Read El bosque encantado Online
Authors: Enid Blyton
Tags: #Aventuras, #Fantástico, #Infantil y Juvenil
En la primera historia, tres hermanos se trasladan a una granja situada cerca de un misterioso bosque, un bosque encantado en el que muy pronto harán grandes amigos y vivirán maravillosas aventuras viajando a través del árbol lejano.
La segunda historia está protagonizada por un pequeño poney, Bolita de Nieve, y por sus amos, unos niños que lo adoran.
Enid Blyton
El bosque encantado
ePUB v1.0
nalasss29.07.12
Título original:
The enchanted wood
Enid Blyton, 1960.
Ilustraciones: CGUERRA
Diseño/retoque portada: Orkelyon
Editor original: nalasss (v1.0)
ePub base v2.0
Había una vez tres niños, que se llamaban Tom, Bessie y Fanny. Siempre habían vivido en una ciudad; pero su padre obtuvo un trabajo en el campo, por lo que tuvieron que mudarse muy pronto.
—¡Qué divertido será vivir en el campo! —exclamó Tom—. ¡Voy a aprender todo lo que pueda sobre los animales y las plantas!
—Y yo voy a recoger todas las flores que quiera —añadió Bessie.
—Y yo tendré mi propio jardín —dijo Fanny.
El día de la mudanza, los niños estaban muy inquietos. Una furgoneta llegó a la casa y dos hombres ayudaron a los padres a cargar todos los muebles y equipaje. Una vez llena, la furgoneta partió mientras los chicos se ponían los abrigos y sombreros para ir con sus padres a la estación, para tomar el tren.
—¡Ha llegado la hora de irnos! —dijo Tom.
—¡El campo, el campo! —gritó Bessie.
—¡A lo mejor vemos hadas! —exclamó Fanny.
Sonó el silbato del tren y salió de la estación. Los niños apoyaron la nariz contra la ventana mientras dejaban atrás las casas sucias con chimeneas altas. ¡Qué alegría abandonar la ciudad! En cambio, vivir en el campo sería maravilloso, tan limpio, lleno de flores y pájaros cantando en los árboles.
—Tal vez corramos aventuras en el campo —suspiró Tom—. Allí habrá arroyos y colinas, prados inmensos y espesos bosques. ¡Nos lo pasaremos en grande!
—No ocurrirá nada extraordinario en el campo, que no suceda en la ciudad —intervino su padre—. Lamento deciros que lo encontraréis algo aburrido.
Pero en eso estaba muy equivocado. No podía imaginar las aventuras que les aguardaban.
Al fin llegaron a la pequeña estación donde tenían que bajarse. Un portero con cara de sueño puso sus dos maletas en un carrito y les dijo que se las llevaría más tarde. Se fueron andando por el sinuoso camino del campo mientras charlaban tranquilamente.
—Me pregunto cómo será nuestra casita —dijo Bessie.
—Y yo me pregunto si tendremos un jardín —añadió Fanny.
Pero mucho antes de llegar a su nueva casa se sintieron cansados y dejaron de hablar. La casita estaba a ocho kilómetros de la estación y, como el padre no podía alquilar un coche, tuvieron que ir andando todo el camino, que a los niños se les hizo interminable. No había autobús que pasara por allí, así que los niños, agotados, arrastraban los pies, con el único deseo de tomar una taza de leche caliente y acostarse en una cama cómoda.
Al fin llegaron. Había merecido la pena caminar tanto, porque la casita era encantadora. Había rosas de color rojo, blanco y rosa colgando de las paredes, y madreselvas por toda la puerta principal. ¡Era preciosa!
La furgoneta ya había llegado, y dos hombres estaban metiendo los muebles en la casa. Su padre les ayudó mientras la madre iba a la cocina para encender el fuego y preparar una bebida caliente.
Como estaban tan cansados, no pudieron hacer más que beber la leche caliente, comer algunas galletas, e irse a la cama. Las camitas eran rústicas pero muy confortables. Tom miró por la ventana pero, con tanto sueño, apenas pudo distinguir nada. Las dos niñas, en su pequeña habitación, no tardaron ni un minuto en dormirse, lo mismo que Tom en su cuarto, aún más pequeño.
¡Qué divertido fue despertarse por la mañana con un sol radiante cuyos rayos entraban a través de las ventanas! Tom, Bessie y Fanny se dieron prisa en vestirse. Salieron al pequeño jardín y corretearon por el alto césped y olieron las rosas que brotaban por todas partes.
Su madre les preparó unos huevos y tomaron el desayuno con mucho apetito.
—¡Qué maravilloso vivir en el campo! —suspiró Tom mientras miraba por la ventana unas colinas que se divisaban a los lejos.
—Podemos tener una huerta en el jardín —dijo Bessie.
—Daremos estupendos paseos por todos lados —añadió Fanny.
Ese día todos ayudaron a ordenar y limpiar la casita. El padre tenía que ir al trabajo al día siguiente y la madre esperaba poder trabajar lavando la ropa a otras personas. Con eso ahorraría dinero para comprar unas gallinas, y podrían vivir felices y tranquilos.
—Yo recogeré los huevos por la mañana y por la tarde —se apresuró a decir Fanny, con los ojos brillantes.
—Vamos a dar una vuelta por los alrededores —propuso Tom—. Mamá, ¿podemos salir un rato?
—Sí, pero no tardéis mucho —sonrió la madre, complacida.
Los tres niños echaron a correr hacia el caminito, por el pequeño portón blanco que había frente a la casa.
Exploraron todos los alrededores. Corrieron por un campo lleno de tréboles de color rosa y de abejas. Después jugaron en un arroyuelo de color marrón que murmuraba suavemente mientras corría bajo los cipreses.
De repente, llegaron a un bosque. No estaba muy lejos de la casita. Era un bosque como tantos otros, salvo por el color de sus árboles, de un verde más oscuro que lo normal. Una pequeña zanja separaba el bosque del camino lleno de arbustos.
—¡Un bosque! —exclamó Bessie, muy contenta—. ¡Aquí podemos venir de excursión!
—Es un bosque misterioso —observó Tom, pensativo—. ¿No te parece, Bessie?
—Los árboles parecen muy tupidos, pero no veo que tenga nada de particular —contestó Bessie.
—Pues yo no opino lo mismo —comentó Fanny—. El susurro de las hojas es diferente. ¡Escuchad!
Fanny tenía razón. Las hojas de los árboles del bosque no susurraban de la misma forma que los otros árboles que había detrás.
—Es casi como si estuvieran hablando los árboles entre sí —dijo Bessie—. Se comunican sus propios secretos, que nosotros no podemos entender.
—¡Es un bosque mágico! —se le ocurrió a Fanny de pronto.
Nadie dijo nada. Se quedaron quietos escuchando.
—«Uich-uich-uich-uich» —sonaban los árboles del bosque, inclinándose como para saludar a los visitantes.
—Tal vez vivan hadas en este bosque —susurró Bessie—. ¿Saltamos la zanja y entramos?
—No —dijo Tom—. ¿Y si nos perdemos? Primero tenemos que conocer la zona antes de meternos en un bosque tan grande.
—¡Tom! ¡Bessie! ¡Fanny! —su madre los llamó desde la casita, que no se encontraba lejos—. ¡Es la hora de tomar el té!
De repente, los niños sintieron mucha hambre. Se olvidaron del extraño bosque y regresaron corriendo a su casa. Su madre había hecho pan con mermelada de fresas, y se lo comieron casi todo.
El padre llegó antes de que terminaran de tomar el té. Había hecho la compra en el pueblo, que estaba a cinco kilómetros de la casa, y estaba cansado y hambriento.
—Papá, hemos estado explorando por todos lados '—le contó Bessie mientras le servía una gran taza de té.
—Hemos encontrado un bosque maravilloso —dijo Fanny.
—Es un bosque muy extraño —comentó Tom—. Parece como si los árboles se hablasen entre sí.
—Debe ser ése el bosque del que me hablaron esta tarde —dijo el padre—. Fijaos, tiene un nombre muy curioso.
—¿Cómo se llama? —preguntó Tom.
—Se llama el Bosque Encantado —contestó su padre, sonriente—. La gente del pueblo no suele ir por allí. Me resulta un poco raro. La verdad, yo no creo que ese bosque tenga nada de extraño. Pero tened cuidado y no os adentréis mucho, no sea que os perdáis.
Los niños se miraron fijamente unos a otros. ¡El Bosque Encantado! ¡Qué nombre tan bonito!
Y cada uno de ellos pensó lo mismo: «Hay que ir a explorar ese bosque cuanto antes».
Después del té su padre les pidió que le ayudaran a arreglar el jardín. Tom tuvo que desenterrar los cardos y las niñas arrancar toda la mala hierba de la huerta. Mientras tanto, charlaban animadamente.
—¡El Bosque Encantado! ¡Sabíamos que tenía algo muy extraño! —comentó Tom.
—¡Yo adiviné que allí había hadas! —dijo Fanny.
—¡Iremos a explorarlo en cuanto podamos! —propuso Bessie—. ¡Vamos a descubrir lo que se decían esos árboles cuando susurraban! ¡No tardaremos mucho en enterarnos de todos los secretos del bosque!
Esa noche, a la hora de ir a la cama, los tres se asomaron a la ventana para mirar el bosque oscuro que susurraba a lo lejos. ¿Qué descubrirían en el Bosque Encantado?
Los tres niños no tuvieron oportunidad de visitar el Bosque Encantado hasta la siguiente semana, porque estuvieron ocupados ayudando a sus padres en la casa. Había que arreglar el jardín, hacer cortinas y limpiar todo.
A ratos, Tom quedaba libre y se marchaba a pasear solo. Otras veces eran las niñas las que se iban a dar un paseo, pero nunca coincidían los tres. Y ninguno quería ir al bosque sin los otros, así que tuvieron que esperar. Al final llegó la ocasión.
—Hoy podéis salir a merendar al campo —dijo su madre—. Habéis trabajado bien y os merecéis una excursión. Os prepararé unos sándwiches y una botella de leche.
—¡Iremos al bosque! —susurró Bessie a los otros, y, muy contentos, ayudaron a su madre a poner la merienda en una cesta grande.
Se fueron inmediatamente. Había un portón pequeño al final del jardín que daba al caminito que conducía al bosque. Abrieron el portón y se detuvieron en el caminito. Desde ahí se veían los árboles del bosque, y también se escuchaba su particular susurro:
—«Uich-uich-uich-uich».
—Presiento que vamos a correr muchas aventuras —dijo Tom—. ¡Venga! ¡Atravesaremos la zanja y entraremos en el Bosque Encantado!
Saltaron la zanja y se detuvieron bajo los árboles, mirando en derredor suyo. Pequeños haces de luz solar brillaban sobre el suelo, pero no eran muchos, porque los árboles eran muy tupidos. El bosque era oscuro. De pronto, un pájaro pequeño, que estaba cerca, cantó una pequeña y extraña canción.