El Héroe de las Eras (59 page)

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Authors: Brandon Sanderson

Tags: #Fantástico

BOOK: El Héroe de las Eras
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Lanzó unas cuantas monedas mientras caía, usando su sonido para saber a qué distancia estaba el suelo. Aterrizó sobre áspera piedra, en medio de una completa oscuridad, mucho más negra de lo que el estaño podía permitirle ver. Palpó a su alrededor hasta encontrar un farol en la pared. Sacó su pedernal, y pronto tuvo luz.

Y allí estaba la puerta, en la pared que conducía a la caverna de almacenaje. Las molduras en la roca habían sido arrancadas, y la puerta, forzada. La pared seguía allí, y la puerta en sí estaba intacta, pero abrirla había requerido claramente una enorme cantidad de trabajo. La puerta estaba lo bastante entreabierta para que pasara una persona. Obviamente, a Yomen le había costado mucho esfuerzo llegar incluso hasta allí.

Debía de saber que estaba aquí
, pensó Vin, irguiéndose.
Pero… ¿por qué abrirla de esta forma? Tiene un nacido de la bruma que podría haberla abierto con un tirón de acero.

Con el corazón temblando de expectación, Vin se deslizó por la abertura y entró en el silencioso depósito. Saltó al suelo de inmediato y empezó a buscar la placa que contenía la información del Lord Legislador. Sólo tenía que…

Tras ella, la piedra rozó contra la piedra.

Vin giró, sintiendo un instante de aguda y terrible comprensión.

La puerta de piedra se cerró tras ella.

—… y por eso el sistema de gobierno del Lord Legislador tenía que caer —dijo Elend.

Los estaba perdiendo. Lo notaba: más y más gente perdía el hilo de la discusión. El problema era que Yomen sí que estaba interesado.

—Cometes un error, joven Venture —repuso el obligador, dando un golpecito en la mesa con su tenedor—. El programa de mayordomos del siglo VI ni siquiera fue diseñado por el Lord Legislador. El recién formado Cantón de la Inquisición lo propuso como un medio de control de población para Terris, y el Lord Legislador accedió a ello provisionalmente.

—Esa provisionalidad se convirtió en un modo de someter a una raza entera.

—El sometimiento comenzó mucho antes —corrigió Yomen—. Todo el mundo conoce la historia, Venture. Los terrisanos eran un pueblo que se negaba por completo a someterse al gobierno imperial, y tuvieron que ser sometidos de forma estricta. Sin embargo, ¿puedes decir abiertamente que los mayordomos de Terris fueron maltratados? ¡Son los sirvientes más respetados de todo el imperio!

—Yo no diría que es justo perder la masculinidad para ser convertido en esclavo favorito —dijo Elend, arqueando una ceja y cruzándose de brazos.

—Al menos hay una docena de fuentes que podría citarte —replicó Yomen, agitando una mano—. ¿Qué hay de Trendalan? Decía que ser eunuco lo había liberado para perseguir pensamientos más potentes de lógica y armonía, ya que no lo distraían las lujurias mundanas.

—No tenía otra elección —protestó Elend.

—Pocos de nosotros tenemos otra elección en nuestros puestos —observó Yomen.

—Prefiero que la gente tenga esa capacidad de elección —dijo Elend—. Habrás visto que he dado a los skaa libertad en mis tierras, y a la nobleza, un consejo parlamentario donde tienen participación en el gobierno de la ciudad donde viven.

—Altos ideales, y reconozco las palabras de Trendalan en lo que dices haber hecho. Sin embargo, incluso él dijo que era improbable que un sistema semejante conservara mucho tiempo su estabilidad.

Elend sonrió. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había tenido una buena discusión. Ham nunca se implicaba demasiado en los temas (le gustaban las cuestiones filosóficas, pero no los debates eruditos), y a Sazed no le gustaba discutir.

Ojalá hubiera conocido a Yomen cuando era más joven
, pensó Elend.
Cuando tenía tiempo de preocuparme sin más por la filosofía. ¡Ay, las discusiones que podríamos haber tenido…!

Por supuesto, seguramente esas discusiones habrían terminado con Elend en manos de los Inquisidores del Acero por revolucionario. Con todo, debía admitir que Yomen no era ningún tonto. Conocía su historia y su política… sólo que tenía creencias completamente erróneas. Cualquier otro día, Elend se habría alegrado de persuadirlo de ese hecho.

Por desgracia, esta discusión en concreto se volvía cada vez más tensa para Elend. No podía mantener la atención de su oponente y la de la multitud. Cada vez que intentaba hacer algo para recuperar a la muchedumbre, Yomen parecía recelar… y cada vez que Elend intentaba captar la atención del rey, la multitud se aburría con el detalle filosófico.

Así que Elend se sintió verdaderamente aliviado cuando por fin llegaron los gritos de sorpresa. Segundos después, una pareja de soldados llegó corriendo a la sala, llevando en brazos a una joven aturdida y ensangrentada con un vestido de baile.

¡Por el Lord Legislador, Vin!
, pensó Elend.
¿Era realmente necesario?

Elend se volvió hacia Yomen, y los dos compartieron una mirada. Entonces Yomen se levantó.

—¿Dónde está la emperatriz Venture? —exigió.

Hora de irse, pensó Elend, recordando su promesa a Vin. Sin embargo, algo le ocurrió.
Probablemente nunca tendré otra oportunidad de acercarme tanto a Yomen. Y sólo hay un modo seguro de demostrar si es o no un alomántico.

Intentando matarlo.

Era arriesgado, quizás incluso una locura, pero cada vez estaba más seguro de que jamás convencería a Yomen de que entregara la ciudad. Había dicho que no era un nacido de la bruma; era muy importante comprobar si mentía o no. Así, confiando en sus instintos, Elend lanzó una moneda y se impulsó hasta el estrado. Los asistentes al baile empezaron a gritar, su idílico mundo hecho pedazos cuando Elend sacó un par de dagas de cristal. Yomen palideció y retrocedió. Dos guardias que fingían ser compañeros de cena del rey se levantaron de sus asientos, y sacaron bastones de debajo de la mesa.

—¡Mentiroso! —escupió Yomen mientras Elend aterrizaba sobre la mesa—. ¡Ladrón, carnicero, tirano!

Elend se encogió de hombros, y luego lanzó monedas a los dos guardias, derribándolos fácilmente a ambos. Saltó hacia Yomen, lo agarró por el cuello y lo arrastró. Gritos y jadeos llegaron de la multitud.

Elend apretó, ahogando a Yomen. Ninguna fuerza fluyó por los miembros del hombre. Ningún tirón o empujón alomántico que intentara librarlo de la presa de Elend. El obligador apenas se debatió.

O no es alomántico
, pensó Elend,
o es un actor magnífico.

Soltó a Yomen y lo empujó hacia la mesa. Elend sacudió la cabeza, un misterio que se…

Yomen saltó hacia delante, sacó un cuchillo de cristal y golpeó. Elend vaciló, esquivó, pero el cuchillo le abrió un tajo en el antebrazo. El dolor del corte ardió, amplificado por el estaño de Elend, y el emperador maldijo, retirándose.

Yomen volvió a golpear, pero Elend tendría que haber podido esquivarlo. Tenía peltre, y Yomen aún se movía con la torpeza de un hombre sin amplificaciones. Sin embargo, el ataque continuó, y de algún modo consiguió alcanzarlo en el costado. Elend gimió, la sangre caliente en su piel, y miró a los ojos de Yomen. El rey liberó el cuchillo, esquivando con facilidad el contraataque de Elend. Era casi como…

Elend quemó electrum, proporcionándose una burbuja de falsas imágenes de atium. Yomen vaciló de inmediato, confundido.

Está quemando atium
, pensó Elend con sorpresa.
¡Eso significa que es un nacido de la bruma!

Una parte de Elend quiso quedarse y luchar, pero el corte en su costado era grave, lo suficiente para saber que necesitaba rápida atención. Maldiciendo su propia estupidez, se empujó al aire, salpicando de sangre a los aterrorizados nobles. Tendría que haber escuchado a Vin: iba a recibir una seria reprimenda cuando regresara al campamento.

Aterrizó, y advirtió que Yomen había decidido no seguirlo. El rey obligador permanecía junto a su mesa, empuñando un cuchillo enrojecido con la sangre de Elend, mirando lleno de furia.

Elend se volvió, arrojó un puñado de monedas y las empujó al aire por encima de las cabezas de los asistentes al baile, cuidando de no golpear a ninguno de ellos. Retrocedieron asustados y se echaron al suelo. Cuando las monedas aterrizaron, Elend las empujó para enviarse, con un salto breve y corto a través de la sala, hacia la salida que Vin había indicado. Pronto entró en un patio cubierto de bruma.

Se volvió para mirar el edificio, sintiéndose frustrado, aunque no sabía por qué. Había cumplido con su parte, había entretenido a Yomen y a sus invitados durante una buena media hora. Cierto, había resultado herido, pero había descubierto que Yomen era alomántico. Había merecido la pena saberlo.

Arrojó una moneda y se lanzó al aire.

Tres horas después, Elend se hallaba con Ham en la tienda de mando, esperando en silencio.

Le habían atendido el costado y el brazo. Vin no llegaba.

Explicó a los demás lo que había sucedido. Vin no llegaba.

Ham lo obligó a comer algo. Elend estuvo caminando de un lado a otro durante una hora después de eso, y Vin seguía sin llegar.

—Voy a volver —decidió Elend, poniéndose en pie.

Ham lo miró:

—El, has perdido mucha sangre. Yo diría que lo único que te mantiene en pie es el peltre.

Era cierto. Elend sentía la fatiga bajo su velo de peltre.

—Puedo soportarlo —repuso.

—De esa forma te matarás.

—No me importa. Yo…

Elend se interrumpió cuando sus oídos amplificados por el estaño oyeron a alguien acercarse a la tienda. Retiró la puerta de lona antes de que el hombre llegara siquiera, sobresaltándolo.

—¡Mi señor! —exclamó el hombre—. ¡Mensaje de la ciudad!

Elend agarró la carta, la abrió.

Pretendiente Venture
—decía la nota—.
La tengo, como probablemente has deducido. Hay una cosa que siempre he advertido en los nacidos de la bruma. Todos son demasiado confiados. Gracias por la estimulante conversación. Me alegro de haberte podido mantener distraído tanto tiempo.

Rey Yomen.

Vin estaba sentada en silencio en la oscura caverna, la espalda apoyada contra el bloque de piedra que era la puerta de su prisión. En el suelo, junto a ella, se hallaba el fluctuante farol que había traído a la inmensa sala.

Había empujado y tirado, tratando de abrirse paso. Sin embargo, pronto advirtió que las piedras rotas que había visto desde fuera, el proyecto de trabajo que supuestamente habían empleado para abrir la puerta, tenía en realidad un objetivo diferente. Al parecer, Yomen había eliminado las placas de metal del interior de la puerta, las que un alomántico podía empujar o tirar para abrirlas. Eso dejó a la puerta convertida en un simple bloque de piedra. Con peltre amplificado por duralumín, ella podría haberla empujado para abrirla. Por desgracia, le resultaba difícil encontrar un punto de apoyo en el suelo, que caía en pendiente desde el bloque. Además, debían de haberle hecho algo a los goznes, o quizás incluso hubieran apilado más rocas al otro lado, porque ni siquiera podía hacer que la puerta cediera.

Apretó los dientes llena de frustración, sentada de espaldas a la puerta de piedra. Sin duda, Yomen le había tendido una trampa. ¿Tan predecibles eran Elend y ella? En cualquier caso, era un movimiento brillante. Yomen sabía que no podía enfrentarse a ellos. Así que se había limitado a capturar a Vin. Eso surtía el mismo efecto, pero sin asumir ninguno de los riesgos. Y ella había caído justo en la trampa.

Ella había estudiado toda la sala, intentando encontrar una salida, pero no había encontrado nada. Peor aún, no había encontrado ningún alijo oculto de atium. Costaba decirlo, con todas las latas de comida y otras fuentes de metal, pero su búsqueda inicial no había sido prometedora.

—Pues claro que no está aquí —murmuró para sí—. Yomen no habría tenido tiempo de sacar todas estas latas; pero, si planeaba atraparme, se habrá llevado el atium de aquí. ¡Qué idiota soy!

Se echó atrás, molesta, frustrada, exhausta.

Espero que Elend hiciera lo que le dije
, pensó. Si también a él lo habían capturado…

Vin golpeó la cabeza contra las obstinadas piedras, frustrada. Algo sonó en la oscuridad.

Vin se detuvo, luego se incorporó rápidamente y se agazapó. Comprobó sus reservas de metal: tenía bastante, por el momento.

Probablemente estoy…

Volvió a repetirse. Una suave pisada. Vin se estremeció, advirtiendo que sólo había revisado la cámara por encima, y que sólo buscaba atium y otras formas de salir. ¿Podría haber estado alguien oculto allí dentro todo el tiempo?

Quemó bronce, y lo sintió. Un alomántico. Nacido de la bruma. El que había sentido antes, el hombre al que había perseguido.

¡Así que es eso!
, pensó.
Yomen quería que su nacido de la bruma se enfrentara a nosotros… ¡pero sabía que tenía que separarnos primero!
Sonrió, incorporándose. No era una situación perfecta, pero eso era mejor que pensar en la puerta inmóvil. Podía derrotar al nacido de la bruma y retenerlo como rehén hasta que la liberaran.

Esperó a que el hombre estuviera cerca: lo notó por el latido de los pulsos alománticos, esperando que él no supiera que podía sentirlos, y entonces giró, lanzándole el farol de una patada. Saltó hacia delante, guiándose hacia el enemigo recortado por los últimos aleteos del farol. Él alzó la cabeza para mirarla mientras surcaba el aire, dagas en mano.

Y Vin reconoció su rostro.

Era Reen.

FIN DE LA TERCERA PARTE

C
UARTA
P
ARTE:
H
ERMOSA
D
ESTRUCTORA
Capítulo 45

Un hombre con un poder dado (como una habilidad alomántica) que luego obtuviera un clavo hemalúrgico con el mismo poder sería el doble de fuerte que un alomántico natural no amplificado.

Un inquisidor que fuera buscador antes de su transformación tendría, por tanto, una mejor capacidad para usar bronce. Este simple hecho explica cuántos inquisidores podían penetrar nubes de cobre.

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