El Palestino (65 page)

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Authors: Antonio Salas

BOOK: El Palestino
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El año no iba a terminar en paz. El 11 de diciembre los simpatizantes de Al Qaida en el Magreb Islámico habían decidido seguir las órdenes de Al Zawahiri y de Ben Laden, y volver a golpear con fuerza en el norte de África. En Argel (Argelia), dos ataques simultáneos con coche bomba destruían la sede del Tribunal Supremo y las oficinas del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, y causaban 67 víctimas mortales. Como siempre, la inmensa mayoría eran hermanos musulmanes y vecinos de la misma ciudad donde se había ejecutado el atentado. Por alguna extraña razón, la inmensa mayoría de los atentados yihadistas solo producen «daños colaterales» entre los miembros de la misma Umma por la que los terroristas dicen luchar.

Aquellos espantosos atentados en Argel repetían las masacres que ya había cometido la naciente Al Qaida en el Magreb Islámico, en ese mismo país, en julio y septiembre de ese mismo año. El 13 de septiembre Abu Musab Abdel Wadud, líder de dicha organización, había hecho un siniestro llamamiento a todos los grupos yihadistas tunecinos, libaneses, argelinos, mauritanos o marroquíes para unirse a Al Qaida en el Magreb: «Quedarse fuera de esta alianza no tiene disculpa... la Umma no puede vencer a sus enemigos si no es capaz de renunciar a sus diferencias y de apreciar el valor que posee la unión frente al enemigo... De ellos (los muyahidín) debe partir la unión. ¿Es razonable que los muyahidín permanezcan dispersos?... No pararemos hasta liberar la tierra del Islam, desde Palestina hasta Al Andalus».

Sin embargo, las docenas y docenas de víctimas que perdieron la vida en aquellos atentados de Argel no impresionaron a mis camaradas del Comité por la Repatriación de Ilich Ramírez. Lo único que les hizo reaccionar, en diciembre de 2007, es que un tunecino, de nombre Nabil Soltane, había atacado al Chacal en los baños de la prisión, en presencia de tres guardias y dos reclusos más, que no habían intervenido. Para mis compañeros, el ojo hinchado que había producido el puñetazo de Soltane a Ilich era una muestra más de las intolerables torturas que sufría nuestro comandante en la cárcel donde permanecía ilegalmente secuestrado. Y utilizamos ese ataque, mediáticamente, para exigir una vez más la inmediata repatriación de Ilich Ramírez a Venezuela. Reconozco que me sentía mal al subir a la web del Chacal aquellas «denuncias de torturas» contra Ilich Ramírez, que me parecían ridículas al lado de las cosas que yo había visto en Palestina, Egipto o Marruecos, donde las torturas son algo bastante más serio que el ataque de otro preso en las duchas de la cárcel.

QUINTA PARTE
Año 2008 d. C., año 1429 de la Hégira
1
Capítulo 7
FARC
versus
ETA: gudaris y guerrilleros entre Colombia y Venezuela

Di: ¡Oh infieles! No adoraré lo que vosotros adoráis. Vosotros no adoráis lo que yo adoro. Yo no adoro lo que vosotros adoráis. Vosotros no adoráis lo que yo adoro. Vosotros tenéis vuestra religión y yo tengo la mía
.

El Sagrado Corán 109, 1-6

¡
Señor, perdóname solo a mí
!

Proverbio árabe

El Chacal comparece ante la prensa internacional

Enero de 2008 llegó prometedor. A principios de mes ocurrieron dos cosas importantes. El miércoles 9 de enero, el CRIR decidió dar otra vuelta de tuerca en la campaña por la repatriación de Ilich Ramírez. Tras la noticia deliberadamente exagerada del «ataque» sufrido por Carlos en las duchas de la prisión, se nos ocurrió que sería una forma estupenda de llamar la atención de los medios internacionales que Carlos el Chacal, quien había sido el hombre más perseguido del mundo, convocase por primera vez en la historia una rueda de prensa. Y decidimos que el mejor lugar para llevar adelante nuestro proyecto era el Cuartel San Carlos, en Caracas.

El Cuartel San Carlos Libre es un referente en la historia revolucionaria de la Venezuela bolivariana. Construido en 1787 por Luis de Unzagay para proteger la entrada natural a Caracas desde el Caribe, es una sólida fortaleza con muros de 100 metros de largo flanqueados por garitas de vigilancia y abundantes celdas y habitáculos en sus dos plantas, que rodean un patio central. Hasta 1994 fue utilizado como prisión militar y política, alojando a muchos guerrilleros de la primera hornada, que en 1967 protagonizaron una fuga histórica. Entre los rebeldes que se escaparon entonces del San Carlos se encontraban algunos personajes de la vida pública venezolana actual, como Teodoro Petkoff.

En la década de los setenta, nuevos guerrilleros del Partido Bandera Roja, Punto Cero o las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional fueron condenados al San Carlos por actos de «terrorismo» en la lucha armada. Aunque en enero de 1975 se produjo una segunda fuga colectiva histórica. La llamada Operación Jesús Márquez Finol. Y ya en la década de los noventa, restituido su carácter de cárcel política, en una de sus celdas pasó dos años el teniente coronel Hugo Chávez Frías, tras su intento de golpe de Estado de 1992.

Tras la llegada al poder de Hugo Chávez, el Cuartel San Carlos se convirtió en un símbolo del final de la «represión derechista» contra los rebeldes bolivarianos y se transformó en un centro cultural, donde constantemente se realizan exposiciones, conferencias, presentaciones de libros y demás. Así que se trasladaron al San Carlos todos los paneles con fotografías, artículos de prensa, etcétera, sobre Ilich, así como la gran pancarta que encabezaba nuestras manifestaciones, que se desplegó sobre la escalera que conduce a las celdas de la primera planta. Y con esa miniexposición biográfica sobre el Chacal debidamente situada en el patio de armas, se convocó a los principales medios de comunicación venezolanos.

Vladimir Ramírez ya había pactado con su hermano mayor que le telefonease desde la prisión de Clarvaux ese miércoles a la hora fijada. Hora en la que ya se daban cita en la sala Fabricio Ojeda del San Carlos, mis compañeros periodistas de Venezolana de Televisión, YVKE Mundial, Radio Rumbos, Canal 4 Venevisión, Telesur, y también prensa escrita como el diario
Últimas Noticias
y otros medios nacionales y alternativos. Radio Nacional de Venezuela transmitió en directo toda la rueda de prensa y las comunicaciones de Ilich Ramírez, que durante unos treinta minutos respondió a las preguntas de los periodistas, algo que no había podido hacer desde que el tiroteo en la rue Toullier de París lo convirtió en 1975 en un prófugo de la justicia.

Aquella insólita «rueda de prensa» podría haber tenido una repercusión internacional mucho mayor, pero Allah conspiró en contra del terrorista más famoso de la historia, y la noticia fue del todo eclipsada por otros titulares generados en Venezuela. Ya que, casualmente, el 10 de enero de 2008 las FARC entregaban a Hugo Chávez, siguiendo su programa de liberación de rehenes, a Consuelo González y a Clara Rojas, mano derecha de Ingrid Betancourt, y secuestrada con ella en febrero de 2002. Después de la candidata a la presidencia de Colombia Ingrid Betancourt, Rojas era una de las rehenes de las FARC que despertaban más interés mediático, y su liberación unilateral colapsó los titulares internacionales. Tras seis años en poder de la guerrilla, todos los periodistas del mundo querían saber cómo se encontraba Clara Rojas, y la «rueda de prensa» de Ilich Ramírez quedó relegada a unas columnas marginales en algunos periódicos y a un comentario anecdótico en algún informativo de televisión.

Allah no quiso apoyar al Chacal en su primera comparecencia ante los medios. Pero a mí me sirvió de mucho, porque esa misma semana se puso en contacto conmigo Marcelo Mackinnon, un periodista que quería entrevistarme en mi calidad de
webmaster
y contacto con el exterior de Ilich Ramírez. La entrevista, en inglés, se publicó ese mismo mes en varios medios internacionales, y posteriormente también la versión en español.
1
No era la primera entrevista que me hacían en calidad de
webmaster
de Carlos el Chacal, ni tampoco la última. Pero sí era la primera que se publicaba en inglés y español simultáneamente. Y esa entrevista en concreto iba a ser importante cuando, un par de meses más tarde, las FARC intentasen comprobar mi identidad antes de acceder a llevarme a sus campos de entrenamiento en Colombia.

En uno de sus cuentos satíricos, el genial Mullah Nasruddin relata cómo todos los días cruzaba las puertas de la ciudad con las alforjas de su asno llenas de paja. La guardia del califa sabía que Nasruddin era un contrabandista, y todas las noches, cuando el Mullah regresaba a su casa, revisaban meticulosamente las alforjas, cernían la paja, cacheaban al sabio... pero nunca descubrieron el contrabando. Y, mientras, la riqueza de Nasruddin aumentaba. Años después, cuando el jefe de la guardia aduanera se retiró, acudió al enriquecido sabio para preguntarle: «Oh, Mullah. Sabemos que te has hecho rico gracias al contrabando. Pero nosotros siempre registrábamos tus ropas, las alforjas, tu bolsa, y nunca encontramos la mercancía... ¿Ahora puedes decirme qué era lo que pasabas de contrabando?». Y el sabio respondió: «Asnos». Sin proponérselo ni ser conscientes de ello, compañeros como Marcelo Mackinnon me sirvieron para colocar «de contrabando» la identidad de Muhammad Abdallah en conocimiento de diferentes grupos armados internacionales. No se trataba de transmitir un mensaje yihadista, ni un contenido político, ni una reivindicación terrorista en labios de aquel supuesto fedai palestino. El producto, en realidad, era el mismo palestino. Y sin la ayuda de todos esos camaradas, sinceros simpatizantes del movimiento revolucionario que nunca colaboraron conscientemente conmigo, yo no habría podido franquear la «guardia aduanera» de grupos como las FARC o ETA...

Operación adiestramiento

Y es que precisamente ese enero los grupos armados bolivarianos habían decidido aceptar mi solicitud para recibir adiestramiento de combate en sus campos de entrenamiento. O eso me comunicó Comandante Candela cuando me telefoneó a principios de año:

—Palestino, se abren los campos de entrenamiento, vente para acá. Te vas a pasar una temporada preparándote con los camaradas. Acá están colombianos, árabes, peruanos, vascos... estamos todos.

Cuando trabajas como infiltrado y sobre todo cuando no tienes ningún tipo de cobertura, una cosa es imaginar una situación y otra son tus reacciones cuando esa situación se convierte en realidad. Colarse en los entrenamientos guerrilleros con una cámara oculta sonaba bien en el planteamiento teórico de la investigación... pero intentar hacerlo en la vida real infundía mucho miedo. Además yo no soy Bear Grylls y, si surgían problemas, ¿cómo iba a escapar de allí? Mi amigo Carlos, instructor de defensa personal y técnicas de combate para varias academias de policía, me adoptó en su gimnasio unos días y me dio algunos consejos útiles. Por supuesto, nada de lo que me enseñó me iba a salvar la vida si los guerrilleros descubrían que era un infiltrado, pero al menos me crearían una falsa aunque consoladora sensación de seguridad.

Lo cierto es que me asustaba regresar a Venezuela después de la noticia sobre mi intento de secuestro. Y más aún la idea de convivir durante un tiempo indeterminado con grupos terroristas de diferentes nacionalidades. Porque eso implicaba que, como estuvo a punto de ocurrir en Marruecos, mi tapadera como árabe musulmán podía irse al traste por una cuestión genital. Si iba a convivir con otros árabes, era más que probable que tarde o temprano tuviésemos que compartir ducha, o
hamman
, así que había llegado el momento que había intentado evitar durante toda la infiltración. Un peaje imprescindible si realmente quería pasar por musulmán: la circuncisión. Domingo Badía sabía que la circuncisión era imprescindible para hacerse pasar por árabe en un sociedad islámica, y pasó por ello antes que yo. La descripción que hacía de su operación en Londres, justo antes de convertirse en Alí Bey y cruzar el estrecho de Gibraltar rumbo al Magreb, era terrorífica. Pero habían pasado doscientos años y la urología ha evolucionado mucho.

La verdad es que siempre había mantenido una relación muy cordial con mi pene. Nunca habíamos tenido problemas, así que la idea de cortarle un trozo de piel para completar mi disfraz árabe no nos hacía gracia a ninguno de los dos. Pero era preferible argumentar algún tipo de molestia ante el urólogo que decirle que necesitaba circuncidarme para hacerme pasar por musulmán.

Tampoco me tranquilizaban las advertencias del doctor al respecto de los riesgos que podía implicar la intervención. Lo lógico es hacer esta operación a los niños recién nacidos o en su más tierna infancia, y no a un adulto de mi edad. Pero preferí firmar la conformidad a dichos riesgos sin leer la letra pequeña. Tampoco quise escuchar sus advertencias cuando le dije que necesitaba operarme de inmediato, ya que iba a salir de viaje pocos días más tarde. Obviamente, no podía explicarle al urólogo que me disponía a viajar a América Latina para recibir entrenamiento paramilitar, así que le dije que necesitaba participar en unas competiciones deportivas poco tiempo después, y que necesitaba un tratamiento de urgencia. Con buen criterio, el urólogo advirtió que no se hacía responsable si se desgarraban las cicatrices tras la operación por hacer un ejercicio intenso, que como médico me prohibía. Pero en mi trabajo con frecuencia hay que desoír las prohibiciones...

Por otro lado toda la infiltración formaba parte de un documental de televisión, así que tenía que buscar una excusa razonable para grabar mi operación. Y solo se me ocurrió pedirle a un médico amigo que
in nomine amicitiae
me acompañase al quirófano. Mi amigo argumentó que estaba interesado en grabar la intervención para utilizarla en un congreso de urología. Pero no fue buena idea.

—¿Para un congreso? Claro, no hay problema... En ese caso vamos a hacerle un trabajito fino...

Cuando el urólogo pronunció aquella frase no me imaginaba lo que implicaba. Y es que, mientras en una operación de circuncisión normal, la intervención se concluye en media hora con media docena de puntos de sutura, en aquel «trabajito» que teóricamente se iba a proyectar en un congreso me tuvieron casi dos horas sobre la mesa de operaciones, y me regalaron más de veinte puntos.

Lo peor es que no podría volver al médico para ninguna de las curas, ni tampoco para extraer los puntos si se presentaba algún problema. Tendría que llevarme conmigo los desinfectantes, gasas esterilizadas, etcétera, para hacerme las curas yo mismo en Venezuela. Por fortuna las perspectivas de lo que me aguardaba en el nuevo viaje a América Latina no invitaban precisamente a tener una erección. Esta vez sí podía decir que me había dejado la piel en la investigación... Mi pene mutilado y yo salimos del quirófano casi con el tiempo justo de hacer las maletas.

Ese enero, además, Chávez puso en marcha su campaña de las tres erres: revisión, rectificación y reimpulso. Y, a mí, la primera de esas erres me iba a dar mucho juego para acentuar mi nueva relación con mis antiguos camaradas neonazis. De hecho, conseguí convencer a los responsables de alguno de los periódicos venezolanos en los que colaboraba para que publicasen algún texto revisionista sobre el holocausto judío, aprovechando la tensión entre Caracas y Tel Aviv, y la empatía de Chávez con el drama palestino. Y, con esa presentación, me las apañé para conseguir que mis viejos camaradas de Nuevo Orden recomendasen en la web neonazi más influyente en lengua hispana mis trabajos revisionistas. Es más, Nuevo Orden apoyaría mi supuesta intención de convocar un congreso mundial sobre revisionismo, similar al de Teherán pero en Venezuela. Chávez había sido el único presidente del mundo que se había enfrentado a Israel durante la segunda guerra del Líbano, en 2006, y parecía razonable que unos revisionistas venezolanos, de origen palestino, pudiesen convocar un nuevo congreso mundial antisionista. Por supuesto, nunca tuve la menor intención de organizar ese congreso, pero mis camaradas neonazis se tragaron el anzuelo, y de la noche a la mañana volvía a tener una situación privilegiada en la comunidad revisionista internacional, lo que me permitiría acceder a unos contactos e información fascinantes.

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