Historia del Antiguo Egipto (33 page)

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Authors: Ian Shaw & Stan Hendrickx & Pierre Vermeersch & Beatrix Midant-Reynes & Kathryn Bard & Jaromir Malek & Stephen Seidlmayer & Gae Callender & Janine Bourriau & Betsy Brian & Jacobus Van Dijk & John Taylor & Alan Lloyd & David Peacock

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BOOK: Historia del Antiguo Egipto
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El lugar definitivo de reposo del rey se encuentra en Hawara, en el sureste de Fayum. Su monumento más conocido es el templo mortuorio conectado a la pirámide, que puede haberse parecido al patio de la fiesta
Sed
del complejo piramidal de Djoser en Sakkara. Debido a sus numerosos pasillos y habitaciones, el templo de Hawara llegó a conocerse como «el Laberinto». A pesar de que seis escritores clásicos lo describen, incluidos Heródoto (2,148-149), Estrabón (17.1.3,37,42) y Plinio (Historia natural, 36, 13), ningún detalle de su planta resulta coherente, ni siquiera tras la prospección realizada por Petrie en 1888; por lo tanto, los esfuerzos para reconstruir su apariencia original han resultado infructuosos. La cámara funeraria de Amenemhat en Hawara fue pensada en un primer momento para ser compartida con la princesa Neferuptah, quien probablemente fuera su hermana; pero posteriormente ésta fue trasladada a una pequeña pirámide separada, situada a unos cuantos kilómetros de distancia (en la actualidad casi por completo destruida por los saqueadores de piedra y las aguas subterráneas). La importancia de Neferuptah, tanto durante su reinado como tras su muerte, unida a los privilegios que le fueron concedidos tanto a ella como a las dos reinas de Dashur, sugiere que durante la XIII Dinastía las mujeres de la realeza gozaron de una mayor categoría.

Amenemhat IV y Sobekneferu

Dado el largo reinado de Amenemhat III, cabe la posibilidad de que Maakherura Amenemhat IV (1786-1777 a.C.) fuera su nieto; pero también es posible que el último soberano varón de la XII Dinastía fuera un hijo de edad avanzada, cuya vida estaba a punto de terminarse cuando accedió al trono, pues sólo reinó durante nueve años. Es probable que se casara con la reina Sobekkara Sobekneferu (1777-1773 a.C.), de quien Manetón dice que era su hermana. Se han conservado pocos de sus monumentos y poco es lo que se conoce de los acontecimientos de su reinado, que puede haber transcurrido sobre todo completando varios templos comenzados por su predecesor, como el santuario de caliza de la diosa de la cosecha, Renenutet, en Medinet Maadi, en el suroeste de Fayum. También hubo continuas expediciones a las minas de turquesa del Sinaí y comercio con el Levante.

Sólo se conservan unos cuantos documentos del último soberano de la XII Dinastía, la reina Sobekneferu, pero algunos de ellos ofrecen pistas muy interesantes sobre su reinado: aparece en el Canon de Turín; en la fortaleza nubia de Kumna hay un grafito en el Nilo que informa de que la crecida alcanzó 1,83 metros de altura en el tercer año de su reinado; y también se conserva un cilindro-sello con su nombre y titulatura, en la actualidad en el Museo Británico. En general la reina utiliza títulos femeninos, pero también algunos masculinos. En Fayum se encontraron tres estatuas descabezadas de la reina y algunos objetos más que conservan su nombre. Contribuyó al «Laberinto» de Amenemhat III y también construyó en Heracleópolis Magna.

Existe una interesante, aunque dañada, estatua de la reina de procedencia desconocida; la vestimenta que lleva es única, pues combina elementos del vestuario masculino y del femenino, algo que recuerda su ocasional uso de los títulos masculinos en sus registros. Esta ambigüedad pudo haber sido un intento deliberado de calmar las críticas contra un soberano femenino. Una intrigante estatuilla de Sobekneferu en el Museo Metropolitano de Nueva York muestra a la reina vestida con la capa de la fiesta
Sed
y tocada con una corona de lo más inusual, que puede ser el resultado de combinar los elementos iconográficos no familiares de los soberanos masculinos y los femeninos. La reina permaneció en el trono menos de cuatro años y su tumba —al igual que la de Amenemhat IV— sigue sin ser identificada.

La XIII Dinastía

Los soberanos de la XIII Dinastía continuaron la política de los soberanos de la dinastía anterior y utilizando Itjtawy como capital, pero la nueva dinastía estaba formada por linajes diferentes y todavía queda por resolver cómo fue elegido el nuevo rey. Stephen Quirke ha sugerido «una sucesión circulante» entre las principales familias, lo que ayudaría a resolver la cuestión de la brevedad de la mayor parte de los reinados. No obstante, la burocracia continuó funcionando del mismo modo que lo había hecho durante la XII Dinastía. Los egipcios seguían controlando la zona en torno a la segunda catarata, se medía la crecida del Nilo y continuaron construyéndose monumentos regios (si bien eran mucho menos impresionantes que los de los grandes soberanos de la XII Dinastía). Por otra parte, la delicadeza o estilo de las artes visuales no muestran síntomas de decadencia con respecto a las mejores obras de la XII Dinastía. Esta continuidad —interrumpida en ocasiones— duró hasta el reinado de Neferhotep I.

Si bien el Canon de Turín recoge muchos nombres de la XIII Dinastía, sabemos poco sobre los soberanos en sí. Wegaf Khutawyra fue el primero de ellos, seguido de Khutawy-Sekhemra Sobekhotep II. Tras el reinado del tercer rey, Sankhtawy-Sekhemra Iykhernefert-Neferhotep, se dejó de anotar la crecida del Nilo durante algún tiempo y puede que se trate de un momento de inquietud política: quizá sea significativo que durante este mismo período haya pocos registros en las minas de turquesa del Sinaí. No obstante, los contactos comerciales continuaron y el soberano de Biblos se sigue describiendo a sí mismo como «servidor de Egipto». Los sellos de los fuertes nubios muestran que los asuntos meridionales seguían como siempre. El rey Awibra Hor pertenece a esta época; su enterramiento —una sencilla tumba-pozo— fue descubierto por Jacques de Morgan en el complejo mortuorio de Amenemhat III en Dashur. A pesar de la continuidad cultural ya mencionada, nada expresa de forma tan clara las limitadas posibilidades de los soberanos de esta época como la pobreza de la tumba de Awibra Hor.

Tras este breve período de inestabilidad hubo varios reyes efímeros, incluido Sekhemra-Khutawy Sobekhotep II, de cuyo reinado data un papiro muy interesante que nos revela detalles de la vida cortesana en Tebas durante un período de doce días. El análisis realizado por Stephen Quirke de este documento (Papiro Bulaq 18) ha revelado muchos datos sobre la estructura jerárquica del palacio en la XIII Dinastía y su modus operandi. Unos cuatro reyes después, aproximadamente en 1744 a.C., Sekhemra-Sewadjtawy Sobekhotep III se convirtió en rey y durante algún tiempo pareció que la suerte de los soberanos egipcios iba a cambiar. Un relieve grabado en el acantilado situado sobre Nag Hammadi, en el Egipto Medio, proporciona información muy específica sobre los miembros de la familia del rey. La fecha más alta es el año quinto de reinado, si bien el Canon de Turín le concede sólo tres años y dos meses de gobierno; a pesar de su brevedad, dejó inscripciones fechadas en monumentos repartidos desde Bubastis, en el delta, hasta Elefantina, en el sur.

Resulta evidente que el sucesor de Sobekhotep III, Khasekhemra Neferhotep I (c. 1740-1729 a.C.), tampoco pertenecía a la familia real; pero como también dejó muchas inscripciones en monumentos, es posible que su reinado fuera fuerte. Fue reconocido como señor por Inten, soberano de Biblos, y se han encontrado inscripciones suyas en lugares tan meridionales como Knosso, inmediatamente al sur de la segunda catarata en Nubia. A pesar de estas demostraciones de poder, no controlaba todo el reino egipcio, a juzgar por las pruebas que existen de la presencia de gobernantes independientes en Xois y Avaris, en el delta.

El trono pasó a los dos hermanos de Neferhotep I, Sahathor y Sobekhotep IV, seguidos por el breve reinado del hijo de Sobekhotep IV Esta minidinastía terminó con Sobekhotep V, en torno a 1723 a.C. No obstante, del reinado de Sobekhotep IV se ha conservado información suficiente como para pensar que tenía todas las hechuras de un rey fuerte y que continuó teniendo cierto control sobre Nubia, donde se encontraron dos estatuas suyas al sur de la tercera catarata (otras han sobrevivido reutilizadas en Tanis). No obstante, fue durante su reinado cuando aparecieron los primeros síntomas de rebelión en Nubia, que terminaría por escapar al control egipcio y pasar a ser gobernada por un linaje de reyes nubios asentados en Kerma (véase el capítulo 8). Para entonces, el Egipto del Reino Medio se había roto en las esferas de influencia que formaron la base de gobierno del Segundo Período Intermedio.

Los procesos de cambio político durante el Reino Medio

El gobierno del Reino Medio se basaba en términos generales en la estructura creada durante el Reino Antiguo, pero con cambios significativos. La burocracia de la Corona se mantenía gracias a los impuestos, si bien se ha conservado poca información directa sobre éstos en las fuentes del Reino Medio. El sistema fiscal se basaba esencialmente en cálculos sobre la producción de las tierras y los canales y se pagaba en especie. A menudo, los templos y otras fundaciones piadosas quedaban exentas en parte de impuestos, cuando no por completo (véase más abajo). Además había un sistema de trabajo obligatorio en el que hombres y mujeres de la clase media y baja eran enrolados para realizar tareas físicas concretas, incluido el servicio militar. Este sistema de azofra se organizaba mediante los funcionarios de la ciudad, pero existía un control centralizado en la oficina de «organización del trabajo». Si bien era posible librarse de forma legítima del trabajo pagando a otra persona para que lo realizara, los que lo evitaban huyendo eran castigados con severidad, al igual que sus familias y cualquier otro que les hubiera ayudado a conseguirlo. Documentos de la fortaleza de Askut, en la Baja Nubia, revelan que era uno de los lugares a donde podían ser enviados aquéllos que huían de la azofra; es indudable que otros eran enviados a las regiones mineras.

La práctica de la azofra continuó hasta la XVII Dinastía y sólo las gentes de Nubia parecen haber estado exentas, tanto de los impuestos como del trabajo obligatorio. Por su parte, el gobierno mantenía la paz y patrullaba las fronteras al norte de la segunda catarata y al oeste de las «Murallas del gobernante». Mediante una serie de incursiones en Palestina y campañas en Nubia, los soberanos del Reino Medio fueron capaces de ampliar la influencia y prosperidad de Egipto. El comercio era monopolio del rey, supervisado por los funcionarios del Estado, y en Nubia las recompensas eran extremadamente sustanciales.

Muchos de los títulos ostentados por los funcionarios del Reino Medio eran iguales a los del Reino Antiguo, pero también se crearon cargos nuevos. Una de las características más visibles del Reino Medio fue que los títulos oficiales mejoraron y pasaron a definir cargos y labores más específicos, lo cual se debe quizá a un crecimiento generalizado de la burocracia, si bien el rango de actividades de cada cargo se restringió. Una excepción a esta disminución de tareas fue la del «portador del sello real», al que se le concedieron amplias tareas de supervisión, sobre todo durante el reinado de Mentuhotep II. El visir, cuyas responsabilidades se enumeran en un texto funerario de la XVIII Dinastía de la tumba de Rekhmira (
Las obligaciones del visir
), seguía siendo el principal ministro tras el rey, si bien a partir de la XI Dinastía aparece de forma menos destacada en la documentación. La práctica de mantener dos visires no está confirmada en el Reino Medio, si bien durante el reinado de Senusret I parece que sí hubo dos (Antefoker y Mentuhotep) sirviendo al mismo tiempo.

Las escasas fuentes de finales del Reino Medio sugieren que hubo otros cambios políticos entre el Reino Antiguo y el Reino Medio: el gobierno central del Reino Medio era mucho más visible en las diferentes regiones (de lo cual hubo escasas muestras durante el Reino Antiguo). También existió un mayor control sobre los individuos y de las obligaciones que se consideraba que cada uno de ellos tenía para con el gobierno. Esta mayor invasión de la vida privada se puede atribuir a la costumbre del Reino Medio de delegar gran parte del control local en los alcaldes de las ciudades. También se produjo un marcado cambio a la hora de llevar a las provincias los estilos y prácticas de la capital. El arte es el mejor indicador de este fenómeno.

No obstante, fue el cargo de nomarca el que experimentó las mayores fluctuaciones durante el Reino Medio. Gracias a la distancia que los separaba de Menfis, durante el Reino Antiguo los primeros nomarcas disfrutaron siempre de una cierta independencia. Esta se vio fortalecida por el colapso del Reino Antiguo y uno de los principales objetivos de los soberanos del Reino Medio fue minimizarla. Cada rey eligió una estrategia diferente para imponer su política.

Durante el reinado de Mentuhotep II, los nomarcas fueron mantenidos en sus cargos en muchas de las regiones de las cuales poseemos documentación (si bien la mayor parte de este tipo de pruebas no se ha conservado); pero parece que los nomarcas considerados poco serviciales perdieron sus puestos de forma automática. Durante la XI Dinastía, los nomarcas siguieron representando su papel tradicional, pero supervisados por los funcionarios del rey. Muchos de los que conservaron el poder seguían teniendo sueños de grandeza: por ejemplo, durante el reinado de Mentuhotep IV, el conde Nehry, del nomo de Hermópolis, data sus inscripciones en su propio año de «reinado» y sus textos en la cantera de Natnub sugieren sin duda desafíos al rey.

El plan básico adoptado por Amenemhat I fue hacer que cada ciudad se convirtiera en el centro de la administración. Cada población estaba controlada por un alcalde y sólo el funcionario principal de las ciudades más importantes heredó el cargo de nomarca. Al concentrarse en la ciudad como unidad básica de gobierno, el impacto político del nomo, una región más amplia, comenzó a declinar. Los nomarcas de Amenemhat I ostentaron los títulos de «gran señor, alcalde y supervisor de sacerdotes» y se concentraron sobre todo en las regiones centrales y fronterizas de Egipto. El factor clave del control regio sobre estos hombres parece haber sido el hecho de que, al menos durante los dos primeros reinados de la XII Dinastía, todos fueron nombrados personalmente por el rey (si bien en época de Amenemhat II el cargo se había vuelto de nuevo hereditario).

Estos nomarcas intentaron obtener el máximo beneficio de sus cargos, algunos de ellos adoptando para su propio personal títulos que imitaban los de la corte real: de vez en cuando encontramos en estos séquitos un «tesorero», un «canciller» e incluso un «capitán del ejército». A pesar de estas pretensiones, a los grandes señores no se les permitió olvidar a su benefactor, el rey, que los había organizado de un modo casi feudal: sólo le debían lealtad a él y, a cambio de los favores reales, estaban obligados a proteger las fronteras de Egipto, encabezar expediciones para el rey y probablemente actuar como representantes suyos en las recepciones oficiales de los extranjeros, como la llegada de mercaderes beduinos al nomo del Oryx que tuvo lugar durante el reinado de Amenemhat II y aparece representada en la tumba de Khnumhotep, en Beni Hassan (BH3).

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