Impávido (22 page)

Read Impávido Online

Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

BOOK: Impávido
2.98Mb size Format: txt, pdf, ePub

»Por el honor de nuestros antepasados, les ha hablado el capitán John Geary, oficial al mando de la flota de la Alianza.

Interrumpió la transmisión tomando una profunda y tranquilizante bocanada de aire.

—No estoy hecho para ser actor —le advirtió a la capitana Desjani.

—Desde aquí ha sonado impresionante —respondió ella. La actitud de Desjani hacia la matanza de síndicos se había moderado gracias a la influencia de Geary, pero seguía disfrutando de las amenazas de destrucción masiva como la que este acababa de difundir.

Aproximadamente una hora y media más tarde, la flota arrasó el gigante gaseoso situado más cerca del exterior, los cruceros y los destructores que había en el ala más próxima al enorme planeta se abalanzaron sobre las lentas naves mineras para aniquilarlas. En la pantalla de espectro visible, Geary podía ver formas oscuras móviles enmarcadas en el globo verde pálido y brillante del gigante gaseoso a medida que sus buques de guerra pasaban a su lado, las puntas con carga de partículas de sus baterías de lanzas infernales desgarrando las naves mineras desarmadas. Al solicitar más información, Geary pudo ver las representaciones de las cápsulas de salvamento escapando de las naves mineras, objetos diminutos que se desperdigaban en todas direcciones como si fueran semillas saliendo disparadas de cajas reventadas. Geary reclamó otra serie de datos más y el espacio se llenó de finas líneas que se arqueaban en esbeltas curvas y que marcaban los trayectos proyectados tanto de sus buques de guerra como de las naves civiles.

Desde lejos, la guerra podía adquirir una belleza increíble. Después de haberla visto de cerca, a Geary no le suponía ningún esfuerzo ver más allá del atractivo que la distancia le otorgaba, y recordaba las naves destrozadas y las tripulaciones desesperadas, vidas enteras de trabajo hechas trizas en un instante por el fuego de un buque de guerra. Incluso una gran victoria perdía su encanto si se observaba desde las plataformas de cubierta de las naves implicadas.

Incipientes nubes de fragmentos marcaban los restos de las instalaciones orbitales que ya habían recibido la fuerza de las cargas cinéticas que habían sido lanzadas en su contra.

—La base militar síndica que hay en la luna grande del octavo planeta está recibiendo la luz de nuestro bombardeo —señaló Desjani.

Geary pasó a esa imagen. Las lentes de los sensores del
Intrépido
proporcionaban representaciones extraordinariamente nítidas a través de unas distancias enormes, pero en ese caso las nubes de polvo y escombros que sobresalían de lo que antes había sido una instalación militar síndica bloqueaban la visión en gran medida. Después de supervisar los primeros impactos antes de que la imagen se oscureciera, el sistema de combate de la nave emitió un informe de daños que apareció junto a cada uno de los objetivos localizados. Todas las armas defensivas, destruidas. Todos los sistemas de defensa, eliminados. Todas las comunicaciones y servicios de control, arrasados por los impactos de los imparables y pesados pedazos de metal que se desplazaban a una considerable fracción de la velocidad de la luz. Si alguno no lograba esquivar el ataque, la destrucción estaba asegurada.

—Esto no es una guerra. Es un crimen.

Desjani miró a Geary sorprendida.

—Lo sé —le dijo él—. Es necesario. Pero los síndicos que hay en esas bases en órbitas fijas no tienen ninguna opción. No puedo alegrarme de que esos pobres diablos estén muriendo.

Desjani parecía estar pensando algo; entonces asintió.

—Prefiere una lucha honesta. Por supuesto. Es una cuestión de honor.

—Sí. —Eso era algo en lo que podían coincidir él y las mentes de los soldados modernos. Geary volvió a consultar el visualizador. Sus unidades ligeras habían borrado del mapa la flotilla síndica cercana al gigante gaseoso y regresaban a la formación. No obstante, pasarían horas antes de que el mando síndico viera la flota de la Alianza. Al igual que incalculables fuerzas militares humanas antes que ellos, la flota de la Alianza tendría que soportar el antiguo ritual de apresurarse y esperar.

Geary estudió la flotilla síndica; ahora su posición, con casi seis horas desfase temporal, significaba muy poco. Si la flotilla hubiera mantenido la misma trayectoria a través del sistema estelar Sancere, en este momento se encontraría en el lugar que el visualizador había predicho. En cambio, podía haber recorrido una buena distancia, incluso reduciendo a menos de una décima de la velocidad de la luz. Tendría que estar seguro para poder manipular a la flotilla con cuidado.
Si me confío demasiado pensando que puedo destruirla fácilmente, pueden darme la sorpresa e infligir daños proporcionales a su número de efectivos.

Con todo, no son suficientes como para suponer una amenaza. Si la formación de Crésida consigue captar su atención durante el tiempo necesario, esos buques de guerra síndicos no podrán llegar a la puerta hipernética antes que nosotros. Esto tiene muy buena pinta.

Unos símbolos rojos aparecieron con un destello junto a la puerta hipernética. Los ojos de Geary se concentraron de inmediato en ese punto deseando que se detuvieran, mientras los símbolos se multiplicaban.
He hablado demasiado pronto. ¿Se habrán imaginado los síndicos al fin y al cabo lo que nos proponíamos? ¿Se habrán enterado por los supervivientes de alguna de las naves que siguieron a Falco? No deberían haber tenido tiempo suficiente para reaccionar a esto y reforzar la zona.

No son demasiados buques de guerra. No se trata de una fuerza demasiado potente. Por favor, antepasados, que sea lo bastante pequeña para que podamos superarla. No podemos salir de este sistema sin llevarnos antes más suministros.

6

Parecen una docena acorazados y de cruceros de batalla —indicó Desjani. Se la veía contenta ante la perspectiva de una batalla de más envergadura—. Aunque son solo cinco cruceros pesados, uno ligero y nueve naves de caza asesinas. ¿Por qué tan poca escolta?

La respuesta a esa pregunta se hizo patente a medida que los sensores del
Intrépido
evaluaban lo que se podía ver de la nueva fuerza síndica.

—Han sufrido daños en la batalla —informó el consultor de sistemas de combate—, y probablemente las hayan enviado aquí para su reparación y puesta a punto. La mayoría de las escoltas seguramente fueron destruidas en la batalla en la que las naves más grandes sufrieron los daños.

Geary asintió rememorando el espacio de la Alianza. ¿Podían ser esas las naves que habrían salido victoriosas de la misma batalla en que las naves de la Alianza que habían seguido al capitán Falco fueron arrasadas? ¿O habían sido vapuleadas en algún otro lugar por la facción de la flota que se había quedado en el espacio de la Alianza mientras la mayor parte de la armada hacía su arriesgada incursión en el sistema interior síndico?

—Tenemos que averiguar dónde las han dañado y quién lo hizo —afirmó Geary en voz bien alta.

—Los prisioneros nos lo podrán decir —apuntó Desjani muy animada—. Podríamos recoger algunas cápsulas de salvamento síndicas después de la batalla. —Señaló las imágenes de los buques de guerra recién llegados—. Si vienen aquí para la puesta a punto después del combate, quizá no lleven a bordo mucha artillería fungible, si es que llevan algo. Ni misiles, ni metralla.

—Es cierto —aceptó Geary—. ¿Pueden llegar a algún depósito de munición de los que hemos identificado antes de que nuestro bombardeo cinético alcance los suministros?

Desjani hizo sus cálculos deslizando sus manos velozmente sobre el panel de control.

—Puede. Si salen echando leches en dirección al depósito más alejado de nosotros en cuanto nos vean. Pero no les quedará mucho tiempo, y tendrán que despejar la zona antes de que nuestro bombardeo impacte.

Geary comprobó la solución.

—Y eso los sacaría de nuestra trayectoria hacia la puerta hipernética. Espero que salgan pitando hacia ese vertedero de munición.

Sumó el total de fuerzas síndicas operativas en el sistema: dieciséis acorazados y una docena de cruceros de batalla, trece cruceros pesados, un crucero ligero y hasta veinte naves de caza asesinas. Una fuerza formidable si se las arreglaban para juntarse y luchar unidas. Formidable sobre el papel, al menos. Si la flotilla síndica que vieron en el sistema al llegar estaba inmersa en un entrenamiento, tal vez no dispusiera de todo el armamento que su capacidad le permitía, y probablemente contaría con una tripulación inexperta. Seguramente la fuerza síndica recién llegada tendría tanta experiencia como cualquier buque de guerra en el que la táctica conduciría a un baño de sangre con grandes pérdidas, pero esas naves ya estaban dañadas y con casi toda seguridad contendrían pocas o casi ningún arma fungible. E incluso combinadas, había demasiado pocas escoltas ligeras para las naves grandes.

—¿Qué piensa, señor? —preguntó Desjani.

Geary se quedó sentado en silencio unos instantes dibujando trayectorias con el dedo en la pantalla visual que tenía delante, dependiendo de instintos nacidos de una larga experiencia para hacer la estimación de cómo su flota y las dos fuerzas síndicas interactuarían en relación a las otras.

—Va a depender de lo que hagan ellos —decidió por fin—. Si son idiotas, se lanzarán a la batalla de forma individual y podremos superar a cada una de las flotillas con una superioridad muy cómoda en naves y en potencia de fuego por nuestra parte.

—¿Se arriesgarán a intentar unirse? —Desjani señaló la puerta hipernética—. Si saben que podríamos utilizar esa…

Oh, joder. Desjani se había concentrado en el tema principal, mientras que Geary se había perdido en posibles alternativas.

—No. Tiene razón. Le dirán a esa fuerza recién llegada que refuerce las defensas de la puerta. —
O que ayude a destruir la puerta. Pero ¿y la otra flotilla?
Trazó más rutas y entonces sacudió la cabeza—. La otra flotilla tiene muchas alternativas. Pero yo creo que cuando vean que nos dirigimos a la puerta, ellos virarán también en esa dirección, o, si no, les ordenarán que vayan hacia allí, aunque lleguen demasiado tarde a la puerta como para detenernos.

—Podemos hacerles frente —advirtió Desjani.

Su serena confianza era contagiosa.

—Sí —Geary volvió a reclinarse en su asiento—. Supongo que nos queda un hueco de media hora antes de que pase nada; luego estaremos horas recibiendo información nueva, cuando empecemos a ver cómo reaccionan los síndicos. Voy a por algo de comer.

Desjani asintió con los ojos clavados en su propia pantalla de situación.

—¿Quiere que le traiga algo? —le preguntó Geary medio en broma.

Ella se tocó un bolsillo y sonrió.

—Tengo barras de racionamiento.

—Es usted mejor tripulante que yo —le respondió Geary con una sonrisa. Se levantó dándose la vuelta y vio que la copresidenta Rione seguía allí sentada, observándolo con una expresión imposible de descifrar. Geary la saludó con un movimiento de cabeza.

—De momento va bien.

—De momento —repitió Rione, pero no podía decir si su voz desprendía sentido del humor o desdén.

Una gran parte de la acción que se desarrolló en las siguientes horas, a medida que la flota de la Alianza se adentraba más y más en el sistema estelar Sancere, se podía prever. Los navíos civiles se dirigían a puertos orbitales cercanos o bien empezaban a desperdigarse hacia enclaves vacíos del sistema con la esperanza de que las naves de la Alianza no malgastaran su tiempo en darles caza. En los astilleros orbitales se inició una actividad frenética cuando los remolcadores empezaron a apartar material vital y un par de los buques de guerra grandes que había en construcción, pero no había bastantes remolcadores para sacar a todos los acorazados y los cruceros de batalla en los que estaban trabajando del alcance del bombardeo cinético que se cernía sobre sus objetivos. Los dos buques de guerra sin terminar que estaban siendo arrastrados fuera de la trayectoria del bombardeo eran objetivos fácilmente alcanzables más tarde, cuando la flota barriera esa zona, pero Geary no podía dejar de admirar el empeño de los obreros síndicos. Lo estaban intentando, pese a que los esfuerzos debieron de parecerles tan inútiles como lo eran en realidad.

Un rato después de que la luz anunciara la llegada de la flota de la Alianza, vino el bombardeo cinético, que se extendió por todo el sistema vapuleando objetivos aún más inmersos en este, dirigiéndose inexorablemente hacia el interior del mismo, plagado de instalaciones industriales y militares.

La fuerza síndica que Geary había bautizado mentalmente como «flotilla de entrenamiento», pese a que la designación del sistema de combate oficial era «fuerza síndica Alfa», se había dado la vuelta para dirigirse al quinto planeta casi cuatro horas antes de divisar la flota de Geary, minimizando la distancia casi por casualidad. Cuando por fin la vio virar hacia atrás y hacia arriba, supo que el cambio de rumbo se había producido cuatro horas antes y se dio cuenta de que se había pasado más de diez horas en el puente de mando. No obstante, esperó un rato más, hasta que pudieron confirmar que la flotilla de entrenamiento estaba maniobrando para entrar en combate con el destacamento especial Furiosa. Un rápido vistazo a la magullada fuerza síndica Bravo dejaba patente que, por desgracia, se había dado la vuelta en dirección a la puerta hipernética. Geary se tomó un instante para rogar que los síndicos de esa fuerza emplearan la puerta para huir del sistema y ahorrarle la incertidumbre de la batalla, además de la preocupación de que fueran a destruir la puerta antes de que pudieran llegar allí.

Se frotó los ojos, cansado. Todavía quedaban casi veinticuatro horas antes de que la flota llegara a los alrededores del gigante gaseoso más cercano y alterara el curso para lanzarse directamente hacia la puerta hipernética. Existían estimulantes que podía tomar para permanecer despierto y alerta durante días, pero hasta los mejores exigían un precio, sobre todo cuando había que tomar decisiones rápidas bajo presión. La mente humana precisaba de un buen sueño y no se conformaría con otra cosa. La capitana Desjani se estaba echando una siesta en su asiento, aparentemente bastante cómoda y dispuesta a dormir con todos los sonidos de rutina del puente de mando de fondo. Pero ahora no iba a suceder nada de repente. Podía entrar información nueva, pero estaba claro que cualquier amenaza que se estuviera formando se vería venir horas antes de que supusiera un peligro. Geary tecleó los comandos de su panel de comunicaciones.

Other books

Loyal Wolf by Linda O. Johnston
Angel Manor (Lucifer Falls Book 1) by Noordeloos, Chantal
Velva Jean Learns to Fly by Jennifer Niven
Angel Face by Suzanne Forster
Fadeaway Girl by Martha Grimes
Chasing Joshua by Cara North
Dreaming of Mr. Darcy by Victoria Connelly
Off Limits by Emma Jay
Every Other Day by Jennifer Lynn Barnes
The Doctor's Lady by Jody Hedlund