Cuanto más examino las declaraciones de abducción por extraterrestres, más similares me parecen a los informes de «recuerdos recuperados» de abuso sexual en la infancia. Y hay una tercera clase de declaraciones que también están relacionadas: los «recuerdos» reprimidos de cultos rituales satánicos, en los que la tortura sexual, la coprofilia, el infanticidio y el canibalismo parecen ser la norma. En una encuesta de dos mil setecientos miembros de la Asociación Americana de Psicólogos, el doce por ciento contestó que habían tratado casos de abuso ritual satánico (mientras el treinta por ciento declaró casos de abusos realizados en nombre de la religión). En Estados Unidos se han declarado unos diez mil casos anuales en los últimos años. Un número significativo de los que plantean el riesgo del satanismo creciente en América, incluyendo las fuerzas del orden que organizan seminarios sobre el tema, resultan ser fundamentalistas cristianos; sus sectas necesitan explícitamente la intromisión de un mal literal en la vida humana cotidiana. La relación queda trazada limpiamente en el dicho: «Ni Satanás, ni Dios.»
Parece haber un claro problema de credibilidad policial en este tema. A continuación, citaré unos extractos del análisis del experto del FBI Lanning sobre «delitos satánicos, ocultos y rituales», basado en su amarga experiencia, y publicado en el número de octubre de 1989 de la revista profesional
The Pólice Chief:
Prácticamente toda discusión sobre satanismo y brujería se interpreta a la luz de las creencias religiosas de los que se hallan entre el público. La fe, no la lógica ni la razón, gobierna las creencias religiosas de la mayoría de la gente. Como resultado, los agentes de la ley con un escepticismo normal aceptan la información diseminada en esas conferencias sin evaluar críticamente o cuestionar las fuentes... Para algunos, el satanismo es cualquier sistema de creencia religioso distinto del suyo propio.
Lanning ofrece a continuación una larga lista de sistemas de creencia que ha oído describir personalmente como satanismo en esas conferencias. Incluye el catolicismo romano, la Iglesia ortodoxa, el islam, el budismo, el hinduismo, el mormonismo, la música rock and roll, la canalización, la astrología y las creencias de la «Nueva Era» en general. ¿No es una clara indicación de cómo empiezan las cazas de brujas y los pogroms?
«Dentro del sistema de creencia religioso personal de un agente del orden», sigue,
el cristianismo puede ser bueno y el satanismo malo. Según la Constitución, sin embargo, ambos son neutrales. Este concepto es importante, aunque difícil de aceptar para muchos agentes de la ley. Se les paga para defender el Código penal, no los diez mandamientos... El hecho es que se han cometido muchos más delitos y abusos de niños por fanáticos en nombre de Dios, Jesús y Mahoma que en nombre de Satanás. A muchos no les gusta esta afirmación, pero pocos pueden discutirla.
Muchos de los que alegan esos abusos satánicos describen grotescos rituales orgiásticos en los que se matan y comen bebés. A lo largo de toda la historia europea, ciertos grupos han sido injuriados por sus detractores por medio de este tipo de declaraciones (entre ellos, los conspiradores catilinos en Roma, el «libelo de sangre» de Pascua contra los judíos y los caballeros templarios cuando se les desmantelaba en la Francia del siglo XIV). Irónicamente, se encontraban informes de infanticidio caníbal y orgías incestuosas entre los pormenores que utilizaron las autoridades romanas para perseguir a los primeros cristianos. Al fin y al cabo, se cita al propio Jesús diciendo (San Juan 6, 53): «Si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.» Aunque el verso siguiente aclara que habla de comer su propia carne y beber su propia sangre, críticos poco favorables podían haber interpretado que el griego «hijo del hombre» quería decir «niño» o «infante». Tertuliano y otros padres de la primera Iglesia se defendían como podían de estas acusaciones grotescas.
Hoy en día, la falta de correspondencia entre el número de bebés y niños pequeños perdidos en los archivos policiales se explica con el pretexto de que en todo el mundo se crían niños con este propósito... lo que recuerda sin duda la declaración de los abducidos en el sentido de que los experimentos extraterrestre-humano están muy extendidos. Se dice también, como en el paradigma de la abducción por extraterrestres, que el abuso del culto satánico pasa de generación en generación en algunas familias. Que yo sepa, como en el primer caso, tampoco aquí se ha ofrecido nunca una prueba física en un tribunal de justicia que sustente estas declaraciones. Sin embargo, su poder emocional es evidente. La mera posibilidad de que ocurran cosas así incita a los mamíferos, es decir, a nosotros, a actuar. Cuando damos credibilidad al ritual satánico, también elevamos la condición social de los que nos advierten del supuesto peligro.
Consideremos estos cinco casos: 1) Myra Obasi, una maestra de escuela de Luisiana, estaba poseída por demonios, según creían ella y sus hermanas tras consultarlo con un curandero vudú. Las pesadillas de su sobrino eran parte de la prueba. Partieron pues hacia Dallas, abandonaron a sus cinco hijos y luego las hermanas le sacaron los ojos a la señora Obasi. En el juicio, ella defendió a sus hermanas. Ellas dijeron que habían intentado ayudarla. Pero la religión vudú no adora al diablo; es un cruce entre el catolicismo y la religión original haitiana. 2) Unos padres matan a su hija a palos porque no quiere abrazar su rama del cristianismo. 3) Un pederasta justifica sus actos leyendo la Biblia a sus víctimas. 4) A un chico de catorce años le arrancan el globo del ojo en una ceremonia de exorcismo. Su atacante no es un satanista, sino un ministro fundamentalista protestante con compromisos religiosos. 5) Una mujer piensa que su hijo de doce años de edad está poseído por el diablo. Después de una relación incestuosa con él, le decapita. Pero no hay contenido ritual satánico en la «posesión».
El segundo y tercer caso vienen de los archivos del FBI. Los dos últimos son de un estudio que realizaron la doctora Gail Goodman, psicóloga de la Universidad de Davis, California, y sus colegas, para el Centro Nacional de Abuso y Abandono Infantil. Examinaron unas doce mil denuncias de abuso sexual que implicaban cultos rituales satánicos y no pudieron encontrar ni uno solo que resistiera el escrutinio. Los terapeutas hablaban de abuso satánico basándose sólo, por ejemplo, en la «revelación del paciente mediante la hipnoterapia» o el «temor a los símbolos satánicos» de los niños. En algunos casos se hizo el diagnóstico en base a la conducta común a muchos niños. «Sólo en algunos casos se mencionaba una prueba física, normalmente "cicatrices".» Pero en la mayoría de los casos, las «cicatrices» no existían o eran muy leves. «Incluso cuando había cicatrices, no se determinaba si las habían causado las propias víctimas.» Eso también es muy similar a los casos de abducción por extraterrestres descritos más abajo. George K. Ganaway, profesor de psiquiatría de la Universidad de Emory, propone que «la causa probable más común de recuerdos relacionados con cultos puede resultar perfectamente un engaño mutuo entre el paciente y el terapeuta».
Uno de los casos más molestos de «recuerdo recuperado» de abuso ritual satánico fue relatado por Lawrence Wright en un interesante libro
Remembering Satán
(Knopf, 1994). Se trata de Paúl Ingram, un hombre al que el hecho de ser demasiado crédulo, demasiado sugestionable, demasiado inexperto en escepticismo le pudo haber arruinado la vida. En 1988, Ingram era presidente del partido republicano en Olympia, Washington, el principal delegado civil en el departamento local de policía, bien considerado, muy religioso y encargado de advertir a los niños en reuniones escolares sobre el peligro de las drogas. De pronto llegó el momento de pesadilla en que una de sus hijas —después de una sesión de gran emotividad en un retiro religioso fundamentalista— hizo la primera de una serie de acusaciones, cada una de ellas más espantosa que la anterior, en el sentido de que Ingram había abusado sexualmente de ella, la había dejado embarazada, torturado, ofrecido a otros agentes de la policía, la había introducido en ritos satánicos, había desmembrado y comido bebés... Eso había ocurrido desde su infancia, decía ella, casi hasta el día en que empezó a «recordarlo» todo.
Ingram no era capaz de entender qué razón podía tener su hija para decir una mentira así... aunque por su parte no tenía ningún recuerdo de todo aquello. Pero tanto los investigadores policiales como un psicoterapeuta consultor y su ministro de la Iglesia del Agua Viviente le contaron que los infractores sexuales siempre reprimían los recuerdos de sus delitos. Ingram, con una sensación extraña pero al mismo tiempo ansioso por colaborar, intentó recordar. Después de que un psicólogo le aplicara una técnica de hipnosis con los ojos cerrados para inducir el trance, Ingram empezó a visualizar algo similar a lo que describía la policía. Lo que le venía a la cabeza no eran recuerdos reales, sino algo así como pedazos de imágenes en la niebla. Cada vez que producía una imagen —cuantas más veía, más odioso era el contenido— le animaban y fortalecían. Su pastor le aseguró que Dios se encargaría de permitir que sólo surgieran los recuerdos genuinos en sus sueños.
«Bueno, era casi como si lo inventara —dijo Ingram—, pero no es así.» Sugirió que quizá el responsable fuera un demonio. Bajo el mismo tipo de influencias, al circular rumores en la iglesia de los horrores que Ingram estaba confesando, sus otros hijos y su esposa también empezaron a «recordar». Se acusó a ciudadanos prominentes de participar en ritos orgiásticos. Las fuerzas del orden de toda América empezaron a prestar atención. Eso era sólo la punta del iceberg, decían algunos.
Cuando el ministerio fiscal convocó a Richard Ofshe de Berkeley, éste realizó un experimento de control. Fue un soplo de aire fresco. Con la simple sugerencia a Ingram de que había obligado a su hijo e hija a cometer incesto, y pidiéndole que usara la técnica de «recuperación de memoria» que había aprendido, obtuvo inmediatamente un «recuerdo» así. No hizo falta ninguna presión ni intimidación: bastó con la sugerencia y la técnica. Pero los supuestos participantes, que habían «recordado» tantas cosas, negaron que eso hubiera ocurrido jamás. Enfrentado a esta evidencia, Ingram negó con vehemencia que inventara nada o que estuviera influido por otros. Su recuerdo de este incidente era tan claro y «real» como todos los demás.
Una de sus hijas describió las terribles marcas que tenía en el cuerpo por las torturas y abortos a que la habían obligado. Pero, cuando por fin se le hizo una revisión médica, no se encontraron las cicatrices correspondientes. El ministerio fiscal no juzgó a Ingram por las acusaciones de abuso satánico. Ingram contrató a un abogado que nunca había trabajado en un caso penal. Siguiendo el consejo del pastor, ni siquiera leyó el informe de Ofshe: le dijeron que sólo serviría para confundirle. Se declaró culpable de seis cargos de violación y finalmente fue enviado a la cárcel. Mientras esperaba la sentencia, encerrado, alejado de sus hijos, sus colegas de la policía y su pastor, reconsideró el caso. Pidió retirar su declaración de culpabilidad. Sus recuerdos habían sido coaccionados. No había distinguido los recuerdos reales de una especie de fantasía. Le denegaron la alegación. Ahora está cumpliendo una sentencia de veinte años. Si estuviéramos en el siglo XVI en lugar del XX
,
quizá toda la familia hubiera muerto en la hoguera... junto con una buena parte de los ciudadanos principales de Olympia, Washington.
La existencia de un informe altamente escéptico del FBI sobre el tema general del abuso satánico (Kenneth V. Lanning, «Investigator's Guide to Allegations of "Ritual" Child Abuse», enero de 1992) es ampliamente ignorada por los entusiastas. Igualmente, un estudio de 1994 del Departamento Británico de Salud sobre denuncias de abusos satánicos concluyó que, de ochenta y cuatro ejemplos alegados, ni uno solo soportaba el escrutinio. ¿Cuál es pues la causa de todo este furor? El estudio explica:
La campaña cristiana evangélica contra los nuevos movimientos religiosos ha ejercido una poderosa influencia alentando la identificación de abusos satánicos. Igualmente importantes, si no más, para la extensión de la idea del abuso satánico en Gran Bretaña son los «especialistas» americanos y británicos. Pueden tener poca o incluso ninguna cualificación como profesionales, pero atribuyen su pericia a su «experiencia en casos».
Los que están convencidos de que los cultos del diablo representan un serio peligro para nuestra sociedad tienden a ser impacientes con los escépticos. Consideremos este análisis del doctor Corydon Hammond, antiguo presidente de la Sociedad Americana de Hipnosis Clínica:
Les diré que esa gente [los escépticos] son, primero, ingenuos y con limitada experiencia clínica; segundo, tienen el tipo de ingenuidad que la gente tiene sobre el Holocausto, o son tan intelectuales y escépticos que lo dudan todo; o, tercero, ellos mismos son gente de culto. Y puedo asegurar que hay personas que se encuentran en esta posición... Hay personas que son médicos, profesionales de la salud mental, que están implicados en los cultos, que están formando cultos transgeneracionales... Pienso que la investigación es realmente clara: tenemos tres estudios, en uno se encontró que el veinticinco por ciento y en otro el veinte por ciento de pacientes múltiples no internados [con trastornos múltiples de personalidad] parecen ser víctimas de abuso de culto, y en el tercero, realizado en una unidad especializada de pacientes internos, ascendía al cincuenta por ciento.
En algunas de sus declaraciones parece creer que la CIA ha realizado experimentos de control mental de carácter nazi y satánicos sobre decenas de miles de confiados ciudadanos americanos. El motivo global, piensa Hammond, es «crear una orden satánica que gobernará el mundo».
Hay especialistas en las tres clases de «recuerdos recuperados»: de abducción por extraterrestres, de culto satánico y para recuperar recuerdos reprimidos de abuso sexual en la infancia. Como es común en la práctica de la salud mental, los pacientes seleccionan o son enviados a un terapeuta cuya especialidad parece relacionada con la dolencia. En las tres clases, el terapeuta ayuda a desempolvar imágenes de acontecimientos que, según se cree, ocurrieron tiempo atrás (en algunos casos, unas décadas); en las tres, los terapeutas se ven profundamente conmovidos por la inequívoca y genuina agonía de sus pacientes; en las tres, sabemos que al menos algunos terapeutas hacen preguntas importantes que el paciente sugestionable recibe prácticamente como una orden de una figura de autoridad que le insta a recordar (he estado a punto de escribir «confesar»); en las tres, hay redes de terapeutas que intercambian historias de clientes y métodos terapéuticos; en las tres, los profesionales sienten la necesidad de defender su práctica ante colegas más escépticos; en las tres, se despacha la hipótesis yatrogénica; en las tres, la mayoría de los que informan sobre abusos son mujeres. Y en ninguna de las tres clases —con las excepciones mencionadas— hay prueba física alguna. Así pues, es difícil no preguntarse si las abducciones por extraterrestres podrían formar parte de un cuadro mayor.