Gusanos de arena de Dune (61 page)

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Authors: Kevin J. Anderson Brian Herbert

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: Gusanos de arena de Dune
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Rakis había sido golpeado, pisoteado, violado…, pero al final aquel mundo extraordinario se había salvado a sí mismo. El Profeta había estado allí en todo momento, y había ayudado poderosamente a la supervivencia de Dune. Ahora todo estaba como tenía que ser, y Waff se sentía enormemente complacido.

Dos gusanos gigantes se dirigieron hacia el tleilaxu, que seguía transfigurado. Deslizándose sobre la corteza del suelo, los gusanos levantaron la carcasa flácida de los débiles gusanos de prueba y los devoraron como si no fueran más que migajas.

Abrumado por la alegría, Waff cayó de rodillas y rezó. En el último momento, el maestro tleilaxu alzó el rostro al cielo y exclamó:

—¡Dios, mi Dios, soy tuyo por fin! —Y el gusano saltó, con la velocidad y la furia de un crucero de la Cofradía a punto de estrellarse. Waff aspiró el olor profundo y satisfactorio de la especia y cerró los ojos extasiado mientras la boca cavernosa del monstruo lo engullía. Waff se convirtió en una parte del Profeta.

89

La vida consiste mayoritariamente en determinar qué hay que hacer, momento a momento. Nunca me ha asustado tomar decisiones.

D
UNCAN
I
DAHO
,
Un millar de vidas

A través de la cúpula rota de la catedral, un Duncan preocupado vio que el cielo parpadeaba como un calidoscopio. Gran multitud de naves aparecieron entonces, arrastradas por los cruceros controlados por navegantes.

Incluso antes de recibir la señal, Duncan intuyó que alguien muy especial viajaba a bordo de una de aquellas naves. Su mente expandida le mostró su rostro, apenas cambiado a pesar de los años.
¡Murbella!
A una parte pasada de él le aterraba volver a estar cerca de ella, pero ahora era mucho más de lo que fue. Estaba impaciente por verla.

Un millar de cruceros de la facción de los navegantes estaban suspendidos sobre Sincronía, sin saber muy bien cuál era su papel, ahora que el Oráculo se había ido. Utilizando sus nuevas capacidades, Duncan se comunicó con todos ellos en un lenguaje con un común denominador. Los navegantes le entenderían, al igual que las máquinas pensantes y los humanos. Apenas tuvo que hacer ningún esfuerzo para lograrlo.

Cambios importantes. Cambios necesarios.

Las naves humanas enviaron transportes ligeros. Mientras miraba por las claraboyas de la cúpula, Duncan vio la estela que dejaban en la atmósfera y supo que Murbella bajaba con ellos. Ella bajaría la primera, y la vería. Habían pasado casi veinticinco años…, apenas un tic del reloj eterno, y sin embargo parecía una eternidad. Duncan esperó.

Pero la mujer que entró en la sala fue Sheeana, cansada y agotada por la lucha en la ciudad mecánica. Sus ojos parecieron llenarse de interrogantes cuando vio la sangre del suelo, los robots destrozados, los cuerpos postrados del barón y Paolo. Con solo mirar a los cuatro gholas, Sheeana supo que Paul y Chani habían recuperado sus recuerdos.

Reparó en el cuerpo inmóvil de la anciana en las escaleras y la reconoció. A través de su boca, la voz interior de Serena Butler habló:

—Erasmo mató a mi bebé inocente. Él fue el responsable de…

Duncan la interrumpió.

—En el momento del fin no le he odiado. Creo que le compadecía. Me ha recordado la muerte del Dios Emperador. Erasmo era defectuoso, arrogante, Y sin embargo extrañamente inocente, lo movía una curiosidad insaciable… Lo malo es que no era capaz de procesar las cosas que sabía.

Sheeana miró como si esperara que los ojos de la anciana se abrieran de golpe y una mano como una garra la aferrara.

—Entonces, ¿Erasmo está realmente muerto?

—Totalmente.

—¿Y Omnius?

—Desaparecido para siempre. Y las máquinas pensantes ya no son nuestros enemigos.

—Entonces, ¿las controlas? ¿Han sido derrotadas? —El asombro brillaba en su rostro.

—Son aliados… herramientas… socios independientes, no esclavos, diferentes. Tenemos un nuevo paradigma que comprender, y un montón de nuevas definiciones que crear.

— o O o —

Cuando los correos llegaron a la sala escoltando a Murbella y una partida de hombres de la Cofradía y hermanas, Duncan dejó las preguntas a un lado y se limitó a mirarla.

Ella se paró a medio paso.

—Duncan… apenas has cambiado en más de dos décadas.

Él rio.

—He cambiado más de lo que podría medir ningún instrumento. —Todas las máquinas de la sala, de la Ciudad entera, se volvieron hacia él por el comentario.

Duncan y Murbella se abrazaron, sin saber muy bien si aquel contacto volvería a encender sus sentimientos pasados. Pero los dos intuían algo diferente en el otro. La marea del tiempo había excavado un profundo abismo entre ellos.

Mientras tocaba a Murbella, Duncan sintió una tristeza agridulce al pensar en el daño que aquel amor adictivo le había hecho. Las cosas no podrían volver a ser como antes entre ellos, sobre todo ahora que él era el kwisatz haderach. Además, ahora dirigía a las máquinas, aunque no era una nueva supermente, ni tampoco una marioneta. Ni siquiera sabía cómo seguirían funcionando sin una fuerza que las controlara. Tendrían que adaptarse o morir, algo que los humanos habían hecho durante milenios.

Desde el otro lado de la Sala, Duncan reconoció el destello de los ojos de Sheeana… un destello de preocupación, no de celos; ninguna Bene Gesserit se permitiría jamás la flaqueza de los celos. De hecho, Sheeana era una Bene Gesserit tan estricta que había preferido robar la no-nave de Casa Capitular y huir con sus refugiados a someterse a los cambios que Murbella impuso en la Hermandad.

En aquel momento, habló a las dos mujeres.

—Nos hemos liberado de las trampas que nos pusimos el uno al otro. Te necesito, Murbella,… y a ti, Sheeana. El futuro nos necesita a todos más de lo que puedo expresar con palabras. —Un número infinito de pensamientos mecánicos corría por su mente, y sabía que había una cantidad incontable de planetas humanos que necesitaban una ayuda que solo él podía ofrecer.

Con un pensamiento, hizo salir a los robots guardianes de la sala, como en un ejercicio militar. Luego expandió su mente por las vías vacías de la red de taquiones y el universo. Con su conexión instantánea con todas las naves humanas que habían quedado bajo el control de las máquinas ixianas y las naves de batalla vinculadas al mando de Omnius —ahora de Duncan—, convocó a las naves al antiguo planeta de las máquinas, haciéndolos saltar a todos simultáneamente a través del tejido espacial. Todos se reunirían en Sincronía.

—Murbella, tú naciste libre, fuiste adiestrada como Honorada Matre y finalmente te convertiste en Bene Gesserit para poder unir los cabos sueltos. Del mismo modo que fuiste una síntesis entre Honorada Matre y Bene Gesserit, yo soy la fusión entre la humanidad y las máquinas pensantes. Yo estoy en ambos dominios, los comprendo a ambos, y crearé un futuro donde los dos puedan vivir.

—Y… ¿qué eres, Duncan?

—Soy el kwisatz haderach último y una nueva forma de supermente… y al mismo tiempo no soy ninguno de los dos. Soy algo distinto.

Murbella miró a Sheeana, asustada, y volvió a mirarle a él.

—¡Duncan! Las máquinas pensantes han sido nuestros enemigos mortales desde antes de la Yihad Butleriana… durante más de quince mil años.

—Mi intención es deshacer ese nudo gordiano de desentendimiento.

—¡Desentendimiento! Las máquinas pensantes han masacrado a trillones de seres humanos. La epidemia de Casa Capitular por sí sola ha…

—Tal es el coste de la inflexibilidad y el fanatismo. Con frecuencia las bajas no son necesarias. Honoradas Matres y Bene Gesserit, humanos y máquinas pensantes, corazón y mente. ¿Acaso no nos hacen más fuertes nuestras diferencias en lugar de destruirnos? —La gran cantidad de información que Erasmo le había proporcionado quedaba equilibrada por el saber que él había adquirido a lo largo de sus numerosas vidas—. Nuestra lucha ha llegado a su fin. Estamos en un momento de cambio. —Flexionó la mano, y pudo sentir que allá afuera había incontables máquinas pensantes escuchándole, esperando—. Tenemos el poder para hacer eso y mucho más.

Utilizando el saber de la presciencia y el cálculo perfectos, Duncan impondría una paz duradera. Teniendo a la humanidad y las máquinas en la palma de su mano, podía controlarlos a todos y tomar sus poderes, evitar que volvieran a una guerra. Podía imponer la cooperación entre los cruceros de la facción de los navegantes, las naves ixianas modificadas y la flota de máquinas pensantes.

Con su presciencia evolutiva, preveía un futuro conjunto para máquinas y humanos… y sabía cómo ponerlo en práctica a cada paso del camino. Cuánto poder… mucho más que el del Dios Emperador y Omnius juntos. Pero el poder había acabado por corromper a Leto II. ¿Cómo podría él, Duncan, manejar aquella carga, mucho más pesada?

Incluso si le movían las intenciones más altruistas, habría opositores. ¿Acabaría corrompiéndose, a pesar de sus buenas intenciones? ¿Lo recordaría la historia como un déspota peor aún que el Dios Emperador?

Ante aquella avalancha de preguntas y responsabilidades, Duncan se prometió a sí mismo aprovechar las lecciones de sus numerosas vidas por la supervivencia de la raza humana y las máquinas pensantes. Kralizec. Sí, ciertamente, el universo había cambiado.

90

Qué terrible para una madre enterrar a su propia hija. No hay dolor más grande, ni siquiera la Agonía Bene Gesserit. Y ahora tengo que enterrarla por segunda vez.

D
AMA
J
ESSICA
,
Lamento por Alia

Solo una baja entre un número incontable de trillones. Más tarde, Jessica contemplaba con pesar la figura rígida de su hija, consciente de que una niña importa tanto como cualquier otra. Cada vida tenía un valor por sí misma, tanto si se trataba de un ghola o un niño nacido de forma natural. La lucha titánica que había cambiado el futuro del universo, la derrota de las máquinas pensantes y la supervivencia de la raza humana no significaban nada para ella.

Jessica acariciaba el rostro pequeño y pálido, la frente, los cabellos oscuros, y pensaba en su hija. Abominación, así es como la habían llamado: una niña nacida con la inteligencia y los recuerdos genéticos de una Reverenda Madre. Y ahora el círculo se cerraba. En su vida original, la pequeña había asesinado al barón Harkonnen con el veneno del gom jabbar; más adelante, de adulta, acosada por la presencia maligna del barón, se había quitado la vida, arrojándose desde una ventana del templo a las calles de Arrakeen. Y ahora el barón renacido había asesinado a la Alia renacida, antes de que la niña tuviera ocasión de alcanzar el potencial que merecía. Era como si aquellos dos estuvieran por siempre más atrapados en un combate mortal, a una escala mítica.

Una lágrima se deslizó por su mejilla con la gracia de una gota de lluvia. Cerró los ojos y se dio cuenta de que se había quedado en la misma posición durante un largo momento, atrapada en sus recuerdos. Ni siquiera había oído entrar a su visitante.

—¿Puedo hacer algo por ayudaros, mi señora?

—Déjame. Quiero estar sola. —Pero cuando vio que se trataba del sombrío doctor Yueh, sus maneras se suavizaron—. Perdona, Wellington. Sí, pasa. Puedes ayudarme.

—No deseo molestar.

Con una débil sonrisa, ella dijo:

—Te has ganado el derecho a estar aquí.

Durante un rato, aquella pareja inverosímil permaneció en silencio. Finalmente, agradecida por tenerlo a su lado, Jessica habló.

—Hace mucho tiempo, cuando estabas con nosotros en el castillo de Caladan, me preocupaba por ti. Siempre te guardabas tus cosas para ti, y cuando nos traicionaste, te odié más de lo que habría creído posible.

Él agachó la cabeza.

—Me arrojaría sobre un puñal mil veces si así pudiera deshacer lo que hice y borrar el dolor que os causé, mi señora.

—La historia debe ir hacia adelante, Wellington, nunca hacia atrás.

—¿Oh? Pero nos han sacado a la fuerza del cubo de la basura de la historia, ¿no es cierto?

En el antiguo Arrakis, los fremen habían convertido en un ritual el proceso para recuperar los líquidos corporales del muerto y repartirlos entre la tribu. En Caladan la tradición era una pira funeraria, o un entierro en el mar. Mientras el
Ítaca
estuvo viajando a la deriva por el espacio, habían arrojado a los muertos ceremoniosamente al vacío.

Utilizando un tejido inmaculado de la no-nave, envolvieron el cuerpo pequeño y frágil de Alia. Sin embargo, en la ciudad mecánica post Omnius, Jessica no estaba muy segura de cómo debía honrar a su hija.

—Ya no tenemos una tradición funeraria, no sé qué tengo que hacer.

—Haremos lo que haya que hacer. Los símbolos no importan, solo el pensamiento.

— o O o —

Mucho después de que los últimos ecos de la batalla se hubieran apagado en Sincronía y los supervivientes de la no-nave se aventuraran al exterior para descubrir la nueva cara del universo, Jessica y Yueh se unieron a Paul, Chani y Duncan en una procesión privada. Paul y Jessica llevaron el pequeño cuerpo por las calles donde tanto daño habían causado los gusanos, donde las explosiones de los enfrentamientos contra los Danzarines Rostro habían destruido tantas estructuras.

—Un cuerpo tan pequeño… y un potencial tan grande echado a perder —dijo Paul—. Añoro terriblemente a mi hermana, aunque esta vez no haya tenido ocasión de conocerla tanto como habría querido.

Duncan dirigía la procesión, había dejado a un lado sus otras responsabilidades.

—Yo no recuerdo a la niña original, pero sí recuerdo a la mujer. Me hirió y me amó, y yo la amé con locura.

No tuvieron que caminar mucho. Jessica había elegido una torre en particular, una pirámide fina y derruida que sería un buen panteón. Jessica y Paul dijeron su adiós durante la procesión, así que cuando llegaron a la estructura llevaron a la niña al interior pasando por una abertura torcida y trapezoide, apartaron algunos escombros y la colocaron en el suelo liso de metal. Y entonces Jessica se incorporó y una vez más se despidió en silencio. Paul la cogió de la mano y ella se la oprimió.

Tras un silencio largo y doloroso, se dio la vuelta y habló a Duncan.

—Hemos hecho lo que teníamos que hacer.

—Yo me ocuparé del resto —dijo Duncan. Cuando salieron, Duncan levantó las manos, con los dedos abiertos y su rostro adoptó una expresión distante. A su alrededor los edificios metálicos empezaron a oscilar y temblar, creciendo, curvándose. Los restos de la pirámide envolvieron el cuerpo de Alia y reforzaron las paredes, tomando aleaciones de otras estructuras próximas. Como un extraordinario monumento de cristal y platino, la aguja rota se elevó al cielo. La torre chisporroteaba y resonaba como un trueno mecánico mientras el platino subía y subía. Sus curvas y ángulos eran estilizados, sus superficies pulidas perfectamente reflectantes.

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