Ensayo sobre la lucidez (21 page)

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Authors: José Saramago

BOOK: Ensayo sobre la lucidez
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El comisario esperaba que le preguntasen desde dentro Quién es, pero la puerta se abrió simplemente y apareció una mujer diciendo, Qué desea. El comisario se llevó la mano al bolsillo y mostró el carnet de identificación, Policía, dijo, Y qué pretende la policía de las personas que viven en esta casa, preguntó la mujer, Que respondan a algunas preguntas, Sobre qué asunto, No creo que el rellano de una escalera sea el lugar más apropiado para dar inicio a un interrogatorio, De modo que se trata de un interrogatorio, preguntó la mujer, Señora, aunque yo sólo tuviera dos preguntas que hacerle, eso ya sería un interrogatorio, Veo que valora la precisión lingüística, Sobre todo en las respuestas que dan, Ésa sí que es una buena respuesta, No era difícil, me la ha servido en bandeja, Le serviré otras, si viene buscando alguna verdad, Buscar la verdad es el objetivo fundamental de cualquier policía, Me alegra oírselo decir con ese énfasis, y ahora pase, mi marido ha bajado a comprar los periódicos, no tardará, Si lo cree más conveniente, espero fuera, Qué ocurrencia, entre, entre, en qué mejores manos que las de la policía podría alguien sentirse seguro, preguntó la mujer. El comisario entró, la mujer iba delante y le abrió la puerta de una acogedora sala de estar, donde se percibía una atmósfera amigable y vivida, Quiere sentarse, señor comisario, dijo, y preguntó, Puedo ofrecerle una taza de café, muchas gracias, no aceptamos nada cuando estamos de servicio, Claro, así comienzan siempre las grandes corrupciones, un café hoy, un café mañana, al tercero ya está todo perdido, Es un principio nuestro, señora, Voy a pedirle que me satisfaga una pequeña curiosidad, Qué curiosidad, Dice que es policía, me ha enseñado el carnet que lo acredita como comisario, pero, según mis noticias, la policía se retiró de la capital hace unas cuantas semanas, dejándonos entregados a las garras de la violencia y el crimen que campean por todas partes, debo entender ahora por su presencia aquí que nuestra policía ha regresado al hogar, No señora, no hemos regresado al hogar, si me permite usar su expresión, seguimos al otro lado de la línea divisoria, Fuertes deben de ser los motivos que le han obligado a cruzar la frontera, Sí, muy fuertes, Las preguntas que trae tienen que ver, naturalmente, con esos motivos, Naturalmente, Luego debo esperara que sean hechas, Así es. Tres minutos después se oyó abrir la puerta. La mujer salió de la sala y le dijo a la persona que acababa de entrar, Tenemos visita, un comisario de policía, nada más y nada menos, Y desde cuándo se interesan los comisarios de policía por personas inocentes. Las últimas palabras ya fueron pronunciadas dentro de la sala, el médico se había adelantado a la mujer e interrogaba así al comisario, que respondió, levantándose del sillón en que estaba sentado, No hay personas inocentes, cuando no se es culpable de un crimen, se es culpable de una falta, siempre es así, Y nosotros, de qué crimen o de qué falta somos culpables o acusados, No tenga prisa, doctor, comencemos por acomodarnos temer, además de ser una asesina, forma parte de la diabólica maniobra que mantiene humillado al estado de derecho, con la cabeza baja y de rodillas. No se sabe quién, en el departamento oficial de códigos cifrados, decidió contemplar al comisario con el grotesco alias de papagayo de mar, sin duda era un enemigo personal, porque el apodo más justo y merecido sería el de alekhine, el gran maestro de ajedrez por desgracia ya fuera del número de los vivos. La duda de minutos antes se disipó como humo y una sólida certeza ocupó su lugar. Obsérvese con qué sublime arte combinatoria va a ejecutar los lances que lo conducirán, por lo menos así lo cree, al jaque mate final. Sonriendo con delicadeza, dijo, Aceptaría ahora el café que tuvo la amabilidad de ofrecerme, Le recuerdo que los policías no aceptan nada cuando están de servicio, respondió, consciente del juego, la mujer del médico, Los comisarios están autorizados a infringir las reglas siempre que lo consideren conveniente, Quiere decir útil a los intereses de la investigación, También se puede expresar de esa manera, Y no tiene miedo que el café que le voy a traer sea un paso en el camino de la corrupción, Recuerdo haberle oído que eso sólo ocurre con el tercer café, No, lo que le dije es que con el tercer café queda consumado de una vez por todas el proceso corruptor, el primero abre la puerta, el segundo la sostiene para que el aspirante a la corrupción entre sin tropezar, el tercero la cierra definitivamente, Gracias por el aviso, que recibo como un consejo, me quedaré entonces en el primer café, Que le será servido de forma inmediata, dijo la mujer, y salió de la sala. El comisario miró el reloj. Tiene prisa, preguntó con intención el médico, No doctor, no tengo prisa, sólo me cercioraba de si no habría venido a perjudicarles el almuerzo, Para almorzar aún es demasiado pronto, Y también me preguntaba cuánto tiempo tardaré en obtener las respuestas que pretendo, Ya sabe las respuestas que pretende, o pretende que las preguntas sean respondidas, preguntó el médico, y añadió, Es que no es lo mismo, Tiene tazón, no es lo mismo, durante la breve conversación que he mantenido a solas con su mujer, ella tuvo ocasión de comprobar que estimo la precisión en el lenguaje, veo que también es su caso, En mi profesión no es infrecuente que los errores de diagnóstico sean consecuencia de imprecisiones de lenguaje, Lo estoy tratando de doctor, pero no me ha preguntado cómo supe que usted es médico, Porque me parece tiempo perdido preguntarle a un policía cómo sabe lo que sabe o lo que afirma saber, Bien respondido, sí señor, a dios tampoco nadie le pregunta cómo se hizo omnisciente, omnipresente y omnipotente, No me diga que los policías son dios, Somos apenas sus modestos representantes en la tierra, doctor, Creía que lo eran las iglesias y los sacerdotes. Las iglesias y los sacerdotes son sólo la segunda línea.

La mujer entró con el café, tres tazas en una bandeja, algunas pastas. Parece que en este mundo todo tiene que repetirse, pensó el comisario, mientras el paladar revivía los sabores del desayuno en la providencial, s.a., Tomaré sólo café, dijo, muchas gracias. Cuando posó la taza en la bandeja, volvió a agradecer, y añadió con una sonrisa de complicidad, Excelente café, señora, tal vez tenga, que reconsiderar la decisión de no tomar el segundo. El médico y la mujer ya habían terminado. Ninguno tocó las pastas. El comisario extrajo del bolsillo interior de la chaqueta su bloc de notas, preparó la pluma, y dejó que la voz le saliera en un tono neutro, sin expresión, como si no le interesara realmente la respuesta, Qué explicación podría darme, señora, del hecho de no haberse quedado ciega hace cuatro años, cuando la epidemia. El médico y la mujer cruzaron las miradas sorprendidos, y ella preguntó, Cómo sabe que no cegué hace cuatro años, Ahora mismo, dijo el comisario, su marido, con mucha inteligencia, ha considerado que es una pérdida de tiempo preguntarle a un policía cómo sabe lo que sabe o lo que afirma saber, Yo no soy mi marido, Y yo no tengo que desvelar, ni a usted ni a él, los secretos de mi oficio, sé que no perdió la vista, y eso me basta. El médico hizo un gesto como para intervenir, pero la mujer le puso la mano en el brazo, Muy bien, ahora dígame, supongo que esto no es un secreto, en qué puede interesarle a la policía que yo haya estado ciega o no hace cuatro años, Si hubiese cegado como todo el mundo cegó, si hubiese cegado como yo mismo cegué, puede tener absoluta seguridad de que no me encontraría aquí en este momento, Fue un crimen que no me quedara ciega, preguntó ella, No haber cegado ni fue ni podría ser crimen, aunque ya que me obliga a decirlo, haya cometido un crimen gracias precisamente a no estar ciega, Un crimen, Un asesinato, La mujer miró al marido como si estuviera pidiéndole un consejo, luego se volvió bruscamente hacia el comisario y dijo, Sí, es verdad, maté a un hombre. No prosiguió, mantuvo fija la mirada, a la espera. El comisario simuló que tomaba nota en el cuaderno, pero lo que pretendía era ganar tiempo, pensar en la jugada siguiente. Si la reacción de la mujer lo había desconcertado, no fue tanto porque hubiera confesado el asesinato, sino por el silencio que mantuvo a continuación, como si sobre ese asunto ya no hubiera nada más que decir. Y verdaderamente, pensó, no es el crimen lo que me interesa. Supongo que dispone de una buena razón que darme, aventuró, Sobre qué, preguntó la mujer, Sobre el crimen, No fue un crimen, Qué fue entonces, Un acto de justicia, Para aplicar justicia están los tribunales, No podía ir con una denuncia a la policía, como usted acaba de decir, en ese momento todos estábamos ciegos, Excepto usted, Sí, excepto yo, A quién mató, A un violador, a un ser repugnante, Me está diciendo que mató a quien la estaba violando, No a mí, a una compañera, Ciega, Sí, ciega, Y el hombre también estaba ciego, Sí, Cómo lo mató, Con unas tijeras, Se las clavó en el corazón, No, en el cuello, La miro y no le veo cara de asesina, No soy una asesina, Mató a un hombre, No era un hombre, era un chinche. El comisario tomó otra nota y se dirigió al médico, Y usted dónde se encontraba mientras su mujer se entretenía matando al chinche, En otra sala del antiguo manicomio donde nos habían metido cuando todavía pensaban que aislando a los primeros ciegos que aparecieron se impediría la propagación de la propagación de la ceguera, Creo saber que usted es oftalmólogo, Sí, tuve el privilegio, por llamarlo de alguna manera, de atender en mi consulta a la primera persona que se quedó ciega, Un hombre, o una mujer, Un hombre, Y fue a parar al mismo dormitorio colectivo, a la misma sala, Sí, como algunas otras personas que se encontraban en la consulta, Le pareció bien que su mujer hubiera asesinado al violador, Me pareció necesario, Por qué, No haría esa pregunta si hubiera estado allí, Es posible, pero no estaba, por eso vuelvo a preguntarle por qué le pareció necesario que su mujer matara al chinche, es decir, al violador de la compañera, Alguien tenía que hacerlo, y ella era la única que podía ver, Sólo porque el chinche era un violador, No sólo él, todos los que estaban en la misma sala exigían mujeres a cambio de comida, él era el jefe, Su mujer también fue violada, Sí, Antes o después que la compañera, Antes. El comisario tomó una nota más en el cuaderno, después preguntó, A su entender como oftalmólogo, qué explicación puede haber para el hecho de que su mujer no se quedara ciega, A mi entender como oftalmólogo, respondo que no hay ninguna explicación, Tiene una mujer muy singular, doctor, Así es, pero no solamente por esa razón, Qué les sucedió después a las personas que habían sido internadas en tal antiguo manicomio, Hubo un incendio, la mayor parte de ellas murieron carbonizadas o aplastadas por los derrumbes, Cómo sabe que hubo derrumbes, Muy simple, los oímos cuando ya estábamos fuera, Y usted y su mujer, cómo se salvaron, Conseguimos escapar a tiempo, Tuvieron suerte, Sí, ella nos guió, A quiénes se refiere cuando dice nos. A mí y a otras personas, las que habían coincidido en la consulta, Quiénes eran, El primer ciego, ese al que me referí antes, y la mujer, una chica que padecía conjuntivitis, un hombre de edad que tenía una catarata, un niño estrábico acompañado por su madre, A todos ésos su mujer los ayudó a escapar del incendio, A todos menos a la madre del niño, ésa no estaba en el manicomio, se había perdido del hijo y sólo volvió a encontrarlo semanas después de que recuperáramos la visión, Quién se ocupó del niño durante ese tiempo intermedio, Nosotros, Su mujer y usted, Sí, ella podía ver, los demás ayudábamos lo mejor que podíamos, Quiere decir que vivieron juntos, en comunidad, teniendo a su mujer como guía, Como guía y como proveedora, Realmente tuvieron suerte, repitió el comisario, Así se le puede llamar, Mantuvieron relaciones con las personas del grupo después de que la situación se hubiera normalizado , Sí, como es lógico, Y aún las mantienen, Con la excepción del primer ciego, sí, Por qué esa excepción, No era una persona simpática, En qué sentido, En todos, Eso es demasiado vago, Admito que lo sea, Y no quiere concretar, Hable con él y fórmese su propio juicio, Sabe dónde viven, Quiénes, El primer ciego y su mujer, Se separaron, se divorciaron, Tienen relaciones con ella, Con ella, sí, Pero no con él, Con él, no, Por qué, Ya se lo he dicho, no es una persona simpática. El comisario volvió al cuaderno de notas y escribió su propio nombre para que no pareciera que no había aprovechado nada de tan extenso interrogatorio, Iba a pasar al lance siguiente, el más problemático el más arriesgado del juego. Levantó la cabeza, miró a la mujer del médico, abrió la boca para hablar, pero ella se le anticipó, Usted es comisario de policía, vino, se identificó como tal y ha estado haciéndonos toda especie de preguntas, pero, dejando a un lado la cuestión del asesinato premeditado que cometí y que confesé, pero del cual no hay testigos, unos porque murieron, todos porque estaban ciegos, eso sin contar con que a nadie le importa hoy saber lo que pasó hace cuatro años en una situación de caos absoluto, cuando todas las leyes eran letra muerta, pero nosotros todavía estamos esperando que nos diga qué le ha traído aquí, creo que ha llegado la hora de poner las cartas sobre la mesa, déjese de rodeos y vaya derecho al asunto que realmente le interesa a quien lo ha mandado a esta casa. Hasta este momento el comisario tenía muy claro en su cabeza el objetivo de la misión que le fue encargada por el ministro del interior, nada menos que averiguar si existía alguna relación entre el fenómeno del voto en blanco y la mujer que tenía delante, pero su interpelación, seca y directa, lo dejó desarmado y, peor aún, con la súbita conciencia del tremendo ridículo en que caería si le preguntase, con los ojos bajos porque no tendría valor para mirarla cara a cara, Por casualidad no será usted la organizadora, la responsable, la jefa del movimiento subversivo que ha puesto al sistema democrático en una situación de peligro que quizá no sea exagerado llamar mortal. Qué movimiento subversivo, querría ella saber, El del voto en blanco, Está diciéndome que el voto en blanco es subversivo, volvería ella a preguntar, Si es en cantidades excesivas, sí señor, Y dónde está eso escrito, en la constitución, en la ley electoral, en los diez mandamientos, en el código de circulación, en los frascos de jarabe, insistiría ella, Escrito, escrito, no está, pero cualquier persona entiende que se trata de una simple cuestión de jerarquía de valores y de sentido común, primero están los votos explícitos, después vienen los blancos, después los nulos, finalmente las abstenciones, está clarísimo que la democracia correría peligro si una de estas categorías secundarias sobrepasara a la principal, si los votos están ahí es para que hagamos de ellos un uso prudente, Y yo soy la culpable de lo sucedido, Es lo que estoy tratando de averiguar, Y cómo he conseguido inducir a la mayoría de la población de la capital a votar en blanco, metiendo panfletos por debajo de las puertas, por medio de rezos y conjuros a medianoche, lanzando un producto químico en el abastecimiento de agua, prometiéndole el primer premio de la lotería a cada persona o gastando en comprar votos lo que mi marido gana en la consulta, Usted conservó la visión cuando todos estábamos ciegos y todavía no ha sido capaz o se niega a explicarme por qué, Y eso me convierte ahora en culpable de conspiración contra la democracia mundial, Es lo que trato de averiguar, Pues entonces vaya a averiguarlo y cuando llegue al final de la investigación vuelva aquí a contármelo, hasta entonces no oirá de mi boca ni una palabra más. Y era esto, por encima de todo, lo que el comisario no quería, se preparaba para decir que no tenía más preguntas que hacer en este momento, pero que mañana volvería para continuar el interrogatorio, cuando el timbre de la puerta sonó. El médico se levantó y fue a ver quién llamaba. Regresó a la salita acompañado del inspector, Este señor dice que es inspector de policía y que usted le había dado orden de que viniera aquí, Efectivamente así es, dijo el comisario, pero el trabajo, por hoy, está terminado, seguiremos mañana a la misma hora, Le recuerdo lo que nos dijo al agente y a mí se atrevió el inspector, pero el comisario interrumpió, Lo que haya dicho o no dicho no interesa ahora, Y mañana, vendremos los tres, Inspector, la pregunta es impertinente, tomo mis decisiones siempre en el lugar adecuado y en la ocasión adecuada, a su debido tiempo lo sabrá, respondió irritado el comisario. Se dirigió a la mujer del médico y dijo, Mañana, tal como usted ha reclamado, no perderé tiempo en circunloquios, iré derecho al asunto, y lo que tengo que preguntarle no le va a parecer más extraordinario que a mí el hecho de que no perdiera la vista durante la epidemia general de ceguera blanca de hace cuatro años, yo me quedé ciego, el inspector se quedó ciego, su marido se quedó ciego, usted no, veremos si en este caso se confirma el antiguo refrán Quien hizo un cesto hizo ciento, De cestos se trata entonces, señor comisario, preguntó en tono irónico la mujer del médico, De cientos, señora, de cientos, respondió el comisario al mismo tiempo que se retiraba, aliviado porque la adversaria le había fornecido la respuesta para una salida más o menos airosa. Tenía un leve dolor de cabeza.

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