Flashman y señora

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Authors: George MacDonald Fraser

Tags: #Humor, Novela histórica

BOOK: Flashman y señora
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Cuando Harry Flashman, el cobarde más condecorado y afortunado de la época victoriana, aceptó la invitación de su viejo amigo Tom Brown para acudir a un partido de críquet, no podía imaginarse el follón en que estaba metiéndose; sin duda, el más arriesgado de su escandalosa carrera, una lamentable aventura que le llevaría a conocer un refugio de piratas en Borneo, una guarida en Chinatown y el palacio de una chiflada y rijosa reina negra, entre otros parajes igualmente edificantes.

Por supuesto, si Flashman hubiese sabido lo que le esperaba, no se hubiera tomado el críquet tan a pecho, pues es la rivalidad deportiva lo que le lleva a meterse en un tremendo lío del que sólo un hombre de recursos como él es capaz de salir indemne.

George MacDonald Fraser

Flashman y señora

ePUB v1.0

evilZnake
07.07.12

Título original:
Flashman's Lady

©1977, George MacDonald Fraser

Traducción: Ana Herrera

©2006, Edhasa

Ilustraciones: Jordi Sàbat

Diseño/retoque portada: evilZnake

Editor original: evilZnake

ePub base v2.0

Para K, 6

Nota de la traductora sobre el críquet

En la primera parte de esta obra el juego del críquet desempeña un papel primordial. El autor da por sentado que los lectores conocen sus reglas, pero al tratarse de un deporte no excesivamente conocido en nuestro país, consideramos oportuno explicar sus rudimentos en esta nota previa
.

El
cricket (
o críquet) es un deporte de origen inglés que se juega al aire libre entre dos equipos de once jugadores. Se practica con una pelota de
6
cm de diámetro y 165 gramos de peso, de corcho forrado de cuero, y un bate
(bat)
de madera, de 95 cm de longitud y 11 de anchura. El bate es cilíndrico en su tercio superior y plano en la parte inferior
.

En el campo de juego, cubierto de hierba corta o césped, se plantan, a 20 metros uno de otro, dos rastrillos
(wickets)
formados por tres estacas cilíndricas de madera de 71 cm de altura, separadas unos veinte centímetros entre sí. En conjunto, el terreno de juego mide 135 por 155 metros, y en todo su perímetro se colocan los diferentes jugadores
(bowler
o tirador
, point
o punto
, cover point
o punto de cobertura
, mid off
o medio exterior
, mid on
o medio interior
, slip, long slip, third man
o tercer jugador
, extra cover point, long off
y
wicket keeper
o cogedor
).

El
bowler (
lanzador
o
tirador) lanza la pelota para derribar los wickets del contrario, y el bateador
(batsman)
trata de defenderlos rechazando la pelota y lanzándola lo más lejos posible. El tiempo invertido por la trayectoria de la pelota lo aprovecha para apuntarse tantas carreras
(run)
como sean posibles. Una vez lanzadas seis pelotas buenas, el árbitro
(umpire)
ordena
over,
y el segundo
bowler
lanza la pelota al bateador del
wicket
opuesto. Las carreras y el tanteo continúan hasta que la pelota se arroje fuera del terreno de juego
.

Un partido consiste en dos manos completas, en las que todos los jugadores de cada bando han entrado al bate en cada una de ellas, en lo que se llama
inning (
turno o entrada
).

Nota aclaratoria

En la segunda parte de las memorias de Flashman, el famoso bribón de la Rugby School y héroe militar victoriano, hay un lapso de tiempo entre su primer encuentro con Bismarck y Lola Montes en 1842-1843 y su implicación en la cuestión de Schleswig-Holstein en 1848. La gente se preguntará: ¿qué pasa con esos años «perdidos»?

Este paquete de las seis entregas de papeles de Flashman proporciona una respuesta parcial, ya que aquí se explican las notables aventuras del autor entre 1842 y 1845. Por su manuscrito sabemos que un párrafo casual en las páginas deportivas de un periódico hizo que decidiera llenar este hueco de sus primeros años, y por el bulto de los manuscritos todavía sin abrir parece que sus recuerdos de la rebelión de Taiping, de la guerra civil norteamericana y de los levantamientos de los sioux y de los zulúes todavía están por llegar. (En realidad, y dado que un oficial en servicio de los marines de Estados Unidos me ha informado de que los registros de este cuerpo del ejército contienen pruebas concretas de la participación de Flashman en la rebelión bóxer de 1900, no sabemos con certeza dónde acaban.)

La importancia histórica de la presente entrega es triple. Como relato de primera mano de una escena deportiva victoriana (en la cual Flashman aparece como distinguido aunque deplorable actor) es ciertamente única; en un plano diferente, proporciona una descripción testimonial de aquella increíble guerra en la que un puñado de caballeros aventureros empujaron la frontera imperial británica hacia el este en la década de 1840. Por último, arroja nueva luz sobre los personajes de dos grandes figuras de la época, un legendario constructor de imperios y una reina africana que ha sido comparada con Calígula y Nerón.

Un pequeño detalle puede ser interesante para los estudiosos de las primeras entregas de Flashman, y es que el presente manuscrito muestra signos de haber sido ligeramente corregido por su cuñada, Grizel de Rothschild, probablemente poco después de la muerte de Flashman en 1915. Esta mujer modificó sus blasfemias, pero no alteró en modo alguno la narrativa del viejo soldado. En realidad, y en ocasiones, enriqueció el relato con extractos del diario privado de su hermana Elspeth, la mujer de Flashman, y con sus propios y agudos comentarios marginales. En presencia de tan distinguida editora, me he limitado a proporcionar algunas notas a pie de página y algunos apéndices, y satisfacer mi curiosidad acerca de la exactitud de los hechos históricos relatados por Flashman, siempre que se han podido comprobar.

G.M.F.

Mapas

1

Así que ya están hablando otra vez de cambiar de nuevo la norma de que la pierna del
wicket
debe ponerse delante. No sé por qué se preocupan tanto, porque no conseguirán acertar hasta que no vuelvan a la antigua ley que decía que si pones la pierna a propósito delante de la pelota para evitar que golpee las estacas, estás descalificado y se han librado de ti para siempre. Uno puede pensar que aquello ya estaba bastante claro, pero no; todos esos cerebros de mosquito del club Marylebone
[1]
tienen que devanarse los sesos de vez en cuando y darle a la sinhueso durante días y días sobre la línea de lanzamiento y el punto de recogida y Dios sabe qué tonterías más, y todo queda tan incomprensible como antes. Son un hatajo de Viejecitas chillonas.

Pero la culpa es de esas almohadillas que se ponen hoy día los bateadores. Cuando yo jugaba al críquet, nada protegía nuestras preciosas espinillas salvo los pantalones, y si uno era lo bastante idiota como para poner su tobillo en la trayectoria de uno de los
shooters
de Alfie Mynn, no importaba que estuvieras delante del
wicket
o sentado en el reservado del pabellón: tenían que sacarte para enyesarte la pierna, sin duda. Pero ahora se arrastran por la línea de base como paletos con polainas, y el estúpido de Grace gime como un monaguillo herniado si lanzan una bola y le pasa cerca. No me habría gustado tenerle en el
wicket
del antiguo Lord’s después de un verano seco, con el terreno duro como una piedra, Mynn lanzando sus
trimmers
[2]
desde un extremo y yo corriendo como un gamo al otro... No le habrían llamado «campeón» entonces, se lo aseguro; el viejo bribón seguramente estaría más blanco que la nieve después de dos
overs
. Y lo mismo sirve para ese gordo
nabab
negro y ese bisoño de Fry.

De todo esto deducirán ustedes que yo era un lanzador, no un bateador, y tengo que decir que era muy bueno. Ahí están los antiguos resultados para probarlo. Siete a treinta y dos contra los Caballeros de Kent, cinco a doce contra los England XI, y tantas carreras como la fase final de un boxeador antes de ser derribado. No es que me sintiera muy orgulloso de mi bateo. Como he dicho, podía ser un jugador peligroso contra los hombres más rápidos de los viejos tiempos, cuando los
wickets
eran duros, y puedo decirles confidencialmente que me preocupé de no enfrentarme nunca a un lanzador realmente duro sin unas cintas de lana arrolladas en torno a las piernas (debajo de los pantalones) y una vieja hojalata encima de mis partes nobles; los deportes están muy bien, pero no deben incapacitarle a uno para el juego más viril de todos. No, dejemos la cosa en unos ocho o nueve, cuando los lanzadores de
lobbers
lentos y
twisters
practicaban sus estratagemas y yo podía tirar con fuerza y seguridad, y, cuando era el turno del otro... me bastaba con tener la pelota y tomar una carrerilla de treinta pasos para hacerles bailar.

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