Hermoso Final (10 page)

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Authors: Kami García,Margaret Stohl

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico

BOOK: Hermoso Final
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—¿Estás seguro de querer hacerlo? —Sonaba vacilante.

—¿Vas a ayudarme o no?

Dio unos cuantos pasos hasta ponerse a mi lado, lo que era su forma de contestarme. Empezamos a leer el próximo ejemplar de
Barras y Estrellas
, extendido por todas las superficies. Me incliné sobre las hojas del escritorio más cercano.

—Aparentemente las Damas Auxiliares del Ejército de Salvación de Gatlin han formado un grupo de lectura llamado Leer y Reír.

—Tu tía Marian se va a poner muy contenta cuando se entere; la última vez que intentó empezar un club de lectura, nadie fue capaz de ponerse de acuerdo sobre qué libro escoger, y tuvieron que disolverlo tras la primera reunión. —Mi madre tenía un brillo perverso en los ojos—. Pero no antes de que convinieran mezclar la limonada con una gran caja de vino. En eso todo el mundo estuvo de acuerdo.

Yo continué a lo mío.

—Bueno, espero que Leer y Reír no acabe de la misma manera, pero si lo hace no te preocupes. También están formando una tertulia en el club de tenis llamada Golpear y Reír.

—Y mira esto. —Señaló por encima de mi brazo—. El club restaurante se llama Comer y Reír.

Ahogó una risa, mientras apuntaba con el dedo.

—Te estás dejando el mejor. Van a cambiar el nombre del baile del Cotillón de Gatlin por… espera a oír esto: Menearse y Reír.

Continuamos leyendo el resto del diario, pasando tan buen rato como dos Sheer atrapados en la redacción del periódico de una pequeña ciudad podían pasar. Era como repasar un álbum de recortes de nuestra vida juntos, todos pegados en un montón de papel de prensa. El club Kiwanis se preparaba para su celebración anual del desayuno con tortitas, cuya pasta debía estar ligeramente cruda y un poco líquida en el centro, tal y como le gustaban a mi padre. La floristería El Jardín del Edén había ganado el premio al escaparate del mes en Main Street, lo que solía suceder prácticamente todos los meses, dado que ya no quedaban muchos escaparates en esa calle.

La cosa iba mejorando según avanzábamos en la lectura. Una gallina salvaje había anidado sobre el trineo del Papá Noel que el señor Asher había colocado como parte del despliegue de luces de Navidad de su jardín, lo que resultaba espeluznante, porque los despliegues navideños de los Asher eran infames. Un año, la señora Asher incluso pintó los labios del pequeño Niño Jesús de Emily porque pensaba que su boca no se distinguía bien en la oscuridad. Cuando mi madre intentó preguntarle sobre ello con cara seria, la señora Asher le contestó: «No puedes esperar gritar los
hosanna
y que todo el mundo capte el mensaje, Lila. Lamentablemente, la mitad de la gente de por aquí no saben ni siquiera lo que significa
hosanna
». Cuando mi madre la presionó un poco más, descubrió que la señora Asher tampoco lo sabía. Después de aquello, no volvió a invitarnos a su casa.

El resto de las páginas contenían noticias propias del lugar, esas que nunca cambian aunque todo cambie. La Protectora de Animales había recogido un gato perdido; Bud Clayton había ganado el concurso de Carolina de reclamo para patos. La casa de empeños de Summerville tenía grandes ofertas, el Big B’s de Revestimientos Exteriores y Ventanas estaba en liquidación, y la competición Quick—chik de becas había empezado a calentar motores.

La vida sigue, supongo.

Entonces vi la página de los crucigramas y tiré de ella hacia mí lo más rápido que pude.

—Aquí.

—¿Quieres hacer un crucigrama?

—No quiero resolverlo. Quiero escribir uno para Amma. Cuando lo lea, se lo contará a Lena.

Mi madre sacudió la cabeza.

—Incluso aunque consigas poner las letras de la forma que quieres en la página, Amma no lo leerá. Ya no mira el periódico. No lo hace desde que tú… te marchaste. No ha tocado un solo crucigrama en meses.

Parpadeé. ¿Cómo podía haberlo olvidado? La propia Amma me lo había confesado cuando estaba en la cocina de Wate’s Landing.

—Entonces, ¿por qué no una carta?

—Yo lo intenté cientos de veces, pero es prácticamente imposible. Sólo puedes utilizar lo que ya está en la página. —Estudió la hoja que teníamos delante—. De hecho, tal vez funcione porque puedes arrastrar las letras por la página de prueba. ¿Ves cómo están diseminadas en la mesa?

Tenía razón. En la forma en que funcionaba el crucigrama, las letras estaban cortadas en pequeños recuadros, como un tablero de Scrabble. Lo único que tenía que hacer era mover el periódico alrededor.

Si es que era lo suficientemente fuerte para hacerlo.

Miré a mi madre, más decidido que nunca.

—Entonces utilizaremos el crucigrama y haré que Lena lo vea.

Desplazar las letras a su lugar era como excavar una roca en el jardín de las Hermanas, pero mi madre me ayudó. Sacudió la cabeza mientras mirábamos la página.

—Un crucigrama. No sé cómo no se me ocurrió.

Me encogí de hombros.

—Es porque no soy muy bueno escribiendo canciones.

En su estado actual, el crucigrama apenas estaba a medio terminar, pero el personal de por aquí probablemente no se molestaría demasiado si les ayudaba. Después de todo, tenía el mismo aspecto que la edición del domingo, el gran día para
Barras y Estrellas,
al menos por lo que se refería a pasatiempos. Probablemente, alguno de los tres empleados se sentiría aliviado al comprobar que uno de ellos se había ocupado del de esta semana. Era extraño que no hubieran contratado a Amma para escribirlos.

La parte difícil sería conseguir que Lena se interesara por el crucigrama.

Ocho horizontal.

E.S.P.Í.R.I.T.U.

Aparición o visión. Ser espectral. Una quimera de otro mundo. Un fantasma. Sombra difusa de una persona, algo que se aparece de noche cuando crees que nadie está mirando.

En otras palabras, lo que tú eres, Ethan Wate.

Seis vertical.

G.A.T.L.I.N.

Lugareño. Local. Insular. El lugar donde estamos atrapados, ya sea en el Más Allá o en el mundo Mortal.

E.T.E.R.N.O.

Es decir, de algo sin fin, que no acaba, para siempre. Lo que sientes respecto a una chica determinada, ya estés muerto o vivo.

A.M.O.R.

Es decir, lo que siento por ti, Lena Duchannes.

I.N.T.É.N.T.A.L.O.

Con todas mis fuerzas, cara minuto de cada día.

Es decir, recibí tu mensaje, L.

Entonces me sentí abrumado al pensar en todo lo que había perdido, en todo lo que esa estúpida caída desde el depósito de agua me había costado, y perdí el control alejándome de Gatlin. Primero mis ojos se nublaron, y luego las letras se desenfocaron, hasta perderse en la nada mientras el mundo se desvanecía bajo mis pies, y desaparecí.

Estaba cruzando de vuelta. Traté de recordar las palabras del manuscrito —aquellas que me habían traído hasta aquí—, pero mi mente no podía concentrarse en nada en absoluto.

Era demasiado tarde.

La oscuridad me rodeó, y sentí algo parecido al viento azotándome la cara, aullando en mis oídos. Entonces escuché la voz de mi madre, firme, mientras su mano aferraba la mía.

—Ethan, aguanta. Te tengo.

10
Ojos de serpiente

S
entí que mis pies tocaban algo sólido, como si acabara de bajarme de un tren y estuviera en el andén de la estación. Vi los tablones de madera de nuestro porche delantero, y luego mis zapatillas posadas en él. Habíamos vuelto al otro lado, dejando el mundo de los vivos atrás. Habíamos vuelto adonde pertenecíamos, con los muertos.

No quería pensar en ello de esa forma.

—Bueno, ya era hora, he tenido tiempo de ver cómo la colada de tu madre se secaba hace más de una hora.

La tía Prue estaba esperándonos en el Más Allá, en el porche delantero de Wate’s Landing, el que estaba en mitad del cementerio.

Aún no me había acostumbrado a la visión de mi casa aquí, entre mausoleos y estatuas de ángeles llorosos que dominaban la Paz Perpetua. Pero, allí plantada, junto a la barandilla, con los tres
Harlon James
sentados muy atentos alrededor de sus pies, la tía Prue también parecía bastante dominante.

Como si estuviera hecha una furia.

—Señora —dije un tanto molesto, rascándome el cuello.

—Ethan Wate, he estado esperándote. Pensé que sólo ibas a estar fuera un minuto. —Los tres perros parecían igual de irritados. La tía Prue hizo un gesto de asentimiento hacia mi madre—. Lila.

—Tía Prue. —Se miraron la una a la otra recelosas, lo que me resultó extraño. Siempre se habían llevado muy bien cuando yo era pequeño.

Sonreí a mi tía, cambiando de tema.

—Lo conseguí, tía Prue. Crucé. He estado… ya sabes, en el otro lado.

—Podríais habérselo hecho saber a una persona que yo me sé, para que no hubiera estado esperando en el porche durante gran parte del día. —Mi tía ondeó su pañuelo en mi dirección.

—He estado en Ravenwood, en Greenbrier, en Wate’s Landing y en la redacción de
Barras y Estrellas
.

La tía Prue frunció una ceja mirándome, como si no me creyera.

—¿En serio?

—Bueno, no estaba solo. Quiero decir, iba con mi madre. Ella me ha ayudado mucho, señora.

Mi madre parecía divertida. La tía Prue no tanto.

—Bueno, si quieres tener la más mínima oportunidad de volver allá, tenemos que hablar.

—Prudence. —Mi madre tenía un extraño tono de advertencia.

No supe qué decir, así que seguí hablando.

—¿Te refieres a cruzar? Porque creo que estoy empezando a cogerle el tranquillo…

—Deja de cotorrear y empieza a escuchar, Ethan Wate. No estoy hablando de «practicar ningún cruce». Estoy hablando de «cruzar de vuelta». Definitivamente, al viejo mundo.

Durante un segundo pensé que se estaba burlando de mí. Pero su expresión no había cambiado. Estaba seria —todo lo seria que mi loca tía abuela podía estar—.

—¿De qué estás hablando, tía Prue?

—Prudence —volvió a advertir mi madre—. No lo hagas.

¿Hacer qué? ¿Ofrecerme una oportunidad de volver allí?

La tía Prue miró fijamente a mi madre y apoyó sus zapatos ortopédicos en el escalón inferior a medida que bajaba de uno en uno. Extendí mi mano para ayudarla, pero me rechazó, tan cabezota como siempre. Cuando finalmente consiguió llegar al césped en la base de la escalera, se plantó delante de mí.

—Ha habido un error, Ethan. Uno muy grande. Esto no tenía que pasar.

Un escalofrío de esperanza me recorrió el cuerpo.

—¿Qué?

El color desapareció del rostro de mi madre.

—Basta. —Pensé que iba desmayarse. Por mi parte, apenas conseguía respirar.

—No pienso callarme —replicó tía Prue, entornando los ojos detrás de sus gafas.

—Creí que habíamos decidido no decírselo, Prudence.

—Tú lo decidiste, Lila Jane. Yo ya soy lo suficientemente vieja como para hacer lo que quiera.

—Yo soy su madre. —Estaba claro que no pensaba ceder.

—¿Qué está pasando? —Traté de mediar entre ellas, pero ninguna de las dos miró en mi dirección.

La tía Prue levantó la barbilla.

—El chico ya es lo suficiente mayor como para decidir algo tan importante por sí solo, ¿no crees?

—No es seguro. —Mi madre cruzó los brazos—. No quiero ponerme firme contigo, pero voy a tener que pedirte que te marches.

Nunca había oído a mi madre hablar así a ninguna de las Hermanas. Era casi como si hubiera declarado la Tercera Guerra Mundial a la familia Wate. Sin embargo, aquello no pareció amedrentar a la tía Prue.

—No puedes volver a guardar la melaza de vuelta en su tarro, Lila Jane. —Se rio—. Sabes que es cierto, y también que no tienes ningún derecho a ocultárselo a tu chico. —La tía Prue me miró directamente a los ojos—. Necesito que vengas conmigo. Hay alguien a quien quiero que conozcas.

Mi madre se limitó a mirarla.

—Prudence…

La tía Prue le lanzó esa clase de mirada capaz de marchitar y resecar todo un parterre de flores.

—Deja de decir mi nombre. No puedes detener nada de esto. Y adonde vamos no puedes venir, Lila Jane. Sabes tan bien como yo que a las dos no nos mueve otro interés que conseguir lo mejor para el chico.

Era una clásica confrontación de las Hermanas, de esas en las que, en menos de un abrir y cerrar de ojos, descubrías que nadie iba a salir ganando.

Un segundo más tarde, mi madre cedió. Nunca sabría lo que sucedió en ese silencio que intercambiaron entre ellas, y probablemente era mejor así.

—Estaré esperándote aquí, Ethan —declaró mi madre—. Pero ten cuidado.

La tía Prue sonrió victoriosa.

Uno de los
Harlon James
gruñó. Luego comenzamos a andar por la acera tan rápidamente que apenas podía mantener el paso.

* * *

Seguí a la tía Prue y a los perros que ladraban alegremente fuera de los límites de la Paz Perpetua, pasando por delante de la perfectamente restaurada mansión de estilo federal de los Snow, que estaba situada en el mismo lugar que ocupaba su enorme mausoleo en el cementerio de los vivos.

—¿Quién ha muerto? —pregunté, mirando a mi tía. Estaba convencido de que no había nada sobre la tierra con el suficiente poder para abatir a Savannah Snow.

—El tatarabuelo Snow, aunque aún estabas en pañales cuando sucedió. Ya lleva mucho tiempo aquí. Es la sepultura más antigua de la fila. —Siguió andando por el sendero de piedra que rodeaba la casa, y la seguí.

Nos dirigimos hacia un viejo cobertizo en la parte posterior, sus deterioradas tablas apenas sostenían el retorcido tejado. Pude ver pequeños parches de pintura descolorida todavía adheridos a la madera donde alguien había tratado de rasparla y pulirla. No había suficientes raspaduras capaces de disfrazar la sombra que se cernía sobre mi propia casa en Gatlin, el desvaído azul. El mismo tono de azul pensado para mantener alejados a los espíritus.

Supongo que Amma tenía razón respecto a que a los espíritus no les importa demasiado el color porque, cuando miré alrededor, pude ver la diferencia. No había ninguna tumba vecina a la vista.

—Tía Prue, ¿adónde vamos? Ya he tenido suficientes Snow para varias vidas.

Me miró con el ceño fruncido.

—Ya te lo he dicho. Vamos a visitar a alguien que sabe mucho más que yo sobre todo este desastre. —Alargó el brazo para presionar el astillado tirador de madera del cobertizo—. Da gracias por que yo sea una Statham, y por que los Stathams se mezclen con toda clase de personas, o no habría una sola alma dispuesta a ayudarnos a aclarar este lío. —No pude mirar a mi tía. Estaba tan asustado que temía echarme a reír, considerando que no se llevaba con ninguna clase de personas, al menos no en el Gatlin al que yo pertenecía.

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