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Authors: Nalini Singh

Tags: #Fantástico, infantil y juvenil, romántico

El Ángel caído: El Gremio de los Cazadores 1 (40 page)

BOOK: El Ángel caído: El Gremio de los Cazadores 1
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Pero primero tenía que romperle el cuello a la cazadora.

36

R
afael salió al balcón de la tercera planta. Las palabras de Elena aún seguían frescas en su mente.

«Ahora eres un poquito humano.»

Lijuan le había aconsejado que matara a Elena por aquella misma razón. Su reacción al disparo (el dolor, la sangre), no había hecho más que incrementar la certeza de que aquella cazadora era peligrosa para él. Pero ¿y si con el peligro venía algo más, una inmunidad a la locura del poder, de la edad? Después de todo, se había recuperado del período Silente mucho antes de lo esperado.

Mientras esperaba a que llegara Jason, pensó en quién era cuando vio por primera vez a Elena. Había invadido la mente de la cazadora y la había aterrorizado sin el menor atisbo de remordimiento. ¿Podría hacerlo de nuevo? Sí, pensó; no se hacía ilusiones con respecto a su bondad natural. Era muy capaz de hacerlo otra vez. Pero la cuestión no era esa... la cuestión era si decidiría hacerlo de nuevo o no.

Jason entró en la terraza desde lo alto y aterrizó con la pulcritud que lo convertía en el espía perfecto.

—Esperaba ver a Illium aquí.

—Está vigilando a Elena. —Rafael habría preferido que llevara a un conductor vampiro también, pero su presencia habría entorpecido la habilidad de la cazadora para rastrear la esencia de Uram. Así que conducía ella misma mientras Illium la seguía volando. Entretanto, él estaba confinado en casa debido al ala dañada por el fuego de ángel. Lo cierto era que se estaba curando con rapidez y ya podía volar, pero hacerlo solo habría conseguido empeorar la herida, y necesitaba estar en plena forma cuando Uram apareciera de nuevo.

Elena llevaba fuera la mayor parte del día, aunque lo llamaba para informar cada vez que terminaba de examinar una zona de Manhattan. Resultaba extraño darse cuenta de que, aunque tenía muchos otros problemas, la... echaba de menos. Aquella mortal con el espíritu de una guerrera se había convertido en alguien importante para él.

—Bueno, cuéntame.

—Es lo que pensabas —dijo Jason—. Lijuan despierta a los muertos.

Rafael notó el penetrante frescor de la brisa cargada de agua que llegaba desde el río y se preguntó si Lijuan sería tal como era si no hubiera matado al humano que amenazaba con volverla «un poquito» mortal.

—¿Estás seguro?

—Vi cómo lo hacía.

—¿Y viven? —Volvió la mirada hacia el otro ángel.

Los ojos de Jason mostraban una profunda repugnancia.

—Yo no lo llamaría vida, pero existe una chispa en su interior, parte del resplandor de la persona que fueron en su día.

Aquello era peor de lo que Rafael había imaginado.

—¿No son marionetas, como creíamos?

—Lo son, pero también son algo más. Abominaciones andantes que ven y oyen pero nunca hablan. Su silencio queda acallado por los gritos de sus ojos. Saben lo que son.

Incluso el alma de un arcángel podía sentir la gélida mano del horror.

—¿Durante cuánto tiempo puede mantenerlos así?

—De los renacidos que vi, el mayor tenía un año. Empezaba a dar muestras de senilidad, y hacía mucho tiempo que había perdido su chispa. —Una pausa. Después, aquel ángel que por lo general siempre se mostraba sereno dijo—: Es una bendición que esa parte de su alma muera.

—¿Y Lijuan tiene un control absoluto sobre esos renacidos?

—Sí. Por ahora juega con ellos como un niño con un juguete nuevo. Pero llegará el momento en que los convierta en un ejército.

Aquella mano gélida apretó el corazón de Rafael. Porque si aquellos renacidos empezaban a caminar entre los vivos, la civilización se vendría abajo y el terror se apoderaría del mundo.

—Las personas a las que despierta... ¿han muerto recientemente?

—No —fue la perturbadora respuesta—. Esos son más fáciles, pero ella ha comenzado por los muertos más antiguos... incluso aquellos que ya se han... descompuesto. De algún modo, Lijuan ha logrado devolverles la carne. —Jason se quedó callado.

—¿Qué pasa?

—Se rumorea que consiguen su nueva carne consumiendo los cadáveres de aquellos que han muerto hace poco, aquellos a los que Lijuan no desea despertar, y sé que tienen que beber sangre para sobrevivir. —Jason bajó la voz aún más—. También se rumorea que ella consigue algo con estos renacimientos, que gana poder de algún modo.

Un nacido a la sangre de otro tipo, pensó Rafael, que sabía que no había nacido ningún cazador (ni humano, ni vampiro ni ángel) que pudiera destruir a Lijuan en el caso de que se demostrara que todo aquello era cierto.

—Haz que tus hombres sigan vigilándola. —Jason era el espía perfecto, pero, tal como había supuesto Elena, era un jefe de espías aún mejor—. Debemos enterarnos si empieza a realizar renacimientos a gran escala. —El Grupo de los Diez no podría hacer mucho mientras Lijuan siguiera jugando en su territorio. Más aún, la mayoría de los miembros no querrían hacer nada. Cada uno tenía sus propios juegos, sus propias perversiones. Rafael no podía juzgarlos, ya que él tampoco aceptaría interferencias en sus dominios. Elena había visto un ápice de humanidad en él. Pero ¿era lo bastante humano para salvarse de ser otro Lijuan?—. Márchate. Descansa. Hablaremos más tarde.

Jason saltó de la terraza antes de ascender casi verticalmente. Sus alas no dejaron de verse hasta que se elevó por encima de la capa de nubes. Aquella era la razón de que el ángel prefiriera la noche.

Dmitri.

¿Sire?

Una respuesta cercana. El vampiro se adentró en la terraza momentos después. Acababa de dejar a los sanadores.

—Veneno ha informado de que la limpieza del despacho de Jeffrey Deveraux y los alrededores, al igual que la del museo, finalizó esta tarde a primera hora. Geraldine ha muerto.

La primera en quien pensó Rafael fue en Elena: a la cazadora le entristecería su muerte, a pesar de que aquella mujer era casi una desconocida para ella.

—¿Qué ha sido de la superviviente que encontramos en el almacén?

—Conseguí descubrir su identidad. Se llama Holly Chang, y tiene veintitrés años. —Dmitri enlazó las manos a la espalda—. No lleva la variedad mutante de la toxina en su sangre, pero sí otra cosa.

Rafael recordó la conversación que había mantenido con Elena.

—¿Es necesario que muera?

—En esta etapa no. No es contagioso... y necesitamos averiguar qué le hizo Uram.

—¿Sigue siendo humana?

Dmitri permaneció en silencio, con el ceño fruncido.

—Nadie tiene claro lo que es... Necesita sangre, pero no tanta como un vampiro, y consigue cierta energía con los alimentos. Podría ser el resultado de un intento fallido de conversión.

—Sin los procedimientos apropiados y con la presencia de la toxina mutante en la sangre de Uram, eso debería haber sido imposible.

—Los sanadores y los médicos piensan que tal vez la chica tuviera la mala suerte de ser uno de esos que aceptan fácilmente la Conversión... pero ahora que ha sido parcialmente transformada, un intento de conversión completa podría matarla. —Había cierto matiz cortante en la voz de Dmitri. Al igual que Holly Chang, él había sido Convertido contra su voluntad.

Y todo porque Isis había descubierto la debilidad de Rafael: su corazón. Más aún: sabía que Dmitri era el descendiente de un mortal al que Rafael había considerado su amigo. Así que había robado la mortalidad de Dmitri... y había obligado a Rafael a presenciarlo todo. Todo aquello había ocurrido hacía casi mil años. Y Rafael había creído que su corazón estaba muerto durante la mayor parte de ellos.

Pero aquello fue antes de que Elena comenzara a importarle.

—Tranquilízate, Dmitri —le dijo—. No nos extralimitaremos con ella, pero debemos vigilar sus progresos. —Si era portadora de la mancha de los nacidos a la sangre, tendría que morir.

Dmitri asintió con la cabeza.

—La mantengo vigilada las veinticuatro horas. —Otra pausa—. ¿Me permites decirte una cosa, sire?

—¿Desde cuándo me pides permiso para hablar?

La sonrisa del vampiro no llegó a sus ojos.

—Elena te ha hecho vulnerable. No sé cómo, pero lo ha hecho. —Dirigió la mirada hacia el ala herida—. Te curas más despacio.

—Quizá un inmortal necesite una vulnerabilidad —dijo Rafael, que pensaba una vez más en la «evolución» de Lijuan.

—Yo... —El teléfono empezó a sonar.

Rafael inclinó la cabeza para indicarle a Dmitri que podía responder y se preparó para marcharse. Dmitri alzó una mano para detenerlo.

—Es la directora del Gremio.

Rafael cogió el teléfono.

—Directora.

—No sé en qué coño ha metido a Ellie, pero tengo la sensación de que tiene algo que ver con las chicas que han desaparecido en la ciudad. —La antipatía que sentía por él era como un hilo tenso que vibraba de pura furia.

—Elena es afortunada por tenerla como amiga.

—Si le ocurre algo a Ellie, me da igual quién sea usted: le pegaré un tiro yo misma. —La preocupación, mezclada con la violencia de la furia, hizo que su voz sonara ronca.

Si aquella amenaza hubiera sido realizada por cualquier otra persona que no fuera Sara, Rafael habría ordenado un castigo inmediato: una debilidad manifiesta de un arcángel podía conducir a la muerte de millones de personas. Sin embargo, nunca había sido un hipócrita. Había cometido excesos durante el período Silente, había atravesado una línea inviolable que había obligado a aquella mujer a traicionar a una de las personas a quien le era profundamente leal. La balanza estaba lejos de estar equilibrada.

—¿Tiene algo más que decirme, directora?

—Se han descubierto cinco cadáveres en Battery Park, todos sin una gota de sangre. Estaban muy bien escondidos.

Uram había actuado con rapidez para recuperar su energía.

—¿Se ha alertado a las autoridades?

—Lo siento, pero eso no he podido evitarlo —dijo Sara, demostrando que tenía muchos contactos en la ciudad—. No obstante, los cuerpos viajan en un furgón del depósito de cadáveres..., así que supongo que podrá hacerlos desaparecer. Pero no mate a los asistentes cuando lo haga.

—Eso no será necesario. —En algún momento tras su doscientos cumpleaños, Veneno había adquirido el poder de hipnotizar a los humanos, tal como hacen las cobras con sus presas... algo que a Elena la horrorizaría cuando lo descubriera, de eso estaba seguro. El vampiro utilizaba aquel poder en muy raras ocasiones, ya que a Neha no le haría ninguna gracia descubrir que había perdido a un hombre tan valioso. Sin embargo, aquel día resultaría muy útil: no podía permitir que alguien observara al microscopio a alguna de las víctimas de Uram. Tal vez Holly fuera la única superviviente, pero eso no significaba que Uram no hubiera obligado a otras a beber su sangre tóxica... o algo peor.

—Gracias por la información.

—No me dé las gracias. Limítese a proteger a Ellie del monstruo que ha dejado suelto por ahí.

Sí, Uram era un monstruo. Con una fuerza monstruosa. El corazón de Rafael empezó a latir de pronto a una velocidad mortífera, a pesar de que el aire estaba en calma y el viento, en silencio.

—Cuéntele a Dmitri los detalles. —Le devolvió el teléfono al vampiro y saltó de la terraza. Le dolía el ala, pero siguió adelante e intentó ponerse en contacto con Illium mientras volaba.

Su única respuesta fue el silencio. No era el silencio sepulcral de la muerte, pero estaba cerca. Consiguió poco más cuando intentó hablar con Elena. Dolor, náuseas y furia.

Dirigió sus pensamientos hacia Dmitri.

Olvídate de los cadáveres ahora. Encuentra a Elena
.

Estoy contactando con mis hombres
.

Jason
.

El ángel de alas negras era un experto a la hora de coordinar a los ángeles bajo las órdenes de Rafael.

Localiza a Illium. Ha caído
.

Estoy de camino. Pondré a los demás en alerta
.

Rafael voló con más fuerza, maldiciendo su propia estupidez. Uram no necesitaba descansar para sanarse, no cuando podía acelerar el proceso mediante la sangre. Otra de las ventajas de los nacidos a la sangre, otra de las cosas que los hacía pensar que habían tomado la decisión correcta. A aquellas alturas, Uram creería que estaba cuerdo: había comenzado a pensar, a tomar decisiones, pero su personalidad había sido retorcida al más profundo nivel y su cerebro nadaba en la toxina.

Lo peor de todo, pensó Rafael mientras avanzaba para llegar hasta Elena, era que aquella involución no ocurría de la noche a la mañana. Seguro que los sirvientes de Uram se habían dado cuenta, pero, a diferencia de los Siete que lo protegían a él, el otro arcángel no había tenido a nadie poderoso cerca. A nadie salvo a Michaela. Rafael hizo una mueca: estaba seguro de que la mujer que en su día había sido considerada la Reina de Constantinopla había ayudado a su amante a evadir los protocolos dispuestos para prevenir aquel tipo de cosas. Quizá quisiera que Uram muriera, pero lo más probable era que ella quisiera ver lo que ocurría, comprobar si el resto del Grupo le había mentido.

Llegó a la parte de Manhattan que estaba justo delante de Castle Point, el lugar desde donde Elena lo había llamado por última vez.

—Tengo buenas vibraciones con respecto a esto —le había dicho ella—. La esencia se ha difuminado bastante en la humedad del aire, pero continuaré siguiéndola hasta que encuentre un punto en el que la concentración sea más intensa.

—Te enviaré más ángeles.

—No, no los apartes de la búsqueda todavía. Esto podría ser una trampa. Le diré a Illium que se ponga en contacto contigo en cuanto crea que he dado con él.

Era obvio que Elena se encontraba mucho más cerca del Ángel de Sangre de lo que ella creía.

Mientras sobrevolaba el área en busca del coche de la cazadora, sus ojos, agudos como los de un ave rapaz, localizaron a Illium. Las alas azules del ángel destacaban a pesar de que estaban casi sumergidas bajo un muelle. Rafael bajó en picado y pasó por alto las miradas de la gente que había comenzado a reunirse alrededor del atracadero, así como el bote de rescate que se dirigía hacia Illium. Muchos de los humanos habían saltado al río para intentar mantener la boca de Illium fuera del agua, aunque habían sido incapaces de sacarlo, dado el peso de sus alas empapadas. Todos se dispersaron al ver llegar a Rafael.

Tras recoger al ángel inconsciente y sacarlo del agua, se elevó para alejarse del ruido de los disparos de las cámaras y de los gritos, que eran una mezcla de admiración y pesar. Illium se había convertido en alguien muy conocido desde que abandonó sus obligaciones en el Refugio y llegó a la ciudad; sus alas azules eran una insignia y su personalidad resultaba contagiosa. Todas aquellas personas lo creían muerto; habían olvidado que era inmortal.

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