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Authors: J.K. Rowling
Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga
—¿Qué les has dicho? ¿Qué esperan?
—Ya te lo he explicado, sólo quieren oír lo que tengas que decir —contestó Hermione con voz tranquilizadora. Sin embargo, Harry seguía mirándola tan enfadado que rápidamente añadió—: Pero no tienes que hacer nada todavía, primero hablaré yo.
—¡Hola, Harry! —dijo Neville sonriendo, y se sentó frente a él.
Harry intentó devolverle la sonrisa, pero no dijo nada, pues tenía la boca extremadamente seca. Cho se había limitado a sonreírle y se había sentado a la derecha de Ron. Su amiga, que tenía el cabello rizado y de un tono rubio rojizo, no sonrió, sino que lanzó a Harry una mirada de desconfianza con la que dejó muy claro que, de haber podido elegir, ella jamás habría acudido a aquella reunión.
Los recién llegados fueron sentándose en grupos de dos y de tres alrededor de Harry, Ron y Hermione. Algunos parecían muy emocionados, otros, curiosos; Luna Lovegood miraba en torno con ojos soñadores. Cuando todos tuvieron su silla, fue cesando el parloteo. Todos miraban a Harry.
—Esto… —empezó Hermione hablando en voz más alta de lo habitual debido al nerviosismo—. Esto…, bueno…, hola. —Los asistentes giraron la cabeza hacia ella, aunque de vez en cuando las miradas seguían desviándose hacia Harry—. Bueno…, esto…, ya sabéis por qué hemos venido aquí. Veréis, nuestro amigo Harry tuvo la idea…, es decir —Harry le había lanzado una mirada furibunda—, yo tuve la idea de que sería conveniente que la gente que quisiera estudiar Defensa Contra las Artes Oscuras, o sea, estudiar de verdad, ya sabéis, y no esas chorradas que nos hace leer la profesora Umbridge —de repente la voz de Hermione se volvió mucho más potente y segura—, porque a eso no se le puede llamar Defensa Contra las Artes Oscuras —«Eso, eso», dijo Anthony Goldstein, y su comentario animó a Hermione—… Bueno, creí que estaría bien que nosotros tomáramos cartas en el asunto. —Hizo una pausa, miró de reojo a Harry y prosiguió—: Y con eso quiero decir aprender a defendernos como es debido, no sólo en teoría, sino poniendo en práctica los hechizos…
—Pero supongo que también querrás aprobar el
TIMO
de Defensa Contra las Artes Oscuras, ¿no? —la interrumpió Michael Corner.
—Por supuesto. Pero también quiero estar debidamente entrenada en defensa porque… porque… —inspiró hondo y terminó la frase— porque lord Voldemort ha vuelto.
La reacción de su público fue inmediata y predecible. La amiga de Cho soltó un grito y derramó un chorro de cerveza de mantequilla; Terry Boot dio una especie de respingo involuntario; Padma Patil se estremeció y Neville soltó un extraño chillido que consiguió transformar en una tos. Todos, sin embargo, miraban fijamente, casi con avidez, a Harry.
—Bueno, pues ése es el plan —concluyó Hermione—. Si queréis uniros a nosotros, tenemos que decidir dónde vamos a…
—¿Qué pruebas tenéis de que Quien-vosotros-sabéis ha regresado? —preguntó el jugador rubio de Hufflepuff con tono bastante agresivo.
—Bueno, Dumbledore lo cree… —empezó a decir Hermione.
—Querrás decir que Dumbledore le cree a él —aclaró el muchacho rubio señalando a Harry con la cabeza.
—¿Cómo te llamas? —le preguntó Ron con brusquedad.
—Zacharias Smith —contestó él—, y creo que tenemos derecho a saber qué es exactamente lo que os permite afirmar que Quien-tú-sabes ha regresado.
—Mira —intervino Hermione con rapidez—, ése no es el tema de esta reunión…
—Déjalo, Hermione —dijo Harry, que acababa de comprender por qué había acudido tanta gente a la convocatoria.
Pensó que Hermione debería haberlo previsto. Algunos de sus compañeros, quizá incluso la mayoría, habían ido a Cabeza de Puerco con la esperanza de oír la historia de Harry contada por su protagonista.
—¿Quieres saber qué es exactamente lo que me permite afirmar que Quien-tú-sabes ha regresado? —preguntó mirando a los ojos a Zacharias—. Yo lo vi. El año pasado, Dumbledore le contó al colegio en pleno lo que había ocurrido, pero si tú no lo creíste, no me creerás a mí, y no pienso malgastar una tarde intentando convencer a nadie.
El grupo en su totalidad había contenido la respiración mientras Harry hablaba, y él tuvo la impresión de que hasta el camarero, que seguía secando el mismo vaso con el trapo mugriento y lo ensuciaba aún más, lo escuchaba.
A continuación Zacharias dijo desdeñosamente:
—Lo único que nos contó Dumbledore el año pasado fue que Quien-tú-sabes había matado a Cedric Diggory y que tú habías llevado el cadáver a Hogwarts. No nos contó los detalles ni nos dijo cómo habían matado a Diggory, y creo que a todos nos gustaría saber…
—Si has venido a oír un relato detallado de cómo mata Voldemort, no puedo ayudarte —lo interrumpió Harry. Su genio, que últimamente estaba siempre muy a flor de piel, volvía a descontrolarse. No apartó los ojos del agresivo rostro de Zacharias Smith, y estaba decidido a no mirar a Cho—. No voy a hablar de Cedric Diggory, ¿de acuerdo? De modo que si es a eso a lo que has venido aquí, ya puedes marcharte.
Y entonces lanzó una airada mirada a Hermione. Ella tenía la culpa de aquella situación; ella había decidido exhibirlo como si fuera un monstruo de feria, y por eso todos habían ido a comprobar lo descabellada que era su historia. Pero ninguno de sus compañeros se levantó de la silla, ni siquiera Zacharias Smith, aunque siguió contemplando a Harry.
—Bueno —saltó Hermione con voz chillona—. Bueno…, como iba diciendo…, si queréis aprender defensa, tenemos que decidir cómo vamos a hacerlo, con qué frecuencia vamos a reunimos y dónde vamos a…
—¿Es verdad —la interrumpió la chica de la larga trenza, mirando a Harry— que puedes hacer aparecer un
patronus
?
Un murmullo de interés recorrió el grupo.
—Sí —contestó Harry poniéndose a la defensiva.
—¿Un
patronus
corpóreo?
Esa frase le sonaba de algo a Harry…
—Oye, ¿tú conoces a la señora Bones? —le preguntó.
—Es mi tía —dijo la chica sonriendo—. Me llamo Susan Bones. Me contó lo de la vista. Bueno, ¿es verdad o no? ¿Sabes hacer aparecer un
patronus
con forma de ciervo?
—Sí.
—¡Caramba, Harry! —exclamó Lee, que parecía muy impresionado—. ¡No lo sabía!
—Mi madre hizo prometer a Ron que no lo contaría —intervino Fred dirigiéndole una sonrisa a Harry—. Dijo que ya atraías suficiente atención.
—Está en lo cierto —murmuró Harry, y un par de personas rieron.
La bruja del velo negro que estaba sentada sola en un rincón se movió un poco en la silla.
—¿Y mataste un basilisco con esa espada que hay en el despacho de Dumbledore? —inquirió Terry Boot—. Eso fue lo que me dijo uno de los retratos de la pared cuando estuve allí el año pasado…
—Pues sí, es verdad… —admitió Harry.
Justin Finch-Fletchley soltó un silbido; los hermanos Creevey se miraron atemorizados y Lavender Brown exclamó «¡Ahí va!» en voz baja. A Harry empezaron a entrarle calores; seguía empeñado en mirar a cualquier sitio menos a Cho.
—Y en primero —dijo Neville dirigiéndose al grupo— salvó la Piedra Filológica…
—Filosofal —lo corrigió Hermione.
—Eso, sí…, de Quien-vosotros-sabéis —concluyó Neville.
Hannah Abbott tenía los ojos redondos como galeones.
—Por no mencionar —intervino Cho, y a Harry se le desviaron los ojos hacia ella, que lo miraba sonriente, y volvió a darle un vuelco el corazón— las pruebas que tuvo que superar en el Torneo de los tres magos el año pasado: se enfrentó a dragones, a la gente del agua, a las acromántulas y a todo tipo de cosas…
Los impresionados asistentes emitieron un murmullo de aprobación que recorrió la mesa. Harry se moría de vergüenza e intentaba controlar la expresión de su rostro para que no pareciera que estaba demasiado satisfecho de sí mismo. El hecho de que Cho acabara de elogiarlo hacía que le resultara mucho más difícil decir a sus compañeros lo que se había propuesto explicar.
—Mirad —dijo sobreponiéndose, y todos callaron al instante—, no… no quisiera pecar de falsa modestia ni nada parecido, pero… en todas esas ocasiones conté con ayuda…
—Con el dragón no —saltó Michael Corner—. Aquello fue un vuelo excepcional…
—Sí, bueno… —cedió Harry creyendo que sería una grosería no admitirlo.
—Y tampoco te ayudó nadie a librarte de los
dementores
este verano —aportó Susan Bones.
—No —reconoció Harry—. De acuerdo, ya sé que algunas cosas las conseguí sin ayuda, pero lo que intento haceros entender es…
—¿Intentas escabullirte y no enseñarnos a hacer nada de eso? —sugirió Zacharias Smith.
—Oye, tú —dijo Ron en voz alta antes de que Harry pudiera contestar—, ¿por qué no cierras el pico?
Ron, que estaba perdiendo la paciencia, miraba a Zacharias como si estuviera deseando pegarle un puñetazo. El chico se ruborizó y se defendió diciendo:
—Hemos venido aquí a aprender de él y ahora resulta que en realidad no puede hacer nada…
—Harry no ha dicho eso —gruñó Fred.
—¿Quieres que te limpiemos las orejas? —le preguntó George sacando un largo instrumento metálico de aspecto mortífero de la bolsa de Zonko.
—O cualquier otra parte del cuerpo. De verdad, no tenemos manías —añadió Fred.
—Sí, bueno… —los interrumpió Hermione—. Siguiendo con lo que decíamos… Lo que importa es: ¿estamos de acuerdo en que queremos que Harry nos dé clases?
Hubo un murmullo general de aprobación. Zacharias se cruzó de brazos y no dijo nada, aunque quizá fuera porque estaba demasiado ocupado vigilando el instrumento que Fred tenía en la mano.
—Muy bien —dijo Hermione, que pareció aliviada al comprobar que al menos se habían puesto de acuerdo en algo—. Entonces, la siguiente pregunta es con qué frecuencia queremos reunimos. Creo que, como mínimo, deberíamos reunimos una vez por semana…
—Un momento —terció Angelina—, tenemos que asegurarnos de que esto no interferirá con nuestros entrenamientos de
quidditch
.
—Eso —coincidió Cho—. Ni con los nuestros.
—Ni con los nuestros —añadió Zacharias Smith.
—Estoy segura de que podremos encontrar una noche que le vaya bien a todo el mundo —afirmó Hermione impacientándose un poco—, pero pensad que esto es muy importante, estamos hablando de aprender solos a defendernos de Vo-Voldemort y de los
mortífagos
…
—¡Así se habla! —bramó Ernie Macmillan. A Harry le sorprendía que hubiera tardado tanto en hablar—. Personalmente creo que lo que intentamos es muy importante, con seguridad lo más importante que haremos este curso, más incluso que los
TIMOS
. —Miró a su alrededor con gesto imponente, como si esperara que los demás gritaran «¡No exageres!». Pero como nadie dijo nada, prosiguió—: Personalmente no me explico cómo el Ministerio nos ha endilgado una profesora tan inepta en este periodo tan crítico. Es evidente que no quieren aceptar que Quien-vosotros-sabéis ha regresado, pero ponernos una profesora que intenta deliberadamente impedir que utilicemos hechizos defensivos…
—Creemos que la razón por la que Umbridge no quiere entrenarnos en Defensa Contra las Artes Oscuras —explicó Hermione— es que se le ha metido en la cabeza la idea de que Dumbledore podría utilizar a los estudiantes del colegio como una especie de ejército privado. Cree que podría movilizarlos para enfrentarse al Ministerio.
Aquella noticia sorprendió a casi todos; a casi todos excepto a Luna Lovegood, que soltó:
—Bueno, es lógico. Al fin y al cabo, Cornelius Fudge tiene su propio ejército privado.
—¿Qué? —saltó Harry, absolutamente desconcertado por aquella inesperada información.
—Sí, tiene un ejército de
heliópatas
—afirmó Luna con solemnidad.
—Eso no es cierto —le espetó Hermione.
—Claro que sí —la contradijo Luna.
—¿Qué son
heliópatas
? —preguntó Neville, perplejo.
—Son espíritus de fuego —contestó Luna, y sus saltones ojos se abrieron aún más, haciéndola parecer más chiflada que nunca—, unas enormes criaturas llameantes que galopan por la tierra quemando cuanto encuentran a su paso…
—No existen, Neville —aseguró Hermione de manera cortante.
—¡Claro que existen! —insistió Luna, furiosa.
—Lo siento, pero ¿qué pruebas hay de que existan? —le preguntó Hermione.
—Hay muchísimos testimonios oculares. Que tú tengas una mentalidad tan cerrada que necesites que te lo pongan todo delante de las narices para que…
—Ejem, ejem —carraspeó Ginny imitando a la perfección a la profesora Umbridge; varios estudiantes giraron la cabeza, asustados, y luego rieron—. ¿No estábamos intentando decidir cuántas veces nos íbamos a reunir para dar clase de defensa?
—Sí —se apresuró a confirmar Hermione—, exacto. Tienes razón, Ginny.
—Bueno, a mí una vez por semana no me parece mal —opinó Lee Jordan.
—Siempre que… —empezó a decir Angelina.
—Sí, sí, ya sabemos lo del
quidditch
—concedió Hermione con voz tensa—. Bueno, la otra cosa que queda por decidir es dónde vamos a reunimos…
Aquello era mucho más difícil, y el grupo se quedó callado.
—¿En la biblioteca? —propuso Katie Bell tras un largo silencio.
—No creo que la señora Pince se ponga muy contenta si nos ve haciendo hechizos en la biblioteca —comentó Harry.
—¿Y en algún aula que no se utilice? —sugirió Dean.
—Sí —afirmó Ron—. Quizá la profesora McGonagall nos deje la suya. Nos la prestó cuando Harry tenía que practicar para el Torneo de los tres magos.
Pero Harry estaba seguro de que esa vez la profesora McGonagall no sería tan complaciente. Pese al convencimiento de Hermione de que los grupos de estudio y trabajo estaban permitidos, él tenía la impresión de que considerarían aquél excesivamente subversivo.
—Bueno, ya buscaremos un sitio —dijo Hermione—. Cuando tengamos el sitio y la hora de la primera reunión os enviaremos un mensaje a todos. —Rebuscó en su mochila, sacó un rollo de pergamino y una pluma y vaciló un momento, como si estuviera armándose de valor para decir algo—. Creo que ahora cada uno debería escribir su nombre, para que sepamos que ha estado aquí. Pero también creo —añadió inspirando hondo— que todos deberíamos comprometernos a no ir por ahí contando lo que estamos haciendo. De modo que si firmáis, os comprometéis a no hablar de esto ni con la profesora Umbridge ni con nadie.