quería a ver como era estibada la maldita caja. Pero él dijo que no podía hacerlo en ese momento; que embarcaría más tarde, ya que tenía muchas cosas en qué ocuparse. Entonces, el capitán le dijo que se diera prisa… con sangre… ya que aquel barco iba a aparejar… con sangre… en cuanto fuera propicia la marea… con sangre. Entonces, el hombre sonrió ligeramente y le dijo que, por supuesto, iría en tiempo útil, pero que no sería demasiado pronto. El capitán volvió a maldecir como un polígloto y el hombre alto le hizo una reverencia y le dio las gracias, prometiéndole embarcarse antes de que aparejara, para no causarle ningún trastorno innecesario. Finalmente, el capitán, más rojo que nunca, y en muchas otras lenguas, le dijo que no quería malditos franceses piojosos en su barco. Entonces, después de preguntar dónde podría encontrar un barco no muy lejos, en donde poder comprar impresos de embarque, se fue. Nadie sabía adónde había ido, como decían, puesto que pronto pareció que el Czarina Catherine no aparejaría tan pronto como habían pensado. Una ligera bruma comenzó a extenderse sobre el río y fue haciéndose cada vez más espesa, hasta que, finalmente, una densa niebla cubrió al barco y todos sus alrededores. El capitán maldijo largo y tendido en todas las lenguas que conocía, pero no pudo hacer nada. El agua se elevaba cada vez más y comenzó a pensar que de todos modos iba a perder la marea. No estaba de muy buen humor, cuando exactamente en el momento de la pleamar, el hombre alto y delgado volvió a presentarse y pidió que le mostraran dónde habían estibado su caja. Entonces, el capitán le dijo que deseaba que tanto él como su caja estuvieran en el infierno. Pero el hombre no se ofendió y bajó a la bodega con un tripulante, para ver dónde se encontraba su caja. Luego, volvió a la cubierta y permaneció allí un rato, envuelto en la niebla. Debió subir de la bodega solo, ya que nadie lo vio. En realidad, no pensaron más en él, debido a que pronto la niebla comenzó a levantarse y el tiempo aclaró completamente. Mis amigos sedientos y malhablados sonrieron cuando me explicaron cómo el capitán maldijo en más lenguas que nunca y tenía un aspecto más pintoresco que nunca, cuando al preguntarles a otros marinos que se desplazaban hacia un lado y otro del río a esa hora, descubrió que muy pocos de ellos habían visto niebla en absoluto, excepto donde se encontraba él, cerca del muelle. Sin embargo, el navío aparejó con marea menguante, e indudablemente para la mañana debía encontrarse lejos de la desembocadura del río. Así pues, mientras nos explicaban todo eso, debía encontrarse lejos ya, en alta mar. Y ahora, señora Mina, tendremos que reposar durante cierto tiempo, puesto que nuestro enemigo está en el mar, con la niebla a sus órdenes, dirigiéndose hacia la desembocadura del Danubio. El avance en un barco de vela no es nunca demasiado rápido; por consiguiente, podremos salir por tierra con mucha mayor rapidez. y lo alcanzaremos allí. Nuestra mejor esperanza es encontrarlo cuando esté en su caja entre el amanecer y la puesta del sol, ya que entonces no puede luchar y podremos tratarlo como se merece. Tenemos varios días a nuestra disposición, durante los cuales podremos hacer planes. Conocemos todo sobre el lugar a donde debemos ir, puesto que hemos visto al propietario del barco, que nos ha mostrado facturas y toda clase de documentos. La caja que nos interesa deberá ser desembarcada en Varna y entregada a un agente, un tal Ristics, que presentará allá sus credenciales. Así, nuestro amigo marino habrá concluido su parte. Cuando nos preguntó si pasaba algo malo, ya que de ser así podría telegrafiar a Varna para que se llevara a cabo una encuesta, le dijimos que no, debido a que nuestro trabajo no puede llevarse a cabo por la policía ni en la aduana.

«Debemos hacerlo nosotros mismos, a nuestro modo». Cuando el doctor van Helsing concluyó su relato, le pregunté si se había cerciorado de que el conde se había quedado a bordo del barco. El profesor respondió:

—Tenemos la mejor prueba posible de ello: sus propias declaraciones, cuando estaba usted en trance hipnótico, esta mañana.

Volví a preguntarle si era necesario que persiguieran al conde, debido a que temía que Jonathan me dejara sola y sabía que se iría también si los demás lo hacían.

Me habló al principio con calma y cada vez de manera más apasionada. Sin embargo, conforme continuaba hablando, se airaba más cada vez, hasta que al final vimos que le quedaba al menos aún parte de aquel dominio de sí mismo que lo hacía maestro entre los hombres.

—Sí, es necesario… ¡Necesario! ¡Necesario! Por su bien en primer lugar, y por el bien de toda la humanidad. Ese monstruo ha hecho ya demasiado daño, en el estrecho espacio en que se encuentra y en el corto tiempo que ha transcurrido desde que era sólo un cuerpo que estaba buscando su medida en la oscuridad y en la ignorancia. Todo eso se lo he explicado ya a los demás; usted, mi querida señora Mina, lo escuchará en el fonógrafo de mi amigo John o en el de su esposo. Les he explicado como el hecho de salir de su tierra árida…, árida en habitantes…, para venir a este país en el que las personas habitan como los granos de maíz en una plantación, había sido un trabajo de siglos. Si algún otro muerto vivo tratara de hacer lo mismo que él, necesitaría para ello todos los siglos del planeta y todavía no tendría bastante. En el caso del vampiro que nos ocupa, todas las fuerzas ocultas de la naturaleza, profundas y poderosas, deben haberse unido de alguna forma monstruosa. El lugar mismo en que permaneció como muerto vivo durante todos esos siglos, está lleno de rarezas del mundo geológico y químico. Hay fisuras y profundas cavernas que nadie sabe hasta dónde llegan. Hay también volcanes, algunos de los cuales expulsan todavía aguas de propiedades extrañas, y gases que matan o vivifican. Indudablemente, hay algo magnético o eléctrico en algunas de esas combinaciones de fuerzas ocultas, que obran de manera extraña sobre la vida física, y que en sí mismas fueron desde el principio grandes cualidades. En tiempos duros y de guerras, fue celebrado como el hombre de nervios mejor templados, de inteligencia más despierta, y de mejor corazón. En él, algún principio vital extraño encontró su máxima expresión, y mientras su cuerpo se fortalecía, se desarrollaba y luchaba, su mente también crecía. Todo esto, con la ayuda diabólica con que cuenta seguramente, puesto que todo ello debe atribuirse a los poderes que proceden del bien y que son simbólicos en él. Y ahora, he aquí lo que representa para nosotros: la ha infectado a usted; perdóneme que le diga eso, señora, pero lo hago por su bien. La contaminó de una forma tan inteligente, que incluso en el caso de que no vuelva a hacerlo, solamente podría usted vivir a su modo antiguo y dulce, y así, con el tiempo, la muerte, que es común a todos los hombres y está sancionada por el mismo Dios, la convertirá a usted en una mujer semejante a él. ¡Eso no debe suceder! Hemos jurado juntos que no lo permitiremos. Así, somos ministros de la voluntad misma de Dios: que el mundo y los hombres por los que murió Su Hijo, no sean entregados a monstruos cuya existencia misma es una blasfemia contra Él. Ya nos ha permitido redimir un alma, y estamos dispuestos, como los antiguos caballeros de las Cruzadas, a redimir muchas más. Como ellos, debemos ir hacia el Oriente, y como ellos, si debemos caer, lo haremos por una buena causa.

Guardó silencio un momento y luego dije:

—Pero, ¿no aceptará sabiamente el conde su derrota? Puesto que ha sido expulsado de Inglaterra, ¿no evitará este país, como evita un tigre el poblado del que ha sido rechazado?

—¡Ajá! Su imagen sobre el tigre es muy buena y voy a adoptarla. Su devorador de hombres, como llaman los habitantes de la India a los tigres que han probado la sangre humana, se desentienden de todas las otras presas, y acechan al hombre hasta que pueden atacarlo. El monstruo que hemos expulsado de nuestro poblado es un tigre, un devorador de hombres, que nunca dejará de acechar a sus presas. No, por naturaleza; no es alguien que se retire y permanezca alejado. Durante su vida, su vida verdadera, atravesó la frontera turca y atacó a sus enemigos en su propio terreno; fue rechazado, pero, ¿se conformó? ¡No! Volvió una y otra vez. Observe su constancia y su resistencia. En su cerebro infantil había concebido ya desde hace mucho tiempo la idea de ir a una gran ciudad. ¿Qué hizo? Encontró el lugar más prometedor para él de todo el mundo. Entonces, de manera deliberada, se preparó para la tarea. Descubrió pacientemente cuál es su fuerza y cuáles son sus poderes. Estudió otras lenguas. Aprendió la nueva vida social; ambientes nuevos de regiones antiguas, la política, la legislación, las finanzas, las ciencias, las costumbres de una nueva tierra y nuevos individuos, que habían llegado a existir desde que él vivía. La mirada que pudo echar a ese mundo no hizo sino aumentar su apetito y agudizar su deseo. Eso lo ayudó a desarrollarse, al mismo tiempo que su cerebro, puesto que pudo comprobar cuán acertado había estado en sus suposiciones. Lo había hecho solo, absolutamente solo, saliendo de una tumba en ruinas, situada en una tierra olvidada. ¿Qué no podrá hacer cuando el ancho mundo del pensamiento le sea abierto? Él, que puede reírse de la muerte, como lo hemos visto, que puede fortalecerse en medio de epidemias y plagas que matan a todos los individuos a su alrededor… ¡Oh! Si tal ser procediera de Dios y no del Diablo, ¡qué fuerza del bien podría ser en un mundo como el nuestro! Pero tenemos que librar de él al mundo. Nuestro trabajo debe llevarse a cabo en silencio, y todos nuestros esfuerzos deben llevarse a cabo en secreto. Puesto que en esta época iluminada, cuando los hombres no creen ni siquiera en lo que ven, las dudas de los hombres sabios pueden constituir su mayor fuerza. Serán al mismo tiempo su protección y su escudo, y sus armas para destruirnos, a nosotros que somos sus enemigos, que estamos dispuestos a poner en peligro incluso nuestras propias almas para salvar a la que amamos… por el bien de la humanidad y por el honor y la gloria de Dios.

Después de una discusión general, se llegó a estar de acuerdo en que no debíamos hacer nada esa noche; que deberíamos dormir y pensar en las conclusiones apropiadas. Mañana, a la hora del desayuno, debemos volver a reunirnos, y después de comunicar a los demás nuestras conclusiones, debemos decidirnos por alguna acción determinada…

Siento una maravillosa paz y descanso esta noche. Es como si una presencia espectral fuera retirada de mí. Quizá…

Mi suposición no fue concluida, ya que vi en el espejo la roja cicatriz que tengo en la frente, y comprendí que todavía estoy estigmatizada.

Del diario del doctor Seward

5 de octubre.
Todos nos levantamos temprano, y creo que haber dormido nos hizo mucho bien a todos. Cuando nos reunimos para el desayuno, reinaba entre nosotros una animación como no habíamos esperado nunca volver a tener.

Es maravilloso ver qué elasticidad hay en la naturaleza humana. Basta que una causa de obstrucción, sea cual sea, sea retirada de cualquier forma, incluso por medio de la muerte, para que volvamos a sentir la misma esperanza y alegría de antes. Más de una vez, mientras permanecimos en torno a la mesa, me pregunté si los horrores de los días precedentes no habían sido solamente un sueño. Fue solamente cuando vi la cicatriz que tenía la señora Harker en la frente cuando volví a la realidad. Incluso ahora, cuando estoy resolviendo el asunto gravemente, es casi imposible comprender que la causa de todos nuestros problemas existe todavía. Incluso la señora Harker parece olvidarse de su situación durante largos ratos; solo de vez en cuando, cuando algo se lo recuerda, se pone a pensar en la terrible marca que lleva en la frente. Debemos reunirnos aquí, en mi estudio, dentro de media hora, para decidir qué vamos a hacer. Solamente veo una dificultad inmediata; la veo más por instinto que por raciocinio: tendremos que hablar todos francamente y, sin embargo, temo que, de alguna manera misteriosa, la lengua de la pobre señora Harker esté sujeta. Sé que llega a conclusiones que le son propias, y por cuanto ha sucedido, puedo imaginarme cuán brillantes y verdaderas deben ser; pero no desea o no puede expresarlas. Le he mencionado eso a van Helsing y él y yo deberemos conversar sobre ese tema cuando estemos solos. Supongo que parte de ese horrible veneno que le ha sido introducido en las venas comienza a trabajar. El conde tenía sus propios propósitos cuando le dio lo que van Helsing llama «el bautismo de sangre del vampiro». Bueno, puede haber un veneno que se destila de las cosas buenas; ¡en una época en la que la existencia de tomaínas es un misterio, no debemos sorprendernos de nada! Algo es seguro: que si mi instinto no me engaña respecto a los silencios de la pobre señora Harker, existirá una terrible dificultad, un peligro desconocido, en el trabajo que nos espera. El mismo poder que la hace guardar silencio puede hacerla hablar. No puedo continuar pensando en ello, porque, de hacerlo, deshonraría con el pensamiento a una mujer noble.

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