El perro pastor que perdió su rebaño

BOOK: El perro pastor que perdió su rebaño
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El perro pastor que perdió su rebaño es una fabúla encantadora en la línes de El caballero de la armadura oxidada.

Una fábula que recoge toda la sabiduría del coaching. Esta fábula está protagonizada por los habitantes de un bosque maginario cuyos comportamientos son fácilmente identificables en el mundo de los humanos.

Las aventuras que viven les harán descubrir algunas de sus habilidades ocultas, reflexionar sobre sí mismos y, en consecuencia, descubrir un mundo de nuevas posibilidades. Este texto acerca el mundo del coaching a todos los interesados en conocer más sobre esta filosofía. Asimismo, ayuda a reflexionar sobre el hecho de que, en ocasiones, somos nosotros mismos los que nos limitamos al no buscar la riqueza que reside en nuestros propios talentos. El libro habla de los cuatro problemas más comunes que un coach tiene que trabajar con sus clientes, de modo que sus enseñanzas interesan a gran cantidad de público.

Consol Iranzo

El perro pastor que perdió su rebaño

Una fábula que recoge toda la sabiduría del coaching

ePUB v1.0

iBrain
24.08.12

Ilustraciones de portada: © Shuttcrstock Diseño de portada: María Bergós / Departamento de Diseño, División Editorial del Grupo Planeta.

El PERRO PASTOR QUE PERDIÓ SU REBAÑO

zemth

Consol Iranzo

EL PERRO PASTOR QUE PERDIÓ SU REBAÑO

Una fábula que recoge toda la sabiduría del coaching

zemth

©2009, Consol Iranzo

© 2009, Editorial Planeta, S.A. Barcelona, España

Obra editada en colaboración con Editorial Planeta Barcelona, España

© 2008, Editorial Planeta Mexicana, S.A. de C.V.

Bajo el sello editorial ZENITH

Avenida Presidente Masarik núin. 111, 2o. piso

Colonia Chapultepec Morales

C.P. 11570 México, D.F.

www.editorialplaneta.com.inx

Primera edición impresa en España: enero de 2009 ISBN: 978-84-08-07969-9

Primera edición impresa en México: abril de 2009 ISBN: 978-607-07-0102-3

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la portada, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, sin permiso previo del editor.

Impreso en los talleres de Litográfica Ingramex, S.A. de C.V. Centeno núm. 162, colonia Granjas Esmeralda, México, D.F. Impreso en México -
Printed in México

Editor original: iBrain (v1.0)

ePub base v2.0

A todas las personas que son mágicas para mí.

Y a Jaume, sin su apoyo y ayuda incondicional esta fábula nunca habría visto la luz

SOCRI Y REY

Era una mañana fría y, aunque la primavera había anunciado su llegada, todavía en ese instante del día se notaba la ausencia de la calidez del sol. Socri, un precioso perro pastor, abría sus enormes ojazos de un intenso color miel, mientras se desperezaba tranquilamente con movimientos lentos pero a la vez firmes. Primero las dos patas delanteras muy, muy estiradas, luego las traseras, que presionaban el suelo y comprobaban la firmeza de la tierra, que resistía esa presión. Este gesto daba elasticidad a su cuerpo, como si quisiera agrandarse aún más al mismo tiempo que recibía la energía de la madre tierra.

Miró a su alrededor y comprobó que todo seguía igual y en el mismo sitio, aunque diferente a la noche anterior: la luz matutina daba una nueva luminosidad y resurgía la vida en el hábitat. El viejo roble que le había dado cobijo seguía allí, parecía cansado, pero su color verde intenso se iluminaba con los rayos del astro rey, que simultáneamente iba extendiendo su luz sobre todos los habitantes del bosque, haciendo renacer la existencia como cada mañana.

Flores, rocas, árboles y animales iban despertando; Socri contemplaba este milagro de la naturaleza, alzaba las orejas y ponía especial atención a los sonidos matutinos, se pasó la rosada lengua por la boca reseca y decidió ir al río a beber.

Se acercó con sigilo a la orilla y pudo ver su hermoso rostro reflejado en las aguas cristalinas; sació su sed con el agua fresca. Acto seguido puso una pata delantera dentro del cristal, que se rompió con su contacto; después la otra, y, ya con más determinación, pegó un salto y todo su cuerpo gozó con el contacto del agua. Tan enfrascado estaba en el rito matutino del baño, disfrutando de la deliciosa y fresca agua, que no se percató de un ruido extraño que provenía de la orilla.

Al darse la vuelta para salir del río, vio a un enorme león. Socri primero se asustó, pero al fijarse en la expresión de su cara no observó fiereza alguna, sino más bien tristeza y soledad.

Recuperado de su sorpresa, no pudo evitar dirigirse a él:

—Buenos días, señor león.

El león lo miró profundamente y le contestó: —Buenos días, señor perro.

Socri decidió presentarse y le dijo:

—Mi nombre es Socri, ¿y el tuyo?

—A mí me llaman Rey.

—¿Y qué hace un león rey tan lejos de sus dominios y además, por lo que veo, solo?

Ante una pregunta tan directa, el león meneó la cabeza y la enorme melena y, mirando hacia el suelo como si hablara consigo mismo, le contestó: —Verás, Socri, mi historia es muy triste: yo era el rey de la selva, tenía todo lo que un rey puede querer, todos me obedecían, todos me temían; un rugido mío y el mundo temblaba. Yo estaba contento, me sentía fuerte y poderoso, las hembras del grupo cazaban y me daban la mejor parte del festín, el bocado más suculento, nadie discutía mi autoridad.

—Y entonces ¿qué pasó? —preguntó Socri, visiblemente interesado en la historia.

—Un día, un joven macho se enfrentó a mí disputándome el liderazgo, me ganó y me echó del grupo; entonces pensé que me había hecho viejo. Tristemente descubrí que nadie hacía nada por mí. ¡Nadie! ¿Acaso ya no me querían? Tuve que huir, yo, que nunca lo había hecho.

»Cuando ya me encontraba muy lejos de la manada y a buen recaudo, empecé a pensar que, si bien era cierto que siempre me habían obedecido, estaba claro que probablemente sólo lo habían hecho por miedo y no por respeto, y mucho menos por cariño.

»Creía que me trataban como el líder que yo creía ser; pero no, no tenía autoridad natural, sólo tenía la que la posición de rey me daba, y ahora que ya no la ostentaba, no era nadie.

»Mientras seguía con mis pensamientos, reflexionando sobre lo ocurrido, lamentando mi suerte y sin saber qué sería de mi vida, se acercó volando un hermoso pajarito; suavemente se posó sobre mi oreja y me dijo:

»—Sé lo que te ha pasado, me parece que necesitas a alguien que te ayude a reflexionar sobre tus acciones y entender por qué te encuentras ahora en esta situación. Pero sobre todo que te pueda echar una mano para saber cómo enfocar tu nuevo destino.

»Yo, en mi desesperación, le escuché atentamente y le pregunté:

»—¿Quién, quién puede ayudar a este viejo? »—Yo conozco a ese alguien que, a buen seguro, te puede brindar la ayuda que necesitas. Se trata de un coach —respondió el pajarito.

»—¿Un coach? —repetí con incredulidad—. Nunca antes he oído esa palabra.

»—Hazme caso: ¡busca al coach! —insistió el pequeño pájaro.

»—¿Y dónde lo puedo encontrar?

»—Generalmente está en el Bosque Animado... —me contestó.

»Así que, como no tenía nada que perder, le di las gracias y decidí emprender el viaje para hablar con aquel personaje y comprobar si realmente podía ayudarme.

»Socri, tú que vives aquí, ¿conoces quién es y dónde puedo encontrarlo?

—No, lo siento, no puedo ayudarte, jamás he oído hablar de él.

El león se puso aún más triste.

—Si quieres, yo puedo acompañarte mientras lo buscas, me gustaría saber quién es, y quizá también pueda ayudarme —se ofreció Socri, que había advertido la decepción del león.

Rey lo miró con asombro.

—¿Ayudarte a ti? Pareces muy contento aquí, en el Bosque Animado.

Una expresión de melancolía asomó a la cara de Socri, y le contestó:

—Sí, es verdad que me encuentro bien aquí en el bosque, pero tengo que confesarte que no estoy por propia voluntad.

—¿Qué quieres decir?

Socri salió cabizbajo del agua, se sacudió, se sentó sobre sus cuartos traseros y, a continuación, le contó la siguiente historia:

—Yo tenía, hasta hace muy poco, un trabajo que me gustaba mucho. Cuidaba un rebaño grande de ovejas, corría por los verdes pastos con ellas y las conducía hacia donde podían saciar su hambre y su sed. Mi amo me daba palma- ditas en el lomo en señal de que estaba contento con mi labor, y también, de vez en cuando, me daba un enorme hueso que yo roía con deleite.

»Un día, de esto no hace mucho, vinieron unos hombres con camiones, abrieron las puertas de los furgones y fueron metiendo una tras otra a todas las ovejas. Yo quería defenderlas y llegué incluso a morder a uno de ellos, que me atizó con un enorme palo.

»Entonces fue cuando mi amo vino hasta donde yo estaba y me dijo:

»—Querido Socri, he vendido todas las ovejas a una multinacional porque me daban mucho dinero. Yo ya estoy mayor, y con ese dinero me podré retirar y vivir sin trabajar. Ya no puedes seguir conmigo, ya no te necesito. Te doy la libertad.

»Yo no entendía nada, estaba desconcertado, llevaba muchos años con él, había comenzado como aprendiz, y él me había enseñado todo lo que yo sabía.

»Creí que siempre estaríamos juntos, yo le era fiel y nunca me había planteado irme a trabajar con otro pastor, y eso que había tenido ofertas muy atractivas.

»Ciertamente, me sentía feliz realizando las funciones que me había encomendado y con la responsabilidad que ejercía. Ademéis, mi amo me demostraba que confiaba en mí y hasta me manifestaba afecto. Habíamos hecho juntos miles de kilómetros. No entendía qué pasaba, ¿por qué me decía que ya no me necesitaba?

»Una vez que los hombres hubieron cargado todas las ovejas, él se dirigió hacia uno de los camiones; yo lo seguí. Se detuvo, me miró y repitió las mismas palabras que me había dicho anteriormente: no me necesitaba, me podía marchar. Pero no le hice caso. Era la primera vez que le desobedecía.

»Buscó en su zurrón y me tiró un trozo de carne. Nunca antes la había probado, pero no me apetecía, también me dio un enorme hueso y me gritó:

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