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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Impávido (25 page)

BOOK: Impávido
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El recuento de instalaciones marcadas como objetivos descendió hasta cero.

—Como pescar peces en un tonel —observó Geary.

—Más bien como soltar bombas en toneles llenos de peces —precisó Desjani. Parecía tan animada como de costumbre cuando veía cómo la destrucción alcanzaba a los objetivos síndicos.

—Los síndicos han tenido mucho tiempo para evacuar todos esos objetivos —señaló Rione—. ¿Sabemos si lo han hecho?

Desjani se encogió de hombros.

—Señora copresidenta, ni siquiera el
Intrépido
puede rastrear tantos objetivos humanos en movimiento a esta distancia, desde el otro lado de las atmósferas y por detrás de los planetas. Hemos detectado señales de que se han estado llevando a cabo tareas de evacuación, pero si la pregunta es si han muerto síndicos en ese bombardeo, francamente, no puedo decírselo.

—Se han saltado algunos almacenes de materias primas —observó Rione.

Geary asintió.

—Y algunas instalaciones orbitales. Teníamos que dejarles a los síndicos algo que puedan darnos. O, mejor dicho, algo que podamos coger. Dado que las negociaciones no han funcionado en el pasado, estoy pensando en enviar simplemente unos destacamentos para echar mano de lo que necesitemos.

Rione miró a Geary un instante antes de responder.

—Seguramente eso sea una buena jugada.

Geary tardó en darse cuenta de que su última afirmación podía haberse interpretado de forma errónea.

—No la culpo en absoluto de que los síndicos no respeten un acuerdo. He basado por completo mi decisión en lo poco de fiar que han demostrado ser los síndicos.

Rione asintió.

—Gracias, aunque, al igual que usted, me considero responsable incluso de las cosas que escapan a mi control.

Sonaba como un cumplido. Geary se preguntó por qué de pronto Rione le había dicho algo que por lo menos sonaba agradable.

—En todo caso —continuó Rione—, gracias por evitar los objetivos civiles, capitán Geary.

—No hay de qué.

—Capitán Geary —intervino uno de los consultores—. La fuerza síndica Alfa está a punto de cruzar la trayectoria planificada del destacamento especial Furiosa.

Lo cual quería decir que en realidad ese acontecimiento había tenido lugar horas antes, igual que el bombardeo de los mundos del que acababan de ser testigos. Geary enfocó su visualizador en ese punto y vio que la trayectoria curvada del destacamento especial Furiosa descendía hacia el cuarto mundo y que la trayectoria de arco ligeramente más plano de la flotilla síndica la cruzaba con al menos un minuto luz de antelación de donde había estado el destacamento especial Furiosa.

—No cree que hayan intentado soltar minas a lo largo de esa trayectoria, ¿verdad?

Desjani volvió a encogerse de hombros.

—Puede que lo hayan intentado. Seguro que la comandante Crésida estaba preparada par ello.

Eso parecía. Antes incluso de que la fuerza síndica cruzara de hecho la trayectoria del destacamento especial Furiosa, vieron cómo la formación de la Alianza alteraba su rumbo echándose a un lado más y más.

—¿A dónde coño se va ahora? —se preguntó Geary.

Esta vez Desjani sonrió.

—Capitán Geary, cuando deja suelta un arma como la comandante Crésida y le dice que busque sus propios objetivos, tiene que estar preparado para algunas decisiones inesperadas.

Geary no pudo evitar echarse a reír.

—Supongo que si yo no tengo ni idea de lo que va a hacer a continuación, tampoco es muy probable que los síndicos se anticipen a sus movimientos.

La velocidad y la inercia seguían impulsando al destacamento especial Furiosa en la misma dirección que había tomado, pero su rumbo se iba desviando de la proyección original. Para cuando llegó a la región en la que la flotilla síndica había cruzado su trayectoria, el destacamento especial Furiosa se encontraba a varios segundos luz de distancia de donde habría estado de haber seguido ese rumbo inicial.

—Si los síndicos han soltado minas, las han desperdiciado —advirtió Desjani—. La región del espacio que tendrían que cubrir es demasiado inmensa.

El destacamento especial Furiosa seguía virando, y ahora además se estaba dividiendo por debajo del plano del sistema, formando una enorme espiral a medida que las naves daban un rodeo en forma de círculo, volviendo a estabilizarse solo cuando la fuerza especial se dirigía hacia el acorazado y el crucero de batalla síndicos casi terminados que habían sido arrastrados para rehuir el bombardeo orbital. Mucho más lejos, la fuerza síndica Alfa seguía atravesando el sistema estelar Sancere, poniendo una tremenda distancia entre ellos y el destacamento especial de la Alianza.

Media hora más tarde, Geary vio como el destacamento especial Furiosa arrasaba las naves ya abolladas y eliminaba otros objetivos intactos con fuego de lanzas infernales de precisión. Diez minutos después de eso, cuando los remolcadores síndicos abandonaron y salieron corriendo desesperadamente para ponerse a cubierto, el destacamento especial Furiosa destrozó el acorazado y el crucero de batalla en construcción que los remolcadores habían estado intentando salvar, mientras que las unidades más ligeras de la fuerza especial se adelantaban para volar los remolcadores replegados, con tanta facilidad que parecían estar matando moscas.

Geary desvió su atención del destacamento especial de Crésida, sabedor de que cualquier cosa que hiciera sería irrelevante para el resultado definitivo de la batalla en el sistema Sancere. Eso dependía de lo que tenían delante, la fuerza síndica Bravo, que seguía esperando, inmóvil, junto a la puerta hipernética.

Una hora y media para entrar en contacto, suponiendo que los síndicos no desencadenaran un ataque de última hora y redujeran la distancia más rápidamente.

Menos de dos horas, casi con toda seguridad, antes de que todos lo que estaban en el sistema estelar Sancere descubrieran qué sucedía cuando se destruía una puerta hipernética.

—Capitana Desjani —preguntó Geary—, ¿por qué nadie ha intentado nunca destruir una puerta hipernética? Según los archivos de guerra que he estado revisando, los sistemas estelares cercanos a un territorio enemigo que contiene puertas han sido atacados y capturados. ¿Por qué no se han destruido las puertas hipernéticas en esos sistemas?

Desjani parecía sorprendida por la pregunta.

—El enemigo no podía utilizar una puerta amiga. Esta es la primera vez que una fuerza enemiga tiene la llave hipernética del otro bando.

—Sí, pero el enemigo podría utilizar su propia puerta para enviar refuerzos rápidamente o para organizar un contraataque destinado a tomar de nuevo el sistema.

—Sí, señor. —Al parecer Desjani no consideraba que eso requiriera una explicación.

Geary cayó en la cuenta. No había pensado igual que esos combatientes modernos.

—Quieren que las fuerzas enemigas aparezcan.

—Pues claro, capitán Geary. El sentido de la acción ofensiva consiste en entrar en combate y destruir al enemigo —explicó Desjani como si estuviera diciendo algo que todo el mundo sabe—. Cualquier cosa que facilite la llegada de las fuerzas enemigas para el combate fomenta el objetivo de forzar al enemigo a la batalla. Una puerta enemiga en funcionamiento garantiza que haya un campo de batalla.

—Por supuesto.

Era la guerra total en su expresión más básica y punto. Matar al enemigo. Bien mirado, tenía todo el sentido dejar intacta la puerta hipernética enemiga, porque eso significaba que se podía contar con que llegarían más enemigos, y así uno podía intentar matarlos. Gracias a esa puerta hipernética en funcionamiento, el enemigo podía mandar refuerzos más rápidamente que tú, pero eso solo suponía más objetivos.
No me extraña que hayan sufrido tantas pérdidas. No es solo la pérdida de experiencia en combate, se trata de una actitud que sitúa el hecho de matar por encima del hecho de ganar. Se han olvidado de que ganar con inteligencia puede matar a más enemigos que estar peleando cuerpo a cuerpo.

Geary estudió la formación de su flota por enésima vez en las últimas horas. ¿Cuál era la mejor forma de enfrentarse a una fuerza enemiga enormemente inferior en número que quería que tu flota se acercara? No dejaba de llegar a la misma conclusión una y otra vez, aunque no era infalible.

—Tendremos que dividir la formación de la flota.

Desjani asintió sin dejar entrever preocupación alguna.

Geary tomó una decisión sabiendo que de no hacerlo podía pasarse una infinidad de tiempo debatiendo consigo mismo, puesto que no había una sola forma evidente de realizarlo. Se puso a teclear los controles, estableciendo una formación que rompía el cuerpo principal la formación en seis secciones, cada una de ellas compuesta por una mezcla de acorazados y escoltas.

—¿Seis? —dijo Desjani, por fin sorprendida.

—Sí. Quiero impedir que los síndicos tengan el objetivo concentrado que buscan. También quiero tener la opción de utilizar nuestro potencial de fuego contra ellos, y no puedo hacerlo si adoptamos formaciones tan superiores en tamaño a nuestros objetivos que muchas de nuestras unidades se vean fuera de contacto. —Geary vaciló; entonces pulsó el comando que le permitía enviar órdenes a la flota—. Aviso a todas las unidades de la flota de la Alianza. Les habla el capitán Geary. Sus unidades recibirán en breve nuevas instrucciones de formación. Ejecuten formación a las dos punto cero. La intención es que cada una de las formaciones lleve a cabo un barrido contra la fuerza síndica Bravo hasta que esta huya de la zona de la puerta hipernética o bien sea destruida.

Desjani estudió con los ojos entornados la información que aparecía en su propio visualizador.

—Seis formaciones. Cada una de ellas pasa junto a los síndicos por turno antes de desviarse y volver a pasar. Como una rueda inmensa. Como no se muevan, los vamos a hacer trizas.

—Esa es la idea —admitió Geary.

—Ha puesto al
Intrépido
atrás, en la formación Delta —observó Desjani.

—Sí. —Notó que Desjani estaba un poco ofendida por eso, por ser la cuarta de la fila—. Creo que los síndicos aguantarán las primeras tres pasadas. Para cuando se acerque la cuarta formación, que será la Delta, creo que harán algo. Quiero tener allí al
Intrépido
cuando lo hagan.

Desjani sonrió, al igual que los consultores del puente de mando. Geary se sintió un poco culpable, pues solo había dejado atrás al
Intrépido
debido a las pocas probabilidades que tenían los síndicos de sobrevivir a las pasadas de las tres primeras formaciones, y estaba obligado a poner al
Intrépido
y la llave hipernética síndica a salvo, al espacio de la Alianza. Había muchas opciones de que el
Intrépido
solamente tuviera que barrer los restos de los síndicos.

A menos que las cosas fueran muy mal y que los síndicos se pusieran a destruir aquella puerta hipernética, en cuyo caso, tuvieran a bordo la llave o no, Geary sabía que tendría que estar cerca de la escena.

—Cargas cinéticas en aproximación —anunció el consultor de armamento en un tono casi aburrido. Ya habían esquivado fácilmente media docena de intentos de ataque, y veían las cargas acercándose a tanta distancia que la más mínima corrección en el rumbo o cambio de velocidad garantizaba el error—. Origen: defensas de la puerta hipernética.

—Muy pronto vamos a darles algo de que preocuparse —señaló Desjani entusiasmada.

Geary se preguntó qué haría la capitana Desjani para divertirse si la guerra terminara y machacar síndicos dejara de ser una forma aceptable de pasar el rato.

Los sistemas de maniobra del
Intrépido
se pusieron en marcha a las dos punto cero descendiendo hasta el lugar en el que esperaría a que el resto de la formación Delta ocupara sus puestos a su alrededor. En torno al
Intrépido,
las demás naves de la flota se apartaron de las posiciones que habían mantenido hasta entonces, como si una máquina increíblemente enorme acabara de desarmar sus piezas. Los fragmentos surcaron el espacio, trazando intrincadas filigranas a medida que se dirigían a sus nuevas posiciones, mientras la máquina volvía a armar sus piezas para formas seis nuevas máquinas, seis versiones más pequeñas de la gran ingeniería de la que todas ellas habían formado parte.

Se requirió un tiempo hasta que todas esas naves recorrieron aquellas distancias, alineándose hasta que la última formación se encontraba a varios minutos luz por detrás de la primera. El proceso de reagrupamiento no había terminado del todo cuando el consultor de armamento volvió a hablar.

—El sistema de armamento recomienda lanzar cargas cinéticas contra la fuerza síndica Bravo dentro de un minuto.

Geary asintió.

—Hágalo.

La nueva disposición de las naves de la flota que había ordenado Geary precisaba que el sistema de armamento reconsiderara qué naves debían disparar sus proyectiles a qué objetivo, pero eso suponía un cálculo de mucho menos de un segundo. Exactamente en el momento óptimo, las naves empezaron a disparar automáticamente un aluvión contra la defensa síndica de la puerta hipernética.

Solo tres minutos luz separaban las naves de la Alianza en la vanguardia de la defensa síndica de la puerta hipernética. A una décima de la velocidad de la luz, lo cual significaba treinta minutos, tal vez la media hora más larga que Geary pensó que iba a vivir jamás. Como para hablar de distorsión relativista. El tiempo mismo parecía transcurrir a paso de tortuga.

—Defensa síndica llevando a cabo maniobras de evasión para esquivar las inminentes cargas cinéticas —informó el consultor de armamento—. Los sistemas han detectado que cuatro de los acorazados síndicos están modificando su posición a lo largo de las trayectorias previstas.

—Lo están haciendo —murmuró Desjani—. Justo como usted pensaba, capitán Geary.

—Veamos si tienen suficiente control sobre sus naves como para esquivarnos —advirtió sintiendo como se le tensaban las tripas.

—Formación Alfa iniciando pasada de ataque contra la defensa síndica. La fuerza síndica está disparando.

Geary enfocó la imagen de su pantalla en la acción. Los destructores y los cruceros ligeros de la Alianza barrían ambos lados castigando a las unidades de defensa cercanas a la puerta. Dotados con poderosos escudos, los aparatos conseguían ignorar el fuego de las unidades ligeras, pero entonces pasaban los cruceros pesados lanzando metralla a intervalos cortos y siguiendo con una lluvia de baterías de lanzas infernales. Los cojinetes metálicos de la metralla impactaban contra los escudos defensivos debilitados vaporizándose al golpear; entonces las puntas con carga de partículas que disparaban las baterías lo atravesaban. Las unidades defensivas fueron perdiendo el equilibrio una tras otra bajo el fuego a medida que los impactos las iban desestabilizando y eliminando de la acción.

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