Harry Potter. La colección completa (94 page)

Read Harry Potter. La colección completa Online

Authors: J.K. Rowling

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga

BOOK: Harry Potter. La colección completa
8.9Mb size Format: txt, pdf, ePub

—¿Por qué? —preguntaron todos.

—La excusa de Flint es que su buscador aún tiene el brazo lesionado —dijo Wood, rechinando con furia los dientes—. Pero está claro el verdadero motivo: no quieren jugar con este tiempo, porque piensan que tendrán menos posibilidades...

Durante todo el día había soplado un ventarrón y caído un aguacero, y mientras hablaba Wood se oía retumbar a los truenos.

—¡No le pasa nada al brazo de Malfoy! —dijo Harry furioso—. Está fingiendo.

—Lo sé, pero no lo podemos demostrar —dijo Wood con acritud—. Y hemos practicado todos estos movimientos suponiendo que íbamos a jugar contra Slytherin, y en su lugar tenemos a Hufflepuff, y su estilo de juego es muy diferente. Tienen un nuevo capitán buscador, Cedric Diggory...

De repente, Angelina, Alicia y Katie soltaron una carcajada.

—¿Qué? —preguntó Wood, frunciendo la frente ante aquella actitud.

—Es ese chico alto y guapo, ¿verdad? —preguntó Angelina.

—¡Y tan fuerte y callado! —añadió Katie, y volvieron a reírse.

—Es callado porque no es lo bastante inteligente para juntar dos palabras —dijo Fred—. No sé qué te preocupa, Oliver. Los de Hufflepuff son pan comido. La última vez que jugamos con ellos, Harry cogió la
snitch
al cabo de unos cinco minutos, ¿no os acordáis?

—¡Jugábamos en condiciones muy distintas! —gritó Wood, con los ojos muy abiertos—. Diggory ha mejorado mucho el equipo. ¡Es un buscador excelente! ¡Ya sospechaba que os lo tomaríais así! ¡No debemos confiarnos! ¡Hay que tener bien claro el objetivo! ¡Slytherin intenta pillarnos desprevenidos! ¡Hay que ganar!

—Tranquilízate, Oliver —dijo Fred alarmado—. Nos tomamos muy en serio a Hufflepuff. Muy en serio.

El día anterior al partido, el viento se convirtió en un huracán y la lluvia cayó con más fuerza que nunca. Estaba tan oscuro dentro de los corredores y las aulas que se encendieron más antorchas y faroles. El equipo de Slytherin se daba aires, especialmente Malfoy

—¡Ah, si mi brazo estuviera mejor! —suspiraba mientras el viento golpeaba las ventanas.

Harry no tenía sitio en la cabeza para preocuparse por otra cosa que el partido del día siguiente. Entre clase y clase, Oliver Wood se le acercaba a toda prisa para darle consejos. La tercera vez que sucedió, Wood habló tanto que Harry se dio cuenta de pronto de que llegaba diez minutos tarde a la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, y echó a correr mientras Wood le gritaba:

—¡Diggory tiene un regate muy rápido, Harry! Tendrás que hacerle una vaselina...

Harry frenó al llegar a la puerta del aula de Defensa Contra las Artes Oscuras, la abrió y entró apresuradamente.

—Lamento llegar tarde, profesor Lupin. Yo...

Pero no era Lupin quien lo miraba desde la mesa del profesor; era Snape.

—La clase ha comenzado hace diez minutos, Potter. Así que creo que descontaremos a Gryffindor diez puntos. Siéntate.

Pero Harry no se movió.

—¿Dónde está el profesor Lupin? —preguntó.

—No se encuentra bien para dar clase hoy —dijo Snape con una sonrisa contrahecha—. Creo que te he dicho que te sientes.

Pero Harry permaneció donde estaba.

—¿Qué le ocurre?

A Snape le brillaron sus ojos negros.

—Nada que ponga en peligro su vida —dijo como si deseara lo contrario—. Cinco puntos menos para Gryffindor y si te tengo que volver a decir que te sientes serán cincuenta.

Harry se fue despacio hacia su sitio y se sentó. Snape miró a la clase.

—Como decía antes de que nos interrumpiera Potter, el profesor Lupin no ha dejado ninguna información acerca de los temas que habéis estudiado hasta ahora...

—Hemos estudiado los
boggarts
, los gorros rojos, los
kappas
y los
grindylows —
informó Hermione rápidamente—, y estábamos a punto de comenzar...

—Cállate —dijo Snape fríamente—. No te he preguntado. Sólo comentaba la falta de organización del profesor Lupin.

—Es el mejor profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras que hemos tenido —dijo Dean Thomas con atrevimiento, y la clase expresó su conformidad con murmullos. Snape puso el gesto más amenazador que le habían visto.

—Sois fáciles de complacer. Lupin apenas os exige esfuerzo... Yo daría por hecho que los de primer curso son ya capaces de manejarse con los gorros rojos y los
grindylows
. Hoy veremos...

Harry lo vio hojear el libro de texto hasta llegar al último capítulo, que debía de imaginarse que no habían visto.

—... los hombres lobo —concluyó Snape.

—Pero profesor —dijo Hermione, que parecía incapaz de contenerse—, todavía no podemos llegar a los hombres lobo. Está previsto comenzar con los
hinkypunks
...

—Señorita Granger —dijo Snape con voz calmada—, creía que era yo y no tú quien daba la clase. Ahora, abrid todos el libro por la página 394.—Miró a la clase—: Todos. Ya.

Con miradas de soslayo y un murmullo de descontento, abrieron los libros.

—¿Quién de vosotros puede decirme cómo podemos distinguir entre el hombre lobo y el lobo auténtico?

Todos se quedaron en completo silencio. Todos excepto Hermione, cuya mano, como de costumbre, estaba levantada.

—¿Nadie? —preguntó Snape, sin prestar atención a Hermione. La sonrisa contrahecha había vuelto a su rostro—. ¿Es que el profesor Lupin no os ha enseñado ni siquiera la distinción básica entre...?

—Ya se lo hemos dicho —dijo de repente Parvati—. No hemos llegado a los hombres lobo. Estamos todavía por...

—¡Silencio! —gruñó Snape—. Bueno, bueno, bueno... Nunca creí que encontraría una clase de tercero que ni siquiera fuera capaz de reconocer a un hombre lobo. Me encargaré de informar al profesor Dumbledore de lo atrasados que estáis todos...

—Por favor, profesor —dijo Hermione, que seguía con la mano levantada—. El hombre lobo difiere del verdadero lobo en varios detalles: el hocico del hombre lobo...

—Es la segunda vez que hablas sin que te corresponda, señorita Granger —dijo Snape con frialdad—. Cinco puntos menos para Gryffindor por ser una sabelotodo insufrible.

Hermione se puso muy colorada, bajó la mano y miró al suelo, con los ojos llenos de lágrimas. Un indicio de hasta qué punto odiaban todos a Snape era que lo estaban fulminando con la mirada. Todos, en alguna ocasión, habían llamado sabelotodo a Hermione, y Ron, que lo hacia por lo menos dos veces a la semana, dijo en voz alta:

—Usted nos ha hecho una pregunta y ella le ha respondido. ¿Por qué pregunta si no quiere que se le responda?

Sus compañeros comprendieron al instante que había ido demasiado lejos.

—Te quedarás castigado, Weasley —dijo Snape con voz suave y acercando el rostro al de Ron—. Y si vuelvo a oírte criticar mi manera de dar clase, te arrepentirás.

Nadie se movió durante el resto de la clase. Siguió cada uno en su sitio, tomando notas sobre los hombres lobo del libro de texto, mientras Snape rondaba entré las filas de pupitres examinando el trabajo que habían estado haciendo con el profesor Lupin.

—Muy pobremente explicado... Esto es incorrecto... El
kappa
se encuentra sobre todo en Mongolia... ¿El profesor Lupin te puso un ocho? Yo no te habría puesto más de un tres.

Cuando el timbre sonó por fin, Snape los retuvo:

—Escribiréis una redacción de dos pergaminos sobre las maneras de reconocer y matar a un hombre lobo. Para el lunes por la mañana. Ya es hora de que alguien meta en cintura a esta clase. Weasley, quédate, tenemos que hablar sobre tu castigo.

Harry y Hermione abandonaron el aula con los demás alumnos, que esperaron a encontrarse fuera del alcance de los oídos de Snape para estallar en críticas contra él.

—Snape nunca ha actuado así con ninguno de los otros profesores de Defensa Contra las Artes Oscuras, aunque quisiera el puesto —comentó Harry a Hermione—. ¿Por qué la tiene tomada con Lupin? ¿Será por lo del
boggart
?

—No sé—dijo Hermione pensativamente—. Pero espero que el profesor Lupin se recupere pronto.

Ron los alcanzó cinco minutos más tarde, muy enfadado.

—¿Sabéis lo que ese... (llamó a Snape algo que escandalizó a Hermione) me ha mandado? Tengo que lavar los orinales de la enfermería. ¡Sin magia! —dijo con la respiración alterada. Tenía los puños fuertemente cerrados—. ¿Por qué no podía haberse ocultado Black en el despacho de Snape, eh? ¡Podía haber acabado con él!

Al día siguiente, Harry se despertó muy temprano. Tan temprano que todavía estaba oscuro. Por un instante creyó que lo había despertado el ruido del viento. Luego sintió una brisa fría en la nuca y se incorporó en la cama. Peeves flotaba a su lado, soplándole en la oreja.

—¿Por qué has hecho eso? —le preguntó Harry enfadado.

Peeves hinchó los carrillos, sopló muy fuerte y salió del dormitorio hacia atrás, a toda prisa, riéndose.

Harry tanteó en busca de su despertador y lo miró: eran las cuatro y media. Echando pestes de Peeves, se dio la vuelta y procuró volver a dormirse. Pero una vez despierto fue difícil olvidar el ruido de los truenos que retumbaban por encima de su cabeza, los embates del viento contra los muros del castillo y el lejano crujir de los árboles en el bosque prohibido. Unas horas después se hallaría allí fuera, en el campo de
quidditch
, batallando en medio del temporal. Finalmente, renunció a su propósito de volver a dormirse, se levantó, se vistió, cogió su Nimbus 2.000 y salió silenciosamente del dormitorio.

Cuando Harry abrió la puerta, algo le rozó la pierna. Se agachó con el tiempo justo de coger a
Crookshanks
por el extremo de la cola peluda y sacarlo a rastras.

—¿Sabes? Creo que Ron tiene razón sobre ti —le dijo Harry receloso—. Hay muchos ratones por aquí. Ve a cazarlos. Vamos —añadió, echando a
Crookshanks
con el pie, para que bajara por la escalera de caracol—. Deja en paz a
Scabbers
.

El ruido de la tormenta era más fuerte en la sala común. Harry tenía demasiada experiencia para creer que se cancelaría el partido. Los partidos de
quidditch
no se cancelaban por nimiedades como una tormenta. Sin embargo, empezaba a preocuparse. Wood le había indicado quién era Cedric Diggory en el corredor; Diggory estaba en quinto y era mucho mayor que Harry. Los buscadores solían ser ligeros y veloces, pero el peso de Diggory sería una ventaja con aquel tiempo, porque tendría muchas menos posibilidades de que el viento le desviara el rumbo.

Harry pasó ante la chimenea las horas que quedaban hasta el amanecer. De vez en cuando se levantaba para evitar que
Crookshanks
volviera a escabullirse por la escalera que llevaba al dormitorio de los chicos. Al cabo de un tiempo le pareció a Harry que ya era la hora del desayuno y se dirigió él solo hacia el retrato.

—¡En guardia, malandrín! —lo retó sir Cadogan.

—«Cállate ya»— contestó Harry, bostezando.

Se reanimó algo tomando un plato grande de gachas de avena y cuando ya había empezado con las tostadas, apareció el resto del equipo.

—Va a ser difícil —dijo Wood, sin probar bocado.

—Deja de preocuparte, Oliver —lo tranquilizó Alicia—. No nos asustamos por un poquito de lluvia.

Pero era bastante más que un poquito de lluvia. El
quidditch
era tan popular que todo el colegio salió a ver el partido, como de costumbre. Corrían por el césped hasta el campo de
quidditch
, con la cabeza agachada contra el feroz viento que arrancaba los paraguas de las manos. Poco antes de entrar en el vestuario, Harry vio a Malfoy, a Crabbe y a Goyle camino del campo de
quidditch
; cubiertos por un enorme paraguas, lo señalaban y se reían.

Los miembros del equipo se pusieron la túnica escarlata y aguardaron la habitual arenga de Wood, pero ésta no se produjo. Wood intentó varias veces hablarles, tragó saliva con un ruido extraño, cabeceó desesperanzado y les indicó por señas que lo siguieran.

El viento era tan fuerte que se tambalearon al entrar en el campo. A causa del retumbar de los truenos, no podían saber si la multitud los aclamaba. La lluvia rociaba los cristales de las gafas de Harry ¿Cómo demonios iba a ver la
snitch
en aquellas condiciones?

Los de Hufflepuff se aproximaron desde el otro extremo del campo, con la túnica amarillo canario. Los capitanes de ambos equipos se acercaron y se estrecharon la mano. Diggory sonrió a Wood, pero Wood parecía tener ahora la mandíbula encajada y se limitó a hacer un gesto con la cabeza. Harry vio que la boca de la señora Hooch articulaba:

—Montad en las escobas.

Harry sacó del barro el pie derecho y pasó la pierna por encima de la Nimbus 2.000. La señora Hooch se llevó el silbato a los labios y dio un pitido que sonó distante y estridente... Dio comienzo el partido.

Harry se elevó rápidamente, pero la Nimbus 2.000 oscilaba a causa del viento. La sostuvo tan firmemente como pudo y dio media vuelta de cara a la lluvia, con los ojos entornados.

Al cabo de cinco minutos, Harry estaba calado hasta los huesos y helado de frío. Apenas podía ver a sus compañeros de equipo y menos aún la pequeña
snitch
. Atravesó el campo de un lado a otro, adelantando bultos rojos y amarillos, sin idea de lo que sucedía. El viento no le permitía oír los comentarios. La multitud estaba oculta bajo un mar de capas y de paraguas maltrechos. En dos ocasiones estuvo a punto de ser derribado por una
bludger
. Su visión estaba tan limitada por el agua de las gafas que no las vio acercarse.

Perdió la noción del tiempo. Era cada vez más difícil sujetar la escoba con firmeza. El cielo se oscureció, como si hubiera llegado la noche en plena mañana. Dos veces estuvo a punto de chocar contra otro jugador, que no sabía si era de su equipo o del oponente. Todos estaban ahora tan calados, y la lluvia era tan densa, que apenas podía distinguirlos...

Con el primer relámpago llegó el pitido del silbato de la señora Hooch. Harry sólo pudo ver a través de la densa lluvia la silueta de Wood, que le indicaba por señas que descendiera. Todo el equipo aterrizó en el barro, salpicando.

—¡He pedido tiempo muerto! —gritó a sus jugadores—. Venid aquí debajo.

Se apiñaron en el borde del campo, debajo de un enorme paraguas. Harry se quitó las gafas y se las limpió con la túnica.

Other books

Dragon’s Oath by P.C. Cast, Kristin Cast
The Changeling by Philippa Carr
Angel Falls by Kristin Hannah
Las nieves del Kilimanjaro by Ernest Hemingway
Starfist: Hangfire by David Sherman; Dan Cragg
The Prophet: Amos by Francine Rivers
What We Found by Kris Bock