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Authors: Brian Lumley

El origen del mal (48 page)

BOOK: El origen del mal
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»Y Corlis, naturalmente, fue conducido a la Puerta…

Zek contempló a Jazz, que estaba despierto y escuchaba atentamente, aunque advirtió que tenía la vista nublada y estaba a punto de caer dormido.

—Yo también estoy cansada —dijo Zek—. Durmamos, y ya terminaré de contártelo todo en la próxima etapa del viaje. Supongo que pasaremos la larga noche en las cuevas. Entonces podrás hacerme las preguntas que quieras. Y para entonces sabrás tanto como yo.

Jazz asintió con la cabeza.

—Estás haciendo una obra de caridad —le dijo mirándola mientras se metía en el saco de dormir.

Después, reprimiendo un bostezo, dijo:

—¿Zek?

—¿Sí? —dijo ella volviendo la cabeza hacia Jazz y mirándolo con una extraña mezcla de espiritualidad e ingenuidad en el gesto.

—Cuando todo esto haya terminado, pienso que quizá tú y yo…

Ella negó con un movimiento de cabeza y lo interrumpió.

—Nos sentimos atraídos mutuamente porque no tenemos otra cosa —dijo Zek—. Cuando estemos en las cuevas podemos estar juntos, si es eso lo que quieres. Pero no te figures que sea una generosidad mía, porque la verdad es que también yo lo deseo. Pero no me hagas ninguna promesa ni me hables de que si pasa esto haremos esto otro ni de cuándo podemos hacerlo, ¿de acuerdo? Ahora no sabemos qué podremos hacer ni mucho menos cuándo. Si tenemos la suerte de volver a casa, será como salir de las tinieblas para penetrar en la luz. Es posible que entonces nos veamos con ojos muy diferentes. Dejemos las cosas tal como están.

Jazz esbozó una sonrisa, volvió a bostezar y asintió con la cabeza. ¡Vaya mujer endiablada!

—De acuerdo, Zek, pero yo siempre he sido optimista, y por eso ahora quiero asegurarte que nos saldremos con la nuestra.

Ella se dejó caer para atrás, cerró los ojos y dijo:

—Está bien, yo a eso también le llamo optimismo. Sería un final de viaje libre de preocupaciones… y del Viajero… y…

—Y en cuanto al futuro, ¿qué?

—¡Ah, el futuro! —dijo ella asintiendo—. ¡Brindo por el futuro! Dios sabe que tiene que ser forzosamente mejor que el pasado…

Desde Leipzig, Harry Keogh regresó directamente al cuartel general de la Rama-E de Londres. Se materializó en el arsenal, una habitación apenas más grande que un armario, cogió una pistola automática Browning de 9 mm y tres cargadores (para lo cual firmó el correspondiente recibo) y salió del lugar casi antes de que las alarmas comenzaran a sonar.

Después regresó al piso de Jazz Simmons, donde se puso una camisa negra, un jersey y unos pantalones. Finalmente se dirigió a Bonnyrigg, cerca de Edimburgo, para hacer una visita a su madre. Esto no era totalmente necesario, puesto que una vez Harry se había comunicado con un muerto, generalmente podía volver a hablar con él incluso a gran distancia, si bien siempre que le era posible, consideraba que era mucho más cortés, más íntimo y más personal establecer el contacto en el lugar de reposo final del difunto o en el lugar donde había muerto.

—Mamá —dijo, así que llegó a la orilla del río, donde el agua gorgoteaba oscura y profunda—, mamá, soy Harry.

¡Harry!
, exclamó ella al momento.
¡Qué contenta estoy de que hayas venido! Ya estaba empezando a buscarte
.

—¿Ah, sí? ¿Ocurre algo, mamá?

Me preguntabas por gente que había muerto en los Urales Superiores
.

—¿Te refieres a Jazz Simmons?

Harry tuvo la sensación de que el suelo desaparecía debajo de sus pies. Si Simmons había muerto en este mundo, esto echaba por los suelos todas las teorías de Harry y de Möbius. Y dejaba a Brenda y a Harry hijo desamparados en cualquier parte.

Sin embargo, pareció que su madre quedaba sorprendida.

¿Quién dices? ¡No, no se trata de él! A éste no lo hemos podido encontrar. Se trata de otra persona, una que lo conocía
.

—¿Una persona que conocía a Jazz Simmons? ¿Dónde? ¿En Perchorsk?

La voz de Harry dejaba traslucir una sensación de alivio.

—¿De quién estás hablando, mamá?

Dentro de la cabeza de Harry hablaba una voz diferente, una voz que le resultaba nueva. Una voz que decía:

Ella se está refiriendo a mí, Harry. Yo soy Kazimir Kirescu. Yo conocí a Jazz, realmente fue así, y ahora lo estoy pagando. No le echo las culpas a él, pero a alguien hay que echárselas. Sí, a varias personas. Así es que, hijo, si tú puedes ayudarme, también a mí me complacerá ayudarte
.

—¿Ayudarte? —repitió Harry, que seguía de pie a la orilla del río, allí en Escocia, y hablaba con una persona muerta que en realidad se encontraba a cuatro mil kilómetros de distancia, cosa que le parecía perfectamente natural—. Pero ¿cómo puedo ayudarte, Kazimir? Después de todo, tú estás muerto.

Sí, pero se trata de la forma de mi muerte y del lugar donde ahora me encuentro
.

—Quieres vengarte a través de mí, ¿verdad?

En parte sí, pero lo que quiero sobre todo es estar tranquilo

Harry frunció el entrecejo, porque se daba cuenta de que los muertos a menudo eran más imprecisos que los vivos.

—Tal vez sería mejor que te hiciera una visita. Quiero decir que todo esto es muy impersonal. ¿Es seguro el lugar donde te encuentras?

Aquí nunca se está seguro, Harry
, le dijo Kazimir.
Y ese sitio donde estoy es realmente horrible. Lo que te puedo decir es esto: que me encuentro en una habitación del Perchorsk Projekt y que en este momento estoy solo. Por lo menos no hay nadie conmigo. Pero… ¿tienes buen estómago, Harry? ¿Cómo están tus nervios?

Harry esbozó una breve sonrisa.

—Tengo un estómago bastante fuerte, Kazimir, y creo que mis nervios aguantarán bien.

Pero de pronto la sonrisa se borró de su rostro al preguntarse cuál podía ser aquella situación.

Entonces ven
, dijo el viejo,
pero no digas que no te he avisado
.

Harry se mostró más cauteloso. De todos modos, ya tenía intención de visitar Perchorsk. Ésta era la razón de que hubiera ido a ver a su madre, para que los amigos de ésta pudieran guiarlo a aquel lugar. Ahora, sin embargo…

—Dime esto simplemente —dijo—, si voy ahora mismo, ¿pondré en peligro mi vida?

No, ¡ni hablar! Ya te he dicho que puedes venir cuando quieras y que no habrá nadie que nos moleste…, pese a que esta posibilidad subsiste siempre. De todos modos… estoy con algo que no es desagradable del todo
.

La voz mental del viejo era estremecedora.

—Está bien, iré —dijo Harry—. Procura no dejar de hablar conmigo y acudiré donde tú estás.

Conjuró una puerta de Möbius y siguió los pensamientos de Kazimir hasta su fuente…

En Perchorsk era la una de la madrugada. La habitación de la cosa estaba a oscuras y la única iluminación procedía de las luces rojas del techo. Harry salió del continuo de Möbius en aquel punto, echó una mirada a su alrededor, escrutó la oscuridad rojiza y sintió el siniestro corazón del lugar palpitando a través del suelo debajo de sus pies. Después vio el tanque y la forma que se movía en su interior, si bien de momento le fue imposible discernir de qué forma se trataba.

¡Soy yo!
, dijo Kazimir Kirescu.
Éste es mi lugar de descanso, aunque la verdad es que no descanso
.

—¿No descansas? —repitió Harry, aunque en voz baja.

En la pared había interruptores eléctricos y Harry se acercó a ellos para encender las luces, que fueron iluminándose lentamente.

—¡Oh, Dios mío! —dijo Harry en un murmullo tembloroso—. ¿Kazimir?

Esto es lo que me comió
, respondió el otro, hablando con una voz tan horripilante como la del propio Harry.
Es aquí donde me encuentro. No me importa demasiado estar muerto, Harry, pero me gustaría estar tranquilo
.

Harry atravesó, indeciso, la habitación en dirección a la criatura que estaba en el tanque. Se parecía a una babosa o a un caracol y su pie arrugado o la parte inferior de su cuerpo se movía con una especie de latido, agarrado como estaba a la pared de vidrio, mientras que en la parte superior de un cuello que pendía indolente se veía una cabeza casi humana con el rostro de un viejo. De unos hombros que tenían la consistencia de la goma colgaban unos «brazos» fláccidos que parecían no tener huesos en el interior, en tanto que varios ojos rudimentarios y húmedos observaban de manera inexpresiva a su alrededor, abiertos como ventosas en la piel oscura de aquella criatura. Sus ojos normales, los del rostro del viejo, se movían de acá para allá como para compensar el lánguido balanceo de la cabeza y se mantenían obstinadamente clavados en Harry. Pero su normalidad estribaba únicamente en el hecho de que ocupaban una cara; aparte de esto, eran uniformemente escarlatas.

Mi rostro
, dijo Kazimir con un sollozo,
pero no mis ojos, Harry. Vivo o muerto, ningún hombre debería convertirse en parte de esta cosa
.

Y entonces, mientras Harry seguía observando aquella monstruosidad, Kazimir le contó todo lo que sabía del Perchorsk Projekt, así como los acontecimientos que lo habían conducido a la difícil situación en la que ahora se encontraba…

Quince minutos más tarde y a sólo cincuenta metros de distancia, el comandante de la KGB Chingiz Khuv se despertaba y se sentaba tembloroso al borde de la cama. Estaba caliente, febril. Había estado soñando, había tenido una pesadilla, pero los sueños estaban desvaneciéndose rápidamente ante la realidad. La realidad, como sabía muy bien Khuv, constituía a veces una pesadilla peor que el sueño. Especialmente aquí en Perchorsk. Pero era como si los sueños no recordados fueran premonitorios. Los nervios de Khuv se crisparon al oír el zumbido del timbre de la puerta. Se levantó, se echó encima una bata y acudió a la puerta.

Era Paul Savinkov, resoplando y jadeando debido a los esfuerzos y con las manos gordezuelas sacudidas por un temblor.

—¿Qué te pasa, Paul? —dijo Khuv barriéndose el sueño de los ojos con un gesto de la mano.

—No estamos totalmente seguros, comandante, pero… Nik Slepak y yo…

Khuv se despertó totalmente. Savinkov y Slepak eran seres especialmente sensibles, capaces de detectar y reconocer emisiones telepáticas extrañas, emanaciones psíquicas, todo cuanto fuera de naturaleza paranormal. Y en cuestiones de espionaje, eran especialistas en la detección y embrollo de sondeos ajenos.

—¿Qué ocurre, Paul? —preguntó Khuv esta vez—. ¿Es que nos están espiando?

Savinkov tragó saliva.

—¡Peor que esto! —dijo—. Creemos…, creemos que hay algo entre nosotros…

Khuv se quedó boquiabierto.

—¿Que creéis que algo…? —dijo agarrando el brazo de su interlocutor—. Algo procedente de la Puerta, ¿quieres decir?

Savinkov negó con la cabeza. Su rostro grueso estaba reluciente y le brillaban intensamente los ojos.

—No, de la Puerta no. Las cosas esas que han llegado a través de la Puerta dejan un rastro viscoso en la mente. Son seres extraños… a este mundo, por lo menos. Lo que estamos notando aquí no corresponde exactamente a ese tipo de cosas, e incluso podría tratarse de un hombre. Eso es lo que piensa Nik Slepak. Lo que pasa es que no tiene ningún derecho a permanecer aquí. De dos cosas estamos seguros: sea lo que sea, tiene poder. ¡Y se encuentra aquí!

—¿Dónde?

Khuv se sacó la parte superior de la bata y pasó el brazo izquierdo a través del correaje de una pistolera que tenía colgada de una percha situada en la parte interior de la puerta. La pistolera contenía la pistola automática reglamentaria en la KGB. Atándose después el cinturón de la bata, empujó a Savinkov delante de él por el corredor exterior.

—He dicho que dónde —le gritó—. ¿Eres sordo ademas de chiflado? ¿Y Slepak también se ha quedado mudo?

—No sabemos dónde, comandante —dijo, jadeando, el gordo—. Hemos puesto a Leo Grenzel, el especialista en localizaciones, a trabajar en el asunto.

Mientras seguía farfullando excusas, Slepak y Grenzel doblaron corriendo la curva del pasillo y, al descubrir a Khuv y a Savinkov, se apresuraron a ir a su encuentro.

—¿Y bien? —preguntó Khuv a Grenzel, que era un alemán oriental bajito y de rasgos duros.

—El Encuentro Tres —murmuró Grenzel.

Tenía los ojos de un increíble gris intenso, muy grandes en su rostro pequeño, aunque nunca le habían parecido tan grandes como ahora.

Khuv lo miró con el entrecejo fruncido.

—¿Y la cosa del recipiente de vidrio? ¿Qué pasa?

—Está en su sitio —dijo Grenzel asintiendo con la cabeza.

Su cara estaba pálida, extrañamente serena, como la expresión de un sonámbulo. El talento que poseía lo afectaba de esta manera.

Khuv se volvió con viveza a Savinkov.

—¡Tú… ve corriendo a buscar a Vasily Agursky!

Savinkov desapareció rápidamente por el pasillo.

—¡He dicho corriendo! —le gritó Khuv—. Nos encontraremos en la sala donde está la criatura y aseguraos de ir perfectamente armados.

Harry había escuchado la siniestra historia que le había contado Kazimir, por la cual se enteraba del sino que había correspondido a la familia del viejo y en particular a Tassi. También sabía algunas cosas de Chingiz Khuv, de sus espías y de un puñado de matones de la KGB, aunque seguía sin saber nada sobre el secreto del Projekt, cuyas instalaciones estaban en el corazón de aquel lugar. Kazimir no le había ocultado nada, porque la verdad es que no tenía la más mínima idea del asunto.

—¿Y esto…? —dijo Harry—. ¿Sabes qué es?

No, la única cosa que sé es que es algo horrible
, respondió Kazimir hablando a la mente de Harry.

—Es un vampiro —le dijo Harry—, por lo menos a mí me lo parece. ¿Sabes cómo ha venido a parar aquí? ¿Quizá lo hicieron aquí?

Yo no sé nada
.

Harry asintió con la cabeza y se mordió el labio.

—En cuanto a tu hija, ¿sabes dónde está? Muéstrame un plano mental de este sitio o de la parte que conozcas.

Kazimir, que estaba contento de poder colaborar, dijo:

Ella estaba en la celda situada al lado de la mía
.

Harry volvió a asentir con un gesto y dijo:

—Kazimir, te doy mi palabra de que, si consigo encontrarla, la sacaré de esto. Es más, si consigo encontrar a su madre, las reuniré a las dos en un lugar seguro.

El suspiro que mentalmente exhaló el viejo resultó casi audible.

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